Facultad de Ciencias Exactas y Naturales-UBA
  AÑO 14 - NÚMERO 509
  VIERNES, 20 DE AGOSTO DE 2004
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La rebelión del mono
Gurúes financieros y pseudociencia económica

Por Pablo Mira (*)

  En el capítulo tercero del extraordinario libro de Carl Sagan El mundo y sus demonios, el autor lista un conjunto de disciplinas científicas, mencionando la respectiva pseudociencia que se asocia a cada una. Así, la astronomía tiene a la astrología, la psicología a la parapsicología, etcétera. Cuando llega a la economía, Sagan menciona como pseudociencia correspondiente a los pronósticos a largo plazo.

  Para Sagan, los pronósticos económicos de largo plazo no parecen posibles porque el futuro lejano resulta más incierto que el cercano. Luego deberíamos rechazar como poco científicas las estimaciones respecto de ciertas variables si estamos demasiado alejados del presente.

  Sin embargo, en economía sucede -paradójicamente- que los pronósticos a largo plazo suelen ser más eficaces que los de (muy) corto plazo. Es más, sospecho que la verdadera pseudociencia económica se centra en la pretensión de determinar con precisión los comportamientos de corto plazo.

Gurúes del corto plazo

  Para ilustrar la idea con un ejemplo, supongamos que queremos conocer el valor del Dow Jones (el principal índice de precios de la Bolsa de los Estados Unidos) dentro de treinta años. Aunque parezca extraño, el pronóstico no resultará demasiado equivocado. Como existe una tendencia bastante definida, basta utilizar sencillas técnicas estadísticas para estimar bastante razonablemente el comportamiento de largo plazo de esta variable. Las estimaciones a largo plazo acumulan los datos de varios períodos, por lo que es muy factible que algunos años atípicos terminen por compensarse entre sí.

  Pensemos ahora en la predicción de alguna variable a corto plazo. Supongamos que, estando en noviembre, queremos saber el valor del Dow Jones a fin de año. En este caso necesitaremos mayor precisión, de modo que la estimación sea útil. Las técnicas estadísticas para el largo plazo no nos servirían de mucho aquí. Debemos recurrir a técnicas alternativas.

  Y adivinen quiénes aparecen cuando de "técnicas alternativas" se trata. Nada menos que la pseudociencia económica y sus protagonistas estelares: son los famosos gurúes de la economía y las finanzas, los que supuestamente son capaces de decirnos con exactitud qué sucederá con las acciones en las próximas semanas. Los "Gordon Gekko"(1) de la "city".

  Las técnicas utilizadas por estos gurúes para "venderse" son diversas. La falacia más utilizada es la de hacer creer que porque han sido exitosos en la Bolsa, lo serán toda la vida. Sus cartas de presentación son las de hombres que han tenido suerte en el pasado.

  Otro conjunto de asesores, más institucionalizado, se dedica a dar consejos desde los bancos de inversión y otras entidades financieras. Parte de estos asesores se dedica a estudiar gráficos con la evolución de los precios de las acciones. Utilizan un conjunto de herramientas bajo el nombre de análisis técnico.

Pseudoanálisis técnico

  El análisis técnico es un método no probado que sostiene que es posible conocer el precio de una acción en un futuro cercano simplemente observando el comportamiento de sus precios en el pasado. Los "analistas técnicos" ven en los gráficos figuras definidas, límites máximos y mínimos, y toda clase de formas que les permitirían hacer sus predicciones. Si un gráfico, por ejemplo, se asemeja a una "cabeza de mono" incompleta, entonces la acción seguirá un sendero tal que completará el dibujo.

  El vocabulario utilizado para justificar el análisis técnico es semejante al de la astrología: se inventan sustantivos por doquier, se complica innecesariamente el lenguaje utilizado y, por supuesto, el "análisis" conlleva una buena dosis de ambigüedad. Como el lector ya habrá deducido, las conclusiones de los analistas técnicos no incluyen ningún tipo de argumentación lógica que las sustente.

