Edición Electrónica del
###### ###### ###### ## ######
## ## ## ## ## ## ##
:##::: :######## ::####### ::## ::#######
::## ::## ::## ::## ::## ::## ::##
:: ###### ::##::::## ::####### :: ##### :::######
:: :: :: :: :: :: ::
:::::: :: :: ::::::: ::::: ::::::: SEMANAL
___________________________________________________________________________
15 de julio de 2002
Año 13 - Nº 457/458
Tercera parte
___________________________________________________________________________
Para comunicarse con los redactores o por pedidos de publicación,
envíe su mensaje a la Redacción:
cable@de.fcen.uba.ar
Por pedidos de suscripción/desuscripción o problemas con la
distribución del semanario, diríjase al administrador de la
lista:
cable_manager@yahoo.com.ar
Los ejemplares anteriores del Cable Electrónico se encuentran
en la pagina de la Oficina de Prensa:
http://www.fcen.uba.ar/prensa/
%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%
///////////////////////////////// DEBATES \\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\
>>> ¿EXPORTACIÓN HIGH-TECH VS. AMBIENTALISMO?
Acuerdo sobre cooperación en los usos pacíficos de la energía nuclear
Por Verónica Engler (*)
Un acuerdo, que aún requiere aprobación parlamentaria, entre la
República Argentina y Australia sobre cooperación en los usos
pacíficos de la energía nuclear genera fuertes debates entre grupos
ambientalistas y expertos nucleares. El acuerdo convalidaría el
contrato comercial por el cual la empresa nacional INVAP construirá
un reactor nuclear en Sydney.
En las próximas semanas la Comisión de Relaciones Exteriores y
Culto de la Cámara de Diputados de la Nación terminaría de definir su
postura en torno al controvertido acuerdo entre la república Argentina y
Australia sobre cooperación en los usos pacíficos de la energía nuclear.
El acuerdo convalidaría el contrato comercial -firmado hace casi dos años-
por el cual la empresa argentina INVAP (Investigación Aplicada) construirá
un reactor nuclear para la Organización Australiana para la Ciencia y
Tecnología Nuclear (ANSTO, Australian Nuclear and Technology Organization).
Más de sesenta organizaciones no gubernamentales se oponen a la
firma del acuerdo, porque interpretan que el texto deja abierta las puertas
de la Argentina a la recepción de los desechos nucleares producidos en
Australia para su tratamiento en territorio nacional, violándose de esta
forma el artículo 41 de la Constitución Nacional, que prohíbe expresamente
el ingreso al país de "residuos radiactivos".
Por su parte, quienes apoyan la ratificación del acuerdo, ven en la
postura de los ambientalistas prejuicios antinucleares contrarios al
desarrollo de una rama de la producción de alta tecnología en la que la
Argentina se destaca a nivel internacional.
Exportación high-tech
En junio de 1998 la ANSTO llamó a licitación para el diseño,
construcción y puesta en marcha de un reactor nuclear para investigación y
producción de radioisótopos, con un presupuesto de 180 millones de dólares.
Luego de un minucioso proceso de selección que duró dos años, INVAP S.E.
-empresa estatal formada por el gobierno de Río Negro y la Comisión
Nacional de Energía Atómica (CNEA)- ganó la licitación para construir un
reactor nuclear que reemplazará a otro inaugurado en 1958, en Lucas
Heights, a 35 kilómetros de Sydney.
En lo que específicamente se refiere a la exportación de tecnología
nuclear por parte de nuestro país, la propia empresa INVAP cuenta con
varios antecedentes importantes de construcción de reactores nucleares de
investigación en otras partes del mundo, tales como Perú, Argelia y Egipto.
En estos casos, la exportación de tecnología nuclear (incluyendo la
construcción del reactor y la capacitación para su operación) no implicó
ningún tipo de importación de elementos combustibles irradiados (ECIs) a la
Argentina. Por el contrario, los contratos previeron el almacenamiento
directo de estas sustancias en el mismo país. Aparentemente, el contrato
firmado con Australia en el año 2000 sería sustancialmente diferente en
este aspecto.
