EDUCyT.
INFORMACIÓN
PLAN KAPUT!


EDITORIAL ( INTERCIENCIA :25,121-125,2000)
LA SOCIEDAD DE LOS CIENTÍFICOS MUERTOS

El hecho de que haya ocurrido una inversión social importante destinada a transformar una parte de la sociedad, a veces pasa inadvertido durante un tiempo sorprendentemente largo. Tal cosa ocurrió con el desarrollo de la ciencia como profesión durante el siglo XIX; otro caso existe en la actualidad. Sucede por la forma particular como los hombres de ciencia han llegado a organizar y coordinar sus búsquedas individuales en una comunidad de cultura en rápido desarrollo. La nueva pauta para efectuar investigaciones básicas es digna de estudio por sus méritos intrínsecos.

Pretendemos explicar lo que significa estar activo en una labor científica básica en alguno de los países miembros de Interciencia, siguiendo las enseñanzas de dos maestros, Bernardo Houssay y DeWitt Stetten Jr., quienes, tanto en el Sur como en el Norte de las Américas, dedicaron enormes esfuerzos a la concientización pública de la actividad científica.

Hay razones aún más importantes para esbozar aquí la operación de esta nueva comunidad de cultura. Una razón es que esta pauta ofrece lecciones específicas para la dirección y organización de un trabajo intelectual eficiente en cualquier campo de la ciencia, y permitiría, entre otras cosas, definir una escala para medir lo adecuado de su apoyo. Otra razón es, a la inversa, la comprensión de cómo puede mejor entenderse la labor científica. Lo más acertado es considerarla como un producto del metabolismo intelectual general de la sociedad y, por lo tanto, a la larga el crecimiento de la ciencia dependerá críticamente del desarrollo de todos los campos de la cultura.

En Siracusa, en el año 212 AC, un soldado romano atravesó con su daga a Arquímides, por no obedecer órdenes al estar absorto, calculando la relación de volúmenes entre el cilindro y la esfera. Arquímides representa al científico inventor que puso sus conocimientos al servicio de la defensa de su ciudad, pero que no supo darse cuenta de que los romanos habían tomado la ciudad. El soldado, por su parte, representa al hombre común desinformado de la labor de la ciencia clamando por la satisfacción de necesidades sociales, que en muchos casos resulta del trabajo científico.

Probablemente los científicos tenemos un alto grado de culpabilidad en el deterioro de los presupuestos para ciencia y tecnología, por no haber sabido informar al gran público acerca de nuestro trabajo. Por supuesto, los científicos no están solos para asumir esta culpa. La historia de la ciencia ha sido descuidada también por los historiadores.

Existe confusión entre investigación y desarrollo, entre ciencia e inventiva, valorándose preferentemente la invención y el desarrollo, en desmedro de la ciencia y la investigación. Así, el estudiante secundario promedio aprende en sus cursos las contribuciones de Bell y Edison, pero nunca escuchó de la existencia de Henry o Gibbs, ni se le ha explicado que los trabajos básicos de la inducción electromagnética, o en termodinámica, sirvieron para desarrollar los generadores modernos, el refrigerador, y muchos avances técnicos que nos rodean.

Esta confusión entre invención y ciencia se refleja en la fusión comercial contemporánea de investigación y desarrollo, representada por las siglas "R&D" (research and development) que parecerían lo suficientemente inocentes si no fuera porque el público, al final, está familiarizado con el producto del desarrollo pero no con la investigación que lo precedió. Los beneficios económicos del desarrollo son rápidamente apreciados, mientras que los de la investigación son, si no imposible, notoriamente difícil de identificar, ya que la investigación básica no se presta a un análisis costo-beneficio.

Es importante considerar las bases de la dificultad en transmitir a nuestros interlocutores la valoración que atribuimos a nuestro trabajo. Las profesiones en que el individuo invierte considerable tiempo y esfuerzo, con un prolongado entrenamiento y aprendizaje, y una práctica muy absorbente, producen una impronta o credo que el profesional termina adoptando y que comparte con otros que han pasado por experiencias similares. Nuestro credo compartido define los procedimientos que usamos en nuestra búsqueda y aproximación a la verdad científica. Valoramos altamente cualquier actividad que rebase los límites de lo conocido. Sin embargo, si defendemos este punto de vista vigorosamente ante un no-científico, probablemente provocaremos una sonrisa.

