Facultad de Ciencias Exactas y Naturales-UBA
  AÑO 15 - NÚMERO 525
  VIERNES, 6 DE MAYO DE 2005
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La revolución reproductiva

Un grupo de egresados de la Universidad de Quilmes creó una empresa biotecnológica que aplica técnicas de reproducción vegetal que aumenta exponencialmente la producción del campo.

  A principios del siglo pasado, nuestro país fue conocido como el “granero del mundo”, y ciertamente ocupábamos una posición de peso en el comercio internacional. Hoy es sabido que la clave del éxito pasado es la explicación del fracaso posterior, que dio lugar a una economía basada en la exportación agropecuaria y de muy bajo valor agregado.

  Hoy, un grupo de jóvenes biotecnólogos egresados de la Universidad Nacional de Quilmes, y apoyados por la Secretaría de Ciencia y Tecnología y la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica, podría decirse que se han burlado de aquel sistema económico excluyente sostenido en lo que los economistas llaman ventajas comparativas estáticas.

  Lo que lograron fue aumentar de manera exponencial la producción agropecuaria (en este caso de arándanos) mediante la aplicación de la biotecnología al proceso de reproducción en vegetales. Gracias a esta “revolución re-productiva”, se pueden obtener entre 500 mil a 2 millones de plantas en un espacio de solo 20 metros cuadrados, mientras que con las técnicas tradicionales de reproducción por estaca se necesitan miles de metros para producir 50 mil plantas. Este es el resultado de aplicar la ciencia y la tecnología a las ventajas naturales que tiene nuestro país. Las ventajas estáticas se tranforman en dinámicas.

  “La micropropagación es la reproducción de plantas en laboratorio, lo cual permite miles de plantas por metro cuadrado. Comparado con un invernadero tradicional los requerimientos son ínfimos. La micropropagación tiene la ventaja de, al crecer la planta in vitro, si uno parte de plantas sanas, lograr miles de plantas igualmente sanas”, dice el Dr. Hernán G. Farina, a cargo del laboratorio de la empresa Bioext.

  De hecho, la micropropagación vegetal es una de las áreas biotecnológicas que deberían ser más explotadas para mejorar la productividad agrícola argentina es la micropropagación vegetal. Si esta técnica se instala en el sector agropecuario como una actividad de rutina, el aumento de la productividad agraria será exponencial ya que su implementación permite eliminar costos debidos a fluctuaciones de los cultivos.

  Más precisamente, lo que hace esta técnica es eliminar la posibilidad de fracaso en el proceso de reproducción vegetal, o lo que se denomina “éxito de implantación”. Y esto es más evidente aún en el caso de los arándanos.

  “En el proceso de reproducción tradicional, por estaca, corto un pedazo de planta, la introduzco en un sustrato químico definido y espero que esa planta crezca y forme raíz, esa tasa muchas veces, en algunas variedades de arándanos, pueden llegar a tener un 80% de pérdida, sólo un 20% de viabilidad”, dice Farina. “Por el contrario, lo que asegura la micropropagación es casi un 100% de viabilidad”, agrega.

  El secreto reside en que la micropropagación vegetal multiplica de manera infinita el mejor ejemplar de una determinada especie, eliminando de esa forma costos ocasionados por la falta de reproducibilidad, contaminaciones con patógenos, mano de obra, producción discontinua y espacio requerido.

  Pero ¿cómo es que se logra todo esto?

  “La técnica de micropropagación consiste en tomar células de la planta -más que nada células que se denominan madre o pluripotenciales- que se encuentran en los brotes. Lo que hacemos en el laboratorio es programar esa célula para que forme tallos. Luego, multiplicamos esos tallos, y una vez se define la cantidad de plantas que necesita el productor, aplicamos un programa de enraizado, es decir, cambiamos las condiciones hormonales para que forme raíz. Una vez que la planta está completa y que puede absorber nutrientes por raíz, la traemos al invernadero”, cuenta el Dr. Farina.

