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E D U C Y T
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Noticias de
Educacion, Universidad, Ciencia y Tecnica
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21 de marzo de 2003 Año 6 Nro. 218
Segunda sección
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%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%% INDICE %%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%
--------------------------- CIENCIA Y TECNICA -----------------------
BUSCANDO VIDA ENTRE LAS ESTRELAS
Entrevista a Guillermo A. Lemarchand
Por Patricia Olivella
EL DESAFÍO A LA BIOLOGÍA MOLECULAR
Priones, retrovirus y viroides
BREVES DE CIENCIA Y TECNOLOGIA
EFEMÉRIDES
------------------------ TODOS DICEN LO SUYO ------------------------
----------------- CURSOS, BECAS, SEMINARIOS, CONCURSOS ---------------
CURSOS, BECAS, SEMINARIOS
Generales, Educación, Ciencias Sociales, Ciencias Exactas
e Ingeniería, Ciencias Naturales, Ciencias de la Salud.
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--------------------------- CIENCIA Y TECNICA -----------------------------
[] BUSCANDO VIDA ENTRE LAS ESTRELAS
Entrevista a Guillermo A. Lemarchand
Por Patricia Olivella
Cuando uno habla de bioastronomía resulta casi inevitable que se
despierten susceptibilidades acerca de sospechosas búsquedas de
marcianitos, alienígenas y Ovnis. Sin embrago, lejos está esta
nueva rama de la Astronomía de parecerse a las pseudociencias. El
interés por descubrir organismos vivos fuera de nuestro planeta ha
motivado el interés y el trabajo de astrónomos y biólogos que han
abordado el tema con seriedad y rigor científico. Tal es el caso
de Guillermo A. Lemarchand, físico argentino, discípulo de Carl
Sagan y actual Director del Proyecto SETI (Search for
Extraterrestrial Intelligence) en el Instituto Argentino de
Radioastronomía e investigador del Centro de Estudios Avanzados de
la UBA.
Guillermo Lemarchand nació en Buenos Aires hace 39 años. Su
interés por comprender lo que veía en el cielo estuvo presente en él desde
que puede recordar. "El solo hecho de contemplar el cielo y tratar de
entender qué es lo que uno ve, despierta la curiosidad", dice con
naturalidad. "Desde aquella edad temprana, la pregunta obvia, que no podía
dejar de hacerme, era si estamos solos en el Universo". Su interés
inicial, continuó y lo llevó a cursar estudios de Física en la Facultad de
Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires. Allí, a
falta de una carrera específica de Astronomía, junto a un grupo de
estudiantes interesados en el tema organizaron una Comisión de Astrofísica
para fomentar el estudio de la física aplicada al espacio y compartir, de
algún modo, su interés común. "Fui muy afortunado porque en los primeros
años de la carrera tuve la oportunidad de organizar junto con otros
estudiantes las primeras Jornadas Interdisciplinarias sobre Vida
Inteligente en el Universo que se realizaron en la Facultad en el año 1985.
Eso me puso en contacto con la gente que estaba trabajando en el exterior,
con los cuales empezamos a trabajar en la Argentina en el proyecto SETI",
nos relata.
Con esta sigla SETI, iniciales de Search for Extra Terrestrial
Intelligence (búsqueda de inteligencia extraterrestre), se definen los
programas mediante los cuales se investiga sobre la posible existencia de
civilizaciones tecnológicamente evolucionadas más allá de la Tierra. Estos
estudios, se realizan empleando radiotelescopios, que rastrean señales
provenientes del espacio profundo, las cuales podrían ser el producto de
seres similares a nosotros. La historia comenzó hace casi 40 años cuando
el astrónomo norteamericano Frank Drake utilizó por primera vez el
radiotelescopio de Green Bank para detectar emisiones lejanas de radio que
indicaran la presencia de civilizaciones inteligentes. Aquel histórico
día, Drake sólo pudo escuchar el ruido de fondo del cosmos, similar a la
interferencia que se escucha cuando se sintoniza mal una radio. Sin
embargo, ese fue el puntapié inicial para un nuevo uso de la
radioastronomía. Desde entonces y hasta hoy, se han acumulado más de
350.000 horas de escucha espacial.
