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2 deagosto de 2001 Sin contar con el acuerdo de Estados Unidos, la nación que más contamina en el planeta, representantes de 178 países ratificaron el Protocolo de Kioto, el convenio que regula la reducción de gases de efecto invernadero, a los que se responsabiliza del calentamiento de la Tierra. Cuando todo hacía suponer que la última Conferencia sobre el Clima, realizada a mediados del mes pasado en Bonn, Alemania, finalmente naufragaría, una maratónica ronda de negociaciones de último momento permitió revivir el Protocolo de Kioto y dejó aislado a los Estados Unidos en su oposición a este pacto de defensa ambiental que, según dice, "afectaría su economía". El Protocolo de Kioto, firmado en esa ciudad de Japón en 1997, estableció que, entre el 2008 y el 2012, los países desarrollados deberán efectuar una reducción global de algo más de un 5 por ciento en sus emisiones de dióxido de carbono, metano y óxido nitroso tres de las más importantes sustancias catalogadas como gases invernadero, partiendo de los niveles existentes en 1990. En la oportunidad, Estados Unidos y Europa se comprometieron a una reducción aún mayor (del 7 y el 8 por ciento, respectivamente) por ser los países ricos quienes más contaminan (en conjunto, emiten más del 60 por ciento de los gases invernadero). Sin embargo, el acuerdo, subscripto durante la presidencia de Bill Clinton nunca fue ratificado por los senadores estadounidenses. Las negociaciones acerca de los caminos a seguir para cumplir con los objetivos planteados en el protocolo sufrieron numerosos inconvenientes y finalmente se estancaron a partir de la reunión celebrada en La Haya, Holanda, en noviembre del 2000. Al tiempo, asumió el gobierno George W. Bush y, entre una de sus primeras medidas, el primer mandatario de los Estados Unidos rechazó las metas fijadas en Kioto, a la par que exigió que se incluya en las medidas a los países en vías de desarrollo como, por ejemplo, China, India y Brasil. Lo cierto es que no fue sino hasta abril de este año al mes siguiente de la reunión de ministros de Medio Ambiente del Grupo de los Ocho, realizada en Trieste, Italia en que el mediador de las Naciones Unidas, Jan Pronk, logró destrabar un tanto las negociaciones. Ese avance se alcanzó mediante la presentación de una propuesta que hace concesiones a los Estados Unidos a partir de la utilización más flexible de los denominados sumideros de dióxido de carbono, término técnico que se refiere a la posibilidad de acreditar para el recuento de los niveles máximos autorizados de este gas, las reservas naturales propias de las naciones, como los bosques o las selvas, capaces de absorberlo. Operación rescate Sin embargo, a pesar de esas ventajas, a la hora de firmar el acuerdo de Bonn, la representante estadounidense, Paula Dobriansky, ratificó la posición negativa de su país por considerarlo "perjudicial para su economía", basada en la quema de combustibles fósiles que llevan a cabo el grueso de sus industrias. Aunque, de todas maneras, en la oportunidad se encargó de aclarar que su gobierno "no hará ningún bloqueo ni intentará impedir que las demás naciones sigan adelante con el convenio". En este sentido, resultó en verdad determinante y también sumamente esperanzador que Japón, uno de los tradicionales aliados de Estados Unidos, se decidiera a apoyar el tratado e influyera, con su determinación, a que se sumaran a él Canadá, Rusia y Australia. El pacto alcanzado sólo fue posible merced a la incorporación de un buen número de concesiones y se estima que, al no incluir al mayor productor mundial de gases invernadero sólo EE.UU. emite el 36 por ciento del total, los alcances de sus resultados tendrán una incidencia menor. De hecho, quienes llevaron a adelante las negociaciones coincidieron en argumentar que si bien el convenio no es perfecto, sirve para alejar la sentencia de muerte a la que estaba condenado el protocolo tras el fracaso de la anterior cumbre del clima y el abandono de Washington. "La operación de rescate del acuerdo de Kioto ha sido un éxito", enfatizó la comisaria de la Unión Eurpea de Medio Ambiente, Margot Wallstrom. El nuevo convenio, comprende cuatro apartados sobre los problemas clave que seguían pendientes: financiación y ayuda a los países en vías de desarrollo, mecanismos de aplicación del protocolo, sumideros de dióxido de carbono y régimen de cumplimiento. Para evitar problemas se decidió suavizar todo el sistema de sanciones, las que serán obligatorias pero no automáticas. Las modalidades precisas para su implementación quedaron postergadas hasta la próxima conferencia sobre el clima, que, en principio, se afirma, tendrá lugar hacia fines del corriente año en la ciudad de Marraquech, Marruecos. Según Wallstron, el objetivo de esta última cumbre era acordar los reglamentos del protocolo celebrado en Japón, de manera que pueda comenzar la fase de ratificación por parte de los países para su entrada en vigencia a partir del 2002. "Nos habría gustado que el documento fuese menos permisivo, por ejemplo, en el tema de los sumideros, pero es preferible un pacto imperfecto a que éste sencillamente no exista", aclaró la funcionaria. El efecto invernadero y sus consecuencias En la actualidad, los científicos sostienen que el cambio climático producido por el hombre es la más grave amenaza al medio ambiente con la que se enfrenta la sociedad mundial. La clave del problema parece radicar en el incremento "artificial" del efecto invernadero, un fenómeno natural originado a partir de la energía del Sol que, al llegar hasta nuestro planeta, produce su calentamiento. En realidad, la mayor parte de esa energía es reenviada por la Tierra al espacio, pero una porción de ella rebota contra la atmósfera debido principalmente a la acción de gases como el vapor de agua, el dióxido de carbono y, en menor medida, el metano regresando hacia la superficie terrestre. Es este proceso el que estableció las condiciones de temperatura para que se originara y mantuviera la vida en la Tierra hace millones de años. Pero el efecto se potencia cuando a los valores de los gases producidos por la naturaleza se le añaden aquellos que genera el hombre como consecuencia de la actividad industrial, especialmente el dióxido de carbono proveniente de la quema de los combustibles fósiles. Como resultado, el planeta ya ha comenzado a recalentarse. "Los estudios sobre cambio climático nos vienen advirtiendo que la temperatura de la Tierra seguirá aumentando. Debido a ello parte de los hielos polares se descongelarán a la par que se dilatará el agua de los océanos, produciendo un incremento del nivel del mar, lo cual que provocará inundaciones en las comunidades costeras, afirma el doctor Mario Nuñez, director del Centro de Investigaciones del Mar y la Atmósfera (CIMA), de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA. Según el experto, además de las inundaciones, aumentará también la frecuencia y severidad de las sequías y tormentas. "Las consecuencias económicas y sociales de estos cambios pueden llegar a ser catastróficas", enfatiza Nuñez, quien asevera que el suministro mundial de alimentos, la salud de grandes porciones de la población y aún la existencia de algunos estados insulares podrían verse "seriamente comprometidas".
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