Edición Electrónica del
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28 de Octubre de 2002
Año 13 - Nº 472
Segunda parte
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/////////////////////////////// DIVULGACIÓN \\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\
>>> PREMIO A LOS FUNDADORES DE LA ASTRONOMÍA DE NEUTRINOS Y RAYOS X
Premio Nóbel de Física
La Real Academia Sueca de Ciencias ha decidido galardonar con el
Premio Nóbel de Física 2002 a tres investigadores pioneros en el campo de
la Astrofísica.
Una mitad del premio de 1 millón de dólares será para Riccardo
Giacconi, un ítalonorteamericano de 71 años, presidente de la Associated
Universities de Washington por sus "contribuciones pioneras a la Astrofísica
que han llevado al descubrimiento de fuentes cósmicas de rayos X".
La otra mitad será compartida por Raymond Davis Jr., (de 87 años)
del Departamento de Física y Astronomía de la Universidad de Pennsylvania
(EE.UU) y Masatoshi Koshiba (de 76 años)del Centro Internacional de Física
de Partículas Elementales de la Universidad de Tokyo (Japón) por sus
"pioneras contribuciones a la Astrofísica y, en particular, por su aportes
a la detección de neutrinos cósmicos".
De este modo, el Nóbel de Física ha recaído este año en dos
novedosas formas de mirar al cielo.
Dos ventanas al Universo
Desde tiempos remotos el ser humano se preguntó por el
funcionamiento del Sol y el origen de su intenso brillo. Pocas preguntas
parecen tan antiguas. Pero fue recién en 1920 cuando el astrofísico
británico Arthur Eddington formuló la hipótesis correcta: el brillo del
Sol proviene de una reacción nuclear de fusión mediante la cual los átomos
de hidrógeno se unen para producir átomos de helio, y la pequeña diferencia
de masa se libera como una gran cantidad de energía (según la célebre
ecuación de Einstein, E=mc2) que nos llega en forma de luz y calor. Pero
la teoría predecía que, por cada átomo de helio formado de esa manera,
debían liberarse dos partículas evanescentes llamadas neutrinos.
Los misteriosos neutrinos fueron predichos en 1930 por Wolfgang
Pauli (Premio Nóbel en 1945), pero llevó 25 años probar su existencia (lo
hizo Frederick Reines, Premio Nóbel en 1995).
Los neutrinos ofrecen una visión única del funcionamiento interior
del Sol porque son producidos en su corazón por el mismo mecanismo que lo
hace brillar. Sin embargo, presentan un enorme inconveniente para su
estudio: casi no interactúan con la materia y son muy difíciles de
detectar.
Por cada billón de neutrinos que atraviesan el cuerpo humano cada
segundo, sólo uno reacciona con alguno de sus átomos. Por eso, casi todo
el mundo consideraba imposible detectar los neutrinos que provenían del
Sol.
A fines de los años '50 Raymond Davis Jr. era el único científico
que se atrevió a tratar de probar la existencia de neutrinos provenientes
del Sol a pesar de las escasas probabilidades de éxito.
Mientras la mayor parte de las reacciones atómicas solares crean
neutrinos con energías tan bajas que los hace casi imposibles de detectar,
una rara reacción crea neutrinos de alta energía.
El físico italiano Bruno Pontecorvo había propuesto que los
neutrinos más energéticos podrían reaccionar con los átomos de cloro para
formar un núcleo de argón y un electrón. Este núcleo de argón es
radioactivo y tiene una vida de casi 50 días.
Así que, en los años '60 Davis colocó un tanque 615 toneladas de un
compuesto líquido de cloro (tetracloretileno o lavandina común), ubicado en
una antigua mina de oro de Homestake en Dakota del Sur (Estados Unidos), a
400 metros de profundidad. Había en total, 2.10 a la 30 átomos de cloro en
el tanque. Él calculó que cada mes, aproximadamente 20 neutrinos podrían
reaccionar con el cloro, o -en otras palabras- que podrían crearse 20
átomos de argón. Lo novedoso del aporte de Davis fue el descubrimiento de
un método para extraer esos átomos de argón y contarlos.
