Por Ing. Fernando Vilella (*) Israel y Holanda son los países que mas avanzaron en el mundo en términos de agro en los últimos 50 años, no obstante, poseer características agroecológicas y climáticas sumamente adversas. Los europeos han tenido que protegerse del mar y los ríos y los del Oriente Medio por una extensa área desértica que abarca el 60 por ciento de su territorio y la escasa disponibilidad de agua apta para las actividades agropecuarias. En ambas naciones el desafío tuvo dos factores claves para el éxito; la investigación y el desarrollo. Ciertamente, un espejo a mirar por la Argentina con cerca del 70 por ciento de tierras áridas o semiáridas. El caso israelí resulta paradigmático; en las últimas tres décadas su producción agrícola aumentó cinco veces. Israel exporta productos agrícolas por 1400 millones de dólares. El 40 por ciento en alimentos procesados. Allí la agricultura intensiva cumple un papel importante en su economía real; en la actualidad, representa el 2,5 por ciento del Producto Bruto Nacional (PBN) y el 3,6 por ciento de las ventas al exterior. Es conveniente recordar, que este pequeño país produce el 95 por ciento de sus necesidades alimentarias y, que solo necesita complementar, mediante importaciones granos, semillas oleaginosas, carne, café, cacao y azúcar. Siendo frecuente comprador de Argentina en alguno de estos productos. En rigor, los israelíes poseen una larga trayectoria en la superación de las dificultades ocasionadas por la escasez de recursos hídricos y de tierra cultivable. Su éxito es atribuible a lustros de esfuerzo, investigación e innovación aplicadas al desarrollo del agro y al ámbito agroindustrial en un territorio donde mas de la mitad de su superficie es un desierto. Bien podría decirse que desde su misma creación en 1948 comenzaron a trabajar sobre los terrenos rocosos, despejándolos y construyendo terrazas en las regiones montañosas. Drenando pantanos, se inició un notable proceso de reforestación sistemática e, inclusive, la severa erosión del suelo de la planicie costera y del sur fue contrarrestada procediendo a hacer un lavado de la tierra salobre a efectos de reducir la salinidad del suelo. Otro trabajo esencial para su sorprendente crecimiento productivo fue el óptimo manejo del agua dulce a través de una estratégica red integrada de estaciones de bombeo unidas a un acueducto nacional. Obviamente, con supervisión del suministro y fijación de cuotas de consumo, donde se priorizó a las actividades productivas. Como resultado de esta planificación, la cantidad de tierras regadas aumento de 30 mil hectáreas en 1948 a casi 200 mil por estos días. Así, recientemente se puso en marcha un programa que en el término de 10 años se propone reducir la utilización del agua mejorada para la agricultura, ampliar el uso de agua salobre purificada en ramas agrícolas específicas, reducir los cultivos de elevado consumo de agua que no obtienen altos rendimientos, desarrollar técnicas de invernadero y proceder a la desalinización del agua de mar a gran escala. Hoy, la mitad de los ingresos de sus productores agropecuarios proviene de la exportación. El cultivo de flores, frutos exóticos y hortalizas diferenciadas están orientadas a satisfacer fuera de estación mercados altamente sofisticados del circuito internacional, de manera tal, de maximizar la rentabilidad de las empresas del agro. Por ende, la fuerte apuesta a la capacitación y el conocimiento intensivo y los avances tecnológicos aplicados a la eficiencia en el uso del agua coadyuvaron a introducir cultivos con un mayor rinde y valor en el mercado. El desarrollo del severo sur israelí tiene como virtual protagonista a la Universidad Ben Gurión (UBG). Factor fundamental para convertir en vergel al área desértica. Fundada en 1969 su objetivo principal fue el desarrollo sustentable del Néguev. En el marco de su extensa actividad académica e institucional, su premisa, además de luchar contra la desertificación, sus acciones cubren áreas de investigación en preservación del medio ambiente, ciencias del agua y la ecología, conservación biológica y protección ambiental, fisiología animal y vegetal, biología molecular y celular y ciencias sociales y planeamiento urbano aplicado a la arquitectura de las zonas áridas. Donde la investigación científica y la aplicación de tecnología a la realidad local promueva producciones de alto valor agregado y que genere fuentes de trabajo genuino. Los vínculos entre la Argentina e Israel son cada vez más estrechos. Al hecho de que las colocaciones de productos argentinos se multiplicaron (400 por ciento en volumen y el 30 por ciento en divisas) debe sumarse un profundo intercambio académico entre la UBGN y la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires a partir de una maestría en agricultura en zonas áridas y semiáridas dictada por docentes de ambas casa de estudios. (*) Decano de la Fac. de Agronomía - UBA. Fuente: Telam-UBA.
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