De
Rio Negro a la NASA Miguel de San Martín es un argentino de 45 años que desde hace años trabaja en la Agencia Espacial Norteamericana. Allí tuvo a su cargo el diseño de control de los dos robots que tiempo atrás arribaron a Marte con éxito. Por
Cecilia Draghi (*)
Tiene un apellido con fuertes reminiscencias históricas. Pero su aporte a la historia del siglo XXI es bien moderno, y corresponde a la era espacial. Es que Miguel de San Martín es un argentino que llegó lejos. Nada menos que a Marte a través del diseño de control y guía en la orientación de dos robots, Spirit y Opportunity, que tiempo atrás amartizaron con éxito tras siete meses de viaje por el Cosmos. Él logró comandar esta proeza desde la agencia aeroespacial norteamericana, NASA. De este modo, se logró tomar imágenes y obtener datos del planeta vecino, distante a millones de kilómetros de la Tierra. Este ingeniero aeroespacial especialista en el diseño de viajes astronómicos, vino tiempo atrás a Argentina junto con su familia para compartir unos días de descanso a sus interminables jornadas de trabajo en Jet Propulsión Laboratory Autonomy and Control Section de la NASA con sede en Pasadena. «Allí mi rol, tanto en los rovers Spirit y Opportunity, como en Pathfinder, ha sido el guiado y control de las naves durante el viaje, el descenso y en la superficie marciana», describe. En realidad su tarea en la NASA fue un sueño acariciado desde pequeño, porque cómo él mismo dice creció con el programa espacial de las Apollos que le fascinaban y seguía muy de cerca. Hoy está allí en el sitio que siempre acaparó su atención. Desde la época en que esa dependencia aeronáutica norteamericana tenía a su cargo el envío a Marte, de la Viking, la misión que en 1976 precedió a Pathfinder. Por ese entonces, vivía en nuestro país y estaba disfrutando de otras vacaciones -las escolares- en su provincia natal. «Estaba en Villa Regina aprovechando el receso invernal del colegio, para la época en que se preveía la llegada del primer Viking, a Marte. Seguía esa misión por todos los medios existentes como las emisiones radiales de la BBC», ejemplifica y enseguida agrega: «Recuerdo que esa noche me fui a dormir sin novedades. Cuando a la mañana siguiente, voy de compras al pueblo, veo en la tapa del diario Río Negro la foto de la nave posada en Marte», señala. Ahí no sólo leyó la noticia sino también descubrió qué deseaba para su futuro: participar en el diseño del sistema de amartizaje. «Esa información -subraya- inspiró a un argentino. Ahí me dije: Yo quiero trabajar en esto». Y cumplió con su deseo, aunque confiesa: «Nunca imaginé que la próxima vez que se intentara bajar a Marte, me tocaría participar». Antes de lograrlo estudió en la Universidad de Syracuse, Estados Unidos, luego obtuvo una beca en Massachussets Institute of Technology y más tarde fue aceptado en la NASA. El especial empleo espacial Hoy disfrutan del éxito de la misión que llevó tres años de ajetrea-dos preparativos. Si bien el viaje debió enfrentar desde tormentas solares, hasta las dificultades que ofrece el Cosmos, en realidad los primeros problemas y no menos importantes comenzaron en la Tierra. Cuestiones bien terrenas como efectuar la expedición con un ajustado presupuesto era uno de los temas a enfrentar. El otro, resultaba bien humano, cómo sobreponerse con honor a los dos intentos fallidos de la misión anterior en 1999, que había concluido de una manera humillante. Uno de los errores cometidos en ese entonces, hubiera aplazado a cualquier estudiante de matemática. Fallaron en la conversión de las medidas inglesas al sistema métrico decimal. ¿Cómo hacerlo sin paralizarse por el fracaso, y a la vez lograrlo con poca plata y con una mayor avidez de aplausos postergados? No fue fácil, pero lo hicieron. Es más, no oculta su orgullo por el sistema de ruedas alcanzado que permite sobrepasar un obstáculo equivalente al 60 por ciento del diámetro de la rueda. Una de sus tareas del equipo a su cargo era la orientación del robot. El diseño del sistema que debía guiar a los rovers de su partida desde la Tierra, durante todo el viaje hacia Marte, su descenso y recorrida por la superficie al planeta rojo. La nave debía pasar de una velocidad de 18.000 kilómetros por hora a cero, para lograrlo distintos elementos intentaban amortiguar el impacto. Primero un paracaídas y luego una especie de air-bag que permitiría rebotar hasta finalmente frenarse. «Hice la parte del software de guiado y control que tiene la responsabilidad de determinar el momento exacto en que se debe abrir el paracaídas, inflar las bolsas de aire y prender los motores retrocohetes. Todo esto debe tener lugar en una fracción de segundos», define. Esos instantes parecieron eternos seguramente desde la base de control de la NASA y más aún cuando en pleno proceso de amartizaje perdieron la señal del rover Spirit por diez minutos durante los cuales se ponía a prueba tantos esfuerzos, desvelos, casi parecía jugarse la vida, o al menos la gloria. Junto con ellos en la sala de control estaba la plana mayor de la agencia espacial, así como políticos norteamericanos como senadores nacionales que venían a presenciar ese momento histórico. Finalmente todos fueron testigos del éxito de la misión. Tan sólo debieron esperar una hora y media para recibir las primeras imágenes. «El paisaje de Marte era totalmente distinto a todos los que habíamos visto de las misiones anteriores. Los científicos saltaban de alegría», relata. Ya
estas misiones quedan para el recuerdo, y el futuro presenta nuevos desafíos.
Y él es un especialista en retos. Tanto es así que se define como una
especie de bombero especial. «Cuando expediciones presentan problemas,
me llaman», señala. Una expedición a la vista, será la que a fin de
año partirá con un claro objetivo: colisionar con un cometa el 4 de julio
de 2005. «En realidad, el que chocará será un módulo que se desprenderá
de la nave madre, y ésta esquivará el incidente y se ubicará de modo tal
de manera de obtener imágenes del impacto», describe, a la vez que
concluye: «Fotos con diferentes filtros permitirán determinar el material
y consistencia del cometa que hoy desconocemos». (*) Centro de Divulgación Científica - FCEyN - UBA.
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