Llamáme antes de venir
"Las distancias que nos separan de otras estrellas son
excesivamente grandes y no nos es posible diseñar una nave para que pueda
ir hasta ellas", explica Lemarchand cuando se le pregunta por qué se busca
vida extraterrestre de este modo. "Por el momento no tenemos tecnología
como para buscar vida más primitiva porque no podemos acercarnos a otras
estrellas. Algunos especulan con que exista la posibilidad de algún tipo
de vida en alguna de las lunas de los planetas gigantes como Titán
(Saturno) o Europa (Júpiter).
Las agencias espaciales europeas y norteamericana ya comenzaron a
preparar naves interplanetarias automáticas para explorarlas. Sin embargo,
todas estas misiones son muy costosas y demandan muchos años". En cambio
si las hipotéticas civilizaciones extraterrestres hubieran desarrollado
tecnología, encontrarlas tal vez sería más fácil. "Si especulamos que la
vida pudo haber surgido en otros mundos, en otras estrellas, uno puede
también especular acerca de la posibilidad de que, con tiempo suficiente,
esa vida pueda haber desarrollado inteligencia y, con tiempo suficiente,
esa inteligencia haya desarrollado tecnología. Tan pronto se dispone de
tecnología para comunicaciones y exploraciones radioastronómicas, es
posible manifestarse al resto del cosmos como civilización y establecer
comunicaciones con otras civilizaciones. Por ejemplo, a través de envío de
ondas de radio que se propagan a la velocidad de la luz, que son fáciles de
generar, fáciles de detectar y tienen la virtud de poder ser portadoras de
gran cantidad de información a un costo energético realmente reducido.
Teniendo en cuenta todos estos hechos uno puede especular acerca de que
pueden existir otras civilizaciones que son inteligentes, llegaron a este
tipo de conclusiones y están haciendo transmisiones de mensajes para darse
a conocer a sus vecinos cósmicos".
En el año 1985 la Sociedad Planetaria, organización sin fines de
lucro fundada por Carl Sagan, construyó un analizador de 8,4 millones de
canales conocido con el nombre de META (Mega-channel Extraterrestrial
Assay) que fue instalado en el radiotelescopio del Oak Ridge Observatory en
la Universidad de Harvard. Apenas cinco años más tarde, la Sociedad
Planetaria instaló un analizador espectral similar -el META II- en una de
las antenas de 30 metros de diámetro del Instituto Argentino de
Radioastronomía (IAR). La Argentina fue pionera en este campo y, aunque él
no lo diga, Lemarchand tuvo mucho que ver en eso. No sólo su profundo
interés en la búsqueda de inteligencia extraterrestre sino también su
activa militancia en favor de crear conciencia sobre la responsabilidad
social del científico (ver "Los científicos...") despertó el interés de
Carl Sagan, quien lo invitó a trabajar durante un año junto a él como
Visiting Fellow, en la Universidad de Cornell.
"La Argentina era un buen lugar para la instalación del Meta II",
explica Lemarchand con humildad. "En el hemisferio sur hay pocos
radiotelescopios y nosotros teníamos una de las antenas del IAR que se
utilizaba únicamente de noche, para un proyecto de relevamiento del
continuo de radio. Empleándola durante el día para el proyecto SETI se
optimizaba el tiempo de antena de los radiotelescopios del IAR. Ahora,
hace 2 o 3 años, los australianos comenzaron a utilizar una antena de 60
metros para hacer investigaciones SETI pero lo hacen mientras otros
observadores usan la antena para hacer estudios de astronomía convencional.
Ellos detectan todas las señales que van llegando y las analizan para ver
si hay alguna señal artificial, pero no pueden controlar el movimiento de
la antena. Nosotros sí". Guillermo A. Lemarchand es director del
proyecto SETI que se desarrolla en el IAR y que está financiado por la
Sociedad Planetaria. El IAR tiene dos antenas, una de ellas es la que está
conectada al analizador espectral de 8,4 millones de canales construido con
fondos provistos por la Sociedad Planetaria. "La Sociedad Planetaria
también financió la estadía de dos ingenieros argentinos en la Universidad
de Harvard, donde construyeron el aparato que está hoy instalado y que
fuera inaugurado el 12 de octubre de 1990", explica. "Desde ese momento se
hizo un relevamiento de todo el cielo del hemisferio sur y se han analizado
algo así como 20 billones (20 seguido por 12 ceros) de señales distintas
que provenían del espacio".