Nuestro problema frente al público y los políticos parte de la base que como científicos tenemos poca injerencia en los procesos de decisión política. Esta situación no sólo ocurre en países en desarrollo sino que también ocurre en sociedades más fortalecidas. Pero a diferencia de los primeros, éstos son lo que son, porque sus gobiernos supieron reconocer a tiempo que todo lo que eran, todo lo que hacían y todo lo que ganaban, podía modificarse sustancialmente invirtiendo en el desarrollo de nuevos conocimientos y cambios tecnológicos. El científico está fuera de la silla mientras que el economista está firmemente acomodado a ella. Pero éste tiene también su credo, un credo diferente que resulta tan difícil para el científico comprenderlo, como es para el economista participar del credo del científico.

Nuestra percepción del significado del avance en las ciencias básicas está fuertemente influenciada por el conocimiento de los hechos que tempranamente siguieron a esos avances. Las publicaciones de Le Bel y Van’t Hoff, que en 1874 proponían independientemente la naturaleza tetrehédrica del átomo de carbono, permitieron grandes avances en el conocimiento de la estructura molecular. Van’t Hoff fue el fundador de la fisico-química moderna, pero sus contribuciones, y las consecuencias derivadas, han sido largamente olvidadas aún por los científicos y nunca fueron conocidos por el gran público. Quizá podríamos retrospectivamente emitir un juicio de valor sobre su hipótesis pero, podríamos hacer un análisis costo beneficio del trabajo de Van't Hoff?.

De manera similar, en las ciencias biológicas en general y en la Biología Molecular, también hay logros espectaculares. Sin duda muchos científicos previeron inmediatamente, en 1953, la importancia de la publicación de Watson y Crick sobre la estructura del DNA. Sin embargo, dudo mucho que cualquier persona culta no educada en Ciencias pudiera prever las enormes consecuencias de esa publicación y apreciar su importancia.

Esa es la naturaleza de la barrera que existe entre el científico profesional y el público. Es una barrera que nace en gran parte de nuestro sistema educacional que, en mi opinión, fracasa casi totalmente en instruir al científico sobre el significado de la ciencia o aún más, en enterar al gran público de los fundamentos científicos de la mayor parte de su experiencia.

La República no necesita de sabios, fue el argumento que la Revolución Francesa de 1784 utilizó para guillotinar a Lavoisier, y parece seguir siendo el argumento válido hoy día, con que muchos gobiernos presionan la educación y el desarrollo científico. Me pregunto si hemos progresado desde la muerte de Arquímedes o todavía estamos sujetos a la falta de comprensión que demostró el soldado romano.

Hemos progresado, pero no tanto. Sin duda, existen hoy argumentos que pueden ser generados para acelerar ese progreso y son más efectivos que los usados en el pasado. Hay muchos ejemplos documentados sobre los avances de las ciencias básicas y sus beneficiosos efectos sobre la calidad y la expectativa de vida de la población. Con ellos, por supuesto, podríamos agasajar a nuestros críticos. Sin embargo, debemos incrementar la efectividad de la enseñanza de las ciencias a la población general y quizá, en un nivel más pragmático, deberíamos crear un tipo de individuo caracterizado por reunir todas las calificaciones de un economista profesional pero cuidadosamente nutrido de las disciplinas científicas. Es mi esperanza que por una combinación de entrenamiento y experiencia, se pudiera producir algunos pocos individuos que hablaran el lenguaje del economista, entendieran su credo y pudieran ser aceptados como colegas, pero que a su vez pudieran estar simultáneamente en posición de entender y concordar con los logros y objetivos de la investigación científica. Ellos podrían asesorar a los gobernantes, presentando los puntos de vista del científico en un lenguaje eficaz.

Por alguna combinación de innovaciones educativas debemos, finalmente, vencer la barrera que incomunicó a Arquímedes y al soldado romano, que hizo totalmente imposible que el soldado apreciara la importancia de estimular al científico a proseguir su investigación. Si fracasáramos en esto, entonces Arquímedes y sus sucesores seguirán estando en peligro.

Eduardo H. Charreau
Presidente de la Federación Panamericana de Asociaciones
para el Adelanto de las Ciencias.Interciencia Association.


Para comunicarse con la redacción de
EDUCyT - Oficina de Prensa.
E-Mail:educyt@de.fcen.uba.ar
Teléfonos:Directo: 4576-3337.
Conmutador: 4576-3300 / 09 Interno: 371.
Fax:4576-3351.
[Si llama desde el interior anteponga el prefijo 011; si lo hace desde el exterior anteponga su código de acceso internacional y luego 5411.]
Dirección postal:Oficina de Prensa - S.E.U.
Ciudad Universitaria - Pabellón II - Planta Baja.
(1428) Buenos Aires.
República Argentina.


Diseño y mantenimiento de página de Oficina de Prensa: Gabriel F.Platas.