Edición Electrónica del
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2 de Septiembre de 2002
Año 13 - Nº 464
Tercera parte
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/////////////////////////////// DIVULGACIÓN \\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\
>>> ADIÓS A LAS PAPAS FRITAS
Por Carlos Borches
Esta vez no se trató de un contaminante furtivo en alguna partida
defectuosa, ni tampoco fue un nuevo producto que llegó al mercado
sin los controles adecuados. En esta ocasión la alarma provino
nada menos que de las galletitas, las papas fritas y el mismísimo
pan.
La luz roja se encendió durante el pasado mes de abril, cuando la
Agencia Sueca de Seguridad Alimentaria difundió el estudio realizado por un
equipo de la Universidad de Estocolmo dirigido por Margareta Törnqvist,
quienes encontraron alarmantes niveles de acrilamida en alimentos ricos en
carbohidratos que, como las papas fritas o las galletitas, son sometidos a
temperaturas superiores a los 180° durante el proceso de cocción.
En Europa, donde la noticia tuvo mayor repercusión, las empresas
salieron inmediatamente a relativizar los resultados. "No es serio que una
agencia estatal difunda noticias tan alarmantes sin las debidas pruebas" se
lamentaba Jorge Jordana, titular de la Federación de Industrias de la
Alimentación y Bebidas (FIAB) de España. Similares voces se oyeron desde
otros sectores industriales, que reclamaron a los científicos difundir
públicamente sus resultados después de la aparición en revistas
especializadas.
Las críticas también apuntaron a novedosas técnicas de medición
introducidas por Törnqvist, que a juicio de los empresarios "carecía de
confiabilidad". Pero las observaciones de la industria se desplomaron
cuando los mismos valores fueron observados, empleando métodos
tradicionales, por equipos belgas, británicos, alemanes y franceses.
Fue particularmente contundente la intervención de la agencia
alimentaria británica (Food Standards Agency, FSA) que no sólo confirmó los
hallazgos de la agencia sueca, sino que además avanzó en la hipótesis que
vinculaba a la acrilamida con los tipos de cocción. Los expertos
británicos no hallaron acrilamida en los cereales o tubérculos cuando están
crudos o hervidos, pero sí cuando están fritos u horneados encontrando que
la cantidad total de acrilamida depende fuertemente del tiempo de fritura.
(ver "Incógnitas en la sartén")
* La temida acrilamida
La acrilamida irrumpió en escena en 1994, cuando la International
Agency for Research on Cancer (IARC), la calificó como un compuesto
"probablemente cancerígeno en humanos". La evaluación se basó en una
extensa evidencia en animales, ya que la cantidad y calidad de datos
disponibles en humanos era, y es, limitada.
Norma Casabet, miembro del Laboratorio de Toxicología de la FCEyN
dirigido por Eva Kesten puntualiza: "la acrilamida es una sustancia
moderadamente tóxica, lo que se conoce como un tóxico de Clase II". Con la
precisión propia de los toxicólogos, Casabet explica que la acrilamida
"tiene una dosis letal 50 en ratas de 124 mg/Kg, lo que quiere decir que en
una población de ratas, el 50% muere con una dosis oral de 124 mg/Kg"
La acrilamida, un polímero carbonado muy utilizado en la industria
del plástico y en la construcción como pegamento o cemento, forma en el
cuerpo humano un polímero mucho más peligroso llamado glycidamida. En
altas dosis, este agente químico puede provocar daños al sistema nervioso e
incluso producir daño genético.
Si bien no hay dudas sobre la acción tóxica de la acrilamida en
humanos, así como tampoco se pone en tela de juicio la incidencia
cancerígena en ratones, no hay acuerdo en torno a los niveles de acción
cancerígena en humanos. Para algunos expertos, la acrilamida debe ser
calificada con un nivel A2, es decir, "sustancia cancerígena que causa con
seguridad cáncer en humanos", en cambio otros se inclinan por darle una
categoría B2, que se traduce en "probablemente carcinogénico".