¿Hay alguien ahí?
"La mayoría de las señales analizadas eran ruidos de fondo",
continúa relatando Lemarchand. "El analizador espectral encontró unas
4.000 señales que tenían las características que nosotros esperamos que
tengan las señales de origen artificial. Sin embargo de estas 4.000
señales, la mayoría eran señales inteligentes pero... de origen terrestre.
O sea, eran interferencias locales. Al hacer un análisis más exhaustivo
solamente quedaron unas 30 señales que nunca pudimos vincular con
actividades terrestres. Pero, lamentablemente, cuando volvimos a apuntar
la antena hacia el mismo lugar del espacio donde aparecieron esas señales,
éstas no se volvieron a repetir.
La pregunta que surge en forma inmediata es si en otros
observatorios, por ejemplo en el hemisferio norte, también se han
registrado señales sin explicación, ya que es bastante poco probable que
alguna civilización extraterrestre "transmita en exclusiva" para la
Argentina. La respuesta es sí. Sin embargo, no hay que cantar victoria,
la falta de explicación sobre el origen de estas señales está más
relacionado con fallas en los sistemas análisis terrestres que con mensajes
reales extraterrestres.
"En particular, los que detectamos este tipo de señales somos los
que usamos el mismo aparto" comenta Lemarchand. "Sucedió en Harvard,
cuando tenía el Meta I y nos sucedió a nosotros. Eso tiene que ver con el
sistema que se utilizaba para eliminar las interferencias terrestres. Los
que usan otros tipos de sistemas logran explicar como interferencia la
mayoría de las señales. Por eso si bien nosotros no fuimos capaces de
explicarlas, hay una creencia de que se trata de señales de interferencias
espúreas generadas en la Tierra. Yo diría que lo más seguro es que sean
interferencias terrestres".
Para evitar estas falsas alarmas, en el año 1996 se comenzó a
cambiar todo el sistema de adquisición de datos para modificar la forma en
la que se hacen las reobservaciones. El trabajo recién finalizó el año
pasado. "Todos estos cambios en la tecnología fueron diseñados en este
caso por los ingenieros del IAR, pero nuevamente con el apoyo financiero de
la Sociedad Planetaria".
Mirando para afuera, mirando para adentro
Es difícil pensar qué le sucedería a la humanidad si de pronto se
encontrara con la certeza de que no está sola en el Universo y que algún
organismo vivo está enviando señales que nosotros podemos detectar
¿Cundiría el pánico? ¿Nos armaríamos hasta los dientes? ¿Nos volveríamos
más violentos o nos uniríamos más? ¿Nos haría más humildes? ¿Cambiaría
realmente algo?
"Obviamente, lo primero que vamos a saber es que no estamos solos
en el Universo -dice Guillermo Lemarchand- independientemente de que
entendamos o no el contenido del supuesto mensaje. Podríamos detectar una
señal artificial pero que no contenga estrictamente un mensaje, que sea
algo así como una luz de un faro que se enciende. Sin embargo, eso nos
estaría mostrando que hay alguien que construyó ese faro, y que por ende
tuvo que haber sido alguien inteligente. Esa sería la primera evidencia de
que no estamos solos en el Universo. Si viniera un mensaje encerrado en
esa señal, probablemente nos demandaría varios años el tratar de
interpretar el contenido de ese mensaje. Pero, lo más importante será que
habremos encontrado la primera evidencia de que la vida surgió más allá de
la Tierra. Sería una extensión más del principio copernicano de que no
ocupamos ningún lugar especial en el Universo. Es el movimiento que nos
falta completar. Copérnico mostró que la Tierra no era el centro del
sistema solar. A principios del siglo XX se demostró que el sistema solar
estaba muy lejos del centro de la galaxia. Simultáneamente se demostró que
nosotros habitamos en una galaxia típica dentro de los miles de millones de
galaxias que pueblan el Universo. Lo que nos falta demostrar es que la
vida no es originaria únicamente de este mundo. Si alguien en el futuro
detecta una señal con estas características, la primera sorpresa va a ser
esa".
