Un importante trabajo de investigación con plantas de jojoba lleva adelante el Instituto de Ciencia y Tecnología de los Alimentos (ICTA) de la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de la Universidad de Córdoba. Se trata del estudio y caracterización de las semillas de esa planta que se producen en grandes plantaciones ubicadas en La Rioja y Catamarca. El ICTA, que desde hace más de 5 años es dirigido por el Dr. Carlos Guzmán, ha desarrollado importantes e innovadores trabajos con el maní y la soja, entre los más recientes. Desde hace más de tres años, una asociación de distintas empresas, denominada Eco-Oil Argentina, se dedica al cultivo de la jojoba y producción de sus derivados en el norte de la provincia de La Rioja y sur de Catamarca, lo que significó una inversión de 60 millones de dólares. "Sin embargo -explica el Dr. Carlos Guzmán-, no hay experiencia en Argentina, se hicieron las plantaciones pero no existe una infraestructura científica tecnológica por detrás, entonces nos convocaron a nosotros y llegamos a un acuerdo para estudiar las semillas que ellos nos envían". También, los ingenieros del Instituto viajaron a la zona de cultivos y observaron que la maquinaria tenía problemas técnicos, lo que condujo al diseño de nuevas máquinas que permitieran en un futuro obtener el aceite de las semillas de mejor calidad. El trabajo es desarrollado además por el Ing. Ricargo Lagier, director del Departamento de Máquinas, y las ingenieras químicas Lorena Tobares y María Fernanda Gayol. Cera líquida De la semilla se extrae la cera líquida o aceite de jojoba, que consiste en la única cera líquida vegetal existente. Nuestro país es uno de los principales productores mundiales en el sector, produciéndose una cera de muy buena calidad que se exporta casi en su totalidad. Francia, Alemania, Corea y Japón son algunos de los países destino de las exportaciones argentinas de jojoba. El aceite de jojoba, que es usado principalmente en la industria cosmética, es actualmente el más caro que se comercializa, cotizándose en 10 dólares el litro. Guzmán señala que la jojoba es "una planta muy particular, porque hay plantas macho y hembra, y en un puñado de semillas la distribución es aleatoria. Demora cinco años, y lo que se está haciendo es la clonación de plantas, colocando una determinada cantidad de plantas hembras por cada planta macho. Y además estamos estudiando los diferentes tipos de clones de la producción." Por sus propiedades, es muy similiar al aceite de ballena, especie animal que, como se sabe, se encuentra en grave riesgo de extinción. "La cera de jojoba ya está sustituyendo al aceite de ballena y, con toda seguridad te puedo decir que la va a reemplazar por completo. ¿Por qué? Porque una hectárea de jojoba equivale a 30 ballenas, lo que es muy importante para la preservación de la especie. Y mientras haya fotosíntesis, podemos seguir plantando la jojoba y preservar las ballenas", afirma Guzmán. Uso de los residuos En el transcurso de estos estudios, que el ICTA realiza desde el año 2000, sus investigadores han podido ampliar el horizonte de aplicaciones que tiene esta planta. Se sabe desde hace tiempo que la torta residual de las semillas, es decir, el residuo de las semillas utilizadas para la extracción de la cera líquida, posee muy buena cantidad de proteínas. A partir de esto, se comenzó a utilizar para fabricar alimento para ganado. Sin embargo, el Dr. Guzmán señala que la proteínas estaban acompañada de factores antinutricionales, ya que se hicieron pruebas con ratas, conejos y vacas, y el resultado fue que estos animales perdían el apetito. Es decir, con la torta residual se prepara un alimento balanceado y se da de comer a los animales, pero éstos empiezan cada vez más a perder el apetito y hasta pueden llegar a morir, por estos factores antialimentarios. En el caso de los seres humanos, por ejemplo, si una persona que tiene problemas de peso acude a un médico, éste le puede dar un régimen o bien, algún tipo de químico que le reduzca el apetito. Uno de los químicos utilizados en estos casos son las anfetaminas, que tienen un gran perjuicio para la salud. En este punto, Guzmán relata que durante una