  Y es ésta justamente la clave del éxito. La micropropagación permite la reproducción de miles de plantas por metro cuadrado y tiene la ventaja de, si el ejemplar madre es sano, todas las plantas que se originen a partir de él, son sanas, ya son genéticamente similares. Esto asegura la homogeneidad de la producción. El hombre de campo, agradecido.

  El desafío, ahora, consiste en integrar definitivamente las técnicas de micropropagación vegetal a las cadenas de producción agropecuaria para obtener un aumento exponencial de la productividad. Tal vez, sea ésta la manera, no de ser el “granero del mundo”, sino de lograr un desempeño mejor de nuestra producción agropecuaria mediante el agregado de valor.

Historia de una empresa exitosa

  Un grupo de estudiantes de biotecnología de la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ) empieza a trabajar en el campo en la zona bonaerense de Bolivar y Las Flores para ver la manera de optimizar algunos cultivos extensivos, principalmente soja y trigo. Trabajando bajo parámetros biológicos, principalmente en la interacción organismo-planta, obtuvieron rendimientos de casi el doble: se pasó de 2 toneladas por hectárea a 4.

  El informe que surgió de ese trabajo es publicado en la web, y por esta vía toman conocimientos las mismas autoridades de la UNQ, quienes invitan a los estudiantes responsables del informe y les preguntan qué quieren hacer cuando termine la carrera. La conversación termina en una propuesta concreta por la cual la UNQ incuba el desarrollo de una empresa biotecnológica.

  Esta es la génesis de Bioext. Nace estudiando cultivos extensivos y termina dedicándose a cultivos intensivos. Más precisamente, en el año 2003 con el proyecto de “Desarrollo de técnicas biotecnológicas de producción vegetal”.

  Su éxito hoy, es evidente.

  “Tenemos toda la producción de arándanos del 2005 vendida, y eso es más de 250 mil plantas. In vitro, tenemos un stock de 500 mil plantas. A medida que nos llegan los pedidos ponemos las plantas a enraizar en el invernadero y luego se pasan a un invernadero de crecimiento”, cuenta Farina.

  La empresa está formada por biotecnólogos, economistas, un diseñador gráfico y un contador. La UNQ tiene acciones como contraprestación a la incubación de la empresa.

  De esta manera, la empresa fundada por un grupo de egresados de biotecnología funciona a base de ciencia y tecnología. Y no le va nada mal, sobre todo si se tiene en cuenta que cada planta de arándano cuesta entre 1,65 y 2 dólares.

  La base de todo el proceso de producción se sostiene en dos pilares: el laboratorio donde se reproducen los tallos, y el invernadero donde se aplica el programa de enraizado. Esto le confiere una enorme flexibilidad a la empresa, ya que a medida que la demanda aumenta lo único que tienen que hacer es sacar las plantas in vitro (donde sólo son un tallo flotando en una solución química) y ponerlas en el invernadero, donde los tallos echan raíz y se convierten en una planta.

  El invernadero fue diseñado específicamente para esa función. “Todo el diseño del invernadero es propio. Copiamos los mejores modelos, pero más que nada los desarrollos son cosas que directamente se nos ocurrieron por nuestras necesidades particulares”, comenta Farina.

  El resultado fue un invernadero de enraizado “inteligente” totalmente automatizado que costó más de 100 mil pesos. Cuenta con un sistema de riego por aspersión, camas calientes, mallas de enfriamiento, caldera, ventiladores de extracción de aire, turbinas para inflado de doble techo, ventanas laterales deslizantes, mallas anti-insectos, bombas de agua, tanques sumergibles y un tablero electrónico de control.

  Parte del financiamiento que hizo posible este desarrollo fue gracias a la interacción con otros organismos del Sistema Nacional de Ciencia y Tecnología. “No sólo la Universidad nos ayudó económicamente a la construcción de esta empresa sino que también la Agencia nos ayudó otorgándonos un Fontar”, dice Farina. Con este aporte se invirtió en el equipamiento que hizo posible el proyecto.

(*) Fuente: SECyT.

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