Descubrir una señal extraterrestre es casi como encontrar una aguja
en un pajar de un tamaño equivalente a 35 planetas Tierra. En escala
cósmica y con estos números, 40 años de búsqueda no son nada. "Hasta ahora
exploramos una pequeñísima franja de ese pajar cósmico", dice optimista
Guillermo. "Y puedo asegurar que la ausencia de evidencia no es evidencia
de la ausencia. Al observar el cosmos vemos que la Tierra no es nada
especial. Por lo tanto, lo que sucedió acá -la aparición de la vida- pudo
haber ocurrido en alguna otra parte del Universo. Ésta es una premisa
básica para el proyecto. Entonces, la probabilidad de que existan otras
civilizaciones es altísima. Si uno no cree en eso, no tiene sentido seguir
buscando".
La búsqueda intelectual de Guillermo Lemarchand no se termina en el
rastreo del cielo a la pesca de señales de inteligencia extraterrestre. Su
actividad en el proyecto SETI se alterna con la investigación en el Centro
de Estudios Avanzados de la Universidad de Buenos Aires donde trabaja sobre
modelos matemáticos que puedan explicar la dinámica de los sistemas
económicos y sociales. Por eso no extraña su reflexión cuando le
preguntamos qué lo motiva a buscar vida fuera de la Tierra: "Intentando
pensar cómo serían las características de un mensaje extraterrestre,
estamos también analizando cómo somos nosotros. En definitiva, en todo
este proceso estamos aprendiendo más sobre el comportamiento humano,
tratando de sacar todo lo que sea propio de nuestro mundo y tratando de
buscar aquello que es realmente universal".
Haciendo Historia
(Por Guillermo A. Lemarchand - Extracto de la charla
brindada durante un Café Científico organizado por el
Planetario de la Ciudad de Buenos Aires) La cuestión de si
estamos solos en el Universo, obviamente, no es nueva. Al
respecto, y como en casi todos los temas, siempre se puede
encontrar la opinión de un griego antiguo. Ahí lo tenemos
a Metrodoro de Quíos que en el siglo IV a.C. dijo:
"Asegurar que la Tierra es el único mundo poblado en el
espacio infinito es tan absurdo como suponer que en un
inmenso campo sembrado de trigo crece una sola espiga".
De ahí, propongo un salto al siglo XIX, porque durante años
el mundo intelectual estuvo dominado por la escolástica que
impidió avanzar en estos temas. Hacia el 1800, la
discusión era si había vida en la Luna. Uno de los
matemáticos más notables de la historia, Carl Gauss,
especulaba que si vivían selenitas había que demostrarles
que nosotros también éramos inteligentes. Y lo que hizo
fue proponer la siembra en Siberia de un campo de pinos en
tres cuadrados formando un triángulo rectángulo de modo que
desde el espacio se viera una demostración geométrica del
teorema de Pitágoras. Así inferirían ellos que la Tierra
estaba poblada por seres inteligentes.
Otra idea era cavar figuras geométricas en el desierto del
Sahara, llenarlas de petróleo y hacerlas arder de noche
para llamar la atención de los eventuales habitantes de la
Luna. Hubo otras ideas pero, cuando se dieron cuenta de
que la Luna no tenía atmósfera, el segundo gran candidato
fue Marte. Y empezó a hacer carrera la idea de la
comunicación con los marcianos. En 1860, el astrónomo
francés Camile Flammarion reunió a los colegas de su época
para ver cómo se iban a comunicar con los marcianos. Uno
de ellos, Charles Cros (que había inventado el fonógrafo
antes de Edison, dicho sea de paso), propuso utilizar
espejos parabólicos y enviar señales de luz. Como
anécdota, les cuento que una francesa, hacia la misma
época, dispuso del equivalente de un millón de dólares para
quien hiciera contacto con una civilización extraterrestre.
Pero el concurso tenía una cláusula especial: no se
contaba como válida la comunicación con los marcianos,
porque se consideraba excesivamente fácil. En cada época
las creencias estuvieron relacionadas con la capacidad
tecnológica del momento.
Los científicos, la Paz y el Desarme
En el año 1988, un grupo de estudiantes coordinados por Guillermo A.