De todas formas, la no ratificación del acuerdo por parte de la
Argentina no implica un impedimento para la realización y puesta en marcha
del reactor, sólo dejaría en stand-by la posibilidad de que dentro de
quince años se traten en nuestro país los ECIs de Lucas Heights.
Esperar y ver
El punto conflictivo del acuerdo binacional está plasmado en su
artículo 12, en el que se expresa que la Argentina asegurará el
procesamiento fuera de Australia del combustible irradiado por el reactor.
Luego de realizado este proceso todo el combustible acondicionado y todos
los desechos radiactivos resultantes podrán regresar a su país de origen
para su almacenamiento. Esto supone la posibilidad del eventual envío de
combustible gastado del reactor para su acondicionamiento en la Argentina,
en el hipotético caso de que la compañía francesa (COGEMA), que se ocupa de
esta tarea en la actualidad, dejase de hacerlo en el futuro, cuando deban
ser tratados estos combustibles (aproximadamente en el año 2017).
Los opositores al acuerdo, representados en la comisión de
diputados por Rubén Giustiniani (socialismo popular) y Carlos Raimundi
(frepasista crítico), alertan acerca de que el acuerdo estaría aprovechando
el vacío legal que hay en Argentina con respecto al tratamiento de los
residuos nucleares. De hecho, la Ley Nacional 25.018 sobre el "Régimen de
Gestión de Residuos Radioactivos", promulgada en octubre de 1998, preveía
la elaboración de un Plan Estratégico de Gestión de Residuos Radioactivos.
Este plan preparado por la CNEA nunca fue aprobado por el Poder Ejecutivo
Nacional, de manera que todavía no hay una política de estado definida
sobre el tratamiento de los residuos radiactivos en la Argentina, por tal
motivo no se procesan esas sustancias en el país, sino que son almacenadas.
En eso consiste la doctrina del "wait and see" (esperar y ver) que se sigue
a nivel local, como en la mayoría de los países del mundo en este momento.
"Esperar y ver es lo más racional y también lo más barato", afirma Roque
Pedace, biólogo egresado de la UBA especialista en políticas tecnológicas y
coordinador de la Campaña de Energía y Cambio Climático de la organización
Amigos de la Tierra. "¿Usted se operaría hoy si puede esperar cincuenta
años sin riesgo adicional?", pregunta retóricamente Pedace, aludiendo al
tiempo en que los residuos pueden permanecer guardados adecuadamente sin
representar ningún peligro.
La controversia
Luego de que INVAP iniciara la construcción del reactor nuclear en
las afueras de Sydney, a principios de abril de este año, en Argentina
comenzó a discutirse en la Cámara de Diputados de la Nación la ratificación
del acuerdo entre los dos países, suscripto en agosto de 2001 en Canberra,
Australia. El texto fue aprobado por los senadores en noviembre del año
pasado en una rauda votación "sobre tablas" sin discusión en comisiones.
Dada la complejidad del tema planteado por el acuerdo, los
diputados decidieron iniciar una ronda de consultas a diferentes
especialistas que pudieran echar luz sobre el documento cuestionado.
Durante los meses de abril y mayo expusieron ante la comisión de
legisladores: el titular de la CNEA -José Abreata-, el gerente general de
INVAP -Héctor Otheguy-, la embajadora de Australia en la Argentina -Sharym
Minahan-, y representantes ambientalistas (Greenpeace, Vida Silvestre,
Amigos de la Tierra y Defensoría del Pueblo de la Ciudad de Buenos Aires).
Finalmente, fue convocada la presidenta de la Autoridad Regulatoria Nuclear
(ARN), Diana Clein, quien respondió a las consultas técnicas de los
diputados durante la primera reunión de comisión del mes de junio.
La discusión sobre la constitucionalidad del acuerdo se centra en
dos puntos. El primero se basa en la disquisición entre "combustible
gastado" y "desecho radiactivo". El segundo punto se refiere a la
diferenciación entre "ingreso transitorio" e "ingreso permanente" de los
residuos provenientes de la actividad nuclear a la Argentina.
