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Miércoles 25 de abril
de 2007 Con disparadores tales como ¿cuáles son los principales obstáculos para pasar de una idea a un proyecto comercialmente viable? O si tenemos o no un sistema científico que favorezca la transferencia de nuestro conocimiento al campo productivo, la Secretaría de Investigación Científica y Tecnológica de la Facultad convocó al ingeniero y emprendedor Tobías Schmukler para que cuente sus idas y vueltas entre la empresa y el sistema científico local. Por Armando Doria (*)
Sería raro que todos aquellos que se acerquen a una carrera científica pretendan lo mismo para su futuro. De todas maneras, muchas veces parece resonar en cierta área prejuiciosa del sentido común que si alguien decide entrar a una facultad como, por ejemplo, la de Exactas, debe dedicarse a la investigación y la docencia. Y es cierto que es el camino más frecuente, aunque también existe una cantidad de graduados que buscan alternativas a la ruta de los papers y, por lo tanto, quedan fuera de aquel sentido común. Con esos “casos” en la mira, el Área de Transferencia Tecnológica de la Secretaría de Investigación Científica y Tecnológica de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales convocó al ingeniero y empresario Tobías Schmukler para dar una charla abierta que llamó “De la idea a la empresa”. Schmukler es un bicho raro para estas tierras donde es toda una novedad escuchar algún amigable cruce de opiniones sobre si es correcto o no favorecer la transferencia, hacia el campo productivo y el desarrollo de empresas, del conocimiento que se produce en la universidad. Usa una campera de cuero y una remera ceñida al cuerpo, es locuaz y en diez minutos deja muy en claro que tiene una importante experiencia en el mundo empresarial. En los 80 se recibió de ingeniero electrónico en la UBA, trabajó cuatro años en la Comisión Nacional de Energía Atómica para el proyecto Tandar, especializándose en desarrollo de sistemas de microprocesadores y en procesos de emulación de prototipos en tiempo real. Después entró al mundo privado; más específicamente, a Hewlett Packard Argentina, donde tuvo a su cargo el área de producción y control de calidad. Desarrolló las primeras HP-150. Venía muy bien, en pleno ascenso. Lo echaron. Al poco tiempo comenzó con un emprendimiento propio, ITS: la fundó él solo en el 86 y la vendió después de 13 años con más de 300 empleados. Ahora se plantó con su nueva idea, la promotora de proyectos aplicados de innovación tecnológica Innova Tekné. Y también juega al tenis (cómo aficionado, claro). Nada es demasiado ridículo
El discurso de Schmuckler está lleno de palabras como “plan de negocios”, “incubadora” y otras tan místicas como “angel investor”. Pero cuando él empezó a idear proyectos empresarios, estos términos no existían en el mercado local, por lo que se puede decir que los innovadores de esos años en terreno empresarial hacían cosas sin nombre. Como siempre sucede. Sus comienzos, los contó en la charla con el explícito afán de que sirvan de lección: “Mientras cursaba la carrera de ingeniería, todo el tiempo se me ocurrían ideas. Algunas eran un poco raras. Yo jugaba al tenis. Mientras cursaba, tenía que trabajar y me las había rebuscado para hacerlo sábado y domingo dando clases de tenis”. Eran los 80, época en que Guillermo Vilas convirtió a un deporte elitista por antonomasia como lo era el tenis, en uno casi popular. Schmukler, con la ingenuidad y los errores propios del principiante, pensó en sumarse al boom del tenis. Sigue contando y autoriza a la audiencia a reírse de la idea: “Se me había ocurrido hacer un estudio, un paper, para justificar mediante la matemática y la física por qué uno pega de determinada manera cada uno de los golpes del tenis”. Pero otros temas menos deportivos también lo inspiraron: “Como mi padre era médico -cuenta-, tuve ideas al respecto. Lo primero que hacía mi papá con sus pacientes era tomarles la presión y el pulso, por lo que se me había ocurrido diseñar un dispositivo que uno lo colocara en la muñeca y por presión midiera el pulso y la presión arterial”. Pero sabrán a esta altura que Schmukler no se dedicó ni a la industria del deporte ni a la de la salud. Y explica por qué: “Cuando me preguntan cuál es la barrera más alta que uno tiene para enfrentar, digo que es la auto inhibición, no hay duda. Esas ideas, que yo las califiqué de divagantes, no las seguí adelante. El medidor de presión, por ejemplo, hoy se puede comprar en cualquier farmacia por 150 pesos .O sea, esa idea que se me había ocurrido tenía mercado, está comprobado que hubiera sido un excelente negocio. Pero no lo hice. Fueron ideas, ideas... o sea, todos podemos tener ideas geniales, la diferencia entre aquél que tiene una idea y un emprendedor es que el último las lleva adelante”. Algunas ideas no funcionan, otras sí. Hay tantos ejemplos... Y Schmukler considera que para superar esa situación inicial de duda sobre un proyecto con posibilidades ciertas, del momento de “esto es una ridiculez, no va a funcionar”, hace falta escribir, más que nada. “Antes de iniciar un emprendimiento, hay que consultar, agarrar papel y lápiz, planificar: siempre es más barato perder una resma de papel, que dos o tres mil pesos de la inversión inicial de un proyecto”, sugiere Schmukler. Un despido muy estimulante Recordemos que nuestro ingeniero había pasado por el proyecto Tandar, después de las clases de tenis. Y que posteriormente a la CNEA llegó Hewlet Packard y más tarde el despido, una historia con la que le interesa ejemplificar. “Entré a Hewlet Packard y, por lo tanto, salí del ámbito científico. Yo anteriormente venía trabajando todo el día en desarrollo de hardware y software para