Lemarchand y apoyados por las autoridades de la Facultad de Ciencias
Exactas y Naturales de la UBA y su Centro de Estudiantes (CECEN)
organizaron el Simposio Internacional sobre "Los Científicos, la Paz y el
Desarme". En plena vigencia de la Guerra Fría, se debatió el rol social a
desempeñar por los científicos y su responsabilidad como generadores de
conocimientos que, eventualmente, podrían poner en peligro a la humanidad.
Como resultado de ese Congreso se elaboró una fórmula de juramento de
graduación -similar al juramento hipocrático de los médicos- mediante la
cual los egresados de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales se
comprometen a usar sus conocimientos a favor de la paz. Este juramento se
realiza en forma optativa -afortunadamente lo eligen casi el 90% de los
graduados- y su texto quedó redactado de la siguiente manera:
"Teniendo conciencia de que la ciencia y en particular sus resultados
pueden ocasionar perjuicios a la sociedad y al ser humano cuando se
encuentran ausentes los controles éticos:
¿Juráis que la investigación científica y tecnológica que desarrollareis
será para beneficio de la humanidad y a favor de la paz, que os
comprometéis firmemente a que vuestra capacidad como científicos nunca
servirá a fines que lesionen la dignidad humana guiándoos por vuestras
convicciones y creencias personales, asentadas en auténtico conocimiento de
las situaciones que os rodean y de las posibles consecuencias de los
resultados que puedan derivarse de vuestra labor, no anteponiendo la
remuneración o el prestigio, ni subordinándolos a los intereses de
empleadores o dirigentes políticos?
Si así no lo hiciereis, vuestra conciencia os lo demande"
¿Bioastronomía, Astrobiología o Exobiología?
En analogía con otras ramas de la astronomía como la
astrofísica, la astrometría etc., recientemente se ha
manifestado la necesidad de crear otra especialización, a
la que se ha dado el nombre de astrobiología, cuyo campo de
investigación es la vida en el Universo (en el significado
más amplio del término). Sinónimo de astrobiología es el
término exobiología, es decir, la biología del espacio
exterior.
Partiendo del principio de que la vida puede nacer,
afirmarse y evolucionar, por selección darwiniana, en una
multiplicidad de especies diferentes, muchos estudiosos se
dicen también convencidos de que no hay razones plausibles
para que este hecho se limite sólo a nuestro planeta. Los
estudios más recientes en astrofísica han demostrado una
sorprendente unidad genética y estructural de todo el
Universo visible: estrellas, galaxia· y materia cósmica se
forman en todas partes obedeciendo a los mismos principios.
Tampoco nuestro sistema solar es una excepción. Muchos
otros soles parecen poseer cortejos de planetas. El
proceso de evolución química, que la teoría del "caldo
primordial" sugiere llegado a la Tierra, podría ser una
parte de un ciclo de vida más amplio que penetra todo el
Universo. Algunos estudiosos como F. Hoyle y C.
Wickrmasinghe, piensan, incluso, que la sede principal de
este proceso está en las nubes de polvo interestelar y que
la vida en estado elemental llega a los planetas a bordo de
cometas· para después evolucionar, en los ambientes más
favorables, en una multiplicidad de especies; gracias
sobre todo al continuo aporte de material genético desde el
espacio, cuyo papel sería el de acelerar la clásica
evolución postulada por Charles Darwin. Pero lo único que
ciertamente hay, son indicios de que una gran cantidad de
estrellas similares a nuestro Sol están rodeadas por
planetas. Sólo en nuestra galaxia, que contiene
aproximadamente cuatrocientos mil millones de estrellas,
aquellas que poseen sistemas planetarios serían alrededor
de ciento treinta mil millones. En cada uno de estos
sistemas, por lo menos un planeta podría presentar las
condiciones ambientales adecuadas para albergar vida: han
de estar en órbita en un intervalo de distancias de la
estrella principal o "ecosfera", que asegure temperaturas
medias compatibles con el metabolismo típico de los seres
vivos.
"Yo prefiero usar la palabra bioastronomía -dice Guillermo
Lemarchand- Es una ciencia que yo considero como
transdisciplinaria, ni siquiera es interdisciplinaria.