Antonio Oliveira, químico egresado de la UBA y Secretario del
Directorio" de la ARN resume la diferencia entre ECIs y residuos
radiactivos: "Los elementos combustibles irradiados contienen en su
interior, por un lado residuos radiactivos y por otro lado material
utilizable. El reprocesamiento consiste justamente en separar ese material
utilizable y dejar el resto como residuo. El elemento combustible
irradiado tiene un uso previsible, posterior, y el residuo radiactivo no.
Desde el punto de vista técnico -afirma el funcionario-, los elementos
combustibles irradiados no son necesariamente residuos".
Luego de consultar a diversos constitucionalistas, las autoridades
de INVAP concluyeron que "no existe impedimento constitucional al ingreso
temporario, a la Argentina, de elementos combustibles usados con el fin de
acondicionarlos para su almacenamiento permanente en Australia". Según el
análisis realizado por la empresa rionegrina, el contrato INVAP-ANSTO sólo
prevé el ingreso "temporario" de "combustible gastado", en caso de que otro
país no pudiera hacerse cargo de esta tarea. Como no se considera residuo
al "combustible gastado" y el ingreso del combustible sería "temporario",
el tratamiento en territorio nacional de los ECIs provenientes del reactor
nuclear de Lucas Heights no sería violatorio del artículo 41 de la Carta
Magna.
Por su parte, quienes se oponen al acuerdo siguen una lógica de
razonamiento contraria. Juan Carlos Villalonga, Coordinador de Energía de
Greenpeace Argentina, considera que en la definición de "residuo
radiactivo" que establece la ley 25.018 se encuentran incluidos los ECIs
que podrían llegar desde Australia. La norma invocada por el dirigente
ecologista expresa que "se entiende por residuo radiactivo todo material
radiactivo, combinado o no con material no radiactivo, que haya sido
utilizado en procesos productivos o aplicaciones, para los cuales no se
prevean usos inmediatos posteriores en la misma instalación, y que, por sus
características radiológicas no puedan ser dispersados en el ambiente de
acuerdo con los límites establecidos por la Autoridad Regulatoria Nuclear".
Para definir la resolución de comisión sobre el acuerdo, los
diputados esperan recibir en los próximos días las respuestas de CNEA a un
minucioso cuestionario que le fuera presentado al organismo por la diputada
Lilia Puig, presidenta de la Comisión de Ciencia y Tecnología (bloque
radical). Por otra parte, también se prevé una última consulta técnica, en
este caso a constitucionalistas.
(*) Verónica Engler integra el Centro de Divulg. Científica (SEGBE-FCEyN)
>>> ¿DEBATE O LUCHA LIBRE?
Por Tomás Buch (INVAP)
Es un hecho histórico que la tecnología nuclear nació a la
conciencia mundial con un crimen contra la humanidad: la masacre de
Hiroshima y Nagasaki. Este nivel de eficiencia en la destrucción fue uno
de los resultados de la aplicación de la ciencia moderna a las más variadas
tecnologías que, con su ayuda, comenzaron a avanzar tan rápidamente que la
mayoría de las predicciones que se hacían hace unas décadas quedaron atrás.
El mundo de hoy es su resultado, con grandes logros y graves peligros.
Una ciencia moderna que investiga todo lo que está a su alcance:
las intimidades de la materia y el funcionamiento profundo de los sistemas
vivos, sin retroceder ante ningún tabú. Y que además, actúa en un medio
social y económico, el sistema capitalista que, con su dinamismo en pos del
lucro, favorece estos avances como no lo han hecho otros sistemas. Nos da,
así, los medios para modificar ecosistemas enteros y para alcanzar con
nuestra contaminación los lugares más remotos de la Tierra y aun de sus
alrededores.
Algunos de estos avances tocan temas acerca de los cuales muchos
sienten que tal vez deberían haber quedado fuera del alcance de los
humanos, porque afectan los arcanos: hemos tocado lo intocable, hemos
comido del árbol del conocimiento. Tenemos un hondo miedo de haber pecado.
Creo que ésta es la raíz más profunda del temor que inspiran tanto la
tecnología nuclear como la manipulación genética.
