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Ciencia
y Sociedad
“Es importante que la sociedad esté involucrada”
El
18 de octubre, el doctor Ahmed Zewail, Premio Nobel de Química 1999, ofreció
una conferencia en el Aula Magna de la Facultad de Ciencias Exactas y
Naturales, luego de recibir el diploma de Doctor honoris causa de la UBA
de manos del Rector, doctor Guillermo Jaim Etcheverry.
Por
Susana Gallardo (*)
Ahmed Zewail. |
Tras
recibir su diploma de Doctor honoris causa de la UBA (uno más en la
larga lista de títulos honoríficos que ha recibido en su vida), este
egipcio de 59 años, se mostró muy agradecido y dispuesto a mantener
una estrecha amistad con nuestra Universidad. En un tono ameno y cordial,
señaló que ésta era la primera visita que realizaba a la Argentina,
y que sus hijos más chicos, que juegan al fútbol, estaban muy entusiasmados
con “la posibilidad de que pudiera verlo a Maradona”.
Antes
de iniciar su conferencia relató que había decidido hablar acerca de
la ciencia y la tecnología en el siglo 21 porque tratar acerca de los
problemas que enfrenta actualmente la sociedad “hubiera sido muy deprimente”.
Así,
ante un Aula Magna colmada por investigadores, becarios y estudiantes,
el doctor Ahmed Zewail inició su charla acerca de los temas que constituyen
las revoluciones de la ciencia en el siglo 21, no sin antes hacer un
comentario humorístico sobre el comunicado de prensa de la Academia
Sueca en ocasión del Nobel, en el que se consignaba que él “había nacido
en 1496”.
Luego
de referir a las tres grandes revoluciones tecnológicas que ha experimentado
la humanidad (la agrícola, la industrial, la de la información), Zewail
enfatizó la importancia que tiene, en particular en los países en desarrollo,
el triángulo que conforman la ciencia, la tecnología y la sociedad.
Y no dejó de subrayar, a lo largo de su charla, la necesidad de que
la sociedad esté involucrada en el desarrollo científico-tecnológico.
A continuación,
el Nobel se centró en las tres grandes áreas de estudio a las que se
aboca la ciencia en la actualidad: por un lado, el dominio de lo infinitamente
pequeño; por el otro, el área de lo muy grande, el cosmos; y, en un
punto intermedio entre lo muy grande y lo muy pequeño, el área de la
ciencias de la vida.
“La
fabricación de materiales y objetos funcionales cada vez más pequeños
constituye una de las revoluciones del siglo 21, y su escala se vuelve
cada vez más pequeña: ya estamos en el tamaño de los átomos y las moléculas,
que es del orden de la mil millonésima parte del metro, el nanometro”,
afirmó. En otras palabras, la nanotecnología va en camino de crear dispositivos
funcionales del tamaño del nanometro (10-9 partes del metro)
a partir del ensamblado inteligente de átomos y moléculas.
Respecto
de la secunda área, la de lo muy grande, la escala del universo, “vamos
a ver la llegada del hombre a Marte y el establecimiento de colonias
en un plazo no mayor de doscientos años”, profetizó.
En
su amena exposición, Zewail se movió con gran habilidad entre el presente
y el pasado. De este modo, al hablar de los átomos, se remontó a Demócrito,
el filósofo griego que, en el siglo V antes de Cristo, postuló el concepto
de átomo como unidad indivisible. “Recientemente estuve en Grecia donde
hace unos 2500 años fue desarrollado el concepto del átomo. Ahora conocemos
los componentes de los átomos, y su lenguaje. Pero el gran problema
hoy es tratar de ‘verlos’ en movimiento”, comentó Zewail.
Pero
el Nobel no dejó de resaltar que desentrañar la verdad acerca del átomo
demandó más de veinte siglos. “Y esto es lo que los gobiernos no ven,
en particular en los países en desarrollo: que el conocimiento requiere
un tiempo muy largo, incluso siglos”, remarcó.
Y luego
hizo referencia a su propio trabajo y a la posibilidad de “fotografiar”
las moléculas en funcionamiento mientras cambian su forma en términos
de mil billonésimas de segundo (un femtosegundo). La posibilidad de
poder registrar cambios que se producen con velocidades muy altas lo
llevó a realizar un paralelo histórico con Etienne-Jules Marey, el fisiólogo
y cronofotógrafo francés que filmó las primeras imágenes en movimiento
de un gato en caída, que permitieron explicar por qué este animal siempre
llega al suelo de pie, independientemente de cómo haya caído.