Para entender el fenómeno de la vida, cómo surge, cómo
evoluciona y cuáles son las condiciones necesarias para que
eventualmente pudiera generarse la vida en otros mundos, es
necesario que el tema sea abordado desde distintas
disciplina. Del trabajo conjunto de todas ellas surge una
nueva disciplina que es transdisciplinaria, que va más allá
de la unión de cada una de las disciplinas independientes
como la geología, la astrofísica, la física básica, la
biología, la física atmosférica, etc. Así se crea una
nueva visión del conjunto, una visión transdisciplinaria.
Tanto la bioastronomía como la astrobiología como la
exobiología son los nombres que definen el mismo campo de
estudio, que consiste en entender cómo surge la vida en el
universo y cómo, hasta el momento, conocemos la vida en la
Tierra
///
[] Priones, retrovirus y viroides
DESAFÍO A LA BIOLOGÍA MOLECULAR
Priones, retrovirus y viroides son agentes patógenos lo
suficientemente heterodoxos como para representar singularidades
biológicas y desafiar dogmas de la biología molecular. Pueden
causar estragos en animales (incluido el hombre) y plantas. Para
los investigadores, que aún desconocen muchos de sus mecanismos,
son un reto.
Están del otro lado de la frontera de la vida, son bastante
desconocidos y no respetan las reglas de los agentes patógenos. Son muy
poco convencionales y, al menos dos de ellos, han tenido la capacidad de
situarse en el primer plano de la atención mundial. Tanto el HIV, el
retrovirus del sida, como el prion o PrPsc, la clave del mal de las vacas
locas, siguen siendo esquivos con los investigadores, que no acaban de
saber cuáles son exactamente los mecanismos de funcionamiento de estos
nuevos patógenos.
Una decena de expertos en estas formas de infección (priones,
retrovirus y viroides) se reunieron recientemente en Madrid, convocados por
la Fundación Ramón Areces, en un simposio sobre la panorámica actual de
estos agentes patógenos. Aunque son muy diferentes unos de otros, sobre
todo los priones, por una parte, y los paravirus, por la otra, tienen en
común el mantener comportamiento biológicos no convencionales. Son agentes
que suponen nuevos riesgos para la salud humana, de los animales y, en el
caso de los viroides, de las plantas.
Los priones son formas aberrantes de una proteína celular, es
decir, de un componente del organismo cuya función, por cierto, se
desconoce. "Parece que está implicada en el transporte de iones y en el
reconocimiento celular, y, desde luego, su presencia es necesaria para que
el prion se propague", dice María Gasset miembro del Consejo Superior de
Investigaciones Científicas de España (CSIC). Esta proteína, la PrP
celular, experimenta un metabolismo anómalo cuando se encuentra en
presencia del prion, ese extraño agente patógeno que carece de carga
genética.
Al principio de los años noventa, "se decía que era imposible que
no tuvieran ácidos nucleicos, que a la fuerza tenían que tener algún
componente genómico", dice Gasset, que entonces estudiaba priones con
Stanley Prusiner, el descubridor de estos patógenos a quien entonces se
consideraba casi como un loco, pero que acabó recibiendo el premio Nobel
por su trabajo en el tema en 1997.
Los priones, formas aberrantes de una proteína común, saltaron a la
fama con las vacas locas y desde ellas llegó la enfermedad a los humanos.
"Aún hay muchas cosas sin explicar sobre el mecanismo de acción de la PrP",
dice Gasset. "Por ejemplo, no sabemos crear un prion ni por qué el prion
mata, no se conoce el mecanismo por el que las células acaban muriendo si
los priones pueden vivir en el organismo sin ser mortales". Y, desde
luego, falta por encontrar un remedio a este mal.
En este sentido, el avance más significativo en el último año ha
sido el demostrar que los priones se pueden degradar impidiendo el contacto
con la PrP celular. "Si se bloquea el contacto entre ambos, por acción
sobre la forma celular, se observa que el prion tarda un promedio de 48
horas en degradarse, más que las tres horas de la forma normal, pero no
tiene manera de mantenerse", explica Gasset. Este hallazgo ha permitido
considerar estrategias terapéuticas convencionales, hasta entonces
impensables, que están siendo investigadas.
