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Lunes 18 de septiembre de 2006

Entrevista a Alberto Kornblihtt
"La crisis de la UBA pasó de aguda a crónica"

Siempre reconocido por su destacado papel en la ciencia argentina, el biólogo y profesor de la FCEyN Alberto Kornblihtt tuvo protagonismo político hace unos meses cuando se convirtió en el oponente de Atilio Alterini en las trabadas elecciones para rector de la Universidad de Buenos Aires, que todavía se encuentran sin resolución. El hecho más significativo es que Kornblihtt fue el candidato de convergencia de un nuevo espacio político universitario que nació a partir de la crisis y que está formado en su base por representantes de las Facultades de Exactas, Filosofía y Letras, Sociales y Arquitectura con un marcado sesgo progresista. Con el correr de los días, el espacio amplió su representatividad incorporando a otras facultades y, asimismo, cambió el candidato a rector. Kornblihtt habla en esta entrevista con EXACTAmente sobre su experiencia, sobre el valor del nuevo espacio y de su futuro en la política universitaria.

Por Armando Doria (*)


Alberto Kornblihtt.

¿Qué lo llevó a aceptar la candidatura a rector de la UBA en un momento de crisis institucional?

Fueron varias razones. En primer lugar, por quienes me lo pidieron: el decano Jorge Aliaga, la vicedecana, Carolina Vera, y Juan Pablo Paz. Después, la gravedad de la situación que se vivía: era el momento posterior a la primera frustración de la Asamblea Universitaria. Y, en tercer lugar, que no fue una propuesta sólo de la Facultad de Ciencias Exactas sino que venía también de otras tres Facultades, Ciencias Sociales, Arquitectura y Filosofía y Letras. Y esto último tiene que ver con una expansión personal más allá del mundo académico de las ciencias duras y también con algunas posiciones públicas respecto a problemas éticos, políticos o sociales de nuestro país. Me sentí estimulado porque la solicitud de candidatura venía de un ámbito amplio. Creo que siempre fue concebida como una propuesta a futuro, pero no por mi persona en particular, sino con la idea de que el núcleo formado por estos sectores se consolidara para fortalecer un proyecto a largo plazo, un espacio fértil.

Este espacio de convergencia es toda una experiencia original para la Universidad: gente de distintas facultades que se sienta a buscar soluciones a problemas coyunturales pero pensando un proyecto de universidad.

A mí me parece fantástico. Yo aprendí mucho, y no solamente yo sino también mucha de la gente de Exactas aprendió mucho en las discusiones. Nos encontramos con que en otras facultades había gente que aplicaba el mismo tipo de razonamiento respecto a problemas de la Universidad y del país. Y la relación parece superar el intercambio de ideas; de hecho, se está trabajando en forma conjunta en algunos objetivos específicos como en las jornadas "Las necesidades sociales y la Universidad".

Para la Facultad de Exactas se abre la posibilidad de analizar los problemas desde una óptica distinta.

Claro que sí. Nosotros, desde Exactas, a veces analizamos la realidad en base a nuestra propia óptica. Por ejemplo, es cierto que para solucionar el problema de la falta de representatividad de los docentes interinos -que no tienen posibilidad de votar- hay que acelerar los concursos, y es cierto que Exactas es ejemplar en ese sentido. Ahora bien, también es cierto que no se puede simplemente exigir que en las facultades donde hay muchos interinos hagan rápido los concursos porque no es soplar y hacer botellas. Habrá que pensar en cláusulas transitorias para que puedan votar. Además, no podemos pensar que por no tenerlo en casa, el problema no es nuestro. Si las otras facultades no hacen concursos y nosotros sí, es también nuestro problema porque somos parte de la Universidad.

¿Cuáles son los problemas más significativos que vive la Universidad de Buenos Aires?

Para comenzar, es determinante el problema presupuestario. La partida anual aprobada por el Congreso de la Nación para la UBA es de unos 480 millones de pesos; es decir, unos 1.500 pesos por alumno por año, cifra 12 veces menor, por ejemplo, a la inversión por alumno que hace la Universidad Autónoma de México. En la UBA, el 95 por ciento del presupuesto se utiliza para el pago de sueldos docentes, de los trabajadores administrativos, técnicos y de maestranza y para mantener los de los hospitales universitarios como el de Clínicas y el Roffo. Entonces, queda sólo un cinco por ciento del presupuesto estatal para el funcionamiento de la UBA, la extensión universitaria y la investigación.

Entonces, es necesario contar con más presupuesto.

Claro, un aumento sustancial del presupuesto del Estado. Gobernar es distribuir recursos; y sin recursos sólo se sobrevive en base al ajuste, no se gobierna.

La escasez va de la mano con la búsqueda de recursos fuera del presupuesto, algunos de los cuales generan debate, como el arancelamiento de algunos postgrados.