  No hace falta buscar a estos vendedores de felicidad en oscuros escritorios de la "city". En una edición elegida al azar de Ámbito Financiero, el diario especializado más conocido de Buenos Aires, se publica en su suplemento Panorama Bursátil un informe "técnico" cuyo título es: "Dow se mantiene aún dentro de la formación triangular". ¿Qué triángulo? ¿El de las Bermudas? ¿Desaparecerá también el Dow? No se asusten, el título hace referencia a las mencionadas formas que supuestamente nos dicen algo acerca de la evolución del precio de las acciones. Del mismo artículo se pueden extraer varios párrafos deliberadamente ambiguos. Como ejemplo, tomemos el siguiente:

  "La figura de triángulo tiene dos características bien marcadas, la primera es que mientras nos encontramos en él, la tendencia de fondo se pierde, o se crean dudas de cual será el próximo gran movimiento del mercado, y la segunda es que una vez que define el triángulo el movimiento es rápido o sostenido."

  El copete de la nota reza: "Para ayudar a decidir, los technicals". Pero es fácil advertir que el autor no se decide por el alza o la baja, sólo aporta confusión. Esto no ayuda a nadie. Si la tendencia de fondo se pierde, o bien el movimiento es rápido, ¿debo comprar o vender? Es inútil atribuir estas ambigüedades a la "falta de contexto", basta con leer cualquier párrafo de la nota para hallarlas. En suma, lo único que usted logrará entender de un análisis técnico es que "si el mercado no muestra una tendencia alcista o a la baja, seguramente mantendrá en su nivel actual". Pavada de asesoramiento.

  ¿Por qué el autor no recomienda claramente qué hacer? Porque el pronóstico será verdadero el 50% de las veces, demasiado peligroso para un analista técnico que vive de esto. La razón por la que los aciertos son fortuitos es que las investigaciones empíricas sugieren que la evolución a corto plazo del precio de las acciones es un "paseo aleatorio" (random walk en inglés), lo que implica que es virtualmente imposible detectar un patrón de comportamiento específico repetitivo para las mismas.

  Pero hay una razón mucho más evidente para no creer en estos gurúes. Es difícil entender cómo nos venden una información tan valiosa por tan poco dinero. El consejo de alguien que sabe a ciencia cierta qué ocurrirá en las próximas semanas en la bolsa vale millones, pero nadie cobra más que una comisión por darlo. ¿Sospechoso, verdad?

Monos, dardos y asesores financieros

  El razonamiento anterior cabe no sólo para el análisis técnico, sino también para todo aquél que recomienda al inversor incauto una estrategia para ganar dinero apostando a la Bolsa sin advertir de los riesgos implicados. Por supuesto, estos asesores podrían plantear honestamente diversas estrategias procurando cuantificar los riesgos de cada una. Además, hay cierto lugar para que quienes trabajan en finanzas expliquen algunos aspectos de la Bolsa que puedan ser desconocidos para el ahorrista lego. Pero esta actitud humilde no es común, porque nada vende más que la fórmula de hacer fortuna sin esfuerzo.

  Varios académicos contrastaron empíricamente si los profesionales financieros pueden hacer diferencia y todos llegaron a la misma conclusión: nadie es capaz de ganarle al promedio de mercado sistemáticamente. Esto significa que es perfectamente posible que alguien gane mucho durante algunas pocas semanas o meses, pero esta tendencia inevitablemente se invierte a medida que pasa el tiempo.

  ¿Les suena conocido este comportamiento? Si, claro, se trata de la Ley de los Grandes Números. Tarde o temprano, la cantidad de caras que salen cuando uno tira una moneda miles de veces tiende a igualar la cantidad de cecas. Ganar por encima de la media en la Bolsa es como sacar sistemáticamente cara: imposible en el mediano plazo.

  El profesor Burton Malkiel, en su libro A Randon Walk Down Wall Street (2), propuso un experimento mental. Para testear si las ganancias de estos asesores eran o no aleatorias debía hacerse un concurso entre un conjunto de profesionales y una elección de acciones completamente al azar. La metáfora de esta selección fortuita consistía en imaginar un mono con los ojos vendados lanzando dardos a la página con la lista de acciones del Wall Street Journal. Luego se compararían los rendimientos de las carteras de ambos contendientes.

  El Wall Street Journal tomó el desafío literalmente, y estableció el concurso hace ya 15 años. En lugar de un mono vendado tirando dardos, que se juzgó algo riesgoso, los dardos los lanzaban personas (el propio Malkiel tuvo el honor de lanzar el primero). En 2002, y luego de 14 años de competencia, el concurso se dio por finalizado, arrojando una ventaja de 5.6 puntos porcentuales a favor de los profesionales.

