Edición Electrónica del
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4 de Noviembre de 2002
Año 14 - Nº 473
Segunda parte
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/////////////////////////////// DIVULGACIÓN \\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\\
>>> PICAN, PICAN LOS MOSQUITOS
Por María Gabriela Freire (*)
Agazapados en el césped esperan el paso de su presa. Y sus
víctimas no son ni más ni menos que aquellos que esperan disfrutar de los
primeros atardeceres agradables que nos da la primavera o los que corren
alrededor de los lagos de Palermo para luchar contra los kilos de más que
dejó el invierno. Esta es una escena conocida para la mayoría de los
porteños cuando comienzan los días más cálidos.
Se trata de Ochlerotatus albifasciatus, una especie de mosquito muy
voraz y de picadura dolorosa e insistente. "Son responsables de la
disminución en la producción lechera y cárnica de diversas zonas de la
región pampeana, como en la provincia de Santa Fe. Por su tamaño corporal
pueden perforar la piel del ganado, picándolo insistentemente, a tal punto
de poner tan nerviosas a las vacas que no les permite alimentarse
correctamente", asegura Nicolás Schweigmann, doctor en biología y director
del Grupo de Estudio de Mosquitos de la Universidad de Buenos Aires.
Oc. albifasciatus es una de las llamadas especies de inundación.
Sus hembras oviponen sobre terrenos inundables, y los huevos eclosionan en
contacto con el agua, al llegar las lluvias. Estos huevos son de
resistencia, por lo cual pueden permanecer en suelo seco más de un año y
ser aún viables. Por eso, en temporadas lluviosas se producen grandes
aumentos en la abundancia de estos insectos.
"Pero no sólo es molesto -continúa Schweigmann- sino que también es
un importante vector de diversos agentes patógenos, como el virus de la
encefalitis equina del oeste y la Dirofilaria immitis, un nematodo que se
aloja en el corazón de los perros causándoles serias cardiopatías".
Los espacios verdes
Sin embargo, Oc. albifasciatus no está solo. El grupo de
investigación de la UBA ha determinado 32 especies de mosquitos de la
ciudad de Buenos Aires, muchas de ellas de importancia sanitaria, ya que
podrían transmitir los parásitos causantes de enfermedades como las
encefalitis equinas (que también pueden afectar al hombre), las filariasis
humanas y caninas, el dengue y el paludismo.
"Indiscutidamente los espacios verdes son los lugares de la ciudad
de Buenos Aires donde puede encontrarse la mayor abundancia y diversidad de
especies de mosquitos, pues ofrecen gran cantidad de sitios de cría", dice
Cristina Marinone, limnóloga participante del grupo de investigación de
Schweigmann.
La cantidad de mosquitos es directamente proporcional a la
extensión de los espacios verdes, a la abundancia de su vegetación y a la
cercanía de cuerpos de agua que puedan ser aptos como criaderos (sin peces
pero con vegetación litoral o flotante). También es claro que cuanto más
salvaje sea la vegetación de un parque, como sucede en la Reserva Ecológica
Costanera Sur, tanto mayor será la diversidad (variedad) de mosquitos que
se encuentre.
Por otro lado, la abundancia de mosquitos aumenta a medida que nos
alejamos del centro hacia los barrios de la periferia de la ciudad, de
casas bajas con jardines y poco tránsito. Según la opinión de la
especialista, "la presencia de vegetación es un factor de mucha importancia
para que prosperen las poblaciones de mosquitos, ya que les proporciona
refugio y alimento, tanto los jugos vegetales de los que se alimentan los
machos y las hembras no grávidas, como la sangre de aves para las hembras
próximas a oviponer".
No sólo en verano
Los mosquitos suelen ser asociados con el verano, y esto puede
explicarse de dos maneras. En lo que hace a la biología, se trata de
organismos poiquilotermos, es decir que su metabolismo depende de la
temperatura ambiente, y por lo tanto están más activos durante la estación
cálida. Este aumento de la tasa metabólica implica una mayor actividad
reproductiva que a su vez requiere una alimentación más frecuente. En los
seres humanos, esto es percibido como un incremento en la frecuencia de
picaduras.
Por otra parte, se ha comprobado que en el verano aumenta la
diversidad de mosquitos; es decir que su número no sólo se incrementa por
una reproducción más activa de las poblaciones locales, sino que la ciudad
recibe a otras especies de presencia estacional, que sólo pueden prosperar
en esta parte del mundo durante la temporada cálida. Una gran abundancia y
una mayor actividad de vuelo a causa del apareamiento, búsqueda de alimento
o de sitios de oviposición, implican de por sí una mayor probabilidad de
encuentro entre éstos y la gente.
En lo que respecta al comportamiento humano, el verano es propicio
para las actividades al aire libre en espacios verdes, por lo tanto esto
también aumenta la probabilidad de encuentro con los mosquitos. El uso de
ropas más livianas o el hecho de dejar expuesta una mayor superficie de
piel, asociadas a una mayor transpiración durante el verano, también son
factores de atracción para los mosquitos.