Creo que existe concretamente una tendencia a la privatización y mercantilización de la enseñanza superior en el seno de la propia institución estatal. Y, sí, me refiero a la búsqueda desenfrenada, y a cualquier precio ético o ideológico, de fuentes de financiamiento alternativo. Esto ha llevado en muchas facultades a una degradación explícita de la enseñanza de grado y a la proliferación de cursos y cursillos de especialización de postgrado arancelados, que en algunos casos, como en la Facultad de Ciencias Económicas, manejan cifras millonarias y constituyen una práctica institucional auto replicable. Esta tendencia también se manifiesta en otras carreras profesionalistas donde la universidad aparece como el ámbito adecuado para hacer negocios, individuales o grupales, traicionando los principios fundamentales de institución generadora de conocimiento, convirtiendo a la universidad en un proveedor más de bienes y servicios rentables, y malversando el sueldo provisto por el Estado por parte de quienes, en lugar de cumplir con sus obligaciones, practican y se benefician de dichos negocios.

Y hay otros problemas además del presupuesto…

La crisis de modelos universitarios es un tema central. En la UBA coexisten dos modelos predominantes, uno excesivamente profesionalista, que puede sostenerse sin generación de conocimientos nuevos y con dedicación parcial a la tarea universitaria, y otro, basado en la investigación, que promueve el pensamiento crítico, la innovación, y que no puede sostenerse sin cargos de dedicación exclusiva. Considero que la predominancia del modelo profesionalista es un verdadero problema. La competencia entre modelos debe existir en todas las universidades del mundo, sólo que en la UBA ha habido siempre una hegemonía del modelo profesionalista. De hecho, tenemos una Facultad de Ciencias Económicas con 30 mil estudiantes de contaduría, que es una profesión liberal muy respetable pero que no puede determinar filosóficamente el devenir de una Universidad. Y hay muchos más factores. Si los subsidios de UBACyT son de solamente quince mil pesos por año, eso también es una definición de proyecto. Si la dedicación exclusiva no es la norma sino la excepción, eso también es una definición de proyecto.

Esto, de todas maneras, no se trata de la erradicación de las carreras profesionales.

No, no se trata de uniformar a la universidad bajo uno solo de los modelos haciendo que, por ejemplo, forme sólo investigadores. La universidad debe formar profesionales con pensamiento crítico, pero el modelo profesionalista no puede ser hegemónico como lo ha venido siendo en los últimos años. Ante mi análisis, algunos sectores vieron que yo postulaba la antinomia entre la Facultad de Derecho y las de Ciencias desde un espíritu cientificista. Eso es una interpretación trivial. No es mi compromiso con Exactas lo que me lleva a pensar de esa manera. Yo considero que la Universidad debe formar también profesionales, pero la concepción de universidad es muy distinta a eso.

¿Tuvo expectativas que durante la gestión de Guillermo Jaim Etcheverry se inclinara la balanza hacia el modelo académico?

Hubo mucha expectativa con Jaim Etcheverry porque él es un científico que había practicado ciencia básica y un educador excelente. Pero quizás su error principal fue que no formó una base política y académica que sostuviera su mandato. Es cierto que muchos científicos fuimos invitados a opinar en algunas instancias, pero Jaim no se apoyó lo suficiente en los sectores más sanos y más académicos de la Universidad. Igualmente, lo respeto muchísimo y como dije otras veces, si Jaim se va no es por sus falencias sino por sus cosas buenas.

Usted suele afirmar que la UBA continúa siendo garantía de calidad académica. Y esto a pesar de la crisis, que parece ir comprometiéndola cada días más. ¿Considera que ese nivel se puede mantener en el tiempo?

Yo creo que sí, lo cual en el fondo podría hasta ser un problema, porque si tenemos poco presupuesto, graves problemas internos y aun así las facultades funcionan y seguimos siendo buenos, los gobiernos terminan justificando, por ejemplo, que no es realmente necesario aumentar el presupuesto.

¿Y cómo es posible que se obtengan buenos resultados académicos si el marco es adverso?

Por varias razones. Entre ellas, la existencia de cerca de 15 mil docentes ad honorem que satisfacen las necesidades de dictado de clases sin cobrar un centavo. Muchos profesores destinan fondos de sus subsidios de investigación, e incluso de sus propios bolsillos, a cubrir necesidades docentes y de funcionamiento. La resignación de los estudiantes que se forman mediante apuntes impresos y no por libros, debido a la insuficiencia de ejemplares en las bibliotecas, y el hecho de que cada vez se realicen menos trabajos prácticos experimentales. En definitiva, seguimos siendo buenos en base al voluntarismo, al esfuerzo individual. La gente pone todo por la mística que genera esta Universidad y que no existe en ningún otro lugar. Hay un factor de voluntarismo excesivo. De hecho, como muchos colegas, somos practicantes y cómplices del voluntarismo.

Pese a todo, ¿considera que la UBA sigue siendo la mejor alternativa educativa?

Sin duda. La UBA sigue siendo un centro de referencia para estudiantes nacionales y extranjeros. Paradójicamente, atrae hacia sus claustros a más estudiantes del conurbano bonaerense que el conjunto de las universidades nacionales del propio conurbano. Las propuestas de las universidades privadas o son de muy baja calidad o, si son buenas, son terriblemente restrictivas. La UBA sigue siendo una opción de buena calidad y a las privadas les siguen preocupando las universidades públicas porque les hacemos dumping: estamos ofreciendo un producto de excelente calidad a un precio muy bajo. Gratis.