Las raíces de este temor son muy profundas, y niegan y reniegan de
la racionalidad instrumental que nos guía en la vida diaria. Es necesario
reconocer su existencia y su naturaleza, y respetarlo. Negarlo, como hacen
muchos racionalistas y tecnócratas, sólo contribuye a ocultar su naturaleza
y, considerando la situación cada vez más peligrosa y angustiante en que se
encuentran el país y el mundo, hace el juego a actitudes oscurantistas y
reaccionarias. Exacerbarlo, como hacen muchos ecologistas, lejos de
asegurar que no se sigan expoliando nuestro recursos, contribuye a cortar
posibilidades de desarrollo a un país que nada necesita tanto como nuevas
fuentes de riqueza.
Muchos ecologistas rechazan las aplicaciones pacíficas de la
tecnología nuclear en su conjunto, pero no reconocen la naturaleza profunda
de sus prejuicios. Recurren, entonces, a argumentos ecológicos o
económicos. Para ellos, y según el caso, la energía nuclear o bien es
contaminante y peligrosa, o es inconveniente por ser demasiado cara.
Pero estos argumentos se pueden refutar. Es posible demostrar que
la radiactividad no es un producto de la tecnología nuclear, sino un
fenómeno presente en la naturaleza y en todos los seres vivos. Se pueden
comparar la calidad y la cantidad de la contaminación producida por esta
actividad y por otras. Los residuos nucleares decaen, aunque algunos
tienen vidas medias de milenios: los metales pesados son eternos. Se
puede comparar, también, los 8.000 muertos en accidentes de automóvil en un
solo año en la Argentina, con los millones de kilómetros recorridos por
materiales radiactivos en todo el mundo, en trenes, camiones y barcos, sin
un solo accidente. Se puede comparar los miles de muertos de la minería
del carbón con los cuidados que se toman con el medio ambiente en las
instalaciones nucleares.
Se puede comparar el impacto ecológico de las represas con el de
las centrales nucleares; el efecto invernadero está a la orden del día.
Se pueden aportar datos reales sobre el más grave accidente nuclear, el de
Chernobyl, que son accesibles y ni se parecen a las cifras que manejan los
militantes antinucleares. Se puede decir que un reactor como los de
Chernobyl no hubiese sido permitido en ningún país de Occidente; se puede
demostrar que Ezeiza no tiene ninguna relación con Chernobyl y que un
reactor nuclear no puede explotar como una bomba: ninguno de estos
argumentos hará mella en un verdadero ecologista, para el que todo lo
nuclear equivale a la muerte, aunque no siempre sepa justificar su miedo
cerval.
Entonces comienzan las distorsiones, los mitos y las mentiras:
según una fuente, en Chernobyl murieron cientos de miles de personas; ni
siquiera en Hiroshima y Nagasaki se llegó a tanto. Es interesante señalar
que, más allá de las cifras conocidas, el grupo más numeroso de víctimas de
Chernobyl fueron varios miles de fetos, víctimas de abortos provocados por
el puro temor a la radiación. Según otra fuente, en Gastre nacieron varios
bebés con malformaciones debidas al "basurero nuclear": sin embargo, jamás
se acercó a Gastre un solo átomo radiactivo (salvo los naturales que están
allí desde siempre, por supuesto). Alguien "vio" peces muertos en el río
Pichileufu, debido a la planta de enriquecimiento de uranio. Esto no es
cierto, pero hay quien lo cree. Siempre hay alguien que cree en cualquier
cosa: así se originan los mitos.
Y así llegamos al reactor de Australia y la polémica por sus
combustibles gastados. Aquí hay que separar netamente dos aspectos
diferentes: uno es el de la constitucionalidad o no del acuerdo o la
legalidad del contrato. El otro es el de la presunta peligrosidad del
eventual acondicionamiento de dichos combustibles en la Argentina.
