Cable Semanal Electrónico.
Año 13 - Nro. 451 - 2da. Sección
20 de mayo de 2002
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Edición Electrónica del

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			    20 de mayo de 2002
			      Año 13 - Nº 451
			       Segunda parte
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***ÍNDICE

	DEBATES

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///////////////////////////////// DEBATES \\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\

 >>>	USO DE EMBRIONES: UN DEBATE QUE TRASCIENDE A LA CIENCIA
	Por Fabio Cohene

	La investigación científica sobre embriones no es una novedad.  Los
primeros estudios sobre tejidos fetales se remontan a la década del '30 del
siglo XX y en 1954 John Enders ganó un premio Nóbel  por  el uso de células
fetales de riñón para hacer crecer el virus de la polio.   Sin  embargo, en
los  últimos  20  años, se han registrado avances espectaculares en el área
que,  por   ejemplo,  ha  abierto  la  posibilidad  cierta  de  desarrollar
tratamientos para enfermedades  como  el  Parkinson  o  el  Alzheimer.   El
principal de los progresos  lo constituyó la posibilidad de crear embriones
a partir de células somáticas  mediante la misma técnica que se empleó para
clonar a la oveja Dolly.   Esto  brinda  a  los  científicos  la  chance de
realizar  sus  investigaciones  sobre embriones sin tener  que  recurrir  a
aquellos  congelados,  sobrantes  de  la  aplicación  de  las  técnicas  de
fertilización  in  vitro.  Al mismo tiempo, ha surgido  un  debate  mundial
sobre  cómo  debe ser la regulación legal que enmarque a  la  investigación
sobre  células  madre y embrionarias.  En ese contexto, resulta interesante
contrastar las  normativas que sobre el tema ha surgido en el Reino Unido y
las posturas existentes  en  el  Congreso  de  los  EE.UU.  en las jornadas
previas al tratamiento legislativo.

La regulación de la investigación sobre células madre y embrionarias

	El Reino Unido ha  sido  la nación que desde los '80 ha estado a la
vanguardia  mundial  de  las  investigaciones  en  fecundación  asistida  y
clonación.  En consecuencia, desde el  principio  el  gobierno británico se
ocupó  de  crear  un  marco  legal  que  favoreciera  el  desarrollo  y  el
financiamiento de los estudios en el área.   Así,  ya en 1990 dictó una ley
de Fertilización humana y Embriología que regula todos los  proyectos, sean
públicos o privados, de investigación en células embrionarias y madre.   La
norma  permite  la  investigación hasta el día 14 después de la  concepción
(momento en que se forma el cordón primitivo que precede a la aparición del
tubo  neural)  y  un  selecto  grupo del Departamento de Salud recomendó la
generación de  embriones  específicamente  para la investigación en células
embrionarias y madre,  bajo  condiciones  estrictamente  reguladas,  con el
consentimiento del donante y  sólo  si  no existieran suficientes embriones
viables sobrantes de fertilizaciones in  vitro (FIV).  También recomendó la
generación de embriones a través de transferencia nuclear, la técnica usada
para la obtención de la oveja Dolly, siempre que no fueran destinados a ser
implantados..  Doce años más tarde, en febrero  de  2002, en coherencia con
los postulados señalados la Cámara de los Lores aprobó  una ley que permite
clonar, bajo estrictas normas, embriones humanos para investigación médica.
La sanción  de esta ley, propuesta por el gobierno laborista, se basó en la
consideración de que  las  técnicas científicas son moralmente neutras y su
aprobación depende del uso  que  de  ella  se  haga.  Las normas británicas
distinguen entre clonación reproductiva (destinada a crear una copia exacta
de  un  ser humano) y clonación  terapéutica,  la  cual  produce  solamente
embriones muy tempranos (blastocistos de alrededor de  cinco  días)  de los
que se pueden derivar células madre.  La  primera  está  prohibida mientras
que  es  aceptable  la  clonación  para la creación de  tejidos  con  fines
terapéuticos.

