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7 de abril de 2002

Entrevista a César Milstein:
POR UN ELITISMO DE LA CALIDAD
Por Diego Hurtado de Mendoza

Durante su última visita a la Argentina, César Milstein brindó una charla ante una multitud que desbordó el Aula Magna del Pabellón II. Aquella conferencia fue posteriormente trasnformada en un texto que la FCEyN editó y constituye una magnífica introducción a los anticuerpos monoclonales. El año pasado, cuando el portal educativo Educ.ar incorporó el texto de la conferencia en su biblioteca digital, Milstein concedió una entrevista telefónica desde la Universidad de Cambridge, Gran Bretaña.

Luego de vencer toda la batería de obstáculos que Milstein ponía con el público para defender su privacidad, el Premio Nobel se mostró abierto para abordar todos los temas propuestos en la entrevista realizada por Diego Hurtado de Mendoza que a continuación presentamos


¿Qué percepción tiene del pano-rama científico argentino?

En muchos aspectos es auspi-cioso y en otros es terrible. En lo que respecta al material humano, creo que hay una enorme capacidad de ini-ciativa, de creatividad, lo cual está demostrado por el altísimo grado de rendimiento que tienen los argenti-nos cuando se van del país. Esto significa que el material humano está, pero que necesita un ambiente adecuado, con fondos apropiados. Es entonces cuando se ve que esta gente realmente eclosiona, explota y muestra que es de primera calidad.

En esto el Conicet, como canal de gestión, juega un papel primario...

En general, el Conicet es un buen canal de gestión, pero tiene proble-mas muy serios. Ha pasado por un período terrible en el cual estuvo dominado por la política, por los militares. Y todas las fallas que arrastró desde entonces no solamen-te no se corrigieron, sino que muchas de ellas se exacerbaron. Desde el punto de vista teórico, es evidente que un organismo como el Conicet es necesario. Pero en cierta medida, habría que empezar de nuevo, cam-biando algunas cosas que están en la base de su organización. De hecho, hay muchas iniciativas al respecto.

Se dice que está sobredimen-sionado.

Yo creo que habría que revisar toda la administración del Conicet, ver hasta qué punto está cumpliendo en este momento con el papel que tenía asignado cuando se creó. Hay algunas cosas, por ejemplo, que me parece que no están de acuerdo con sus necesidades. El Conicet tiene que ser un organismo con dimen-siones definidas, que aumente en la medida en que lo hacen sus fondos, no en la medida en que crece el número de investigadores. Mientras el Conicet no tenga todo el dinero que requiere para su funcionamiento, no es lícito esperar que pueda recibirlos a todos. Es decir, que tiene que funcionar con los mejores investigadores que en cada momento pueda solventar.

¿Y sobre los fondos para su funcionamiento?

Usted puede decir que lo que hay que hacer es aumentar el dinero para la investigación. Y no cabe la menor duda de que eso es cierto. Pero así como me referí a lo auspicioso del material humano en la Argentina, también tenemos que reconocer uno de los factores negativos más impor-tantes, y es que el país está pasando por una crisis económica espantosa. Entonces, cuando uno plantea el problema de qué se debe hacer, y la respuesta es que hay que poner muchísimos más fondos para la investigación, se está tomando una actitud que no es realista en abso-luto. No se puede gastar el dinero que no hay.

En ese sentido se presenta una situación paradójica, que parece no presentar una salida inmediata.

No sé cuánto tiempo va a tomar. Pero se puede ir poniendo más dine-ro, aumentando lentamente, hasta que alcance una suma razonable. Es un poco como el problema del National Health Service, acá en Inglaterra. Cuanto más dinero invier-te, más se puede gastar, y, efecti-vamente, más se gasta. En algún momento se llega a un límite y no se puede gastar más.

¿Y entonces?

Tendría que haber un sistema que adecue el número de investigadores que están trabajando para el Conicet con los fondos disponibles. Tanto para hoy como para dentro de veinte años. Si en en ese momento la cantidad de dinero destinado a la investigación corresponde al 4% del Producto Bruto —que es más o menos lo que gasta Estados Uni-dos—, magnífico. Habrá muchos más investigadores. Pero se necesita una mirada realista sobre la propor-ción de dinero que existe y la can-tidad de investigadores que pueden trabajar con ese dinero. Sin embargo, en este punto hay otro problema que tiene la Argentina y que es muy difícil de resolver: el problema social. Actualmente hay muchos investiga-dores que, si se adoptara este crite-rio, quedarían sin trabajo.

¿Usted rescataría alguna gestión del Conicet?

Creo que en su primera época el Conicet cumplió una función muy importante.

¿Se refiere a los últimos años de la década del 50?

Sí. Pero hay que tener en cuenta que han pasado muchas cosas desde entonces. En aquellos tiempos no había prácticamente profesores full time, y ahora los hay. La situación ha cambiado bastante.

Si hablamos del Conicet, no podemos dejar de referirnos a la Agencia de Promoción Científica y Tecnológica.

Justamente acabo de recibir una carta de un investigador argentino, por el cual tengo mucho respeto, que se queja amargamente de que no le han dado dinero para un proyecto que había sido enviado para evaluar al exterior y que vino con muy buenas calificaciones. Él me mandó los informes correspondientes. Dos de las calificaciones eran «excelente» y una de ellas era «muy bueno».

¿Por qué no le dieron los fondos?