Hasta ahora se creía que las fuentes principales de acrilamida que
podían afectar a la población en general se encontraban en el agua
corriente y el humo del tabaco. La dosis máxima de acrilamida aconsejada
por la OMS para el agua corriente es de 0,1 microgramo por litro (o kilo)
de agua, lo que ayuda a comprender el nivel de alarma generada por los
estudios que encontraron, en una bolsa de papas fritas, unas 12.000 veces
ese límite, es decir 1.200 microgramos por cada kilo de producto.
* La OMS convoca a los expertos
Pasadas las pruebas británicas, la OMS y el Fondo de las Naciones
Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) reunieron a 25
especialistas para que elaboran recomendaciones y evaluaran la
confiabilidad de los estudios.
Lejos de las presiones empresariales y de la prensa, el comité de
expertos deliberó en Ginebra durante tres días y emitió un comunicado
presentado por Dieter Arnold, presidente de la reunión y miembro del
Instituto Alemán para la Protección de la Salud de los Consumidores. El
comunicado recomendó "estudiar más a fondo el posible efecto carcinogénico
de la acrilamida en los humanos (..) ya que no hay datos suficientes para
aconsejar que se consuma o no una determinada marca de patatas fritas" al
tiempo que insistieron en "una dieta equilibrada y variada" moderando el
"consumo de alimentos fritos o ricos en grasas".
Respecto a la validez de los estudios, los asesores no cuestionaron
los resultados pero fueron muy cautelosos a la hora de trasladar las
conclusiones conocidas sobre animales de laboratorio al hombre. Jorgen
Schlundt, uno de los expertos de la OMS apuntó: "Si lo que aprendimos con
los experimentos con agua y sobre los animales es verdad, podría ser una
causa de cáncer en el hombre muy significativa. Pero necesitamos saber
hasta qué punto podemos hacer tales afirmaciones y para eso tenemos muchos
estudios por delante".
* Incógnitas en la sartén
Si bien se entiende que la acrilamida apareció en productos ricos
en hidratos de carbono (más precisamente: féculas o almidón) como
consecuencia del proceso de cocción, específicamente frituras o prolongadas
exposiciones al horno por encima de los 180°, no hay explicaciones de cómo
y porqué se produce este fenómeno.
Según el estudio realizado por la FSA, se encontraron marcas de
papas fritas con 12.000 microgramos de acrilamida por kilo, pero también
hubo otras marcas con de 200 microgramos/kg. En un mismo producto la cifra
asciende de 3.500 microgramos por kilo cuando se fríe moderadamente y llega
a 12.800 microgramos por kilo cuando se fríe unos cinco minutos más.
Al mismo tiempo, siguiendo el informe británico, no se encontraron
significativas cantidades de acrilamida en productos hervidos.
* Información en la Red
Junto con la versión digital de esta nota están los informes de la FSA y de
la FAO
http://www.fcen.uba.ar/prensa/
Pagina del Laboratorio de la Universidad de Estocolmo conducido por
Margareta Törnqvist
http://www.su.se/english/edu/Studying_at_SU/EnvironChem.html
Declaración de la Organización Mundial de la Salud
http://www.who.int/inf/en/pr-2002-51.html
Informe de la Food Standard Agency (UK)
http://www.foodstandards.gov.uk/news/newsarchive/65268
Center for Science in the public interest
http://www.cspinet.org/new/200206251.html
Informe de la FAO
http://www.fao.org/spanish/newsroom/news/2002/4344-es.html
>>> INCUBADORAS: UNA FORMA DE DESARROLLO
Por Susana Gallardo
La Facultad de Ciencias Exactas proyecta la incubación de nuevos
emprendimientos. La idea es promover desarrollos con alta
tecnología a fin de lograr un aporte económico y brindar fuentes de
empleo para nuestros graduados.
