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Miércoles 28 de marzo
de 2007 El 21 de marzo se inauguró el ciclo de encuentros "Otros lugares para el conocimiento y la ciencia", organizado por la Secretaría de Investigación Científica y Tecnológica de Exactas. La charla, a cargo del físico Rodolfo "Willy" Pregliasco, del Instituto Balseiro, se tituló: "Física inútil (lo que no sirvió en el estudio del accidente de las sillas del Cerro Catedral)". En agosto del 2004, seis de las aerosillas de ese centro de esquí de Bariloche se deslizaron e hirieron a 16 esquiadores. El Grupo de Física Forense del Centro Atómico Bariloche fue invitado por la Justicia a analizar el siniestro y, como resultado, elaboró dos informes sobre las causas del hecho y la dinámica y la secuencia con que se movieron las sillas. Por Susana Gallardo (*)
Resolver problemas concretos de la sociedad aún es considerado, dentro del ámbito académico, como una actividad menor. Lo único relevante parece ser el estudio de problemas de punta y la publicación de papers en revistas de alto impacto. Sin embargo, Rodolfo "Willy" Pregliasco, doctor en Ciencias Físicas, egresado de la Facultad de Exactas y que trabaja en el Instituto Balseiro desde hace 20 años, mostró otra perspectiva de la investigación. "Es interesante cómo, a partir de trabajos aplicados, se generan líneas de investigación, porque surgen problemas interesantes que tienen un gran poder inspirador para el trabajo académico", resaltó. La introducción estuvo a cargo de la secretaria adjunta de investigación, Laura Pregliasco, quien, al presentar a su hermano mayor (los apellidos no son pura coincidencia), enfatizó la necesidad de vincular a los investigadores con la sociedad. A pesar de las muchas y variadas formas en que el saber puede integrarse a las necesidades sociales, el sistema científico no parece favorecer la transferencia del conocimiento al campo productivo. A continuación, el físico del Balseiro se refirió a un experimento, aparecido en la revista Physics Teacher del 2001, que consistía en proyectar sobre una pantalla una gota de agua contaminada; la gota operaba como una lente y amplificaba los microorganismos que había en su interior. "El experimento estaba construido con materiales de desecho, pero lo más sensacional era que el láser estaba montado en un envase de desodorante en barra. Al girar la ruedita, el láser subía", se entusiasmó. Además, lo interesante era la doble función de la gota: como lente y como muestra. "En la física uno puede guiarse por el placer. No siempre tomamos el camino directo a la resolución inmediata, sino el camino que nos gusta", dijo con satisfacción. Colgados del cable
El siniestro se produjo el 10 de agosto de 2004. Cuatro sillas cuádruples chocaron entre sí de manera que los pasajeros quedaron con sus piernas apresadas por los hierros. Varios sufrieron fracturas expuestas. Para las pericias, la Justicia convocó al Grupo de Física Forense del Centro Atómico Bariloche, conformado por Pregliasco, y los físicos Ernesto Martínez (fallecido en octubre de 2006) y Eduardo Osquiguil. El accidente se había originado en las mordazas que sostienen las sillas al cable. Dado que éste se fatiga en la zona en que la mordaza lo aprieta, las normas exigen que, cada tantas horas de trabajo, las sillas sean movidas por lo menos medio metro. Esta tarea puede hacerse una vez por mes, con todas las sillas, o en forma parcial, en sucesivos momentos. Las mordazas constan de un gancho que aprieta el cable, una tuerca y una contratuerca, y la fuerza se ejerce a través de un resorte. La luz de la mordaza dice cuán apretado está el resorte y, con este dato, se conoce la fuerza sobre el cable. Luego del accidente, un ingeniero midió la luz de las mordazas en cada silla. Según el manual del fabricante, el valor debía encontrarse en el rango de 4,8 y 6,4 milímetros. Los físicos del Balseiro recibieron los datos de la medición, los convirtieron en un gráfico, y vieron que eran muy pocas las sillas que cumplían la norma. "El secretario del juez miró el gráfico y no entendió nada", dijo Pregliasco, mientras el público estallaba en carcajadas. "Ese gusto que tenemos nosotros por los gráficos no es compartido fuera de este ámbito. Entonces hicimos un gráfico de torta. Y ahí el juez entendió". "Es importante el lenguaje en una presentación", reflexionó el físico. "La inquietud por la divulgación es un capital para cualquier profesional. No sólo es muy divertido, sino que también es muy útil". Lo cierto fue que el 85 por ciento de las sillas estaban flojas. Unas 15 estaban demasiado flojas, y 8 muy apretadas El problema residió en el mantenimiento realizado la noche anterior. No se cayeron por falta de mantenimiento, sino a causa de un mal mantenimiento. Una carta de lectores Al otro día del accidente, en una carta de lectores en La Nación, el doctor Valdemar Kowalewski, profesor emérito del Departamento de Física de la Facultad, ponía en duda los resultados que podrían obtener los expertos del Balseiro debido a que las sillas accidentadas ya no estaban en su sitio y, según él, sería imposible conocer el valor de la luz de la mordaza. "Pero uno puede inferir que las que se cayeron debían estar más flojas de lo que se veía en el gráfico", subrayó Pregliasco. Y agregó: "He aquí otro de los placeres de la física, uno de los más fuertes motores de la investigación: contradecir a otro". Analizando las fotos tomadas en el momento del rescate, Pregliasco hizo un modelo con el que pudo reconstruir parcialmente las sillas que se habían caído. La conclusión fue que las mordazas estaban flojas. Era una falta. Pero había que demostrar que ésa había sido la causa del accidente. Analizaron la normativa de la OITAF (Organización Internacional del Transporte Aéreo Funicular), que decía cómo debía ser la resistencia al deslizamiento en las condiciones de fricción. La silla, cargada con cuatro pasajeros, pesa 500 kilogramos. La máxima pendiente es de 45 grados, y la tensión de prueba según la norma es de 860 kilogramos. La idea era estudiar, en relación con la luz de la mordaza, con cuánta fuerza se desplazaban. Equipados con ropa adecuada y esquís provistos por la policía local, los investigadores subieron al Catedral, con sus mochilas cargadas con las herramientas y un dinamómetro. En pleno cerro, y en medio de la nieve, tiraban de cada silla, con el cable frenado, usando una soga y un malacate. Con el dinamómetro medían la fuerza necesaria para que las sillas se deslizaran sobre el cable. El experimento se repitió muchas veces. "En algún momento, arriba de los 500 kilos, se producía un estampido impresionante", recordó. Se anotaba la fuerza máxima, antes de deslizar. "El juez vino con nosotros, de traje, y las mediciones se asentaban en un acta", dijo. El objetivo era medir el coeficiente de fricción: la fuerza que une a la silla con el cable. La sorpresa fue que los resultados tienen una dispersión del 20 por ciento. "No es error de medición, sino que es una estadística inherente al proceso físico", explicó. Finalmente, pudieron determinar que un tercio de las sillas estaba fuera de la norma, lo cual constituye una falta. Las causas de una falla de ingeniería pueden residir en un diseño inadecuado, materiales defectuosos, fabricación deficiente, condiciones no previstas o mantenimiento inadecuado. "En nuestro caso podía ser que el medio hubiera estado operando en condiciones no previstas, o que tuviera un mantenimiento inadecuado", aseguró el investigador. Entonces, para afirmar que la causa era el mantenimiento inadecuado, había que demostrar que las condiciones eran normales. Pero había una dificultad: los testimonios de los testigos eran contradictorios. "Algunos decían que el cable se había frenado, y eso había provocado una oscilación fuerte de la silla. Otros decían que había tenido un vaivén, o un sacudón vertical." Pero esto alcanzaba para decir que las condiciones de operación eran no previstas. Mediante un experimento sencillo pudieron demostrar que no había evidencia de que las condiciones no fueran normales. "En todo lo que hacemos nosotros, a pesar de la urgencia por el resultado, la aproximación no es diferente de la investigación básica, uno empieza viendo qué es lo que puede resolver", aseguró. Los placeres de la Física En la pericia para esclarecer el crimen de Maximiliano Kosteki y Darío Santillán, en Avellaneda, "al principio no se nos ocurría nada", confesó. "Entonces descubrí que podía calcular la hora del hecho a partir de la sombra de un farol". Luego de diez días de intenso trabajo obtuvo la hora precisa del disparo. Pero el fiscal quería saber si el tiro provenía de la policía o no. Ese dato no lo tenía, "pero tenía la hora, con un error de dos minutos". Finalmente, en el juicio, fue muy importante saber la hora. La conclusión de Pregliasco es que "hay que dejarse llevar por el placer de hacer física". ¿Cuáles son los placeres? Las analogías, los modelos sencillos, los razonamientos cualitativos, las soluciones económicas, tanto en lo intelectual como en lo práctico, medir, hacer gráficos, usar la estadística. La idea es desarrollar líneas de investigación a partir de problemas pequeños, que son interesantes y creativos. Y seguir haciendo ciencia básica, y publicar papers. Mantener el delicado equilibrio. En el caso de una pericia, los investigadores actúan como testigos expertos, y dan un testimonio. "Se elabora un informe que debe ser entendible hasta por un juez. Cuando entienden, disfrutan un montón". Pero recalcó que esa comprensión surge luego de una ardua tarea de reelaboración de la información científica. Por su parte, Laura Pregliasco enfatizó la importancia de que los investigadores de la Facultad interactuén con la sociedad de manera más abierta, que "aprendamos a escuchar". En la Facultad ya estamos haciendo peritajes en distintas áreas, como limnología, geología y meteorología, entre otras. Los físicos del Balseiro habían sido convocados por primera vez en 1997, para resolver el crimen de Teresa Rodríguez, en Cutralcó. Por un lado, Ernesto Martínez había participado en numerosas pericias por accidentes automovilísticos. "Pero el primer llamado no fue 'de chiripa'. Ernesto era una persona dispuesta a levantar la vista del escritorio y ver cómo podía resolver un problema". Y remató con otra anécdota: "Este año, cuando volví de las vacaciones me estaba esperando un tipo que tenía un telescopio viejo y quería limpiarlo. Había ido varias veces al Instituto, pero nadie se había molestado en ayudarlo, me lo derivaban a mí", contó. "Era un telescopio del año 30, de bronce, hermoso. Lo limpié gratis, pero lo usé una semana, y con él hice todos los experimentos de Galileo", recordó con orgullo. "Tener disposición para distraerse en estas cosas nos permite aprender cosas nuevas. Es muy bueno que la gente tenga la idea de que el ámbito académico sirve para resolver problemas. No veo que haya nada que perder." Ahora está embarcado en un nuevo trabajo: una pericia sobre la represión del 20 de diciembre de 2001 en la Plaza de Mayo. (*) Centro de Divulgación Científica - SEGB - FCEyN. Nota publicada en La Nación el 19 de marzo de 2007.
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ÁREA
DE MEDIOS DE COMUNICACIÓN
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