Cómo protegernos
Existen varias formas de prevenir los ataques de los mosquitos, no
solamente las conocidas barreras físicas, como los alambres mosquiteros en
puertas y ventanas, o las químicas, como los insecticidas y repelentes.
En espacios abiertos, simplemente se puede reducir la posibilidad
de encuentro, teniendo en cuenta los horarios de picadura de los mosquitos,
y los lugares que éstos frecuentan. También podemos limitar nuestra
exposición utilizando ropas de telas más gruesas o de colores no atractivos
para los mosquitos, entre los que figuran los de la gama del azul.
"Manteniendo una correcta higiene personal y de la ropa, podemos evitar ser
detectados por nuestro olor corporal, asimismo no es recomendable utilizar
perfumes florales, ya que resultan atractivos para los mosquitos",
recomienda Marinone.
Otra posibilidad, en ambientes de alta densidad de mosquitos o
donde exista alto riesgo de transmisión de enfermedades, es prepararse con
anticipación tomando una dosis importante de vitaminas del complejo B, para
lo cual debe consultarse a un médico. Luego de ello, el olor de la piel
resultará desagradable para los mosquitos y otros insectos hematófagos.
Los especialistas opinan que en los jardines deben mantenerse las
plantas podadas y el pasto cortado para ofrecer el menor refugio posible a
los mosquitos o también cultivar plantas con aromas repelentes para ellos,
como el ricino. En aquellos jardines con estanques ornamentales, es
indispensable sembrar especies de peces que incluyan en su dieta larvas de
mosquitos. Se deberá tener el mayor cuidado en no dejar recipientes en los
cuales se pueda acumular agua de lluvia, transformándose en criaderos.
"Para los espacios verdes públicos, de gran extensión -agrega la
limnóloga- no existe nada más eficiente que la nivelación del terreno para
evitar la profusión de charcos".
(*) Bióloga, integrante del Grupo de Estudio de Mosquitos de la
UBA, y alumna del curso de Periodismo Científico de la FCEyN, año
2001.
>>> RADIOGRAFÍA DEL AGUJERO DE OZONO
La capa de ozono muestra peculiaridades
Por Cecilia Draghi (*)
Este año es menos extenso en relación con el 2001. Esta capa de la
atmósfera -que protege a los seres vivos de los rayos
ultravioletas- muestra en el Cono Sur niveles iguales o superiores
a los valores medios de la última década. Este cambio responde a
una variabilidad climática y no se puede inferir una recuperación
de este vital gas que envuelve el planeta, según un estudio de la
Universidad de Buenos Aires
¿Cómo se halla la capa de la atmósfera que protege a los seres
vivos de los rayos ultravioletas y que en primavera adelgaza tanto hasta
desaparecer en algunas regiones del Hemisferio Sur? "El agujero de ozono
2002 muestra algunas peculiaridades respecto de años anteriores. Tiene
menor extensión, pero es tan profundo como en eventos pasados. Todo parece
indicar que su tamaño será reducido y quizás finalice antes de fin de
noviembre si continúa con este comportamiento", anticipa Pablo Canziani,
investigador del Conicet y coordinador nacional de investigación para la
Convención de Viena para la Protección de la Capa de Ozono.
Desde fines de agosto se abre en general sobre la Antártida un
"agujero" de ozono tan extenso como Estados Unidos, que se cierra hacia
principios de diciembre. "Este año la extensión es hasta ahora de sólo 11
millones de kilómetros cuadrados, frente a los 25 millones de 2001, y menos
importante aún que el récord de 2000 cuando alcanzó a 30 millones de km2 en
igual fecha (algo así como la superficie de África)", compara este
especialista que dirige el Grupo de Atmósfera Media de la Facultad de
Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires (FCEyN-UBA).
Con satélites en el espacio y con mediciones desde la tierra, los
científicos monitorean el estado de este gas azulado y olor intenso que
envuelve al planeta a partir de unos 15 kilómetros por encima de nuestras
cabezas. "Sobre el Cono Sur se han detectado mayores niveles de ozono que
otros años. Esto no quiere decir que mejore el problema -advierte- sino
que responde a variables climáticas. Por lo tanto, no se puede inferir que
la capa se esté recuperando".
Crucial para la vida en la Tierra, este compuesto formado por tres
átomos de oxígeno se halla a sus anchas en la estratósfera. Allá arriba se
desparrama entre los 15 y 50 kilómetros de altura. Si se lo comprimiera a
la presión de la superficie, su espesor no superaría los tres milímetros.
Sin embargo, este frágil escudo filtra rayos ultravioletas dañinos para el
medio ambiente y la salud. ¿Un ejemplo? El aumento de este tipo de
radiación puede provocar incremento de cáncer de piel o trastornos oculares
como ceguera, entre otros. Paradójicamente, si de lejos protege a los
mortales de no pocos males, de cerca resultaría tóxico y hasta letal con
sólo aspirar pequeñas dosis.
