La ciencia un ejercicio de soberania Podrían haberse ido. Pero María Eugenia Farías y Pía Taranto apuestan a investigar en la Argentina. María Eugenia Farías tiene 36 años y es doctora en Biología, egresada de la Universidad Nacional de Tucumán (UNT), investigadora Asistente del Conicet, con base en La Planta Piloto de Procesos Industriales Microbiológicos (Proimi). Trabajó durante tres años en el Centro de Investigaciones Biológicas de Madrid y estuvo en tres oportunidades en Alemania, por convenios de cooperación. Ha realizado 17 publicaciones en revistas internacionales, entre las cuales se destacan Journal Bachteriology y Journal of Molecular Biology. Pero, a pesar de su carrera internacional, ha elegido quedarse en Tucumán. En este país en el que la ciencia tiene poco rating, el hecho de que la fundación Antorchas haya incluido su proyecto de investigación entre los diez subsidios 2004 de U$S 30.000 le indica a María Eugenia Farías que tuvo sentido resignar proyectos en España y Alemania para seguir investigando en la Argentina. Hoy, ella integra una generación de científicos que, tímidamente por ahora, están tratando de remontar la diáspora de "cerebros" que empezó en 1966. ¿Por qué no está en la Universidad? Concursé en Ciencias Naturales, por ejemplo, y los profesores de esa Facultad le dieron el cargo a gente sin doctorado, ni carrera científica. Y ese dinero que podría haber ingresado a la UNT, se quedará en el Proimi. Mucha gente formada tiene el mismo problema, y se está yendo del país porque la Universidad no le da lugar. ¿Qué hará con el subsidio de Antorchas? Seguir con mis estudios de biodiversidad microbiana en lagunas de altura del NOA, que son auténticas reservas de la biosfera. Esos sitios presentan variación de temperatura diaria, alta salinidad con períodos estacionales de desecación, metales pesados, alcalinidad, alta exposición a radiación ultravioleta. Y es de esperar que los microorganismos que los habitan posean sistemas biológicos que les permitan adaptarse a esas condiciones. Por ejemplo, pigmentos que le permitan resistir la alta radiación ultravioleta. Y estos pueden ser útiles como antioxidantes, pantallas solares e inclusive para control de tumores malignos. Para su investigación, la doctora Farías viaja a Pozuelos, un paisaje increíble poblado de flamencos en la puna jujeña, a 3.600 m de altura, o a el Salar de la Laguna Verde, a 50 km del Paso de San Francisco, con temperaturas bajísimas y vientos arrasadores. Escenarios -dice- cuya belleza corta el aliento. ¿Qué encuentra allí? Esa diversidad microbiológica y biológica puede dar lugar a muchos productos biotecnológicos. Si no los aprovechamos, lo harán los extranjeros. Y ni nos enteraremos, y compraremos patentes o productos extranjeros sobre información genética o biológica que se sacó de acá. Ahí está la importancia de tener gente formada en el país. Esa es la gran inversión. María Pía Taranto, por su parte, tiene 35 años y es Doctora en Bioquímica e investigadora asistente del Conicet, (allí hizo un posdoctorado) con base en el Centro de Referancia para Lactobacilos (Cerela). Trabajó durante diez meses en el Instituto de Tecnología de Alimentos, en Valencia y concretó catorce publicaciones internacionales. Cuando habla, la doctora en Bioquímica María Pía Taranto echa por tierra la leyenda de que el investigador es un ser solitario y excepcional. "El subsidio que me otorgó la Fundación Antorchas será compartido con los demás investigadores del Cerela", advierte esta científica del Centro de Referencia en Lactobacilos que está trabajando en la biosíntesis de vitamina B12 en bacterias lácticas. Y destierra el segundo mito cuando se define como una persona común que trata de estar siempre atenta a las necesidades de la sociedad donde vive. "Si bien el subsidio es personal -enfatiza- este proyecto es parte de otro global del cual participan otros investigadores de Cerela (doctores Font y Sesma y licenciada Vera), y que el año pasado fue distinguido con el premio Dupont-Conicet a la mejor investigación. Y estamos trabajando en estrecha colaboración con Nizo Food Research de Holanda". ¿A qué apunta su investigación? A contar con un microorganismo capaz de sintetizar un elemento esencial para la salud de manera natural. Una leche fermentada, que contenga un microorganismo productor de vitamina B12. Un buen tema, en estos tiempos en que crecen los alimentos funcionales o probióticos... Los consumidores y la industria demandan productos naturales. Esto genera el diseño de nuevos alimentos que sumen propiedades benéficas al valor nutritivo de ese alimento. La carencia de vitamina B 12 produce anemia, neuritis, y está asociada a trastornos cardíacos, sobre todo en ancianos. ¿Se puede investigar con tranquilidad en la Argentina? Muchos investigadores tienen interesantes ideas y proyectos para ser aplicados en áreas socio-productivas de nuestro país. Lamentablemente, la mayor parte queda trunca por falta de fondos. Tenemos que pensar a lo grande y adecuar los proyectos a las condiciones locales. El trabajo es más laborioso, porque el no tener dinero te exige ser más creativa, agudizar el ingenio. Y eso es positivo. Pero hacer investigación de buen impacto exige instrumental de alta complejidad e insumos que se han encarecido mucho desde la caída del peso. Fuente: La Gaceta de Tucumán.
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