Facultad de Ciencias Exactas y Naturales-UBA
  AÑO 16 - NÚMERO 558
  LUNES, 8 DE MAYO DE 2006
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Nutrición y obesidad

Durante el año anterior se elaboró por primera vez una encuesta nacional de nutrición, realizada por decisión del Ministerio de Salud de la Nación, sobre la base de visitas a unos 40 mil hogares a lo largo y a lo ancho del país. El testeo se realizó para investigar a las franjas más vulnerables, como la población materno infantil, en lo fundamental.

  La organización de las Naciones Unidas para la agricultura y la alimentación (FAO) considera que la disponibilidad de alimentos en Argentina es plena.

  “El problema no es la abundancia de alimentos, sino que pasa por la accesibilidad económica de grupos poblacionales a una dieta armónica y variada”, aseguró la especialista en nutrición Elsa Longo, graduada en la Universidad de Buenos Aires (UBA), en el programa “Encrucijadas”, que produce la Subsecretaría de Medios de Comunicación y se emite los domingos, de 19 a 20, por la Radio de la Ciudad (AM 1110). “Hay que orientar a la población para acceder a una mejor alimentación con los alimentos disponibles y accesibles”, añadió.

  Aunque la investigadora puso esa definición en línea directa con el costo de los alimentos, que suelen tener una constante tendencia a la suba y a la posibilidad salarial de las personas.

  La investigadora se refirió luego a la malnutrición y a “los problemas de la nutrición por exceso y los problemas por defecto”. En esta última categoría incluyó a los alimentos con carencias que generan desnutrición, como la falta de hierro, provocador de anemias nutricionales en grupos de población sensibles y vulnerables como las mujeres embarazadas o en edad fértil y a los niños pequeños.

  Rescató la entrevistada la necesidad de instrumentar políticas de Estado para atacar adecuadamente aquellas falencias. Y un ejemplo a destacar por la profesora titular de la cátedra de Educación en Nutrición de la UBA fue la decisión de fortificar con hierro alimentos como las harinas de consumo común, e indicarlo en las etiquetas de los envases que se venden en los supermercados.

  Durante el año anterior se elaboró por primera vez una encuesta nacional de nutrición, realizada por decisión del Ministerio de Salud de la Nación, sobre la base de visitas a unos 40 mil hogares a lo largo y a lo ancho del país. El testeo se realizó para investigar a las franjas más vulnerables, como la población materno infantil, en lo fundamental. Esta pendiente la misma investigación sobre los adultos hombres o personas de la denominada tercera edad.

  Otra de las iniciativas ponderadas por la actual asesora en Nutrición de la Dirección Nacional de Salud Materno Infantil de aquella dependencia oficial, fue la confección de las guías alimentarias, referidas a la alimentación de los primeros tiempos de la vida de los seres humanos, cuando recién nacen y cuando comienzan a incorporar alimentos. Longo dijo que “con estos instrumentos se busca instruir a los padres y cuidadores de niños para que realmente presten atención a ese momento de las comidas, porque no solamente se trata de proveer de alimentos, sino que se trata de un momento integrador social muy importante”, dijo sin dudar.

  Longo recordó, de igual modo, que antes de la iniciativa oficial profesionales comprometidos con el problema de la malnutrición ya habían confeccionado otras guías con el mismo criterio, para personas de los dos años en adelante. Admitió que los mensajes básicos contenidos en las mencionadas guías ­unos 10-, están dirigidos a los pobladores urbanos y suburbanos, que constituyen el 98% de los habitantes del país. Apenas un 2%, según los especialistas, reside en zonas rurales. Para Longo se hace necesario crear un sistema permanente de monitoreo, de modo que los esfuerzos lleguen a destino y a tiempo. Para ella, la educación desde muy temprana edad, a través del colegio y de campañas estatales, son herramientas invalorables.

  En cuanto a los excesos alimentarios, la autora de las guías orientadoras, describió las consecuencias que generan. Por una cuestión de cambio de hábitos y culturales en materia laboral, la primera consecuencia es el sedentarismo y las enfermedades que de ahí se pueden derivar, como las cardiovasculares y la obesidad. Las patologías más comunes tienen que ver con el aumento de lípidos en sangre, el serio riesgo de producir infartos y la generación del temido LDL, o colesterol malo.

  La dieta alimentaria debería ser variada y estar compuesta por carnes rojas (vaca), blancas y verduras y hortalizas, porque de ese equilibrio se obtienen siempre buenos resultados. Un capítulo especial dedicó a los lácteos, que suelen consumidos en baja escala por mujeres y “Niños, que tantas veces imitan a sus padres”. Y eso es lo que provoca, por ejemplo, la aparición de enfermedades como la osteoporosis en mujeres maduras.

  En cuanto al consumo de carnes rojas, subrayó que contienen el hierro que necesitan las franjas vulnerables materno infantiles “y para ello se debe instrumentar una buena política que haga que tengamos un mercado interno bien provisto y que también tengamos la posibilidad de exportar, que son una altísima fuente de divisas”, añadió.

  La investigadora se pronunció por un trabajo conjunto con la industria para desarrollar alimentos tengan un poco más de valor agregado nutricional, así como por el desarrollo de un “estrecho control bromatológico y sanitario”.

  Por último, aseguró que en materia de difusión alimentaria, “lamentablemente la nutrición está de moda desde el punto de vista estético y muchas veces éste distorsiona el sentido de la buena.

(*) Fuente: Télam - UBA.

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