reunión mantenida el año pasado con dos investigadores de la Universidad de Arizona, de Estados Unidos, ellos expusieron que el mismo problema de obesidad que sufren los habitantes de ese país también lo tienen las mascotas, así que comenzaron a elaborar un alimento balanceado para mascotas hecho con jojoba. Sin embargo, en la Argentina, la torta residual se desecha. "Entonces, vimos que teníamos que conocer de manera urgente la jojoba que se planta en el país, porque tenemos varios indicios de que la jojoba que aquí se produce no es la misma existente en Estados Unidos y México. Nuestra intención, luego de finalizar algunos estudios, es realizar un trabajo conjunto con la Facultad de Ciencias Químicas para probarlo con animales, y en una etapa posterior, quizás podría ser aplicado en seres humanos", destaca el director del Instituto. Ensayo como lubricante Pero el trabajo del ICTA no se agota allí y en estos días han sumado una nueva variante en el estudio, que consiste en testear al aceite de jojoba como lubricante. Proximamente, una de las integrantes del equipo investigador, la Ing. Qca. Lorena Tobares, realizará distintas pruebas en Repsol-YPF para ver cómo se comporta la cera de jojoba como aceite lubricante. Guzmán aclara que la empresa petrolera se mostró muy interesada en realizar estas pruebas y, deslizando un pensamiento más extremo, remarca que no hay que olvidar que el petróleo es un recurso finito, que se acaba, "mientras la jojoba puede cultivarse permenentemente mientras haya fotosíntesis". Además, existe otra posibilidad interesante en el endurecimiento de la cera de jojoba, para lo cual el ICTA ya estableció contactos con la Planta Piloto de Química de Bahía Blanca, organismo dependiente del CONICET y especialistas en el endurecimiento de aceites. La importancia de esto radica en que la industria de cosméticos utiliza la cera de jojoba como bases para cremas y jabones, necesitando una cera con distintos grados de endurecimiento. "Por ahora, las ceras derivadas de la jojoba sirven para fabricar jabones y perfumes. Sin embargo, se pueden usar también para enriquecer alimentos probióticos. Y también resultan útiles para hacer lacas, lustres, tintas, gomas, barnices, pinturas, termoplásticos especiales, y probablemente, en el futuro, un fármaco que elimina el hambre a nivel del sistema nervioso central", dice el doctor Guzmán. "La Argentina tiene la mayor área sembrada de jojoba del mundo, 4031 hectáreas, pero de 2000 a este año los precios de la cera bajaron a la mitad, de 12 a 6 dólares por kilo, porque los fijan los perfumeros asiáticos", agrega el ingeniero agrónomo Mario Frati, de Agrinsa, una de las mayores productoras mundiales. En este brete, la fabricación de lubricantes verdes podría arrebatarles el control del precio a estos industriales, y devolvérselo a la Argentina. Los lubricantes verdes van ganando participación en los mercados europeos y estadounidenses de un modo lento pero seguro. Hoy tienen el 2% de las ventas mundiales, lo que representa unos 26.800 millones de dólares anuales. "Además de generar valor agregado y puestos de trabajo calificado en el país, queremos lubricantes verdes por otras dos causas -añade el doctor David Gorla, director del Centro Regional de Investigaciones Científicas y Transferencia Tecnológica de La Rioja (Crilar), del Conicet-. La primera es que los convencionales se producen a partir del petróleo, una materia prima que se encarece día a día porque se está acabando en la Argentina y el mundo. "La segunda causa -prosigue Gorla- es que una vez usados, los lubricantes minerales contaminan irreversiblemente aguas y suelos: la biosfera prácticamente carece de microorganismos que los puedan degradar. Los lubricantes verdes descartados, en cambio, desaparecen solos por acción microbiana, como cualquier grasa orgánica." "Apuntamos a una degradación del 80% en tres semanas a la intemperie", redondea Guzmán. Eso a Repsol YPF le podría ahorrar facturas y dolores de cabeza considerables. Por normas ISO-9001, la firma dice que se autoimpone recoger los aceites gastados de todas sus estaciones de servicio para trasladarlos a Córdoba, donde son quemados a alta temperatura como