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Jueves 5 de septiembre de 2002 Universidad
y Empresas La Facultad de Exactas proyecta la incubación de nuevos emprendimientos. La idea es promover desarrollos con alta tecnología a fin de lograr un aporte económico y brindar fuentes de empleo para nuestros graduados. Por Susana Gallardo (*) Una incubadora es un recinto, cálido y protector, donde un bebé prematuro puede desarrollarse y madurar. La incubadora por excelencia es la gallina, que empolla los huevos hasta que los pollitos rompan el cascarón y salgan caminando. Pero hoy en día, las incubadoras también ayudan a que una empresa pueda nacer y dar los primeros pasos.
"La Universidad debe crear empresas de alta tecnología", señala el doctor Lino Barañao, profesor y secretario de Investigación en la FCEyN. Para Barañao, la idea es generar productos de alto valor agregado, que se puedan exportar, permitiendo así el ingreso de divisas.
En nuestro país todavía hay un gran bache en la comunicación entre ambos sectores, tradicionalmente alejados entre sí. Los empresarios desconocen las posibilidades de desarrollo que puede brindar la universidad, y ésta no está al tanto de las necesidades tecnológicas de las empresas. "Hoy la Universidad comienza a percibir la necesidad de tener vínculos fuertes con la industria porque, por un lado, esto le puede ofrecer un aporte económico y, por otro lado, estos vínculos pueden ser generadores de empleo para sus graduados", afirma Ladenheim. Hay muchas maneras para establecer el contacto entre ambos grupos. Según la especialista, se puede empezar por una investigación para determinar cuáles son las necesidades, y concentrar la búsqueda en ciertos sectores de la cadena productiva. Otra estrategia es hacer talleres donde se reúnan investigadores y empresarios. También se puede invitar a estos últimos a dar charlas en la Universidad. El vínculo puede conducir a una pasantía, a un contrato para brindar un servicio, pero puede terminar también en un convenio de investigación y desarrollo."Cuando un tema puede dar lugar a un emprendimiento, la Universidad, mediante la incubadora, puede ayudar a desarrollarlo", indica Ladenheim. ¿En qué consiste una incubadora? Una incubadora brinda una serie de servicios para que la empresa potencial pueda funcionar. Por lo general consiste en una estructura centralizada donde los investigadores o los graduados cuentan con estructuras compartidas como servicios administrativos, asesoría legal, consultoría económica para formular planes de negocios, asesoramiento en investigación de mercado, etc. El hecho de compartir los servicios entre varios grupos hace que los costos sean más accesibles. La incubadora también asiste al investigador en la búsqueda de empresas o fondos de inversión que puedan brindar financiamiento. El problema es que el capital sólo está disponible cuando se demuestra que el proyecto es viable económicamente. Todo nuevo desarrollo tiene una etapa de investigación de mercado y formulación del plan de negocios, en que se necesitan fondos. Pero los inversores no suelen aportar dinero en un estadio tan temprano. "Es en esta etapa cuando intervienen los 'capitales semilla', y aquí es donde desempeña su rol la incubadora", indica Ladenheim. Además, cuanto más temprano interviene el capital de riesgo, mayor va a ser su participación en la empresa que se genere. Por ello es interesante contar con un aporte del Estado, que permita acompañar el proyecto hasta llevarlo a un punto donde haya una patente o la posibilidad de interesar al capital de riesgo. Patente versus publicación Patentar un desarrollo no es sencillo, sobre todo a nivel internacional. "Nosotros todavía no tenemos la posibilidad de pagar una patente en el exterior, que puede costar varios miles de dólares", indica Ladenheim. El problema no reside tanto en el costo de la patente, sino en su mantenimiento, esto es, sostener un estudio de abogados que estén en condiciones de litigar en el exterior. Otro de los problemas es que si un investigador publica sus resultados en una revista especializada, cercena sus posibilidades de obtener una patente. Pero en la carrera de un investigador lo que cuenta son las publicaciones. La incubadora puede jugar aquí un papel relevante. "Hay muchas formas de resolver el dilema", asegura Ladenheim. Una alternativa es establecer un período de gracia durante el cual el investigador mantenga horas de docencia y se dedique al emprendimiento, pero conserve sus posibilidades de retorno al sistema de investigación. En estos casos, la evaluación la puede realizar un comité seleccionado especialmente, y que tenga en cuenta el trabajo de aplicación. Ese comité podría estar integrado por empresarios que hayan surgido de la Universidad y estén en condiciones de juzgar el grado de avance de un desarrollo. Claro, esto puede dar lugar a que alguien que no publicó nada quiera hacer pasar su inacción como tarea de aplicación. "Por suerte hay mucha experiencia en el exterior, y nosotros estamos haciendo convenios con empresas de base universitaria de otros países que nos puedan transmitir las mejores prácticas adaptadas a nuestra situación", señala Ladenheim. ¿Cuanto cuesta una incubadora? Una incubadora es cara porque en sus inicios no tiene ganancias inmediatas. Pero pasado ese lapso es rentable y le permite a la Universidad contar con fondos extra. "Nuestra idea es gastar lo menos posible -asegura Ladenheim-, y conectarnos con otras facultades, como la de Derecho y la de Ciencias Económicas, para que nos aporten asesoramiento en patentes o apoyo en planes de negocios". Las incubadoras no tienen un costo standard. Además, hay muchas maneras de llevarlas a cabo. La idea es estimular la veta aplicada de los proyectos sin que el investigador tenga que abandonar su actividad, al menos en la primera etapa. Las incubadoras son una realidad en el primer mundo. En Brasil ya hay más de 130. En la Argentina, si bien solamente hay una decena, ya están funcionando. En tal sentido, el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires realizó un concurso en 2001 para seleccionar proyectos de innovación tecnológica con el propósito de incubar los mejores desarrollos. Entre los finalistas se encuentran algunos desarrollos de investigadores de Exactas, como la nariz electrónica diseñada por Martín Negri, del departamento de Química Inorgánica, así como otros realizados por graduados de la Facultad. Ladenheim cree que ya hay algunos proyectos que podrían incubarse en la Facultad de Exactas, en particular en el área de biotecnología. Una cuestión importante es la capacitación de los graduados en lo referente a la confección de un plan de negocios, marco legal, investigación de mercado, marketing y comunicación. Lanzar una incubadora de empren-dimientos de base tecnológica no es una tarea fácil. La Facultad de Exactas está dando ya los primeros pasos. La intención es firme, pero requerirá de un cambio de perspectiva por parte de los investigadores. Barañao está convencido de que es misión de la Universidad generar productos de alto valor agregado, y crear fuentes de trabajo, en particular para sus graduados. "En los países desarrollados está muy claro que la innovación es una tarea tan ineludible para la Universidad como la investigación, la enseñanza y la extensión", recalca el investigador, y concluye: "Si no, es incongruente plantearse una Universidad de excelencia." (*) Centro de Divulgación Científica - FCEyN - UBA
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