Facultad de Ciencias Exactas y Naturales-UBA   AÑO 15 - NÚMERO 527   JUEVES, 19 DE MAYO DE 2005

Plantas estresadas

  Investigadores argentinos estudian los genes de las plantas que las hacen más o menos tolerantes a la falta de agua. A partir de esto se abre la posibilidad de modificar genéticamente algunas plantas para aumentar su productividad.

  Es sabido que los seres humanos sufren de estrés debido a que están sometidos a situaciones extremas durante un tiempo prolongado. Esto es así desde que el hombre habita en grandes conglomerados urbanos donde se vive a mil las 24 horas y nunca alcanza el tiempo para nada. Así, por ejemplo, casi el 80% de las personas que sufren enfermedades cardíacas, vive en grandes ciudades, sometidos a altos decibeles que estimulan la producción de adrenalina en el organismo, la cual deriva en un estrés permanente que daña el corazón.

  Resumidamente, cuando un organismo está sometido a situaciones extremas, sufre estrés. Y lo mismo sucede con las plantas.

  Las plantas lo sufren cuando reciben poca agua. Cuando esto sucede baja la presión de turgencia, sus hojas decaen y su tallo se debilita. Además, y más importante, los poros contenidos en sus hojas se cierran y sus adaptaciones genéticas desarrollan raíces profundas capaces de absorber agua atrapada en suelos rocosos. Esto último es lo que explica que existan plantas que resisten a climas secos y otras que no. En definitiva, no es otra cosa que un lento proceso de adaptación.

  El problema reside en que, tal como lo advirtiera Darwin, las especies son exitosas en sus adaptaciones sólo si los cambios que se producen en su medio ambiente son lo suficientemente lentos como para poder dar tiempo a que dichas adaptaciones tengan lugar. En otras palabras, la supervivencia del más apto sólo se da si los cambios son lentos y no abruptos, de lo contrario, hay extinción, no adaptación.

  Sin embargo, parece que un grupo de investigadores argentinos puede dar una solución a este problema: se preguntaron si modificando los genes que determinan los niveles de tolerancia a la falta de agua en las plantas (estrés), se podrían crear especímenes más resistentes a la sequía.

  Solo bastaría con encontrar la planta más resistente al estrés, copiar o extraer sus genes y traspasarlos a otra planta con menos tolerancia. Después de todo, casi el 100% de las frutas y verduras que se consumen en la Argentina son organismos genéticamente modificados (OGM).

  En el laboratorio de Biología Molecular de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA, efectivamente, un equipo de biólogos dirigidos por el Dr. Norberto Iusem, estudió con el apoyo de la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica, el conjunto de genes que determinan el nivel de tolerancia a la falta de agua y mediante técnicas de ingeniería genética están avanzando en esta dirección.

  “En este contexto los genes que nosotros estudiamos son candidatos a ser introducidos por técnicas de ingeniería genética a plantas comerciales sensibles al estrés. Si se logra esto exitosamente podríamos obtener plantas comerciales mejor adaptadas al estrés que podrían llegar a sufrir creciendo en suelos áridos”, cuenta el Dr. Iusem.

  La planta más resistente fue una variedad de tomate que crece en la zona más árida del planeta: la Puna de Atacama. Así, los genes que contiene podrían ser implantados en otras variedades para aumentar su tolerancia a la falta de agua.

  A partir de estos estudios, se hace posible modificar genéticamente plantas comerciales para que tengan mayor resistencia a la falta de agua y aumenten su productividad, aún en ambientes desfavorables.

  Si tenemos en cuenta que el 35% de la superficie de nuestro planeta es árido y que la crisis del agua se presenta como uno de los grandes desafíos del siglo XXI y más allá, las posibilidades que se abren a partir de esta investigación son muy alentadoras.

Otra información relacionada: http://www.fcen.uba.ar/prensa/micro/2005/521/articulo2.html

Fuente: SECyT.