	En  EE.UU.  la investigación sobre células madre y embrionarias  se
ha politizado desde que la Suprema Corte legalizó el aborto en 1973.  Desde
ese momento el gobierno federal prohibió el uso de fondos federales para la
investigación sobre embriones (e  incluyendo  implícitamente  a las células
madre) vivos o muertos, aún cuando está permitido, por falta de regulación,
para el sector privado.  En  el  2000,  el  Instituto Nacional de Salud (en
inglés NIH) empezó a financiar investigaciones sobre  células  madre que ya
fueron  derivadas  de  blastocistos,  pero  no  aquellas  que   prevean  la
derivación  en  sí.   Es decir que los investigadores  pueden,  con  fondos
federales, trabajar con alrededor de 60 líneas celulares ya existentes pero
no  pueden  usar  embriones para obtenerlas.  El presidente George Bush  ha
exhortado  al  Congreso  a  prohibir tanto la clonación terapéutica como la
reproductiva y una ley ya ha sido aprobada en la cámara de diputados y será
discutida en el Senado próximamente.

	Claramente,  pueden  distinguirse    tres  razones  culturales  que
subyacen en las distintas  legislaciones  del  Reino  Unido  y  los Estados
Unidos.  Primero, EE.UU.   es  predominantemente una nación en la que pesan
las  opiniones de las iglesias.   Casi  40%  de  la  población  concurre  a
servicios religiosos, comparada con solamente 5% en el Reino Unido.  Por lo
tanto,  los  políticos  que toman decisiones sobre la  investigación  sobre
embriones  humanos  deben responder a un considerable segmento de  votantes
pertenecientes a grupos religiosos organizados.

	En segundo lugar, en EE.UU.  existe un movimiento antiabortista muy
activo.     La  investigación  sobre  células  madre  y  embrionarias  está
irremediablemente ligada al  debate  sobre  el aborto.  Los grupos pro-vida
consideran al uso de  un  embrión  humano desechado después de una FIV como
equivalente a matar un niño.

	Por último, desde el siglo XVII, la libre empresa ha estado al tope
de los valores estadounidenses ( al  igual que la libertad de culto).  Esto
hace  difícil  prohibir  que  las  compañías privadas  tengan  sus  propias
estrategias, a menos que representen un evidente peligro para el público.

	Mientras tanto, están aprobadas investigaciones sobre embriones que
no atraen la atención del Congreso o el público.    La investigación básica
sobre  tejidos   embrionarios  humanos  extraídos  de  abortos  espontáneos
continúa a través  de  una moratoria que permite usar fondos federales.  De
hecho sólo o la  investigación  sobre  embriones orientada terapéuticamente
está privada de financiamiento federal.    Esto  incluye toda investigación
sobre infertilidad, FIV, terapia génica sobre  embriones y sobre la entrada
de  HIV  en  embriones o fetos.   ¿Por  qué?    El  congreso  teme  que  la
posibilidad  de  usar  un  feto  abortado  en  investigación  "terapéutica"
estimularía a las mujeres a abortar.  Aunque no  existen  evidencias de que
ello  sea  cierto,  el Congreso no desea aparecer sosteniendo una  posición
positiva sobre el aborto.  La decisión de Bush sobre las  células  madre no
levanta la moratoria sobre la investigación sobre embriones.

	Son varias  las voces e intereses que intervienen en el debate.  La
comunidad científica norteamericana casi unánimemente es favorable a que se
apruebe la clonación con  fines  terapéuticos.  En este sentido, 40 Premios
Nóbel estadounidenses han emitido un documento en tal sentido.  En idéntica
dirección,  apuntan  poderosos  intereses  económicos  como  los  de  Geron
Corporation y Advanced Cell Technologies, que aspiran  a dominar el mercado
de producción de células madre humanas para el  reemplazo de tejidos, y por
ende  buscan  evitar  la existencia de trabas legales que  entorpezcan  sus
desarrollos.    La cruzada anticlonación está encabezada por el gobierno  y
los  legisladores  conservadores,  atentos a las reacciones de los votantes
que en  forma  mayoritaria  prestan mucha atención a la opinión, en general
negativa, de las iglesias y los activos grupos antiabortistas

El debate ético

	La principal cuestión  ética  que  plantea  el  tema  es:  ¿debe un
embrión humano poseer la  misma  protección  que  una persona, más allá del
estado de desarrollo en que se halle y aún fuera del vientre materno?.  Por
supuesto  existen  otros  aspectos  relevantes  como   los  efectos  de  la
investigación  sobre los donantes, los receptores y  la  sociedad  pero  el
debate se ha centralizado más bien en el embrión.