Sobre el primer punto, si hay algo que es evidente es que no existe
consenso entre los juristas. Hay una parte de la polémica que es un tanto
bizantina: si se trata o no de residuos, si la importación temporaria es o
no el ingreso prohibido. Serán los abogados y los jueces los que dirimirán
el caso, en la remota hipótesis de que se presentase, tal vez dentro de
quince años. Si, entonces, la Justicia decide que el material australiano
no entre, no entrará. Pero, puestos a ser jurídicamente precisos en los
términos, en ninguna parte del acuerdo ni del contrato se dice que la
Argentina o INVAP se compromete a realizar el acondicionamiento en su
propio territorio, cosa que suele ser ocultada por los adversarios de la
aprobación. En todo caso, si alguien tratase de importar algo prohibido,
intervendrá la aduana y otras instancias y no lo dejará entrar. Claro,
contestan: con la corrupción que hay, entraría cualquier cosa. Pero no:
aunque la cantidad no sea grande, un envío de material radiactivo no se
puede cruzar por el río Paraná en una lancha como si fuesen paquetes de
cigarrillos. Además, ¿quién puede pensar que los prolijos australianos
aceptarían tratar con nosotros en condiciones jurídicamente tan precarias?
Y, por supuesto, relacionar todo esto con un "basurero nuclear" es una
opinión alarmista sin ningún fundamento.
Otra cosa que se dice es que la ilegal importación de la "basura
nuclear" australiana habría sido la condición para lograr el contrato. Más
allá de ser falso, este argumento es absurdo: los que ahora hacen este
pretendido "trabajo sucio" para los australianos, y lo seguirán haciendo,
son los franceses, contra los que INVAP ganó la licitación, sencillamente,
créase o no, porque su oferta era la mejor. ¿No hubiese sido más fácil
darles la obra a los franceses, si la condición era ésa?
Pero ese argumento es, además, profundamente ofensivo para los
argentinos y demuestra un nivel de colonialismo mental asombroso: implica
que no sabemos hacer nada mejor que los "desarrollados" y que sólo nos
tiran migajas a cambio de aceptar ser el basurero del mundo.
En cuanto a la peligrosidad del acondicionamiento en sí: la
Argentina maneja esta clase de materiales con competencia y seguridad desde
hace cincuenta años. La CNEA falló en llevar adelante una política de
difusión que contribuyese a calmar la ansiedad de la gente, ya que, de modo
paternalista, siempre dijo: "Nosotros sabemos hacer las cosas, no hay
motivos de alarma" sin aceptar que, a pesar de eso, había gente que tenía
miedo. Pero también es cierto que la CNEA sabe hacer las cosas y, a pesar
de su menguada situación actual, las hace bien. Ahora, lo que pasa es que
la gente no le cree nada a nadie, y ¿por qué habría de creerle a la ARN,
encargada del control de las 1.712 instalaciones de todo tipo -muchas de
ellas de aplicaciones médicas- en las que se usan materiales radiactivos en
nuestro país? A esa pregunta no hay más que una respuesta: porque la
industria nuclear argentina tiene una tradición de 50 años de hacer bien
las cosas. El que quiera creer, que crea.
Y ahora, al título de esta nota. El debate es una de las
condiciones de la democracia. Hay gente que piensa distinto, y ello es
bueno y todas las ideas deben confrontarse. Pero la manipulación de la
información y de la gente; el todo vale; la distorsión de los hechos más
allá de lo reconocible; el uso de seres humanos inocentes para hacerles
repetir mentiras, todo eso que estamos viendo en estos días en relación con
este tema, ya no se puede llamar debate. No sé si "lucha libre", el
término que he usado en el título de esta nota, es un término aceptable,
pero el nivel de mala fe que ha tomado esta confrontación sí que es
totalmente inaceptable. Se trata de técnicas totalitarias, de las cuales
Goebbels se hubiese sentido orgulloso. Se trata de dar una imagen
siniestra, y aun delictiva, de una empresa y de una actividad lícita. Ello
ofende profundamente a cientos de trabajadores honestos que hacen lo que
más pueden para ayudar a la Argentina a salir del marasmo económico, social
y también ecológico en el que se encuentra: exportar productos de alto
valor agregado.
Ciertamente, la democracia se debe un debate libre y abierto. Pero
se debe debatir hechos y no fantasías: no se puede aceptar que para los
que se oponen al acuerdo, ese fin justifique todos los medios de una
desenfrenada manipulación de la opinión pública.
>>> EL CLIENTE ¿SIEMPRE TIENE LA RAZÓN?
