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Jueves 16 de noviembre de
2006 El grupo que dirige la Dra. Mirta Flaviá, del INGEBI, ganó el premio Innovar del Ministerio de Educación por una modificación genética de la papa que permite que no se ponga negra al sufrir golpes o cortes. Por Eva Fontdevila (*)
Guillermo Alonso y Briardo Llorente integran un grupo de investigación en el Instituto de Investigaciones en Ingeniería Genética y Biología (INGEBI) y hasta hace tres años se dedicaban fundamentalmente al Tripanosoma cruzi, causante del mal de Chagas. Introducirse en la línea de investigación sobre el pardeamiento de la papa, cuentan, "fue una idea de la Dra. Flaviá. Aprovechando los conocimientos de biología molecular que manejábamos, nos propusimos modificar una papa para contrarrestar ese problema que siempre le había parecido interesante a nuestra directora". En el momento en que esta idea surgía, Briardo Llorente, que ahora tiene 26 años, había cursado su licenciatura en la Universidad de San Luis y tenía que entregar su tesis para terminar la carrera. Alonso cuenta que LLorente, el más joven de todos, "se había acercado al laboratorio para hacer ese trabajo final y Mirta me pidió que dirigiera la tesis de Llorente y ahí fue que empezamos a trabajar". El desarrollo por el que ganaron el premio Innovar es una modificación genética en la planta de papas de la variedad spunta, cuyos tubérculos no sufren el pardeamiento (browning) al ser cortados o golpeados. "Gracias a la modificación que le hicimos se puede dejar expuesta al aire durante tiempos prolongados y en comparación con una papa común es resistente a ese proceso de oxidación, que baja la calidad de la papa", aclara. Como la cosecha de papa es mecánica, se pierde cerca del 20% de la producción por oxidación. "En Argentina, con la producción actual, son cerca de mil millones de pesos anuales a precio de mercado internacional", explica Llorente. Y agrega que "son valores mucho más grandes que los de manzana o banana, dos frutas sobre las que se podría trabajar en el mismo sentido. En África estamos tratando de hacerlo con banana, en colaboración con un laboratorio de allá. En su caso pierden hasta el 50% de las bananas". El problema de la oxidación no es solamente estético. También es nutricional y pasa a ser sanitario para productos derivados de papa. "En cualquier fábrica, cuando llegan las papas se les hace un tratamiento antioxidante, porque una vez que se oxidan el sabor no es el mismo, se pone pastosa", explica Alonso. Y concluye: "Habitualmente las papas reciben tratamientos con compuestos químicos que pueden dañar la salud. Incluso se usan productos que no son aceptados en el exterior. Con esta papa que no se oxida no sería necesario agregarle nada extra." Pero…¿por qué no se oxida la papa? El grupo de Alonso trabajó a partir de un lock down de una familia de enzimas que se llaman polifenol oxidasas. "Esas enzimas son ubicuas en los vegetales, están asociadas a las membranas de los tilacoides, pero como los sustratos están dentro de la vacuola, no hay reacción de oxidación a menos que haya una ruptura intracelular de las membranas. Entonces, aunque están potencialmente activas, la actividad se da sólo si la papa sufre un corte mecánico. Con la estrategia del silenciamiento genético lo que hacemos es bajar los niveles de expresión de esa enzima polifenol oxidasa en algunas hasta cero, entonces, por más que haya un daño mecánico y se liberen los sustratos de la enzima, no hay reacción química, no hay catálisis. A la venta Aunque el descubrimiento no está todavía disponible en el mercado, y recién está en estado experimental, una de las dimensiones más interesantes que describen los científicos sobre su trabajo, es la indagación de mercado que debieron hacer. Como impulsor de la presentación del proyecto al concurso del Ministerio de Educación, Llorente cuenta que, de los tres años que llevan investigando, los últimos meses antes de presentar el proyecto se abocó a hacer "un análisis de inserción e impacto de mercado, análisis de probabilidades de que tuviera un impacto económico. Eso es algo que en ciencia básica uno no lo tiene en cuenta. Tuvimos que aprender a hacerlo. Para preparar ese plan de negocios tuve asesoramiento de gente y bibliografía". En cuanto a las posibilidades de comercializar la innovación, el doctor Alonso explica que "no tenemos experiencia. Estamos informándonos sobre cómo se sigue cuando uno tiene algo que puede tener una valoración comercial. Hay cosas que no formaban parte de nuestra intención inicial. Desconocemos lo legal. De hecho fue mucho trabajo darle este enfoque comercial que antes comentábamos. No sabemos de modo muy concreto cuáles son las etapas que nos faltan". Llorente agrega "probablemente la estrategia será asociarnos con una empresa que esté interesada y esa parte legal y comercial se negociará entre CONICET y la empresa, sería una transferencia de tecnología. Hay un par de empresas que están evaluando el tema". Otro de los aspectos que resaltan los investigadores es la confluencia entre laboratorios que permitió la conquista de esta modificación genética inédita. "Nosotros no estábamos trabajando con vegetales, por eso lo resolvimos interactuando con el Dr. Fernando Bravo, que sí venía haciéndolo, y tenía parte de las herramientas de biología molecular que necesitábamos para hacer el desarrollo. Él fue un pilar fundamental". (*) Oficina de Prensa - SEGB - FCEyN.
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ÁREA
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