	Sobre el problema existen dos posiciones antagónicas.  Por un lado,
la  que  sostiene que todo embrión tiene un valor  en  sí  mismo,  dada  su
potencialidad  para convertirse en persona.  Esto, desde el momento  de  la
concepción,  sin  importar  su estado de desarrollo, el lugar donde esté  y
cualquiera  sea   su  posible  destino.    Desde  esta  óptica,  carece  de
importancia que el  embrión  sea  uno  de los miles que se generan, y no se
usan, en las FIV, cuyo final casi inevitable es el descarte.

	Los  que defienden esta  postura  consideran  al  embrión  como  un
individuo humano que merece respeto y hacen referencia a la media docena de
casos en que embriones congelados "sobrantes" fueron adoptados y llevados a
un nacimiento por pareas que no eran  sus  padres  genéticos.  De acuerdo a
esta  línea  argumental,  ningún beneficio, por grande que  sea,  justifica
destruir a una persona no nacida valiosa en sí  misma,  aún  cuando ella no
vaya  a  desarrollarse  más  allá  de  un  estadio  de unas  pocas  células
primarias:  la dignidad humana no debe ser negada.

	La  visión  contrastante sostiene que no existe un valor intrínseco
en los embriones, sino que le es asignado por las partes interesadas (tales
como los padres),  sobre  la base de factores, como su ubicación ( dentro o
fuera del útero;   si  está  afuera,  la  posibilidad  de implantarlo) y su
potencial para desarrollarse en un  niño.   Se puede llamar a éstos valores
situacionales en contraposición a los intrínsecos.    Un  embrión fuera del
cuerpo de la madre no tiene otra  potencialidad  que  una  muerte segura, a
menos que se emprendan medidas drásticas, como una implantación.

La opinión de las iglesias

	Las  distintas  religiones no concuerdan entre sí, y  en  ocasiones
divergen dentro de sí mismas, respecto al valor de un embrión.  La doctrina
de la iglesia católica apostólica romana concede un valor intrínseco  a los
embriones,  aún cuando existe un número creciente de teólogos católicos que
no  consideran  a    los    embriones   tempranos  como  entidades  humanas
individualizadas, dado que las  células  que originarán al embrión no están
diferenciadas de la que darán  lugar  a  la  placenta  y hasta el día 14 el
embrión puede dividirse en 2 o  más  individuos.    En  consecuencia, estos
teólogos "disidentes" no se oponen a la investigación.

	Similar variación de criterios existe en las iglesias protestantes.
Las vertientes americanas del protestantismo han históricamente apoyado  la
ciencia, por la creencia que la naturaleza es defectuosa  y que Dios quiere
que el hombre descubra sus mecanismos internos y los repare.    En el siglo
XVII,  los  ministros  puritanos  de Boston predicaron desde el púlpito las
virtudes  de  inocularse  contra la viruela e inclusive se la administraban
ellos mismos,  en  épocas  en que el establishment médico aún dudaba.  Este
espíritu de cruzada,  originalmente  religioso,  continúa  influyendo en la
práctica  médica  e  investigación    científica   estadounidense.    Otras
vertientes abogan por la posición  del  valor  intrínseco  del embrión y se
oponen  a  la  investigación  sobre  células    madre  embrionarias  en  la
comprensión de que las células madre adultas  son suficientes.  Teniendo en
cuenta el apoyo general a la ciencia y  a  la  tecnología,  es probable que
algunos de los que hoy se oponen a la  investigación  embriónica cambien de
opinión si ella resulta exitosa.

	La  religión  judía  no concede el mismo valor al feto  dentro  del
vientre de la madre que al que está fuera de él,  de  hecho  éste último es
descripto  como si fuera "agua" en los primeros 40 días y carece  de status
legal en la ley judía.  En la tradición judía hay un mandato de curar y ser
compañeros con Dios y la creación al tiempo que existe que el cuidado de la
salud es una responsabilidad  de la comunidad.  La investigación en células
madre para el tratamiento de  enfermedades tiene un alto potencial de hacer
el bien y por lo tanto  debería  ser apoyada, en tanto que los tratamientos
estén disponibles para todos aquellos que lo necesiten.