Este experimento reunió datos hasta el año 1994 y, en total, se
extrajeron aproximadamente 2000 átomos de argón. Demostró así que la
fusión nuclear es la energía que alimenta a nuestra estrella.
Sin embargo, fue menos de lo esperado. Por medio de experimentos
controlados Davis pudo demostrar que no quedó ningún átomo de argón en el
tanque de cloro por lo que podemos deducir que el proceso fue incompleto o
que se perdieron neutrinos en su camino a la Tierra.
Mientras tanto, el físico japonés Masatoshi Koshiba y su equipo
construyeron otro detector al que llamaron Kamiokande con el que amplió y
confirmó los resultados de Davis dando origen a la astronomía de neutrinos.
El tanque de Koshiba estaba lleno de agua y colocado también en una
mina, pero en Japón. Cuando los neutrinos pasan a través de este tanque,
interactúan con el núcleo atómico del agua. Esta reacción produce la
liberación de un electrón que crea pequeños flashes de luz. El tanque está
rodeado por detectores que pueden amplificar y capturar estos flashes.
Ajustando la sensibilidad de estos detectores se pudo probar la presencia
de neutrinos y confirmar los resultados de Davis.
El 23 de febrero de 1987, el detector de Kamiokande pudo también
detectar neutrinos provenientes de una explosión de supernova llamada 1987A
en la Nube Mayor de Magallanes, a 170.000 años luz de la Tierra. Si se
forma una estrella de neutrones cuando tiene lugar una explosión de
supernova, la mayor parte de la cantidad de energía liberada será emitida
en forma de neutrinos. Un total de casi 10 a la 58 neutrinos fueron
emitidos por la supernova 1987A. Se calcula que por el detector de
Kamiokande pasaron 10 mil billones (10.000.000.000.000.000). De ellos, el
detector capturó 12.
Para aumentar la sensibilidad de los neutrinos cósmicos, Koshiba
impulsó la construcción de un detector mayor, Super Kamiokande, que entró
en funcionamiento de 1996. Este experimento observó recientemente los
efectos de los neutrinos dentro de la atmósfera terrestre que indican un
nuevo fenómeno: la oscilación de los neutrinos que permite que un tipo de
neutrino cambie y se convierta en otro tipo. Esto implica que los
neutrinos tiene masa lo que significa una observación esencial para el
Modelo Estándar que describe el mundo de las partículas subatómicas y el
papel que juegan los neutrinos en el universo. Esto también podría
explicar porqué Davis encontró menos neutrinos de los esperados.
Los instrumentos y descubrimientos de Davis y Koshiba fundaron la
astronomía de neutrinos, un campo de investigación muy activo en la
actualidad.
Un firmamento invisible
Los rayos X fueron descubiertos por Wilhelm Röntgen en 1895 y
rápidamente fueron comenzados a utilizar por físicos, médicos y
laboratoristas en todo el mundo. En contraste, les llevó a los astrónomos
casi medio siglo comenzar a estudiar este tipo de radiación. La razón
principal es fue que los rayos X, que pueden atravesar tan fácilmente el
tejido humano y otros materiales sólidos, son casi enteramente absorbidos
por la delgada atmósfera terrestre.
En el año 1949 se pudo registrar por primera vez radiación de rayos
X fuera de la Tierra y se hizo con instrumentos colocados sobre un cohete
por Herbert Friedman. Se pudo comprobar que esa radiación proviene de
áreas de la superficie del Sol en que se encuentran manchas solares y
erupciones y de los alrededores de la corona, que tiene temperaturas de
varios millones de grados. Pero este tipo de radiación hubiera sido muy
difícil de registrar si el Sol se encontrara tan lejos como el resto de las
estrellas de la Vía Láctea.