Una incubadora es un recinto, cálido y protector, donde un bebé
prematuro puede desarrollarse y madurar. La incubadora por excelencia es
la gallina, que empolla los huevos hasta que los pollitos rompan el
cascarón y salgan caminando. Pero hoy en día, las incubadoras también
ayudan a que una empresa pueda nacer y dar los primeros pasos. "El
objetivo de una incubadora es desarrollar empresas de base tecnológica.
Puede estar promovida por una ciudad, una región o una universidad", define
la doctora Ruth Ladenheim, subsecretaria de Vinculación Tecnológica de la
Facultad de Ciencias Exactas y Naturales. Hoy en día, la crisis económica
de la Argentina y la necesidad de sustituir importaciones hacen ineludible
el desarrollo de nuevos emprendimientos. Y es aquí donde la Universidad
puede jugar un papel relevante. "La Universidad debe crear empresas de
alta tecnología", señala el doctor Lino Barañao, profesor y secretario de
Investigación en la FCEyN. Para Barañao, la idea es generar productos de
alto valor agregado, que se puedan exportar, permitiendo así el ingreso de
divisas. "Pero en muchos casos, el éxito de una empresa universitaria
dependerá de tener un mercado latinoamericano", subraya. Las incubadoras
de empresas que están comenzando a desarrollarse en la Argentina, tienen
una larga tradición en Europa, Estados Unidos, Canadá y Japón. Durante la
construcción de la Unión Europea, la vinculación entre la industria y la
universidad permitió dar impulso a las regiones menos desarrolladas. En
Estados Unidos, esa conexión dio lugar a un emprendimiento de la magnitud
de Silicon Valley. En nuestro país todavía hay un gran bache en la
comunicación entre ambos sectores, tradicionalmente alejados entre sí. Los
empresarios desconocen las posibilidades de desarrollo que puede brindar la
universidad, y ésta no está al tanto de las necesidades tecnológicas de las
empresas. "Hoy la Universidad comienza a percibir la necesidad de tener
vínculos fuertes con la industria porque, por un lado, esto le puede
ofrecer un aporte económico y, por otro lado, estos vínculos pueden ser
generadores de empleo para sus graduados", afirma Ladenheim. Hay muchas
maneras para establecer el contacto entre ambos grupos. Según la
especialista, se puede empezar por una investigación para determinar cuáles
son las necesidades, y concentrar la búsqueda en ciertos sectores de la
cadena productiva.
Otra estrategia es hacer talleres donde se reúnan investigadores y
empresarios. También se puede invitar a estos últimos a dar charlas en la
Universidad. El vínculo puede conducir a una pasantía, a un contrato para
brindar un servicio, pero puede terminar también en un convenio de
investigación y desarrollo."Cuando un tema puede dar lugar a un
emprendimiento, la Universidad, mediante la incubadora, puede ayudar a
desarrollarlo", indica Ladenheim. ¿En qué consiste una incubadora? Una
incubadora brinda una serie de servicios para que la empresa potencial
pueda funcionar. Por lo general consiste en una estructura centralizada
donde los investigadores o los graduados cuentan con estructuras
compartidas como servicios administrativos, asesoría legal, consultoría
económica para formular planes de negocios, asesoramiento en investigación
de mercado, etc. El hecho de compartir los servicios entre varios grupos
hace que los costos sean más accesibles. La incubadora también asiste al
investigador en la búsqueda de empresas o fondos de inversión que puedan
brindar financiamiento. El problema es que el capital sólo está disponible
cuando se demuestra que el proyecto es viable económicamente. Todo nuevo
desarrollo tiene una etapa de investigación de mercado y formulación del
plan de negocios, en que se necesitan fondos. Pero los inversores no
suelen aportar dinero en un estadio tan temprano. "Es en esta etapa cuando
intervienen los 'capitales semilla', y aquí es donde desempeña su rol la
incubadora", indica Ladenheim. Además, cuanto más temprano interviene el
capital de riesgo, mayor va a ser su participación en la empresa que se
genere. Por ello es interesante contar con un aporte del Estado, que
permita acompañar el proyecto hasta llevarlo a un punto donde haya una
patente o la posibilidad de interesar al capital de riesgo.