  Sin embargo, el desafío no fue lo que se dice un "experimento científico". Primero, porque a las ganancias obtenidas por los gurúes no se les restaron las comisiones que cobran (se supone que no hay un costo en bananas para el mono que tira los dardos). Segundo, porque la teoría de la aleatoriedad funciona cuando se elige una cantidad importante de distintas acciones, y no sólo cuatro, como fue el caso del concurso.

  Tercero, y quizás lo más importante, cada vez que los profesionales elegían sus inversiones, el Wall Street Journal lo publicitaba ampliamente, generando un efecto positivo en el mercado. Malkiel calculó las ganancias pero con el precio del día anterior al de la recomendación del diario. Las diferencias prácticamente desaparecían.

  Hay formas más directas de mostrar la imposibilidad de ganar plata en la Bolsa sistemáticamente por encima de la media. En el mismo libro, Malkiel (3) muestra que el fondo de inversión Mates, que en 1968 fue el que tuvo mejor rendimiento, en 1969 ocupó el puesto 312 (de 381 compañías totales), en 1970 la posición 424 (de 463) y en 1971 el puesto 512 (de 526). Esta compañía tenía un valor de 15,5 dólares por acción en 1986, y de 1,12 en 1974. Otro dato significativo (4): los cinco primeros fondos de inversión según el ranking de ganancias en los años 70 tuvieron un puntaje promedio de 187 en la década siguiente.

  Por supuesto, la Ley de los Grandes Números no pontifica que nunca nadie le puede ganar al mercado. Así como en una serie larga de lanzamiento de monedas es fácil encontrar una serie de varias caras seguidas, es posible encontrar historias de éxitos financieros resonantes. Pero el punto es que, a la larga, las ganancias extra se diluyen. La moraleja es que, si usted quiere apostar y la comisión del asesor financiero es mayor que la pérdida esperada en la ruleta, le conviene ir al casino.

Hágase rico en dos semanas

  Cuando a los gurúes financieros les toca dar clases en alguna universidad sobre su "método a prueba de fallos", algunos alumnos inteligentes suelen preguntarse: si los consejos que da el profesor son tan buenos, ¿por qué no es rico? De hecho no es rico, porque si no seguramente no estaría dando clase por unos cuantos dólares. ¿Por qué será -se preguntan- que por tan poco dinero alguien revela los secretos para ser millonario?

  Pero voy a intentar ser la excepción a la regla. Voy a aprovechar este espacio para proveerles gratis de la verdadera fórmula para hacerse millonario. Se necesita una pequeña inversión inicial, pero le aseguro que rendirá sus frutos.

  Envíe 2 millones de cartas a empresarios diciendo que usted es un "analista técnico" y que es capaz de predecir la evolución de la Bolsa al alza o a la baja con precisión. En la mitad de las cartas escriba "mañana la bolsa subirá"; en la otra mitad "mañana la bolsa bajará".

  Por supuesto, usted ganará una pequeña dosis de confianza entre el millón de clientes para los que acertó. Pero es probable que esta gente crea que fue sólo un golpe de suerte. Lo que debe hacer ahora es enviarle a este millón de personas otra carta. En 500.000 de estas cartas usted escribirá "la bolsa subirá". En el resto, "la bolsa bajará". Ahora habrá 500.000 personas algo más convencidas. Repita el proceso diez veces más. Al final, habrá casi 500 empresarios que jurarán que usted es un genio que acertó doce veces seguidas los movimientos de las acciones. Ya tiene una importante cartera de clientes a quien venderle sus servicios.

Notas:

(1) Famoso personaje de la película Wall Street, rico gracias a sus negocios en la Bolsa.
(2) Existe una edición en castellano cuyo título es Un paseo aleatorio por Wall Street.
(3) Pág. 180.
(4) Pág. 183.

El autor agradece la asistencia técnica y de investigación del Lic. Andrés Bonifacio.

(*) Economista. Trabaja en el Ministerio de Economía y es docente e investigador en la Universidad de Buenos Aires. Fuente: Pensar. Revista Latinoamericana para la ciencia y la razón.

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