De tiempos y cambios
"Si bien este año el agujero es más reducido en tamaño, la carga de
cloro en la atmósfera es tal que la destrucción del ozono sigue siendo
máxima", subraya el especialista. Ciertos productos químicos llamados
clorofluorocarbonos o CFC, usados durante largo tiempo como refrigerantes y
propelentes en aerosol -entre otros-, al ascender a la atmósfera resultan
una amenaza para el ozono. Y en algunos lugares este gas es más vulnerable
que en otros. En el Polo sur las bajas temperaturas junto con otros
factores generan reacciones devastadoras. Si una molécula de cloro
destruye comúnmente mil moléculas de ozono, en la Antártida las moléculas
afectadas superan el millón, según precisa.
En ese continente austral, los científicos detectaron una pérdida
periódica de ozono en la década del '70, y a mediados de los '80
descubrieron el "primer agujero". Esto impulsó a la Convención de las
Naciones Unidas, conocida como Convención de Viena y Protocolo de Montreal,
a tomar medidas para eliminar gradualmente los CFC. Precisamente,
Canziani, doctor en física, fue designado coordinador científico por
Argentina ante este acuerdo, y es quien detalla los cambios registrados en
las últimas décadas. "En los '80 se registró la caída más brusca de los
niveles de ozono en la parte habitada del hemisferio sur, entre los 30 y 60
grados latitud sur, es decir desde Córdoba hacia toda la Patagonia",
describe y a renglón seguido agrega: "En los '90 se estabilizó en algunos
lugares y en otros, como en el Atlántico Sur, se intensificó la destrucción
de ozono. Actualmente sigue cayendo, pero no tan abruptamente como en los
'80. Esto no quiere decir que no pueda empeorar la situación".
En medio de estos registros también sumaron ópticas ante este
fenómeno a lo largo de estos años. "Tiempo atrás se suponía que al
comprender los procesos químicos estaba todo resuelto. Si eliminábamos los
famosos CFC, se solucionaría el problema, y en el 2050 o 2070 a más tardar
no tendríamos más agujero", recuerda. Sin embargo sucedieron hechos
llamativos. Uno de ellos fue que el cloro saturó la estratósfera en 1997,
cuando según cálculos -indicó- debía hacerlo en el 2005 ó 2007. "En los
últimos años, los estudios, especialmente europeos, indican que la
variabilidad de la circulación atmosférica y el cambio climático pueden
afectar la capa de ozono", precisa, sin dejar de remarcar: "Sin duda, el
cloro destruye el ozono, pero no se sabe a ciencia cierta qué modula la
magnitud de la destrucción. Algunos sugieren que, sobre todo, influye el
factor meteorológico. Debemos seguir investigando".
En este sentido, desde el departamento de Ciencias de la Atmósfera
y los Océanos de FCEyN-UBA, Canziani muestra la niña mimada: una
"supercomputadora" que permitirá procesar gran cantidad de datos
provenientes de satélites y realizar modelos de dinámica aplicada, de modo
de desarrollar capacidad predictiva en esta materia.
Ozono mío
La capa de ozono no estuvo siempre recubriendo la Tierra. La
atmósfera original del planeta era de amoníaco y metano, es decir
intolerable para cualquier ser que quisiera asomar sus narices por la
superficie. Sumergidos en el agua los primeros organismos estaban
protegidos en líquido por ese entonces. "En el océano, la vida emitía
oxígeno como un contaminante. Este "desecho" con el paso del tiempo
conformó el 21 por ciento de la composición de la atmósfera que combinado
con la radiación ultravioleta formó la capa de ozono. De esta manera, los
seres vivos pudieron salir del agua y conquistar tierra firme. En otras
palabras, la capa de ozono es un filtro que permitió la vida en la
superficie", remarca Pablo Canziani.
*** En red
Desde el Departamento de Ciencias de la Atmósfera y los Océanos de
FCEyN-UBA, el doctor Pablo Canziani tiene la responsabilidad de
coordinar las investigaciones nacionales sobre la Capa de Ozono,
actividades de las que participan el Servicio Meteorológico
Nacional, la Red Nacional Ultravioleta del CITEFA, el Grupo de
Ultravioleta del Instituto de Física de Rosario, el Centro Austral
de Investigaciones Científicas (CONICET), el Centro de
Investigaciones del Mar y la Atmósfera (UBA/CONICET), y la
Universidad Nacional de San Luis.
*** De radiaciones y lugares
"En la Antártida, aún en la peor época del agujero de ozono, la
radiación ultravioleta es equivalente a la que se registra en el
norte de Argentina o sur de Brasil durante el verano", indica Pablo
Canziani. Al evaluar las zonas de mayor peligro no sólo se tiene
en cuenta la distribución del ozono sino también su ubicación con
respecto al sol. En este sentido y contra la habitual creencia, el
especialista asegura: "La ciudad de Buenos Aires tiene
habitualmente más radiación que Ushuaia, y menos que la Puna, una
de las regiones más afectadas del país por ubicarse a mayor altura
y más cercana al trópico", puntualiza. A diario el Servicio
Meteorológico Nacional brinda un pronóstico de intensidad de
Radiación Ultravioleta con sólo ingresar a
http://www.meteofa.mil.ar/
(*) Centro de Divulgación Científica - SEGBE - FCEyN.
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Edicion Electronica del Cable Semanal
Producido por la Oficina de Prensa
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Redacción: Patricia Olivella
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