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Jueves 12 de septiembre de 2002
Ensayan métodos para mejorar Con resultados alentadores investigadores de la Universidad de Buenos Aires estudian técnicas para maximizar la cría de este crustáceo con alto valor agregado para la exportación. Por Cecilia Draghi (*) Noche mágica en Hong Kong. Un lujoso restaurante céntrico hace gala de la mejor cocina internacional. A media luz y con el clima propicio, una pareja enamorada de turistas argentinos saborea un costosísimo plato de langostas y quizás nunca descubran que esa exquisita carne proviene de miles de kilómetros, precisamente de un criadero de la Argentina. Aquí investigadores de la Universidad de Buenos Aires (UBA) ensayan con resultados alentadores métodos para maximizar la producción de este crustáceo de gran interés comercial en el mercado mundial. Desde el laboratorio de Fisiología Animal de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA, el equipo dirigido por el biólogo Enrique Rodríguez sigue de cerca en vivo e in vitro las reacciones que ciertas hormonas provocan en el organismo de este animal. “La idea es controlar -mediante la administración de hormonas y neuroreguladores- el momento e intensidad de la reproducción y el crecimiento de crustáceos de interés comercial, como la langosta de agua dulce australiana. La endocrinología de los crustáceos es actualmente un campo poco conocido en comparación con la de otros grupos que también poseen gran interés económico”, subraya el investigador, sin dejar pasar por alto, que esta mirada además de echar luz en un área escasamente explorada permite también vincular en forma directa dos campos: el de los conoci-mientos básicos con el de la producción. Sin duda, desnudar detalles del mecanismo reproductivo brinda una de las llaves maestras a la acuicultura dedicada a esta especie. En estado natural, dos o tres veces al año, principalmente en primavera y verano, las hembras ponen sus huevos, y el nú-mero de ellos -producidos en el ovario- puede variar entre 200 a 1000 según el tamaño del ejemplar. Más que aumentar esta cantidad de por sí a-bundante, a nivel comercial importa no estar atado al ciclo anual del animal. En este sentido, el equipo de in-vestigadores obtuvo hallazgos alentadores. ¿Qué probaron? “Un resultado interesante confirmado recientemente se refiere a una droga que no había sido usada antes en hembras de crustáceos: la spiperona, que tanto inyectada en el animal como incorporada al alimento, permite prolongar el período de puestas, al inhibir la secreción de una neurohor-mona propia de los crustáceos que a su vez inhibe el crecimiento ovárico”, describe. ¿El resultado? “Es posible obtener más puestas, incluso fuera del período reproductivo natural”, subraya. No es fácil ser langosta En Argentina la langosta de agua dulce australiana vive sólo en criaderos, ”y bajo control especial porque si pasa al medio natural puede competir con otras especies y desplazarlas”, advierte. En su lugar de origen, norte de Australia, habita ríos bajo un clima tropical. Las características pinzas son sus dos armas de defensa que también hacen las veces de primeras patas seguidas por otros cuatro pares de menor tamaño. Bien provista por la naturaleza para hacer frente a las variaciones de su medio ambiente, posee un desarrollado sistema sensorial. Con excelente visión (inclusive en color) y con receptores táctiles, logra detectar enemigos en tierra firme donde se mueve más torpemente. En el agua, alcanza a ver tan lejos como la claridad lo permite y los quimiorreceptores le alertan ante la presencia de alimentos. Si bien no muestra la particularidad de su pariente marina, la langosta espinosa que migra anualmente, moviéndose en hilera por el fondo oceánico, la de agua dulce coincide en un destino común de los crustáceos: el caparazón o exoesqueleto que recubre su cuerpo debe cambiar para permitir que aumente su tamaño corporal. Esta especie de coraza no estuvo siempre. Al parecer, en algún momento del período Precámbrico ocurrió un acontecimiento clave: la cutícula blanca del animal antecesor se endureció por depósitos de proteína y quitina. Esto le brindó mayor protección ante depredadores, pero también la incomodidad de la muda. Para ello debe hincharse, ya sea tragando agua o aire para romper el viejo exoesqueleto, ya parcialmente descalcificado. Una vez que se resquebraja, se desembaraza dejando lugar a su nuevo traje. “Todo este proceso está regulado por hormonas. Si bien el crustáceo cada vez que aumenta de volumen recambia su exoesqueleto, esto no implica que cada vez que mude la cantidad de carne se incrementará. Hay hormonas que controlan específicamente cada uno de estos procesos”, indica Rodríguez y enseguida agrega: “Con el fin de maximizar el crecimiento y obtener mayor cantidad de carne comestible por ejemplar, el trabajo apunta a varios aspectos: abreviar la duración de los estadios juveniles, potenciar el crecimiento somático de adultos e intentar la inducción de cambio de sexo hacia la producción de machos porque poseen mayor rendimiento en carne comestible”. ¿Estas hormonas no son peligrosas para el consumo humano? “En principio no. Las dosis que se emplean, por ejemplo de esteroides, son mucho menores a las utilizadas en un pollo”, ejemplificó. “De todas maneras, llegado el momento de sistematizar esta metodología, los organismos competentes deberán realizar los controles del caso”, señaló. Si bien aún resta desandar caminos, el equipo sigue firme en su premisa. “El objetivo es transferir una metodología –como la composición de un alimento enriquecido hormonalmente- que permita al acuicultor optimizar la producción de su criadero durante todo el año en una especie con un importante valor agregado a la hora de exportar. La idea es maximizar la producción a partir del conocimiento básico”, concluye. (*) Centro de Divulgación Científica (SEGBE-FCEyN)
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