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Viernes 1ro. de septiembre
de 2006 La imagen simpática que los pronosticadores de turno transmiten día a día por la pantalla de televisión oculta un frente de tormenta de consecuencias todavía impredecibles. Mientras los especialistas denuncian falencias operativas graves y falta de transparencia en el manejo de la institución, en los cajones del Senado Nacional duerme un proyecto de ley que pretende poner fin a 40 años de intervención militar en el organismo. Entretanto: ¿cuán confiable es la información sobre el clima?. Por Gabriel Stekolschik (*) Eran épocas en las que llamaba la atención que un hipocampo de vidrio "Recuerdo de Mar del Plata" virara del color violeta al rosa augurando "mal tiempo". Épocas en las que el clima del país estaba enrarecido, porque otros colores -azules y colorados- habían cubierto de nubes el cielo argentino. Ya se había pasado un invierno, pero -confirmando el augurio del caballito- se venía otro. El 28 de junio de 1966 otro militar de bigotes asume el poder de facto y, previsiblemente, interviene todo aquello que se cruza en su camino: universidades, sindicatos, medios de comunicación y, también, -aprovechando la volada- le da a la Fuerza Aérea el Servicio Meteorológico Nacional (SMN). Según el decreto correspondiente, la intervención debía durar 90 días. El 18 de octubre de 2006 se cumplirán 40 años. En un país como el nuestro, el ligero atraso en normalizar esa situación institucional podría considerarse anecdótico pero, según el Centro Argentino de Meteorólogos, en estas cuatro décadas la Fuerza Aérea ha logrado, entre otras cosas, que las observaciones meteorológicas hayan llegado a los niveles más bajos de su historia en cuanto a cantidad y calidad. Se podría seguir en la anécdota si no fuera porque esta realidad tiene consecuencias más o menos graves sobre todas las personas que habitan el suelo vernáculo, sobre todo en un momento clave del proceso de cambio climático que está atravesando nuestro planeta. Abriendo el paraguas Previendo que la meteorología es una cuestión estratégica para un país agrícola-ganadero, en 1872, el entonces presidente Domingo Faustino Sarmiento crea la Oficina Meteorológica Argentina. Fue el tercer Servicio Meteorológico en el mundo, después de los de Hungría (1870) y Estados Unidos (1871), y su función era medir la cantidad de lluvia caída. "Se empezaban a dar cuenta de que para entender el comportamiento de la atmósfera hay que medir", ilustra la doctora Celeste Saulo, investigadora del Conicet en el Centro de Investigaciones del Mar y la Atmósfera (CIMA), y docente del Departamento de Ciencias de la Atmósfera y los Océanos de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales (FCEyN) de la UBA, el único lugar del país en el que se forman meteorólogos. Desde entonces, tuvieron que pasar muchos años para que el mundo tomara conciencia de que la meteorología contribuye a la seguridad de vidas y bienes, al desarrollo socioeconómico de las naciones, y a la protección del medioambiente. Finalmente, en 1951 inicia sus actividades la Organización Meteorológica Mundial (OMM), una institución especializada de las Naciones Unidas, que coordina la actividad científica internacional para que la información sobre la atmósfera llegue con rapidez y precisión a todos los rincones del planeta. Los datos recolectados desde aquel momento han posibilitado construir modelos climáticos para la predicción del clima y la prevención de catástrofes (ver recuadro Horóscopos climáticos). Sin embargo, "el SMN no está en condiciones de generar pronósticos climáticos, ni de eventos severos, con los estándares que se manejan a nivel internacional", dispara Saulo. Visibilidad reducida Para quienes habitamos las grandes urbes, las palabras Servicio Meteorológico Nacional son, prácticamente, sinónimo de elegir qué ropa ponernos para salir a la calle, o de saber si vamos a "tener sol" durante el próximo fin de semana. Pero la meteorología también es indispensable para la toma de decisiones en áreas críticas de un país. Saber si se va a necesitar más combustible en el invierno, o si se va a disponer de agua en una represa generadora de energía eléctrica; prevenir los efectos de una sequía en un área agrícola, o el impacto de lluvias intensas sobre poblaciones situadas en zonas