Gracias a la astronomía de rayos X y a sus pioneros, en especial
Giacconi, nuestra visión del universo ha cambiado de modo decisivo. Hace
cincuenta años nuestro punto de vista estaba dominado por la imagen de
estrellas y constelaciones en equilibrio donde cualquier cambio era muy
gradual y lento. Hoy sabemos que el universo también es un escenario donde
los sucesos se producen en forma extremadamente rápida y donde enormes
cantidades de energía se liberan en procesos que duran menos de un segundo
y que relacionados con objetos no mayores que la Tierra pero extremadamente
compactos. El estudio de estos procesos que suceden en estos objetos
compactos y en el corazón de las galaxias, se basan en los datos provistos
por la astronomía de rayos X.
Un nuevo y fantástico muestrario de cuerpos extraños e importantes
se han descubierto y estudiado gracias a la astronomía de rayos X.
"Las fuentes de rayos X", explicó Giacconi a Reuters, "pueden ser
débiles si consisten en estrellas normales, o pueden estar muy lejos, como
los llamados cuásares. De modo que, actualmente, la astronomía de rayos X
engloba la totalidad de la astronomía".
El italoestadounidense Riccardo Giacconi detectó por primera vez
rayos X procedentes del exterior del sistema solar y aportó las evidencias
más sólidas de la existencia de los agujeros negros.
Giacconi fue reconocido por construir el primer telescopio de Rayos
X que proveyó "imágenes completamente nuevas del Universo", dijo la
Academia. Su trabajo contribuyó a la fundación de la Astronomía de Rayos
X, que permitiría aportar datos sobre la existencia de los agujeros negros
y penetrar en el corazón de las galaxias jóvenes donde están naciendo
estrellas.
Riccardo Giacconi, de 71 años, genovés nacionalizado
estadounidense, concibió en 1959 los principios que debían regir el diseño
de un telescopio para la detección de rayos X. Este tipo de radiación
electromagnética resulta absorbida casi por entero por la atmósfera
terrestre, por lo que su detección requiere usar cohetes o dispositivos en
órbita.
Uno de los primeros experimentos diseñados por Giacconi pretendía,
mediante el uso de un detector lanzado en un cohete, comprobar si la Luna
emitía rayos X bajo la influencia del Sol. El experimento falló, pero
durante su curso se detectaron fuentes insospechadas de rayos X: se
trataba, según se supo después, de estrellas comunes que giraban alrededor
de objetos compactos como las estrellas de neutrones o los agujeros negros.
Este fallo de Giacconi inauguró el nuevo campo de la astronomía de
rayos X, fundamental en la actualidad.
El uso de cohetes de vuelo corto impedía que las observaciones
tuvieran la precisión deseable, y Giacconi empezó en los años sesenta a
preparar el uso de satélites que llevaran incorporado un detector de rayos
X. El primero fue lanzado en 1970 desde Kenia, y fue bautizado Uhuru (que
significa "libertad" en suahili). Según la academia sueca, "cada semana
que estuvo en órbita produjo más resultados que todos los experimentos
anteriores sumados".
A partir de 1978, un nuevo satélite que transportaba un telescopio
de rayos X de alta definición, llamado Observatorio Einstein, logró un gran
número de descubrimientos sobre las estrella dobles, los agujeros negros,
los restos de supernovas y el gas intergaláctico.
Otro proyecto de Giacconi, el observatorio de rayos X Chandra, que
fue lanzado en 1999 tras más de 20 años de preparación, ha obtenido unas
imágenes del universo de un detalle sin precedentes. Según la academia,
"gracias a la astronomía de rayos X y sus pioneros, en particular Giacconi,
nuestra imagen del universo ha cambiado de manera decisiva".
Giacconi conduce también el proyecto Atacama Large Millimetre Array
(ALMA), que instalará 64 antenas en el desierto chileno, y del que
participan científicos argentinos del IAFE.
>>> APRECIANDO LAS GRANDES MOLÉCULAS
Premio Nóbel de Química 2002
El estadounidense John Fenn, el japonés Koichi Tanaka y el suizo
Kurt Wüthrich son los tres premiados este año por sus aportes al
estudio de las proteínas. Sus investigaciones permiten analizar
detalladamente estas macromoléculas esenciales para la vida, algo
que posibilita, entre otras cosas, la creación de medicamentos más
eficaces para atacar enfermedades como el Alzheimer.