Por Roque Pedace (*)
En caso de aprobarse el acuerdo con Australia, el estado Argentino
deberá asegurar el procesamiento/acondicionamiento de los ECG en algún
lugar del universo. Como el gobierno no tiene más autoridad que sobre su
territorio, el acuerdo determina que , mas allá de toda ley nacional, es
allí donde finalmente ocurriría si no hubiera otras opciones. Por esta
razón se plantea el debate acerca de la constitucionalidad de la operación
propuesta por INVAP en Argentina, la cual sin el aval del acuerdo no seria
mas que un asunto privado.
La misma implicaría el ingreso de ECG -que no son residuos para
Australia y el egreso de los residuos producto del acondicionamiento en
viaje de vuelta. De este modo se sortearía la prohibición constitucional
de ingresar (porque cuando son residuos solo egresan, no permanecen )
residuos radiactivos (porque cuando ingresan no son residuos). Sin
embargo, la ley argentina incluye los ECG en el manejo de residuos y la
Constitución no hace diferencia entre permanente y temporario.
El proceso propuesto no se hace ni esta planificado que se haga en
Argentina. Desde los años 50 CNEA opera reactores de investigación. Los
ECG se mantienen varias décadas en piletas como en el resto del mundo .En
el futuro pueden también almacenarse en seco por periodos aun mas largos,
como ya ocurre con los ECG de la Central de Embalse. ¿Porque Australia no
puede hacer lo mismo con sus ECG? Porque decidió poner una fecha para la
disposición final de los residuos en un repositorio. Por tal motivo debe
acondicionar sus ECG; lo hace en el exterior por razones económicas y
políticas.
Al presentar INVAP su alternativa de acondicionar en territorio
argentino declaro que CNEA debía acondicionar sus propios ECG y que por tal
razón (necesidad propia) contaría con la planta de vitrificación requerida.
Eso era falso entonces y lo es también ahora, pero es verdad que desde el
2001, esto es después de la propuesta de INVAP, se lleva adelante un
programa de demostración de un nuevo método de procesamiento de ECG. Los
ensayos a escala de laboratorio se realizan en Ezeiza y la investigación
debe durar cuatro años, al cabo de los cuales se evaluaría su posible
utilización. El sitio y la capacidad de una hipotética planta también es
solamente materia de estudio .
Si se aceptara vitrificar ECG australianos también debería
autorizarse el transporte de residuos radiactivos por miles de Km. de
territorio argentino y alta mar, cuya seguridad estaría a cargo del Estado.
Esto sería una reversión de la política en la materia, dado que los ECG han
permanecido mayormente en el sitio del reactor y se ha tratado de evitar el
transporte internacional en el mar argentino.
Si, como sostiene INVAP con apoyo de las actuales autoridades de
CNEA, Argentina debería vitrificar sus ECG y abandonar la doctrina de
"esperar y ver" se cerraría de antemano la oportunidad de desarrollar
primero y utilizar después tecnologías mas apropiadas que permitan, por
ejemplo, reciclar y reducir el impacto de los residuos.
Dejaría de usarse un recurso del que se dispone: el tiempo, para
obtener lo que menos se tiene, y esto es consenso social sobre una solución
de largo plazo.
(*) Coordinador de la Campaña de Energía y Cambio Climático de la
organización Amigos de la Tierra.
* Información en la Red
La posición de Greenpeace respecto al tema nuclear se puede ver en:
http://www.greenpeace.org.ar/home_seccion.php3?seccion=5
El Planetario de la Ciudad de Buenos Aires organizó un debate sobre el
acuerdo que reprodujo Página/12 y se puede consultar en:
http://www.fcen.uba.ar/prensa/
Proyecto Australia: preguntas y respuestas, informe del INVAP
http://www.fcen.uba.ar/prensa/
%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%
Edicion Electronica del Cable Semanal
Producido por la Oficina de Prensa
Secretaria de Extension, Cultura Cientifica y Bienestar
Facultad de Ciencias Exactas y Naturales - UBA
Editores Responsables: María Fernanda Giraudo y Carlos Borches
Redacción: Patricia Olivella
Soporte Tecnico: Matias R. Pedraza.
|