Porque se decidió que el proyecto no era pertinente. Él se queja porque no entiende cómo puede ocurrir esto. Me gustaría saber qué es lo que pasó allí. Este hombre es un científico muy, muy bueno. Es una persona joven, uno de los mejores científicos de su generación en la Argentina. Quizás la Agencia tiene algún buen motivo para haberlo rechazado, pero este muchacho no sabe por qué. Lo único que le dijeron es que no es pertinente.

¿Esto significa que, en ese caso, la instancia de evaluación no fue transparente?

Efectivamente. Ese es un punto que para mí es importante. Yo siempre defendí la necesidad de tener árbitros extranjeros en las instancias de evaluación. Pero este científico los tuvo, y cuando llega el momento, es como si no le dieran importancia. Los mismos científicos se sienten desilusionados con un sistema que tendría que ser objetivo.

¿Hay superposición de tareas entre la Agencia y el Conicet?

Bueno sí, en cierta medida hay una superposición. Pero pienso que este problema se debe a que, de alguna manera, el gobierno está tratando de evitar elementos que no son transparentes. El Conicet tiende a distribuir el dinero en forma masiva y no individuali-zada. A lo mejor, lo que el gobierno está tratando de hacer es evitar ese tipo de distribución. Recuerdo que en algún momento yo mismo —estoy hablando de hace diez años— pensé que era una de las salidas para esa situación. Un poco de desburocratización implicaba tratar de salir del Conicet y buscar otra organización. Ahora pienso que es un error, que hay que tratar de que el Conicet sea el que trabaje con estas cosas.

Con respecto a la universidad, ¿cómo ve el tema de los cupos en un país en donde el presupuesto para la educación es bajo?

Qué quiere que le diga. Yo estoy habituado al régimen inglés, en el cual cada universidad tiene una cierta capacidad de enseñanza. Una universidad puede tomar doscientos alumnos, quinientos, los que pueda; lo importante es la calidad de la enseñanza.

Desde esa perspectiva, podrían criticarle, como lo hicieron con Houssay, que la suya es una visión elitista.

Sí, sí. Yo comprendo que lo es, pero ¿de qué tipo de elitismo estamos hablando?, ¿de elitismo de calidad o de elitismo económico? Si hablamos de calidad, yo lo siento, pero hay que acostumbrarse a que la sociedad valora más o menos la capacidad de los individuos. Desde ese punto de vista mi postura es elitista. La gente no tiene las mismas posibilidades. Si un individuo no tiene la capacidad de hacer un trabajo académico o de cualquier otro tipo, es inútil que siga adelante. Lo que tiene que hacer es buscar aquello para lo cual es bueno.

El individuo que no sirve para ir a la universidad podría ser un gran artista, o cualquier otra cosa. Hay muchísimos trabajos y todos requieren formación, aunque no todos precisan formación universitaria. Lo importante es que los que entran a la universidad sepan que tienen un lugar donde van a poder trabajar y salir adelante. La universidad tiene una capacidad limitada. Ingresan treinta mil estudiantes, pero ¿cuántos se reciben?

El individuo que no llegó al final perdió su tiempo, engañándose a sí mismo, a su familia, a la sociedad. Pero además es la universidad la que se engaña, creyendo que de esa manera no es elitista. Y esto es falso, porque se recibe solamente un grupo muy pequeño, que finalmente es una elite. Son los que pasan los exámenes. Si la universidad no quiere ser elitista de ninguna manera, ni a la entrada ni a la salida, entonces todo el mundo tendría que tener un título universitario.

Otra cosa es el elitismo económico. La cantidad de dinero que se gasta en estudiantes que no terminan la carrera, por ejemplo, podría destinarse a otorgar becas a los mejores estudian-tes pobres. Los que quieren que todo el mundo entre a la universidad son, en el fondo, más elitistas, porque hacen gastar dinero que podría dedi-carse a romper las elites económicas, que son las que importan.

Una última pregunta. En las listas de premios Nobel, su nombre aparece a veces asociado a Gran Bretaña, a veces a la Argentina. ¿Podemos considerarlo un Premio Nobel argentino, por lo menos en algún porcentaje?

En un porcentaje con toda seguridad. Yo hice mi tesis y aprendí a hacer ciencia en la Argentina. Toda mi educación inicial, mi formación cultural —que también es muy importante en el trabajo posterior— proviene de allí. Yo soy una parte de ese elemento de talento que veo que en la Argentina surge por todos lados. Pero también pertenezco a ese grupo que se fue al exterior, y que es allí donde pudo empezar. No cabe duda de que la Argentina tiene derecho a decir "ese individuo no solamente hizo toda su educación acá, incluso hizo su doctorado, sino que aprendió a hacer ciencia acá". Por otro lado, yo hice el trabajo en Inglaterra. Durante mucho tiempo trabajé acá.

Cuando me dieron el Premio Nobel, el comité tuvo mucho cuidado en hacer participar y distribuir a los dos países en esto. Estaban involucradas las dos embajadas, la inglesa y la argentina. Mi escolta a la cena con la Reina fue el embajador argentino.

 Más Información en la Red


Anticuerpos monoclonales
 El contenido de la charla brindada por César Milstein en la FCEyN, que  resulto  una clase magistral sobre anticuerpos monoclonales, fue editada  por la FCEyN,  y hay una versión en PDF :
http://www.fcen.uba.ar/prensa/noticias/2002/milstein.pdf

En la página de los Premios Nóbel
 http://www.nobel.se/medicine/laureates/1984/

En la página del Laboratorio de Biología Molecular (Cambridge)
 http://www2.mrc-lmb.cam.ac.uk

 En esta misma página
 http://www.fcen.uba.ar/prensa/noticias/2002/noticias_25mar_2002_02.html

 

 

 

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