Los retrovirus están presentes entre los humanos desde la noche de
los tiempos evolutivos. De hecho, para uno de los ponentes del seminario,
Jonathan Stoye (National Institute for Medical Research, Londres), "el 5%
del ADN de cualquier vertebrado está formado por estos retrovirus
elementales. Y, además, esos elementos son responsables de bastantes
fenómenos biológicos. Cuando estudiemos esos fenómenos, seremos capaces de
comprender algunos aspectos de la compleja relación entre los retrovirus y
sus huéspedes". Y es que, como dice Esperanza Gómez-Lucía, microbióloga de
la Facultad de Veterinaria de la Universidad Complutense, "para un patógeno
no es útil matar al huésped. Los retrovirus consiguen pasar inadvertidos.
La selección natural ha hecho que puedan convivir".
Eso ocurre con algunos de ellos, pero otros saltan la barrera entre
especies, como ocurrió con el HIV. Lo que distingue a los retrovirus de
los virus convencionales es que además de ARN, tienen una enzima, la
transcriptasa inversa, por la que el ARN se convierte en ADN. Eso, que en
su día también fue considerado una herejía contra el dogma establecido, ha
acabado resultando cierto. Y esa es, precisamente, la peculiaridad de los
retrovirus, que introducen su propio ADN en el de la célula y se intercalan
dentro de un cromosoma infectándolo, de manera que pasa a la generación
siguiente. "Así", dice Gómez-Lucía, "puede estar una temporada breve o
pasar de generación en generación sin que se detecte su presencia".
Los viroides son virus que afectan a las plantas. Son muy
sencillos, muy pequeños, y su ARN está formado por muy pocas bases. Los
hay que producen una enfermedad en el pepino, o en el tomate, la naranja...
y tienen efectos que pueden resultar devastadores para estas plantas. Se
describieron por primera vez hace 30 años y, aunque no está completamente
descartado, se piensa que no afectan a los animales. "El primero que se
identificó fue el de la papa, y ahora la lista es de 28 especies de
viroides", dice Ricardo Flores del Instituto de Biología Molecular y
Celular de Plantas de la Universidad de Valencia-CSIC.
Algunos de ellos, como el viroide que afecta a los naranjos, hacen
que la planta sea mucho más pequeña que un naranjo normal, pero las
naranjas siguen siendo del mismo tamaño, por lo que podrían permitir
plantar el doble de naranjos por hectárea. "En el caso de los cocoteros,
el viroide ha tenido un efecto devastador, matando 20 millones de árboles
en Filipinas. En otros casos, las plantas infectadas no presentan
síntomas", dice Flores.
///
[] BREVES DE CIENCIA Y TÉCNICA
> ARQUEOLOGIA EN SANTA CRUZ. El grupo de investigaciones
arqueológicas del Instituto de Ciencias Antropológicas de la Universidad de
Buenos Aires, ha concluido su quinta campaña de trabajo de campo en las
ruinas de la colonia Floridablanca, en las cercanías de Puerto San Julián,
en la provincia de Santa Cruz. El equipo liderado por María Ximena
Senatore ha rescatado desde 1998 distintas piezas que testimonian cómo era
la vida de esta pequeña comunidad colonial española en tiempos del
virreinato. Floridablanca fue fundada en el siglo XVIII como respuesta al
tránsito de balleneros ingleses y franceses que se aventuraban en el
territorio sin ningún tipo de control por parte de España.
Precisamente el objetivo de la investigación es analizar la
presencia europea en el sur de la Patagonia, y su relación con las
poblaciones aborígenes. Entre otros hallazgos, el equipo encontró ruinas
de casas de adobe, tejas fabricadas a mano, herramientas de labranza,
trozos de vidrio y distintos tipos de herrajes utilizados en la colonia,
antes que su población, compuesta principalmente por campesinos gallegos,
fuera devastada por el escorbuto. Sin embargo, la revelación más
interesante surgida del trabajo ha sido la forma novedosa de ordenamiento
social, basada en los principios de la Ilustración que rigieron en
Floridablanca entre 1780 y 1784.
Más información:
http://www.rec.uba.ar/jornadas/htm/p171.htm
> PERIPECIAS DE UNA MOMIA. La momia hallada en el cerro Nevado de
Chuscha de la provincia de Salta, hace casi 80 años, será finalmente
exhibida en el Museo de Ciencias Naturales y Antropológicas de Mendoza.