Asimismo,
al hablar de la preocupación humana por medir el tiempo, Zewail no pudo
evitar la vuelta a sus raíces, Egipto, donde, “créase o no”, enfatizó,
“se pudo medir el tiempo por primera vez mediante la observación de
las estrellas”. En particular, la estrella Sirio, que aparecía justo
antes de la salida del sol y señalaba el comienzo del verano. Luego
de un recorrido que demandaba 365 días, la estrella volvía a brillar
en el mismo lugar. La aparición del astro permitía anunciar la inminente
crecida anual del Nilo, de la que dependía la agricultura y en definitiva
toda la vida de Egipto, pero también hizo posible calcular la duración
del año.
“Los
egipcios pudieron definir con mucha precisión el calendario astronómico
que está todavía en uso, con algunas pequeñas correcciones. Y fueron
capaces de definir el día, el año, hasta que se desarrollaron los relojes
mecánicos, alrededor del año 1500, con los que fue posible medir los
minutos y los segundos. Pero, por debajo del segundo, necesitamos instrumentos
específicos”, detalló Zewail.
Este
recorrido por el pasado le permitió volver a centrarse en su tema de
trabajo y en sus motivaciones. “Cuando comenzamos con esto no teníamos
idea de qué aporte haríamos a la tecnología. Simplemente teníamos curiosidad
y queríamos responder preguntas fundamentales”, confesó.
“Hoy
puede tenerse una imagen de lo que sucede en las moléculas usando pulsos
de luz de femtosegundos. Esto es fundamental en la industria electrónica”,
señaló. Y no dejó de mencionar que los japoneses han invertido 120 billones
de dólares en estos desarrollos para los próximos cinco años.
Luego
se refirió a la segunda área de interés, el mundo de lo muy grande.
Y recordó que las imágenes enviadas desde Marte por el robot (totalmente
controlado desde la Tierra) que amartizó en el planeta rojo, llegaron
a la estación de la NASA, en Pasadena, en apenas 17 minutos.
“Si
miramos las nuevas fronteras que se aproximan, yo, personalmente, estoy
muy entusiasmado con ello”, señaló. Enumeró algunos logros, como el
diseño de drogas en forma específica, por ejemplo, la posibilidad del
reemplazo de genes defectuosos y el desarrollo de las células madre.
Y subrayó que Singapur ha invertido 40 billones de dólares en biotecnología.
“Quiero
terminar con un tema por el que estoy particularmente preocupado, que
es el del mundo en desarrollo. En estos países, en lo que respecta a
las revoluciones científicas que vienen, no se pueden soslayar ciertos
aspectos fundamentales como la éticas, los valores y la religión. Y
la sociedad debe ocuparse de tratar estos temas y de responder estas
preguntas, porque la ciencia no está aislada de los ciudadanos. La sociedad
debe tener un rol activo en esto”, enfatizó.
“Especialmente
en los países en desarrollo, es fundamental prestar atención a los científicos
y a la investigación básica. Es extremadamente importante, y nunca llegaremos
a los niveles de los que estuvimos hablando si no valoramos a los científicos
y no los apoyamos”, afirmó, pero resaltó: “Apoyar a los científicos
no significa dinero solamente, sino que me refiero a la constitución
de un sistema. Y para ello, es importante que la sociedad esté involucrada”.
Y cerró
la conferencia hablando de su libro: “Voyage through Time. Walks on
life the Nobel Prize”, que se ha traducido ya a nueve idiomas y del
cual el autor no obtendrá un centavo de ganancia, pues todo el dinero
de los derechos irá a un fondo para apoyar a los estudiantes en Egipto.
“Este libro será particularmente interesante para aquellos que quieran
saber qué se necesita para ganar el premio Nobel, especialmente si uno
viene de un país de los denominados en desarrollo”, concluyó.
Ciencia
para los que no tienen
En
2001, Ahmed Zewail publicó un artículo con el título de Ciencia
para los que no tienen, en la sección Comentarios de la revista
Nature. Allí, el Nobel pone en evidencia su compromiso social,
en particular, con los países del tercer mundo. A continuación
transcribimos algunos fragmentos:
Los
países en desarrollo encuentran cuatro barreras que impiden alcanzar
el estatus de los países desarrollados. La alta tasa de analfabetismo,
que en muchos países reflejan la falla de los sistemas educativos,
y se vincula al aumento alarmante del desempleo. En segundo término,
el uso limitado de los recursos humanos, debido en gran medida
a la centralización del poder, que suprime el pensamiento humano
colectivo y sofoca el potencial humano. En tercer término, la
mezcla entre las leyes del Estado y las creencias religiosas,
lo cual causa confusión y caos a través del mal uso que se hace
del mensaje religioso sobre los ingredientes éticos, morales y
humanos de la vida. Y en cuarto lugar, hay una visión incoherente
de la ciencia y la tecnología.
