Según la socióloga María Cecilia Arizaga en aquellos años “aparecen los primeros countries con un tono muy elitista de estas clases altas que encuentran un espacio intermedio, extraurbano, con la estancia”. Lo aseguró en declaraciones al programa “Encrucijadas”, que produce la Subsecretaría de Medios de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y se emite por la Radio de la Ciudad, los miércoles de 19 a 20 (AM 1110). Al contrario, las casas quintas de las décadas de los '60 ó '70 son “el símbolo de aquella movilidad social de mitad del siglo pasado (XX), en donde estos sectores medios de alguna manera a pudieron contar ganarse concretar esta idea del techo propio en el departamento céntrico y la casa quinta de alguna manera venía a reforzar eso”, abundó. El country estableció la contracara del recogimiento social de fin de semana, para convertirse en un lugar en el que lo social comenzó a tener un peso importante, ya sea en actividades deportivas o sociales: el denominado “club house” se convirtió en un lugar de encuentro entre los residentes de fin de semana. Desaparece, en consecuencia, el intimismo de las quintas para integrarse a sitios donde se programan actividades de distinta índole para grandes y chicos. Lo que aparece al final de la década de los '80 durante la década de los '90 es la organización cerrada como residencia permanente que “de alguna manera, trata de articular estas dos cuestiones”, indicó Arizaga. Las urbanizaciones cerradas ya existían en la década de los '70 en ciudades como San Pablo o Caracas, aunque con otras características propias de esas realidades. En cambio, cuando se habla de un proceso global, lo que se ha dado en llamar suburbanización o periurbanización de clases medias, los sociólogos se refieren a lo que denominan “nuevas clases medias”. Esa denominación pretende diferenciarlas de aquellos trabajadores de cuello blanco, docente u oficinista: “estamos hablando de profesionales más dinámicos, que encuadran con el nuevo tipo de capitalismo, que experimentan nuevas formas de vivir los procesos urbanos la espacilización, a sea en la ciudad –a partir de procesos de renovación urbana- o, por fuera de la ciudad a partir de procesos de periurbanización o urbanización cerrada”, explicó Arizaga. Para la socióloga, es desde estas elecciones –sobre todo la urbanización cerrada- que empieza la construcción de un nosotros, en sentido comunitario, “donde hay una fuerte impronta de parámetros de distinción y pertenencia”. Esa construcción del nosotros en el adentro plantea la generación de tensiones con los ellos en el afuera, porque establece una suerte de invisibilidad mutua por la existencia de paredones de separación. Esa cuestión no se da en el adentro, porque las casas no tienen cercos que dividan y hasta las cortinas suelen estar corridas para mirar ser mirado. Las tensiones, indicó Arizaga, también se registran en el adentro; es decir, entre los nosotros. Si bien nadie podría decir que dentro de las urbanizaciones existen clases bajas, no es menos cierto que sobre todo en las grandes urbanizaciones aparecen diferentes estratos dentro de la misma clase. Esa fragmentación es la que se registra también en el conjunto de la sociedad, entre clases diferentes y al interior de cada clase social. Un capítulo aparte en la entrevista mereció el tema de las vidas de los jóvenes adolescentes, a partir de un trabajo realizado por la socióloga María Cecilia Arizaga, que tituló “Los hijos del country”. En esa franja, llamó la atención que los entrevistados en general “hacían constantemente un juego de compensaciones entre los pro y los contras de vivir en esos sitios”. En los relatos de los recorridos cotidianos de semana fin de semana, se notaron diferencias entre los chicos de colegio secundario los de nivel universitario. Entre los primeros, se notó el trazado de estrategias para ver de ser autónomos en la circulación, para no depender del traslado de los adultos, aunque en general les cuesta salir del country hasta para hacer una fotocopia, a diferencia de los chicos de la ciudad. Arizaga ejemplificó con lo que sucede en un colegio en la zona de Pilar un poco distante del casco urbano de esa ciudad, en el denominado Kilómetro 50. Sin tener auto propio, una suerte de alquimia de transporte se desarrolla diariamente para acercarse lo más posible a la movida de la zona. Entonces se generaban tensiones porque advertían que se encontraban con chicos que no pertenecen a las urbanizaciones cerradas, que si bien no son de las zonas más carenciadas cercanas a los countries, sino a sectores medios en decadencia, con diferencias notables a un estilo de vida y a determinados ingresos. Los universitarios, en cambio, estaban caracterizados por el desarrollo de una vida sedentaria. El recorrido es de la universidad al country, en algunos casos, al Km.50 y de vuelta a la casa. Para muchos, por fin, la ciudad es vista como el lugar de las oportunidades. Sobre todo, cuando se trata de buscar trabajo y otras ocasiones. (*) Fuente: Télam / UBA.
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