Patente versus publicación
Patentar un desarrollo no es sencillo, sobre todo a nivel
internacional. "Nosotros todavía no tenemos la posibilidad de pagar una
patente en el exterior, que puede costar varios miles de dólares", indica
Ladenheim. El problema no reside tanto en el costo de la patente, sino en
su mantenimiento, esto es, sostener un estudio de abogados que estén en
condiciones de litigar en el exterior. Otro de los problemas es que si un
investigador publica sus resultados en una revista especializada, cercena
sus posibilidades de obtener una patente. Pero en la carrera de un
investigador lo que cuenta son las publicaciones. La incubadora puede
jugar aquí un papel relevante. "Hay muchas formas de resolver el dilema",
asegura Ladenheim. Una alternativa es establecer un período de gracia
durante el cual el investigador mantenga horas de docencia y se dedique al
emprendimiento, pero conserve sus posibilidades de retorno al sistema de
investigación. En estos casos, la evaluación la puede realizar un comité
seleccionado especialmente, y que tenga en cuenta el trabajo de aplicación.
Ese comité podría estar integrado por empresarios que hayan surgido de la
Universidad y estén en condiciones de juzgar el grado de avance de un
desarrollo. Claro, esto puede dar lugar a que alguien que no publicó nada
quiera hacer pasar su inacción como tarea de aplicación. "Por suerte hay
mucha experiencia en el exterior, y nosotros estamos haciendo convenios con
empresas de base universitaria de otros países que nos puedan transmitir
las mejores prácticas adaptadas a nuestra situación", señala Ladenheim.
¿Cuánto cuesta una incubadora?
Una incubadora es cara porque en sus inicios no tiene ganancias
inmediatas. Pero pasado ese lapso es rentable y le permite a la
Universidad contar con fondos extra. "Nuestra idea es gastar lo menos
posible -asegura Ladenheim-, y conectarnos con otras facultades, como la de
Derecho y la de Ciencias Económicas, para que nos aporten asesoramiento en
patentes o apoyo en planes de negocios".
Las incubadoras no tienen un costo standard. Además, hay muchas
maneras de llevarlas a cabo. La idea es estimular la veta aplicada de los
proyectos sin que el investigador tenga que abandonar su actividad, al
menos en la primera etapa. Las incubadoras son una realidad en el primer
mundo. En Brasil ya hay más de 130. En la Argentina, si bien solamente
hay una decena, ya están funcionando. En tal sentido, el Gobierno de la
Ciudad de Buenos Aires realizó un concurso en 2001 para seleccionar
proyectos de innovación tecnológica con el propósito de incubar los mejores
desarrollos. Entre los finalistas se encuentran algunos desarrollos de
investigadores de Exactas, como la nariz electrónica diseñada por Martín
Negri, del departamento de Química Inorgánica, así como otros realizados
por graduados de la Facultad. Ladenheim cree que ya hay algunos proyectos
que podrían incubarse en la Facultad de Exactas, en particular en el área
de biotecnología. Una cuestión importante es la capacitación de los
graduados en lo referente a la confección de un plan de negocios, marco
legal, investigación de mercado, marketing y comunicación.
Lanzar una incubadora de emprendimientos de base tecnológica no es
una tarea fácil. La Facultad de Exactas está dando ya los primeros pasos.
La intención es firme, pero requerirá de un cambio de perspectiva por parte
de los investigadores. Barañao está convencido de que es misión de la
Universidad generar productos de alto valor agregado, y crear fuentes de
trabajo, en particular para sus graduados. "En los países desarrollados
está muy claro que la innovación es una tarea tan ineludible para la
Universidad como la investigación, la enseñanza y la extensión", recalca el
investigador, y concluye: "Si no, es incongruente plantearse una
Universidad de excelencia."
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Edicion Electronica del Cable Semanal
Producido por la Oficina de Prensa
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Redacción: Patricia Olivella
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