La
falta de un desarrollo sólido de la ciencia y la tecnología no
siempre es el resultado de la carencia de fondos o de recursos
humanos, sino que surge de una falta de apreciación del rol crucial
que desempeña la ciencia en el desarrollo, y de una ausencia de
políticas coherentes destinadas a las necesidades nacionales.
Algunos
países consideran que el progreso científico es un lujo en comparación
con los otros problemas urgentes. Y otros creen que la base puede
construirse mediante la compra de tecnología a los países desarrollados.
Estas creencias se traducen en muy modestos avances que se basan
en esfuerzos individuales.
Estos
temas señalan tres ingredientes esenciales del progreso. Primero,
la construcción de recursos humanos mediante la eliminación del
analfabetismo, asegurar la participación activa de las mujeres
en la sociedad, y la reforma de la educación. Segundo, repensar
las constituciones nacionales, permitiendo la libertad de pensamiento,
minimizar la burocracia, desarrollar un sistema de mérito y crear
un código legal digno de crédito, –no impuesto por la fuerza–
. Tercero, la creación de un sistema científico.
Los
fundamentos de una base científica son la inversión en educación
especial para los más talentosos, el establecimiento de centros
de excelencia, y la oportunidad de aplicar el conocimiento en
los mercados industriales y económicos del país y, eventualmente,
del mundo.
Muchos
creen que la cultura científica es solo para los países desarrollados.
Y algunos, incluso, tienen teorías conspirativas, que no comparto.
Los ejemplos de China e India, entre otros, de éxito en el mercado
mundial resultan de sus sistemas educativos y de sus habilidades
tecnológicas en ciertos sectores.
Lo
que se necesita para desarrollar una cultura científica de manera
exitosa es la aceptación de la responsabilidad en la colaboración
entre los países desarrollados y los no desarrollados.
Algunos
países desarrollados están reconocimiento la importancia de asociarse,
en especial con sus vecinos. Los ejemplos incluyen a los Estados
Unidos y México, así como Europa occidental y oriental. Esto es
lo mejor en función de los intereses mutuos de los países desarrollados
y en desarrollo.
Extractado
de: “Science for the have-nots”,
Nature. Vol. 410. Pp.741.12, abril 2001.
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Biografía
Ahmed
Zewail nació en 1946 en Egipto, cerca de las célebres ciudades
de Rosetta (donde fue encontrada la piedra que le permitió al
egiptólogo francés Jean-François Champollion descifrar los jeroglíficos)
y de Alejandría, que albergó la fabulosa biblioteca considerada
una de las maravillas del mundo antiguo. Estudió en la Universidad
de Alejandría y partió a los Estados Unidos para obtener un doctorado
en química. Se graduó como PhD en la Universidad de Pennsylvania
en 1974, y después de dos años de postdoctorado en la Universidad
de California en Berkeley fue convocado al Instituto de Tecnología
de California (Caltech), donde ocupa la Cátedra Honorífica Linus
Pauling de Químico-Física desde 1990. Desde 1996 es director del
Laboratorio de Ciencias Moleculares del Caltech.
A
pesar de que vive en los Estados Unidos desde hace más de treinta
años, Zewail –que tiene doble nacionalidad egipcia y estadounidense–,
sigue en estrecho contacto con su país, al que trata de ayudar,
y a donde que viaja dos o tres veces por año.
Recibió
el Premio Nobel de Química en 1999 por su investigación de las
reacciones químicas fundamentales, mediante el uso de flashes
ultra-cortos de láser, en escalas de tiempo reales en las cuales
ocurren las reacciones. Para la Academia Sueca, las contribuciones
de Zewail “han generado una revolución tanto en la química como
en las ciencias relacionadas”.
La
técnica de Zewail utiliza lo que fue descripto como “la cámara
fotográfica más rápida del mundo”. Se trata de flashes de láser
de muy corta duración, en el orden de los femtosegundos, que es
equivalente a 15 posiciones a la derecha de la coma, o a la mil
billonésima parte del segundo. Esta área de la físico-química
se denomina femtoquímica, y es la que permite entender por qué
ocurren ciertas reacciones químicas y no otras, o por qué la velocidad
y el rendimiento de las reacciones dependen de la temperatura.