"Se trata de una pieza patrimonial que luego de tantos años de su
descubrimiento ha podido ser estudiada exhaustivamente. Su mensaje, casi
intacto a pesar de las vicisitudes sufridas, ha logrado llegar hasta
nuestros días", expresó la arqueóloga Abal de Russo.
La historia del hallazgo es bastante curiosa: comenzó en 1920,
cuando Felipe Calpanchay, un poblador del lugar encontró las losas de una
tumba precolombina en las cumbres de Cafayate. Junto a su socio, decidió
llevar a cabo una excavación -para lo cual debió dinamitar parte de la
plataforma rocosa-, y allí encontró los restos pertenecientes a una niña
inca de unos diez años de edad. Desde entonces, la pieza arqueológica pasó
por distintas manos -casi siempre vendida como una extraña clase de
baratija y, en el mejor de los casos, como una antigüedad-, hasta que fue
adquirida en 1985 por un anticuario. Merced a las investigaciones del
Centro de Estudios para Políticas Públicas (CEPPA), que financió los
estudios que realizaron los arqueólogos Clara Abal y Juan Schobinger, del
Museo mendocino, se logró su rescate. En 1996, el Centro para la
Conservación del Patrimonio de Alta Montaña (CECOPAM), organizó una
expedición encabezada por Schobinger para explorar el sitio del hallazgo y
confirmó así su procedencia.
Luego de realizar todos los estudios y comprobaciones sobre los
restos, la pieza será exhibida en el museo, Avda. Circunvalación Arq.
Thais y Avda. de Las Tipas, de Mendoza
Más información: http://www.momias.com.ar/articulos/ramomias5.htm
> ORÍGENES DE LAS CIENCIAS EXACTAS. Científicos alemanes llegaron a
la conclusión de que el origen más remoto de las ciencias exactas no se
encuentra en estudios de la humanidad sobre fenómenos mecánicos y
astronómicos, como se pensaba hasta ahora, sino en la necesidad de
administrar Estados y territorios, como muestran documentos descifrados
recientemente.
Los estudios fueron dirigidos por el matemático e investigador
Peter Damerow, del Instituto Max Planck de Historia de las Ciencias, con un
equipo de expertos entre los que se encontraba la historiadora y demógrafa
boliviana Carmen Beatriz Loza, que descifró quipus incaicos pertenecientes
a la colección del Museo Etnográfico de Berlín.
"Uno de los resultados más sorprendentes de la investigación de los
últimos 20 años sobre los orígenes de la ciencia probablemente más antigua
de la humanidad, la matemática babilónica, es la revelación de que no
surgió de experiencias técnicas o de la astronomía, como se afirma a
menudo, sino de la administración", señaló Damerow. La investigación está
comprendida dentro de un amplio y complejo proyecto de largo plazo dirigido
por el profesor Juergen Renn, del Instituto Max Planck de Historia de las
Ciencias, dedicado a comprender mejor los procesos históricos que
incidieron en los cambios estructurales ocurridos en los sistemas de
conocimiento de la humanidad
Más información en: http://www.mpiwg-berlin.mpg.de/ENGLHOME.HTM
> ARGENTINA Y CHILE, MÁS CERCA. Cada año Buenos Aires y Santiago de Chile
están casi dos centímetros más cerca según mediciones realizadas en el
último tiempo a la altura de Mendoza con instrumental de alta precisión. Se
trata de una deformación elástica, según definen los geólogos, y un
terremoto puede volver atrás parte de este achicamiento en el futuro. Si
bien se seguirían aproximando, la velocidad promedio permanente alcanzaría
a 4 ó 5 milímetro por año.
Más información en: http://www.fcen.uba.ar/prensa
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///////////////// FIN DE LA SEGUNDA SECCION \\\\\\\\\\\\\\\\\
\\\\\\\\\\\\\\\\ CONTINUA EN TERCERA SECCION /////////////////
Educyt, semanario de noticias de Educacion, Universidad, Ciencia y Tecnica
Editores responsables: Fernando Demarco y Carlos Borches
E-mail: educyt@de.fcen.uba.ar
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