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Jueves 4 de noviembre de 2003

En busca del ADN perdido

El estudio del material genético fósil es un pasaporte al pasado. Este viaje por especies y poblaciones extinguidas hace millones de años permite reconstruir un mundo que hasta hace poco sólo parecía exclusivo de la ciencia ficción.

Por Cecilia Draghi (*)

  Que el hombre del Neanderthal que siempre se creyó antecesor del moderno, una especie de eslabón perdido, haya convivido con él; que la caída de lmperio Romano pudo tener entre sus causas a la epidemia de la malaria; o que las moas, -aves voladoras de Nueva Zelanda extinguidas hace 900 años por la caza intensiva- hayan sido parientes del ñandú y no del kiwi, como siempre se supuso, son algunas sorpresas que develan el estudio del material genético del pasado. Esta técnica hoy permite reconstruir un mundo hasta hace poco sólo exclusivo de la ciencia ficción.

  Sin los efectos especiales de Hollywood, los científicos en sus laboratorios se las ingenian para recrear el ayer con técnicas que permiten extraer y analizar antigua información genética o ácido desoxirribonucleico, conocido como ADN. «La historia evolutiva de los organismos está escrita en el ADN. Desde que Watson y Crick lograron describirlo en 1953, los avances que se han sucedido gracias a su comprensión permitieron romper las barreras del orden cronológico de los seres vivos», relata Viviana Confalonieri, del departamento de Ecología, Genética y Evolución de la Facultad.

  Este pasaporte al pasado se obtuvo hace muy poco tiempo cuando científicos norteamericanos de la Universidad de Berkeley extrajeron ADN del último ejemplar de cuagga, una especie de équido que vivió en Africa hasta hace 140 años y estaba guardado en el Museo de Historia Natural de Mainz, Alemania. «En su trabajo de 1984, publicado en Nature, Higuchi y Wilson anticiparon que la confirmación de que el ADN podía sobrevivir por largos períodos de tiempo, tendría un gran impacto en la paleontología, la biología evolutiva, la arqueología y la medicina forense, beneficiando el desarrollo de estas disciplinas», destacan Confalonieri, y Analía Lanteri del departamento Científico de Entomología del Museo de La Plata, en un artículo publicado en Ciencia Hoy.

Tras los tesoros antiquísimos

  Los protagonistas que se lanzan en esta búsqueda del ADN antiguo están lejos de la indumentaria de Indiana Jones pero cerca de sus aventuras y desventuras para conseguir verdaderos tesoros con material genético del pasado. Es que no es fácil hallar una muestra preservada de la descomposición natural que sobreviene con la muerte de la mano de enzimas degradantes, así como de bacterias, hongos e insectos.

  Conservar el ADN intacto, o lo más aproximado a esta situación, sólo es posible si aquel ha tenido la suerte de toparse con condiciones que detienen o aletargan el proceso mortal de destrucción. «El frío es un excelente preservador, como lo prueba el Hombre del Hielo de Tirol, de 5000 años de antigüedad; o los mamuts de Siberia que se calculan tienen entre 20 y 40 mil años», describe Confalonieri. En el otro extremo, el clima caluroso y seco lleva a un proceso conocido como momificación natural.

  También hay garantías de éxito de conservación si el cadáver quedó atrapado o encriptado en resinas de coníferas que al fosilizarse producen una de las pocas gemas orgánicas conocidas, el ámbar. Otro tanto ocurre si los restos de la especie en cuestión yace en pantanos con exceso de humedad y ausencia de oxígeno que bloquean la descomposición.

  Si los científicos han tenido la fortuna de dar con algunos de estos tesoros, aún prosiguen las dificultades. «Por mejor conservado que esté el ADN antiguo, se halla degradado, es decir que esta molécula normalmente larga, se encuentra rota en pequeños fragmentos», puntualiza. Una solución a esta dificultad es la técnica PCR o reacción en cadena de la polimerasa. «Es como una fotocopiadora de ADN», compara Confalonieri, docente de FCEN. Su uso está muy difundido en criminología que con una muestra pequeña, por ejemplo la de un pelo, logra datos que antes requerían extraerlo de toda una cabellera.

¿Auténtico o no?

El ADN antiguo no está exento de debate acerca de su autenticidad y pone en tela de juicio las pruebas que se han hecho en muestras de millones de años de antigüedad. Según cálculos de Thomas Lindahl, especialista inglés, «muestras de más de 100.000 años de antigüedad es casi improbable que contengan moléculas de ADN analizables, salvo que estén conservadas en ámbar». En caso de que no se hallen en estas condiciones, no serían fiables.

  «Un tubo con la muestra de ADN es colocado en un aparato que eleva y desciende la temperatura (termociclador) y tiene lugar una serie de reacciones que amplifica el material», agrega. Es decir, que aunque la cantidad inicial de ADN sea escasa, luego de la reacción de PCR se dispondrá de material suficiente como para proceder a su secuenciación, o sea la determinación de orden en que se encuentran ubicadas las bases nitrogenadas, responsables de la información genética que residen en el ADN.

  «Otro inconveniente habitual es que el ADN antiguo pueda contaminarse con ADN moderno. En este caso es crucial seguir procedimientos de laboratorio estrictos que aseguren la esterilidad total», destaca.

Sorpresas del pasado

  Con las dificultades propias de descubrir estos tesoros de ADN antiguo, así como lidiar con los inconvenientes de escasez de muestra o contaminación, igualmente en estos pocos años de esta técnica que intenta descifrar el material genético del pasado se han logrado significativos logros. Por ejemplo, el haber detectado que el hombre de Neanderthal y el moderno son linajes que se separaron hace 500 mil años y ambos convivieron por la misma época, sin ser uno el antecesor del otro.

  En forma exitosa se logró extraer y analizar el ADN de los mamuts hallados en Siberia, que hoy están en una cueva en Rusia donde la temperatura es siempre bajo cero. «Hay un proyecto general de clonar especies extinguidas», destaca. Aquí el pasado se une con el futuro, ya que por medio de procedimientos de clonación es posible perpetuar en el tiempo linajes similares a los de sus progenitores. «No estoy de acuerdo con estas iniciativas porque proponen incorporar cambios a un proceso natural sin tener en claro cuáles podrían ser sus consecuencias», subraya Confalonieri, doctora en ciencias biológicas.

  Más allá de estas controvertidas posibilidades, lo cierto es que esta técnica actualmente contribuye a profundizar el conocimiento sobre organismos extinguidos en tiempos prehistóricos o en épocas más cercanas. «La información sobre el ADN de especies o poblaciones -destacan en el artículo de Ciencia Hoy- recientemente extinguidas o en peligro de extinción, permitirá además adoptar medidas a favor de la conservación de la biodiversidad». Por último coinciden en señalar: «Los estudios de ADN antiguo han dado un renovado impulso a las investigaciones antropológicas y arqueológicas relacionadas con la evolución de poblaciones humanas y sus hábitos culturales. Es de esperar que el avance tecnológico en el cambio de la biología molecular ayude a obtener resultados cada vez más confiables».

(*) Centro de Divulgación Científica - SEGBE - FCEyN.

 

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