¿Usted sería candidato a rector nuevamente?

Creo que para los próximos cuatro años, mi candidatura a rector está cerrada. Ahora, para el próximo período, o dentro de ocho años, no lo sé. En todo caso veo una candidatura más como un compromiso que como ambición personal: es una obligación moral en retribución a lo que la universidad pública me ha dado. Yo no me creo que vaya a solucionar problemas que otros no pueden solucionar, pero si aceptara una nueva postulación sería porque creo que puedo nuclear a mucha gente que esté dispuesta a trabajar en conjunto. En particular, en esta experiencia reciente me sentí muy cómodo.

¿Cómo vivió su alejamiento de la candidatura?

Ahora estoy viviendo un momento de mayor tranquilidad. Y no es que yo busqué bajarme de la candidatura, sino que se dio la situación política a partir de la cual se discutió en el núcleo de las cuatro facultades qué era lo mejor para pasar a la etapa actual, cuando se integraron otras unidades académicas.

¿Se vio en algún momento cerca de llegar a rector?

En realidad, conmigo no parecía posible ganar una elección porque yo tengo algunas posiciones políticas que pueden resultar muy directas, poco diplomáticas y poco conciliadoras para algunos sectores.

¿Cómo definiría su forma de hacer política?

La política es un aspecto esencial de la vida universitaria. Sin embargo, muchas veces ha sido degradada a la politiquería de comité, donde se practica la negociación del toma y daca, la compra de voluntades con puestos, dineros o favores, favoritismos en los concursos y una larga lista de otras yerbas. En lo que respecta a mi experiencia, considero fundamental decir lo que pienso, le guste o no le guste a quien lo escuche. Creo que esa es una buena receta ya que la gente finalmente aprecia la honestidad intelectual, esté de acuerdo o no con las propuestas y las opiniones. Esa es una base de la política que, lamentablemente, muchos políticos profesionales tergiversan. La política tiene que ser la posibilidad de explicarle a la gente las cosas, explicar así como se explica en el laboratorio o en una clase. En ese sentido, en la capacidad de explicar, de ser coherente y de saber decir "no sé", en eso encuentro una relación muy directa con la práctica de la docencia y la investigación.

¿En relación con la política, el conflicto de la UBA también puso en crisis la aptitud ética de los representantes?

Es un tema que exige una revisión inmediata y que quedó reflejado en la oposición a que un ex funcionario de cierta jerarquía en un gobierno inconstitucional, como Atilio Alterini, pudiera ser elegido rector.

¿Entrevé una solución pronta al conflicto de la UBA?

El problema pasó de agudo a convertirse en crónico. Lo veo todo como en formol. Las Facultades funcionan, las clases se dictan, la investigación se hace, la extensión también. Incluso se ve que el Consejo Superior y el Rectorado funcionan administrativamente, pero todo lo que implique políticas determinantes no se puede hacer porque falta la autoridad legítima. No sé cómo va a evolucionar esto.

¿La movilización -particularmente, la estudiantil- colabora para terminar con la crisis universitaria?

La democracia no se puede agotar en el voto ni en la delegación de responsabilidades en los electos. La manifestación pública es una herramienta para enriquecer a la democracia representativa. Considero que la FUBA ha jugado un papel positivo al cuestionar la candidatura de Alterini y al reabrir la discusión sobre las fallas de representatividad y la necesidad de reforma de estatutos. Además, se mantuvieron firmes e incluso soportaron agresiones físicas deplorables.

Entonces, ¿el rol de los representantes de la Federación de Estudiantes de Buenos Aires sería positivo?

Creo que los dirigentes estudiantiles deben reconocer sus logros y capitalizarlos, pasando a una etapa donde su poder de movilización deje de ser simplemente un poder de veto para pasar a ser un poder de construcción de políticas. El veto sin límite a la realización de la asamblea se torna políticamente vacío. A veces la FUBA se comporta como un chico que está buscando que algún adulto le ponga un límite. ¿Y el límite cuál es? ¿Que el gobierno mande un día a la policía para controlar el acceso y así la asamblea se pueda hacer? Yo no quisiera que eso ocurra. Me opuse públicamente a convocar a la policía, pero también creo que los estudiantes de la FUBA deberían poder aceptar que hay sectores, que no son ni camarillas ni corruptos, con los cuales se puede construir aunque no estén cien por cien de acuerdo. Existe la posibilidad cierta de que, aun cuando uno sea minoría, como pueden ser algunos sectores de estudiantes, si los planteos que se hacen son justos, convenzan políticamente a otros sectores. Pero si no se llega a ese debate... Me parece que en la asamblea es donde puede haber un verdadero punto de inflexión.

(*) Área de Medios de Comunicación - SEGB - FCEyN

ÁREA DE MEDIOS DE COMUNICACIÓN
TEL: 4576-3337/3399 - E-MAIL: medios@de.fcen.uba.ar

SECRETARÍA DE EXTENSIÓN, GRADUADOS y BIENESTAR
FACULTAD DE CIENCIAS EXACTAS Y NATURALES
UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES