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23 de abril de 2001 Biblioteca pública de la Ciencia (Por Diego H. de Mendoza * ) En una carta abierta publicada en el sitio de la Public Library of Science, un grupo de científicos norteamericanos -liderado por Richard J. Roberts, de los New England Biolabs- reclamó a los propietarios y editores de las principales revistas científicas del planeta que liberen los derechos y permitan la distribución gratuita de sus artículos, luego de transcurrido un período no mayor a los seis meses de su publicación. El objetivo es crear un banco de datos on line de libre acceso a literatura científica correspondiente a las áreas de medicina y biología. Hasta la fecha, las demandas del grupo están respaldadas por más de 17.000 firmas de la comunidad científica internacional, incluyendo científicos argentinos de primera línea. «Reconocemos que los editores de nuestras publicaciones científicas tienen el legítimo derecho a un retorno financiero justo por su rol en la comunicación científica. Creemos, sin embargo, que el registro y archivo permanente de la investigación y las ideas científicas no deberían ser propiedad de los editores, ni ser controladas por ellos, sino que deberían pertenecer al público y estar disponibles de forma gratuita a través de una biblioteca pública on line», sostuvo en la carta, el grupo de científicos.
Por último, se instiga a la comunidad científica a implementar la siguiente medida: que a partir de septiembre de 2001, los científicos envíen sus artículos y compren suscripciones únicamente a aquellas publicaciones que hayan garantizado la liberación irrestricta de los derechos de todos los reportes de resultados científicos originales publicados dentro de los seis meses de la fecha de su publicación. La revista norteamericana Science -editada por la influyente American Association for the Advancemente of Science- calificó esta medida de «boicot económico». La experiencia del GenBank Con una ambigua predisposición a participar de la iniciativa, la revista Science permitió que el grupo de investigadores publique en sus páginas un artículo donde explica el proyecto . La importancia de contar con un archivo central -explica el artículo- va más allá de la facilidad para buscar y recuperar información. Como ha puesto en evidencia el GenBank respecto del almacenamiento en un único sitio de las secuencias de ADN, la posibilidad de disponer de toda la literatura científica en un formato común estimula el desarrollo de alternativas más sofisticadas de empleo de la información. También se cita la iniciativa de los National Institutes of Health al crear el PubMed Central (PMC) con el propósito de almacenar literatura referida a ciencias de la vida en forma digital y proveer acceso libre. Varias publicaciones, como Proceedings of the National Academy of Sciences, British Medical Journal, Nucleic Acids Research o Molecular Biology of the Cell ya han aceptado depositar su contenido en el PMC, transcurrido un breve período de la fecha de su publicación. Luego de aclarar que no se espera que las propias revistas financien el costo de la digitalización de su material impreso, el artículo termina sosteniendo que «en 10 años, la habilidad de hacer ciencia habrá sido enormemente enriquecida y todos nos maravillaremos al pensar cómo fue posible hacer ciencia sin tales archivos». La respuesta de los editores de Science A página seguida responden los editores de Science con una nota titulada «¿Es un archivo gubernamental la mejor opción?», título que el grupo de Richard Roberts criticará duramente por tergiversar su propuesta. «Admiramos el emprendi-miento y sospechamos que las fuerzas evolutivas pueden estar moviéndose en esta dirección», afirman los editores de Science. Como muestra de apoyo a la iniciativa, deciden dar libre acceso al material de su revista una vez cumplidos los doce meses de su publicación, pero en su propio sitio web. Comenzar una discusión con una amenaza de boicot económico -continúan- es una opción desafortunada. Al ejemplo del PMC oponen el del High Wire Press (HWP), donde ya se pueden encontrar más de 230 revistas especializadas en biología, física y áreas interdisciplinarias y desde donde es posible acceder libremente a más de 200.000 artículos. Por último, sostienen que, tal como se propone, el proyecto de la Public Library of Science desviaría una porción importante de las fuentes de ingreso del tráfico on line de las revistas científicas. «Los proponentes de este plan -finaliza el artículo- incluyen científicos de alta reputación: premios Nobel, líderes de instituciones y otros a quienes todos admiramos. Sin embargo, pensamos que sus potenciales consecuencias requieren un cuidadoso análisis y un debate de las líneas de acción.» Sobre finanzas y monopolios Finalmente, los científicos que sostienen la Public Library of Science responden -en referencia al HWP- que es extraño que los editores de Science prefieran un monopolio privado a uno estatal y que, bien entendido, el proyecto de un repositorio público pretende evitar cualquier tipo de monopolio sobre la información científica -ya sea de una revista, de un cartel de revistas, de una asociación científica o gubernamental- ya que intenta garantizar que no se incurra en censura o abuso de poder. Escépticos respecto de los argumentos económicos, los científicos desafían a Science a hacer públicos sus balances financieros. «La mayor parte de los miembros de sociedades científicas y de suscriptores de revistas científicas no poseen un conocimiento detallado ni de las finanzas ni de las prácticas financieras de dichas revistas y sociedades científicas. En realidad, hay pocos controles y balances que aseguren que estos grupos están actuando responsablemente.» Y más adelante agregan: «Ya que Science ha planteado este asunto, nosotros pedimos a Science que haga públicos los registros financieros completos, incluyendo todas sus fuentes de ganancia, sus operaciones de desembolso y aquellas actividades de la AAAS que se benefician con sus ganancias.» El debate generado por la Public Library of Science -que continúa sumando consenso dentro de la comunidad científica- tal vez deba ser enmarcado en un escenario más amplio donde tiene lugar el vertiginoso crecimiento de las bibliotecas digitales y los repositorios de información científica accesibles a través de la red que, aún con enormes interrogantes acerca de los canales de financiamiento a largo plazo y de los aspectos legales, ya son una realidad. (*) Diego Hurtado de Mendoza (dhurtado@educ.ar) es un físico graduado en la FCEyN La versión original de esta nota fue publicada en el portal Educ.ar |
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