Las proteínas juegan un rol fundamental en las células de los
organismos vivos -bacterias, plantas y animales-. Estas grandes moléculas
-de más de 1000 dalton (unidad de masa atómica)- son en realidad diminutas
piezas que encajan singularmente unas con otras permitiendo el armado del
ensamblaje celular. Para analizar la forma en que cada proteína funciona
en relación con sus vecinas es necesario conocer su peso y su forma, los
dos temas que resuelven las técnicas desarrolladas por los científicos
laureados este año con el Premio Nóbel de Química.
John B. Fenn (85) -de la Universidad del Commonwealth de Virginia,
en Richmond- y Koichi Tanaka (43) -jefe de la división Bioscience del
laboratorio de desarrollo de Shimadzu Corp., en Kyoto- obtuvieron la mitad
del premio por sus aportes a la espectrometría de masa (EM), una técnica
que sirve a la difícil tarea de "pesar" macromoléculas. El otro laureado
fue Kurt Wüthrich (64) -investigador del Instituto Federal Suizo de
Tecnología de Zurich-, por sus trabajos en aplicación de resonancia
magnética nuclear (RMN) al estudio de las proteínas.
Estas técnicas se utilizan actualmente para investigar distintas
enfermedades y sus respectivas curas (la lucha contra diversos tipos de
cáncer o enfermedades como la malaria y el Alzheimer) y en el control de
calidad de los alimentos.
La levedad de las proteínas
Las macromoléculas pueden ser grandes en comparación con otras
moléculas. Pero ¿qué significa "grande" dentro del pequeño cosmos que
habita dentro de la célula? La hemoglobina -encargada de llevar oxígeno a
las células-, por ejemplo, tienen una masa de 10-19 gramos (es decir, una
décima de un mil millonésimo de un mil millonésimo de un gramo).
Dos de los métodos que permiten estimar el peso molecular de las
proteínas fueron descubiertos por los científicos galardonados en el área
de espectrometría de masa. Fenn publicó dos artículos en 1988 en los que
describió cómo las proteínas en solución (estado líquido) pueden ser
volatilizadas (estado gaseoso) por acción de un campo eléctrico produciendo
moléculas gaseosas iónicas: esta técnica se conoce como electrospray
ionization (ESI). Tanaka, por su parte, comunicó en 1987 sus resultados
positivos para la volatilización y ionización de macromoléculas en estado
sólido, mezcladas con un metal (matriz), mediante el bombardeo de esa
mezcla sólida por un láser ultravioleta: el procedimiento ideado por el
ingeniero de Shimadzu se denomina Matrix-Assisted Ultraviolet Laser
Desorption Ionisation (UV-MALDI).
La doctora Rosa Erra-Balsells, profesora del Departamento de
Química Orgánica de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales (FCEN) de
la UBA, se dedica desde hace algunos años a investigar la técnica UV-MALDI
y compartió la redacción de un par de papers sobre el tema con Tanaka.
Erra-Balsells explica el sutil trabajo que se realiza sobre las proteínas
para poder estimar su peso: "hay un láser que produce la desorción
(volatilización), pasando la macromolécula del estado sólido al gaseoso
ionizado. En realidad este proceso ocurre porque las macromoléculas en
estado sólido están mezcladas con un segundo cuerpo llamado matriz
(fotosensibilizador) quien en realidad es el que absorbe la energía
(fotones) que provee el láser". Midiendo el "tiempo de vuelo" de las
macromoléculas gaseosas ionizadas hasta llegar al electrodo con carga
opuesta que las atrae (detector), se puede calcular el peso molecular de
las mismas. Esto es posible porque la combinación láser-matriz produce la
desorción y ionización de las proteínas, sin que éstas pierdan su
estructura primaria.
La EM es una técnica que se conoce desde principios del siglo XX.