inundables; planificar el tráfico de un puerto, la construcción de un edificio, o la próxima temporada turística, son algunas de las decenas de acciones que dependen del conocimiento que puede brindar un servicio meteorológico. Por ejemplo, en Gran Bretaña, el organismo encargado del tiempo provee un pronóstico dirigido específicamente a los centros de salud, que toma en cuenta condiciones climáticas, datos epidemiológicos, grado de contaminación del aire, y otros factores ambientales y socioeconómicos, para advertir a los hospitales sobre un posible aumento en la demanda, permitiendo optimizar la capacidad de atención de los pacientes. En la Argentina, entretanto, la situación parece ser muy diferente: "El monopolio de la Fuerza Aérea ha provocado que el SMN haya reducido su quehacer a proveer pronósticos para el público y para la actividad aeronáutica", sostiene el licenciado Juan Manuel Hörler, presidente del Centro Argentino de Meteorólogos. El límite es el cielo Si hay algo en lo que los expertos concuerdan, es en que el SMN tiene un desempeño correcto en todo lo relacionado con la protección meteorológica del vuelo. Pero, también coinciden los especialistas, la tutela de la Fuerza Aérea ha hecho que los uniformados prioricen los recursos disponibles en función de sus propios intereses. "Como el paradigma es lo que ellos necesitan, han descuidado mediciones críticas, y esto tiene efectos muy graves", denuncia Saulo. De hecho, según un informe del Centro Argentino de Meteorólogos (CAM) presentado hace pocos días en el Senado Nacional, de las casi 3000 estaciones pluviométricas con que contaba el país en los años ´60 para medir la cantidad de lluvia caída, hoy queda menos del 10%. "Es que para volar un avión no se necesita saber cuánto llovió, pero para el agro esta información es vital", explica Saulo. El mismo trabajo consigna que, de las 592 estaciones meteorológicas que alguna vez existieron, actualmente quedan 187. Curiosamente, la mayoría de ellas se encuentra en los aeropuertos. "Por esta razón, hoy no se puede precisar cómo es el cambio climático en diversas regiones del país", aclara la meteoróloga. Entre muchas otras falencias, el estudio del CAM también señala la imposibilidad para documentar el retroceso de los glaciares debido al desmantelamiento de todas las estaciones de alta montaña -"ahí no aterrizan aviones", ironiza Saulo. "Por ese mismo motivo tampoco se mide altura de nieve, algo fundamental para la industria turística y de la construcción, entre otras aplicaciones", añade. Según la científica, el paradigma aeronáutico ha conducido a que el SMN haya desactivado las estaciones solarimétricas, encargadas de aportar datos sobre cantidad de luz: "Hoy los productores agropecuarios no pueden saber la cantidad de insolación que tienen, algo primordial para el desarrollo de los cultivos", declara. "Además, el SMN dejó de elaborar la carta meteorológica para las áreas costeras, y hoy hay ciertas zonas marítimas en donde los pesqueros trabajan a la buena de dios", advierte. "Nuestro esfuerzo más grande está centrado en el público en general", explica el Comodoro Miguel Ángel Rabiolo, Director General del SMN, y menciona el estudio de televisión con que allí cuentan para salir al aire por Crónica TV. Lo que mata no es la humedad Desde su creación y hasta 1966, el SMN estuvo fuera de la órbita militar e integrado por especialistas en la materia. Pero ese año, un decreto de Onganía eliminó el requisito de idoneidad profesional para ejercer funciones superiores en ese organismo. A partir de entonces, la planta profesional civil se reduce drásticamente, y los puestos de máxima jerarquía se reservan para los castrenses: "Hoy, el 88,7% del personal carece de calificación en la disciplina", afirma la doctora Saulo, "como consecuencia de ello, el SMN no realiza investigaciones que le permitan desarrollar modelos que mejoren sus pronósticos", sentencia. "Acá hacemos investigación aplicada. Quienes tienen la responsabilidad de hacer investigación básica son los científicos del Conicet", se desentiende Rabiolo. Entretanto, la realidad del mundo desarrollado parece contradecir al Comodoro. De hecho, y a modo de ejemplo, el informe del CAM indica que, luego de la catástrofe de Chernobyl, los servicios meteorológicos europeos desarrollaron sus propios modelos de difusión de contaminantes: "Nuestro SMN no está preparado para amortiguar el impacto de un accidente nuclear, ni tampoco de una erupción volcánica", asevera Saulo. Pero la tutela militar del SMN no solo ha reducido la capacidad científica de la institución sino que, paradójicamente, además ha puesto en riesgo los derechos de soberanía de la Argentina sobre la Antártida. Según el informe del CAM, la base Marambio tuvo alguna vez categoría de Centro Meteorológico Antártico, pero -consigna el estudio- "debido a reiterados descuidos y atrasos en la transmisión de los datos, la OMM delegó esa responsabilidad en la base Frei de Chile", país que compite con la Argentina en el reclamo de soberanía sobre el mismo sector. "A contramano de lo que hacen las demás naciones, aquí siguen actuando con la vieja idea de que para reclamar derechos territoriales no es necesario desarrollar actividades científicas, sino que es suficiente con la ocupación", señala Saulo. La OMM también eligió a nuestro SMN, y le dio los equipos necesarios, para medir e informar las variaciones del campo magnético terrestre en esta parte del globo: "Son mediciones indispensables para la orientación de la navegación marítima, pero la Fuerza Aérea ha dejado de hacerlas hace mucho tiempo", declara Hörler. Cuando molestan las viejas heridas La intervención militar del SMN también borró de un plumazo al Consejo Técnico Asesor, un órgano compuesto por representantes de los usuarios y del sector científico-tecnológico que discutía las actividades que debía desarrollar la institución. A partir de entonces, un ente estatal que debe brindar servicios a toda la comunidad queda en manos de uno solo de sus usufructuarios. Y quienes utilizaban la información meteorológica para fines distintos a la aeronavegación comienzan a padecer las falencias operativas del organismo. Como consecuencia de ello, diversas instituciones se ven obligadas a efectuar mediciones por su cuenta. Tal es el caso del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), del Instituto Nacional del Agua, o del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires (ver recuadro Andá a la esquina a ver si llueve). "Estas son estaciones pluviométricas instaladas por los agricultores", explica la doctora Saulo, mientras muestra un mapa de la Argentina con cientos de puntos marcados, y precisa: "Estas, por ejemplo, son las de la gente que administra la cuenca del río Bermejo, que necesita saber si va a haber crecidas o no". Y añade: "Estas personas no solo se las tuvieron que arreglar por su cuenta sino que, además, tuvieron que afrontar la oposición del SMN por cuestiones de competencia". Según la especialista, los problemas de competencia también se padecen en su lugar de trabajo: "Los datos que recibimos en el CIMA son incompletos, están plagados de errores, y los envían tarde", se queja, y explica que, para zanjar este problema, se ven forzados a obtener la información meteorológica local de sitios Web norteamericanos: "El convenio con la OMM obliga al SMN a dar los resultados de las mediciones, en tiempo y forma, a los centros de referencia internacionales", comenta. Pero esta solución parcial acarrea otro inconveniente: "Si se está haciendo alguna investigación que no es conveniente que se conozca en una nación extranjera, pedir datos a otro país va a dejar en claro en qué estamos trabajando", observa el doctor Pablo Jacovkis, ex decano de la FCEyN, y uno de los más férreos impulsores del proyecto de ley que intenta poner fin a la intervención militar en el organismo pronosticador. Dónde está el piloto La estrategia dependiente del SMN y, por lo tanto, carente de especificidad para satisfacer las necesidades domésticas, puede vislumbrarse a partir de un trabajo científico publicado por el Centro de Estudios Sociales y Ambientales en la revista Realidad Económica en el año 2004. Según los resultados de la investigación, en la Argentina, las principales decisiones en agricultura se toman bajo incertidumbre económica y climática. Curiosamente, el mismo estudio indica que, para los productores agropecuarios, el clima es un factor de riesgo económico más importante que una devaluación, y que la incertidumbre climática afecta la productividad por hectárea en mucha mayor medida que, por ejemplo, las plagas. De acuerdo con el último Plan a Largo Plazo presentado por la OMM en el