	Por su parte el islamismo el feto  adquiere un alma en el día 120 y
por ende carece de valor moral antes de ese momento.  Así, la investigación
en células madre es vista como un acto de  fe en la voluntad final de Dios,
como dador de vida, con tal que se realice con  el  propósito de mejorar la
saluda humana.

	Ante este cuadro de situación, es importante que el debate bioético
se  dé dentro de un clima razonable.  Las futuras discusiones deberá  tener
en  cuenta varios factores:  1) los efectos sobre los donantes (padres) que
pueden mantener  una  conexión  emocional,  aún  cuando  sea  leve,  con el
embrión;  2)  los  efectos sobre los receptores, especialmente para células
madre cerebrales y nerviosas, como las implicadas en el tratamiento del mal
de Alzheimer (por ej.:   ¿alterará su personalidad?);  3) los efectos sobre
la  sociedad  en  la cual la  gente  vivirá  más  tiempo;    4)  cuestiones
económicas.;  5) efectos no deseados de  la  tecnología  de  células  madre
sobre otras tecnologías, como la clonación de humanos.

¿Cuál es la respuesta?

	Es  improbable  que haya un acuerdo entre aquellos  que  creen  que
obtener células madre es matar niños y los que sostienen que los beneficios
para las personas ya nacidas que la investigación científica significarían,
contrapesan la breve existencia de los embriones tempranos.  Un intento  de
compromiso entre ambas posturas fue permitir el financiamiento federal para
la investigación, pero  no  para  obtener  células  madre,  lo  que debería
hacerse en el sector  privado.    Los  conservadores  arguyen  que  eso  es
estimular el asesinato.  Bush ha propuesto una solución diferente basada en
una  fecha tope arbitraria.  Se  otorgarían  fondos  federales  a  aquellas
células madre que hubieran sido obtenidas solamente hasta el 9 de agosto de
2001.    Es decir que el gobierno no  incitará  la  futura  destrucción  de
embriones pero se podrá usar el potencial terapéutico de  aquellos  que  ya
han sido destruidos.  Carente de toda razonabilidad, esta decisión  de tono
político busca, sin éxito, aplacar a los conservadores que se oponen  a  la
investigación y los grupos de pacientes que la apoyan.  Lo que  se  observa
es  que,  como  ocurre  a menudo, el fracaso o éxito de las investigaciones
serán decisivos  para  generar  cambios en las posiciones de ambos bandos y
permitir un relajamiento  de  las  restricciones.    Sin  embargo,  si  los
resultados llegan lentamente y  la industria privada no está predispuesta a
llevar adelante emprendimientos riesgosos, mucha  de  la  investigación  se
desplazará hacia el Reino Unido, Australia  u  otros países cuyos gobiernos
dan fondos para su desarrollo.

¿Y por casa?

	Nada del debate someramente descripto ha llegado a nuestras playas.
En    Argentina,   si  bien  existe  personal  científico  convenientemente
capacitado,  no  existe  investigación  básica relevante sobre embriones ni
células  madre embrionaria.  Esto, a pesar del amplio número  de  embriones
congelados  que  se  conservan  en clínicas de fertilización asistida en lo
que,  según  palabras  de algunos científicos, son "ataúdes de lujo".  Esta
fuerte terminología  alude  al hecho de lo costoso que resulta mantener los
embriones congelados sólo  para  que en un tiempo indeterminado, tengan que
ser destruidos, sin haber  servido  a  fin  alguno.    Ni los dueños de las
clínicas  de fertilización ni los  legisladores,  quizás  atendiendo  a  la
presión de determinados grupos conservadores, se  han mostrado dispuestos a
dar pasos destinados a incentivar esta promisorio tipo de investigación.

*) Fabio Cohene es biólogo y abogado.

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Edicion Electronica del Cable Semanal
Producido por la Oficina de Prensa
Secretaria de Extension, Cultura Cientifica y Bienestar
Facultad de Ciencias Exactas y Naturales - UBA

Editores Responsables: María Fernanda Giraudo y Carlos Borches
Redacción: Patricia Olivella
Soporte Tecnico: Matias R. Pedraza.

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