combustible de hornos de cemento. Este es uno de los pocos modos de eliminarlos de la biosfera y exigirles un último servicio industrial. Pero el destino de gran parte de los aceites minerales descartados por estaciones y lubricentros va a parar a la tierra, a los ríos o a los acuíferos, donde causan pérdidas ambientales que sencillamente no hay modo de cuantificar. Línea verde Los lubricantes "verdes" podrían reemplazar ventajosamente a los llamados "blancos", parafinas minerales ultradepuradas de todos los componentes bioactivos y tóxicos de la materia prima original, el petróleo. Tales parafinas, en el mundo desarrollado, son de uso obligatorio en alimentación, farmacología y bioingeniería. Son las grasas que impermeabilizan los vasos descartables de cartón encerado y también las que lubrifican las líneas de fabricación de una galletita o de una cápsula de antibiótico, e incluso las que enfrían los cabezales de la máquina-herramienta que va fresando una prótesis de titanio. En los tres ejemplos, cualquier residuo de hidrocarburos bioactivos en el producto puede desatar tragedias. Un caso reciente se vio en Estados Unidos en 2000, cuando hubo que reoperar a unos 17.500 receptores de reemplazos metálicos de cadera contaminados con residuos químicos de petróleo, proveniente del fluido de enfriamiento usado en el torneado. La Argentina no fabrica lubricantes "blancos", de modo que no resulta imposible sustituir tales insumos por derivados minerales menos puros. Riesgo inaceptable para el país con la mayor producción mundial de un lubricante vegetal conocido en la historia de la industria, capaz de soportar oxidación, presión y desgaste como sólo lo hacía el antiguo espermaceti, o aceite de cachalote. Trabajo en equipo Actualmente, el Crilar se encuentra abocado a la tarea de caracterizar la cera de cada clon o cultivar, y también investiga nuevos procesos de extracción y caracterización de la cera remanente en la "torta residual" (el compactado de semilla molida). También estudia cómo mejorar la potencia lubrificante de la cera bajando su punto de solidificación, que entre los 5 y 8 grados es demasiado alto para un aceite de motor verdaderamente multigrado. El ICTA, entretanto, estudia la química e industrialización del desconcertante abanico de posibles derivados de la cera. Colabora con algunos gastos del Crilar mientras prueba lubricantes multigrado mixtos de girasol y jojoba en el CTA de Ensenada, dentro de una atmósfera de comprensible secreto. La fundación Innova-T, por su parte, actúa como "broker" del talento del Conicet, y administra el proyecto para que una parte de las ganancias eventuales de cualquier innovación generada por el sistema científico argentino vuelva al mismo, y específicamente a sus autores. Muchas de estas innovaciones ya existen: en el ICTA ya han fabricado termoplásticos experimentales de jojoba, extrajeron también tocoferoles (moléculas que interfieren la formación de ateromas) que pueden enriquecer yogures. También refinaron alcoholes de cadena ultralarga, evaporación lentísima y, por ende, de aroma persistente. Pero ahora en este laboratorio cordobés estudian utilizar la "torta residual" del exprimido de las semillas. Tiene alto contenido proteico y se la visualiza como posible alimento para animales. Además, es rica en simoncina, un anorexígeno que la jojoba usa, en su ambiente original (el desierto de Sonora), para impedir que sus semillas, que con un 55% de grasas son energía pura, sean arrasadas por herbívoros. Impulso en Córdoba Guzmán considera que el ICTA se encuentra en condiciones de montar un laboratorio para realizar análisis "muy sofisticados" y esa es una de las miras del Instituto, teniendo en cuenta que se abre un mercado importante con las plantaciones de jojoba que han comenzado a realizarse en Chile, Perú y en otras zonas de climas semi áridos. También en Córdoba, en la zona de Traslasierras, se han realizado plantaciones, ya que allí también crecen plantas de este tipo de clima, como los nogales o la vid. (*) Fuente: Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de la Universidad Nacional de Córdoba / Diario La Nación.
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