Informe
sobre los estudiantes de la UN Córdoba Por Enrique Stroppiana. La Universidad Nacional de Córdoba (UNC) elaboró el informe "Después de aquel diciembre" para conocer las consecuencias de la profundización de la catástrofe económico-social en los estudiantes. La investigación apunta al período posterior al 19 y 20 de diciembre de 2001, marcado por la crisis de representación, el auge del eslogan "que se vayan todos" y de las protestas por el "corralito financiero". Entre otros resultados, la investigación encontró cambios en los hábitos de subsistencia, incipientes modos de organización de lo material como estrategias de resistencia a la crisis y la evidencia de un malestar subjetivo. El equipo encabezado por Estela Carranza y del que participaron Mónica Falco, Rosa Martínez y Paula Pavcovich, realizó un análisis cuantitativo y cualitativo en base a una encuesta a 876 estudiantes. Encontraron que un 6,8 por ciento de los universitarios requiere de un apoyo económico extra para continuar sus estudios. Pero "si del 6,8 descontamos el porcentaje de jóvenes que trabajan –un 4 por ciento– queda aproximadamente un tres por ciento de la población que podría considerarse en emergencia económica". El trabajo sostuvo que el sector universitario "tiene una vulnerabilidad propia en cuanto a lo material", porque deben garantizar determinadas condiciones, como materiales de estudio, la movilidad, la buena alimentación, medicamentos, y otros. Para reducir gastos, el 68,6 por ciento de los estudiantes "busca ofertas" y trata de "consumir menos"; el 35 redujo las salidas; el 29,5 dijo "caminar más que antes"; el 25,1 limitó las actividades de formación extra universitaria (gimnasia, pintura, idioma, etc.); el 23,8 disminuyó los viajes a su lugar de origen; el 23,8 restringió los gastos de estudio; el 10,3 comenzó a trabajar y el 5,7 limitó los gastos vinculados a la salud. Sólo el 9,2 dijo que la crisis no influyó demasiado en su vida cotidiana. Desde 1997 hasta la actualidad –prosiguió el informe- "aumentó significativamente el trabajo informal, así como el porcentaje de los alumnos que trabajaban y actualmente se encuentran desocupados, y disminuyó el índice de los que dicen no necesitar empleo". Las autoras también analizaron la repercusión de la crisis en el mundo subjetivo de los jóvenes, mediante la indagación de sus expectativas, frustraciones y sentimientos. "Lo que unió a la gran mayoría de esta población en la situación de crisis fue un cambio en sus proyectos", indicaron. Detallaron que estas transformaciones iban acompañadas por sentimientos negativos, como incertidumbre, miedo, impotencia y rabia. Subrayaron que la mitad de los entrevistados priorizó la cuestión política y de representatividad, por encima del aspecto económico. "Lo político deviene fundamentalmente de una falta de ética, porque ligan la cuestión de la crisis de representación, mayoritariamente, a los altos índices de corrupción", sostuvieron las investigadoras. En cuanto a las proyecciones de los jóvenes, indicaron que sólo un 9 por ciento aseguró que este fenómeno no modificó sus planes para el futuro. Así, el 32 por ciento brindó una contestación asociada a situaciones de carencias materiales. "Son los que tienen miedo de no poder concluir la carrera y los que viven el presente sin planificar", aseguraron las analistas. La mayoría de los universitarios cree que, en primer lugar, debería modificarse "la cultura instalada" y procurarse una "reconversión de valores" para salir de la crisis. Y los principios a recuperar son honestidad, mayor educación, patriotismo, esfuerzo, capacidad de liderazgo y solidaridad, entre otros. "El hecho de que se considere la educación como uno de los valores prioritarios tiene que ver con que ahí se pone la confianza en el cambio de la sociedad, en el mejoramiento del ser humano", destacaron. Los jóvenes encuestados también destacaron la democracia como único sistema posible de gobierno. Finalmente, "a pesar de las respuestas que hablan de un malestar generalizado, la mayoría alberga esperanzas de que la crisis se revierta positivamente", concluye el informe: sólo el 14,3 por ciento aún no imagina su futuro profesional y el 8,4 cree que si se queda en el país su futuro va a ser "muy malo". El resto puede imaginar una perspectiva laboral alentadora.
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