año 2002, por cada peso que se invierte en meteorología, el país gana entre 5 y 10 pesos. En este sentido, un trabajo presentado en el año 2003 durante la Sexta Conferencia Europea sobre Aplicaciones de la Meteorología señala que los pronósticos diarios del servicio meteorológico norteamericano generan a ese país un beneficio económico anual de diez mil millones de dólares. Entretanto, la situación de extrema vulnerabilidad de nuestro país ante eventos climáticos queda en evidencia con los resultados de una investigación efectuada en el año 2005 por la Universidad Católica de Louvain, de Bruselas, a partir de la información obtenida de la International Disaster Database (Base de Datos de Desastres Internacionales). Haciendo un análisis histórico de todos los desastres naturales que ocurrieron en nuestro país, el estudio indica que, si se toma en cuenta el número de personas afectadas, los diez eventos más graves han sido inundaciones provocadas por factores climáticos, y todas ellas acontecidas después del año 1966. Bancos de niebla La falta de transparencia en el manejo del SMN es otro de los aspectos que se exponen en el informe que el CAM presentó en el Senado Nacional. Según el estudio, "actualmente hay oficiales en servicio que conforman una empresa privada que brinda pronósticos a los medios". En el mismo sentido, el trabajo señala que no se efectúan controles ni auditorías sobre lo que se hace con el dinero extra que se recauda a partir de la venta de datos, servicios a terceros y publicidad. "La información meteorológica toma valores arbitrarios, y debería ser pública y gratuita según la ley", afirma Saulo. La presentación del CAM también denuncia que las autoridades del SMN seleccionan a los representantes de la Argentina en el extranjero con criterios ajenos a la actividad científico-tecnológica que se va a desarrollar. "A Europa viajan generalmente las autoridades militares, pero lo más grave es que, después, no transmiten las conclusiones de las reuniones científicas a los profesionales involucrados en los temas tratados", consigna la doctora Saulo. Siempre que llovió, paró El 12 de agosto de 2005 la mesa de entrada del Senado Nacional le pone el número 2498 a un proyecto de ley que en su artículo 2º dictamina que el SMN pase a depender del Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología, como un organismo civil, y con jerarquía de Dirección Nacional. Cinco días después, el expediente llega a las tres comisiones que deben discutirlo: Ciencia y Tecnología, Defensa, y Presupuesto. Desde entonces, permanece guardado en los cajones de esos escritorios. "Es la cuarta vez que este proyecto ingresa al Congreso, las veces anteriores fracasó por el lobby de la Fuerza Aérea", denuncia Hörler. "La decisión es de carácter político, no depende de nosotros", afirma el Comodoro Rabiolo, al mismo tiempo que recalca que el traspaso a la órbita civil "no cambiaría absolutamente nada". "Al país le cuesta muy caro formar meteorólogos para que después tengan que emigrar y, también, generar militares para que luego cumplan tareas que nada tienen que ver con su fin específico", opina Hörler. Al mismo tiempo, Jacovkis señala que "esto no debe ser interpretado como una venganza contra la Fuerza Aérea", y considera: "Pueden ser un usuario más del SMN, con los mismos derechos que los demás usuarios e, incluso, pueden tener un servicio meteorológico propio para asuntos que requieran de alguna confidencialidad." Para Saulo, en tanto, la transferencia del SMN a manos expertas es un asunto crítico: "El cambio climático que estamos sufriendo no es algo que va a afectar a todo el planeta por igual. No se va a sentir de la misma manera en la Argentina que en los Estados Unidos, tampoco va a ser similar su efecto en la Patagonia que en Buenos Aires, o el Chaco", ilustra, "por eso es urgente estudiar profundamente el impacto sobre nuestra región", advierte. El próximo 18 de octubre se cumplirán cuarenta años de intervención del SMN. Entretanto, desde esa especie de santuario kitsch que conforma -junto al elefantito de loza con el billete de diez mil australes anudado en su trompa, y la estatuilla de la Virgen de Luján-, el hipocampo de vidrio parece insinuar un ligero tinte violeta.
(*) Centro de Divulgación Científica - SEGB - FCEyN.
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