En efecto, en la mayoría de las reacciones químicas, la velocidad
aumenta con la temperatura.
Lo
que hizo Zewail fue lograr imágenes de las moléculas durante el
curso real de las reacciones químicas y capturar cuadros de esas
reacciones mientras se encuentran en el estado de transición.
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La charla
con estudiantes y becarios
Antes
de recibir el honoris causa, Ahmed Zewail mantuvo una charla con
un nutrido grupo de investigadores, becarios y estudiantes del
Departamento de Química Inorgánica Analítica y Química Física
de la FCEyN. “La reunión fue muy íntima, y se generó un lindo
clima”, comenta Florencia Di Salvo, que junto con Soledad Antonel
y Maria Eugenia Monge, todas ellas doctorandas del Departamento,
fueron las encargadas de organizar el evento.
Las
preguntas que se hicieron estuvieron más vinculadas a cuestiones
sociales que a aspectos técnicos, señalaron. Los temas rondaron
en torno a los contrastes entre la política universitaria en países
en desarrollo (como Egipto y Argentina), y en países del primer
mundo, como Estados Unidos, donde actualmente reside el Nobel
de Química 1999.
Ante
la pregunta acerca de si hubiese ganado el Nobel en caso de haberse
quedado en Egipto, Zewail contestó con un rotundo no, aunque destacó
la excelente educación que recibió en Egipto, en la Universidad
de Alejandría.
Asimismo
subrayó que, en lo que a ciencia se refiere, en Egipto, o en un
país del tercer mundo, es imposible llegar a donde se puede llegar
en Estados Unidos. “En este país no sólo se tiene el capital sino
un sistema científico sólido, en el que se reconoce, de cada promoción,
a las personas con capacidades y aptitudes, y se les facilita
el camino, por ejemplo, se les da la posibilidad de llegar a un
cargo de profesor. Esto en países en desarrollo no sucede”, afirmó
el Nobel.
La
nota de color la dio cuando relató que se fue a hacer el doctorado
a Estados Unidos porque quería llegar a tener “uno de esos autos
americanos grandes”.
Un
tema que se discutió fue el de las universidades privadas. Zewail
nombró las cinco mejores universidades de los Estados Unidos:
el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), el Instituto
Tecnológico de California (Caltech), donde él trabaja, y las universidades
de Harvard, Chicago y Stanford. Todas ellas son privadas, pero
destacó que “no son las privadas de los países en desarrollo,
pues no poseen fines de lucro”. El problema de las privadas en
el tercer mundo es que son empresas, negocios. “Pero para cambiar
eso hay que cambiar la mentalidad de la universidad privada”,
destacó.
Se
le preguntó su opinión sobre la financiación de proyectos o becas
por parte de capitales privados. Y aquí fue categórico: “Si eso
es el futuro, es el principio del fin”. Y destacó el papel primordial
que, en el desarrollo científico, juega la libertad de pensamiento
y de ideas.
Ante
la pregunta acerca de los científicos de la Argentina, Zewail
señaló que, en su opinión, había muy buenos científicos, pero
que cada uno trabajaba en forma individual. Y no dejó de recalcar,
una vez más, que “lo que falla es el sistema”.
Otra
pregunta fue si le queda alguna meta por cumplir, luego de haber
ganado el Nobel. Al respecto, respondió que nunca deja de sorprenderse
y de maravillarse, y lo que más lo emociona es ver que ha comprendido
algo. Remarcó que no se duerme en los laureles y sigue trabajando,
como si no hubiera ganado el Nobel.
Según
señala Soledad Antonel: “La impresión que dio Zewail fue que le
interesa comunicar su experiencia, tiene buena oratoria, sabe
expresar lo que quiere decir, transmite entusiasmo. Yo tenía la
idea de que un premio Nobel iba a ser más distante. Tal vez, el
hecho de haber nacido en un país del tercer mundo hace que se
sienta tan cercano a nosotros”.
Por
su parte, María Eugenia Monge rescata: “Se ve que siempre ha sido
una persona con ambiciones bien definidas y metas claras. Y muy
luchador”.
“De
esa reunión todos salimos con una sensación muy grata. Incluso,
vino un grupo de estudiantes secundarios a escuchar la conferencia
en el Aula Magna, y estaban muy impresionados. Al final le fueron
a pedir un autógrafo”, concluye Florencia Di Salvo.
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Más
información sobre el tema: |
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(*)
Centro de Divulgación Científica - SEGBE - FCEyN.
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