Con el fin de analizar las partículas, ya en 1912 Joseph Thompson utilizaba
tubos de rayos catódicos para orientar pequeñas moléculas en estado gaseoso
iónico bajo la acción de un campo eléctrico. "Los equipos comerciales para
realizar estos experimentos aparecen en los años '50, pero hasta fines de
la década del '80 hubo una fuerte limitación -señala la investigadora-. La
espectrometría de masa se basa siempre en tener, por algún método, la
molécula en estado gaseoso ionizado. Y, hasta el descubrimiento de la
técnica MALDI había muchas moléculas que no se podían llevar al estado
gaseoso sin que perdieran sus características estructurales, como por
ejemplo el azúcar -que se descompone con el calor".
La FCEN tiene desde 1997 un convenio con el laboratorio de la
Universidad de Ehime (Japón) donde se puso en funcionamiento uno de los
primeros equipos MALDI producidos por Shimadzu. Allí viaja todos los años
la Dra. Erra-Balsells llevando potenciales nuevas matrices
(fotosensibilizadores) -que desarrolla con su grupo de investigación en la
facultad- y muestras de macromoléculas de sus alumnos y colegas para ser
analizadas, ya que no se posee ese tipo de tecnología en el país.
Ver para entender
Una proteína típica es una cadena de unos 200 o 300 eslabones de
aminoácidos -de 20 tipos distintos- ubicados de una forma específica.
Debido a que ciertos aminoácidos tienden a asociarse a otros, ese orden
fuerza a la proteína a plegarse en una forma tridimensional precisa, y esa
figura "muestra" muchos secretos del funcionamiento de estas
macromoléculas.
En 1959, los científicos Max Perutz y John Kendrew resolvieron por
primera vez la estructura tridimensional de dos proteínas: la hemoglobina
y la mioglobina. Diez años después se había averiguado la forma de otras
ocho. El progreso continuó y sólo durante el año 1999 se resolvieron cerca
de dos mil proteínas, casi la mitad de las cuales se pudieron "ver" gracias
a la aplicación del método de resonancia magnética nuclear (que también se
utiliza para hacer diagnósticos médicos) por el cual fue galardonado Kurt
Wüthrich este año.
La RMN se basa en que los núcleos atómicos de las proteínas, cuando
se las sitúa en un intenso campo magnético, absorben las ondas de radio de
cierta frecuencia. Lo más importante es que la absorción de un átomo
depende de qué otros átomos se hallen próximos a él, por lo que la técnica
sirve para determinar las posiciones que ocupan los átomos en una molécula
(es decir, la forma de la molécula). El problema es que una sola molécula
de proteína tiene miles de átomos, lo que hacía impracticable la RMN hasta
que Wüthrich ideó los métodos técnicos y matemáticos para resolver ese
enigma.
Luego de que el genoma estallara hace algunos años en una multitud
de proyectos que se propusieron cartografiar el mapa genético de diferentes
organismos, se evidenció la necesidad de conocer los espacios intermedios
entre la información que tiene el gen (secuencias de aminoácidos) y la
función final que tiene una proteína en un sistema. La imagen
tridimensional permite "ver" exactamente qué forma tiene la proteína, cómo
está distribuida en el espacio, los distintos componentes de las cadenas,
"si hay agujeros o sitios activos, si hay metales, si se puede meter agua.
Además, conociendo qué grupos químicos están en la parte interna y externa
de esos agujeros se puede prever qué tipo de interacción química puede
generar (la proteína) con su entorno", detalla la Dra. Erra-Balsells.
Estos sistemas de encajes perfectos que conforman las proteínas, son las
piezas fundamentales del rompecabezas que los científicos intentar armar
para descifrar los fenómenos de la salud y de la enfermedad que surgen
cuando la maquinaria de la vida se pone en funcionamiento.
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Edicion Electronica del Cable Semanal
Producido por la Oficina de Prensa
Secretaria de Extension, Cultura Cientifica y Bienestar
Facultad de Ciencias Exactas y Naturales - UBA
Editores Responsables: María Fernanda Giraudo y Carlos Borches
Redacción: Patricia Olivella
Soporte Tecnico: Matias R. Pedraza.
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