prestar apoyo a físicos que estaban en un proyecto que se llamaba Naves, dentro del Tandar -cuenta Schmukler-. El cambio fue grande porque en HP encontré un mundo distinto, con sectores de administración, de ventas, un sector de marketing y empecé a informarme un poquito sobre qué era una empresa”. La función de Schmukler dentro de la empresa era desarrollar una fábrica de computadores personales en Argentina, cosa que, en el 86, la corporación decidió hacer en Brasil y el sector donde él trabajaba quedó afuera. “A otra cosa”, dice superado. ¿A qué cosa? Resulta que Hewlet Packard, con su decisión, dejó en banda a las 40 empresas más grandes del país que sumaban unas 1.500 computadoras personales sin asistencia de ningún tipo. La lamparita de Schmukler, que ya estaba en marcha, alumbró ese nicho de asistencia que se había generado. Pero todo a su tiempo y armoniosamente. Primero, hizo una ronda de consultas. “Antes de empezar a trabajar en este proyecto -relata-, me pareció oportuno consultar a quienes eran empresarios del ámbito de la informática que eran distribuidores de HP en la Capital Federal. Visité a los 14 empresarios y después de esas 14 reuniones decidí emprender el proyecto solo, sin socios”. La razón del emprendimiento unipersonal fue que los empresarios del sector no lo apoyaron para nada: lo más positivo que recibió fue una palmadita en los hombros. Pero frente a la negativa del “gremio”, Schmukler aplicó la teoría del niño que quiere meter los dedos en el enchufe: pregunta, le dicen que no, lo hace igual. Salvo que, en este caso, meter los dedos en el enchufe fue una decisión de lo más apropiada. Lo explica aclarando que, “después de consultar, lo segundo que debe hacerse es no desanimarse frente al no”. Así, solo, a lo guapo, lejos del paper sobre el revés a dos manos, Schmukler arrancó con Informática, Tecnología y Servicios, una empresa que daba servicios a usuarios de computadores HP. “Nada más que eso -indica en la charla-. Comencé dando un servicio con la mirada en el cliente y buscando soluciones. La primera oficina de ITS era un departamentito de dos ambientes. En poco tiempo se incorporó el primer empleado, que años después terminó como gerente de más de 300 ingenieros en la actualidad. Lo que hacía ITS era dar servicios enfocados en el cliente, de productos HP y lo que estaba alrededor de los productos HP”. ITS, encarrilada en los años 80, pegó el salto en los 90. En el 94 -atención- se asoció nada más y nada menos que con el “Señor Computadora”, Bill Gates, convirtiéndose ITS en el primer centro de soporte autorizado de Microsoft en Argentina. “Nosotros éramos front office -cuenta- , atendíamos las consultas en Argentina y nos comunicábamos directamente con un centro ubicado en Las Colinas, Texas, donde se daba el segundo nivel de soporte. La empresa iba creciendo, ya éramos más de 130, Novell nos nombró distribuidores Gold”. Y eso fue un golazo: una cosa es que a uno lo elogie su tía y otra muy distinta si lo hace la empresa de informática más grande del planeta. Esto devino en que “en 1996 se creó una nueva unidad de negocios. Nosotros hasta ese momento dábamos solamente servicios de consultoría, de soporte y esta nueva unidad de negocios lo que hacía era dar educación de alto nivel, de sistemas operativos de redes, de firewalls, de bases de datos, a los integrantes de los departamentos de sistemas de las empresas. Cada vez éramos más, nunca entrábamos en las oficinas, siempre estábamos creciendo en metros cuadrados”. Claves para un mundo emprendedor Con la empresa crecida y rozagante, Schmukler decidió la venta. Pero no teman, “ITC sigue -cuenta el ex dueño-. Y yo, después de un período sabático, volví a pensar, a reanalizar y decidí hacer una empresa que tuviera como misión transformar proyectos innovadores del ámbito de la ciencia y la tecnología en nuevas empresas, aportando capital y mi experiencia emprendedora de más de 25 años”. Con Innova Tekné, su nuevo emprendimiento, no podemos decir que volvió al tenis pero sí que volvió a la frontera entre el conocimiento y sus aplicaciones, un terreno con pasto nuevito en nuestro país. El objetivo de Innova Tekné es buscar ideas, profesionales, científicos y, asociándose con ellos, intentar que los proyectos puedan convertirse en una empresa, lo que puede tocar alguna fibra íntima de alumnos o investigadores de Exactas. Desde su experiencia, Schmukler considera que lo importante para sumergirse en el ámbito empresarial es pensar distinto. Más específicamente, aclara que “si uno se mueve distinto puede avanzar frente a la competencia”. Y dentro del “moverse distinto”, puede sumar puntos una opción que Schmukler ve reproducida en los laboratorios de la Facultad. “Lo que estoy pensando -considera- es que, teniendo en cuenta el grado de esfuerzo que requiere cualquier emprendimiento científico, el hecho de que se trabaja en equipos… el ámbito de la ciencia es propicio para los emprendedores”. Lo mejor es formar equipos de gente con diferentes perfiles”. Y da un tip para anotar: “Me parece bueno incluir a un ingeniero industrial, que entiende de tecnología y tiene una buena formación hacia el área de empresa, de negocios”. Casi como moraleja, Schmukler vuelve al episodio de los 14 cráneos empresariales que lo rechazaron oportunamente. “En aquel momento todos me dijeron que lo mío no iba a funcionar. Unos años después, me dije: ´no, claro, no me habían entendido´. Hoy me estoy preguntando si no me entendieron o no se los expliqué bien yo. Cuando uno está muy convencido de algo -reflexiona Schmukler- a veces se termina inventado una realidad que está un poquito corrida de lo real, digamos así”. (*)
Oficina de Prensa - SEGB - FCEyN.
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