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Jueves 6 de noviembre de 2003 Por
Susana Gallardo (*)
El doctor Juan Francisco Vilas, profesor titular plenario del Departamento de Ciencias Geológicas de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA e investigador superior del CONICET, acaba de ser elegido por la comunidad científica mundial como miembro del Comité de Finanzas de la Unión Internacional de Geodesia y Geofísica (UIGG). Tal vez el hecho no parezca muy impactante. Pero es el primer argentino que accede a un cargo en esa institución. Y demás está decir que es en estas uniones donde se define el papel que desempeñan los países en el concierto científico internacional. Lo cual no es poco. Desde este cargo honorífico Vilas espera promover algunos cambios en la institución, cambios que den lugar a que los países centrales reconozcan el papel que cumplen las investigaciones realizadas en estas latitudes en la producción del conocimiento global. Las Uniones: grupos de poder Pero ¿qué es la UIGG? "Esta unión se creó en 1919, y surgió a partir de la Asociación Internacional de Geodesia, que había sido fundada en 1862", relata el doctor Vilas. "En el siglo XIX la geodesia, que es el estudio de la forma de la Tierra, empezaba a jugar un papel importante y también estratégico porque, para las artes de la guerra, era importante conocer el terreno. Por eso esta asociación estaba en manos, principalmente, de institutos nacionales de las fuerzas armadas", historia el investigador. ¿Qué funciones cumplen las uniones? "Marcan rumbos en las investigaciones, estimulan determinadas áreas", comenta Vilas. Pero admite: "También son grupos de poder, y pueden decidir obliterar una teoría, como sucedió a comienzos del siglo XX con la teoría de la deriva continental". Vale recordar que la teoría de la deriva continental, propuesta por el meteorólogo Alfred Wegener a comienzos del siglo XX y presentada formalmente en 1928 en una reunión internacional de geólogos y geofísicos, fue ignorada y desechada por la comunidad científica internacional durante varias décadas. Esta teoría decía que todos los continentes habían estado unidos en un supercontinente denominado Pangea, y luego se habían ido desmembrando. Este hecho podía explicar, por ejemplo, la similitud entre los fósiles encontrados en América del Sur y África. De hecho, Wegener, que murió en 1930 durante una expedición a Groenlandia, no pudo tener en vida el reconocimiento científico, que llegó recién en la década de 1960. "En ese momento la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales jugó un papel muy importante", subraya Vilas. "En el año 1964 -continúa- lanzamos, junto con Daniel Valencio, los estudios paleomagnéticos en la Argentina, los que permitieron dar mayor sustento a la teoría de la deriva continental, que era mayormente rechazada en el país". El paleomagnetismo es una disciplina que se vale de las propiedades magnéticas de algunos minerales presentes en las rocas de la corteza terrestre (minerales ferromagnéticos). El ejemplo más didáctico se presenta en las rocas de origen volcánico que, al ser derramadas como lava, dan comienzo a su vida geológica. En el momento en que estas rocas se enfrían por debajo de una determinada temperatura, los minerales ferromagnéticos presentes en ellas capturan la dirección del polo magnético terrestre, adquiriendo así una especie de huella digital magnética, que puede servir como indicador del momento preciso en que esa roca se formó. Mediante técnicas de laboratorio es posible reconstruir la dirección del campo magnético terrestre en aquel momento remoto. Es como contar con las indicaciones de una brújula a lo largo del tiempo geológico. Según Vilas, sin las teorías de la deriva continental y la tectónica global no se hubiera podido explicar por qué los sismos se producen como se producen, por qué los volcanes lanzan sus lavas y funcionan donde funcionan, por qué las montañas nacen y mueren, por qué los océanos tienen la configuración que tienen. En definitiva, no sería posible saber cómo es la máquina térmica que modela, transforma y regenera la piel de la Tierra sobre la que vivimos. "Esa teoría unificadora de las ciencias de la Tierra es quizás la más revolucionaria con la que podemos contar en el siglo XX", recalca Vilas, que es director del Instituto de Geofísica Daniel Valencio, de la FCEyN. Voto calificado Está claro que las decisiones que se tomen en esos centros de poder que son las uniones internacionales tienen consecuencias en el desarrollo de la ciencia local. Y una de esas decisiones es en qué ciudad se llevan a cabo los congresos, que se realizan cada cuatro años. La primera reunión de la UIGG que se llevó adelante en Sudamérica fue la de la Asociación Internacional de Geomagnetismo y Aeronomía, que se realizó en 1993 en nuestro país. "Yo convencí a la comunidad internacional diciendo que para estudiar el campo magnético terrestre había que hacer observaciones en todo el globo. Les ganamos en esta presentación a Rusia y a Hungría", recuerda Vilas, y se entusiasma: "Les comenté cómo se distribuían en densidad los puntos donde se hacían observaciones geomagnéticas en el planeta, y éstas coincidían con los lugares donde se realizaban las reuniones. De ese modo, si seguíamos así, lo único que haríamos sería estimular la investigación en el hemisferio norte. Y continuaríamos estudiando los fenómenos de la Tierra en algunos pocos kilómetros cuadrados. Entonces, para romper con eso, dije: 'Vayamos al sur". ¿Qué se puede hacer desde el Comité de Finanzas? El proyecto de Vilas incluye cambiar algunas cosas en la unión. Por ejemplo, tratar de desterrar el voto calificado. Lo que sucede es que el voto de cada uno de los más de 60 países miembros de la unión no vale lo mismo. Mientras que el voto de Argentina vale solo 4 puntos, el de buena parte de los países europeos vale 8, y el de los Estados Unidos, 11. Este puntaje depende de la cuota que debe pagar cada país, lo que a su vez se vincula a las condiciones económicas de cada uno y al número de investigadores que presentan trabajos en las reuniones científicas de la unión. "El voto calificado hace que la unión sea sólo un club de países ricos. Pero, a la larga, los países centrales se perjudican. Para construir el conocimiento se necesitan investigadores de todo el globo, en particular en las ciencias de la Tierra, los fenómenos deben estudiarse en toda la extensión del planeta", opina Vilas. Si las investigaciones se concentran en unos pocos kilómetros cuadrados, habrá muchas piezas del rompecabezas que estarán faltando. "Es como si se quisiera investigar el elefante estudiando sólo un pelo del bigote", ejemplifica el investigador. Ese voto es el que permite modificar los estatutos, aceptar los presupuestos, elegir las autoridades, y decidir el lugar donde se realizará la reunión siguiente. Vilas está contento con su cargo. Por un lado, se siente reconocido por su trabajo de investigación. Por otro, asume la responsabilidad de ser el primer argentino que llega a un puesto de esas características en esa unión, y está dispuesto a hacer lo que esté a su alcance para revertir el papel marginal de Argentina en el concierto científico internacional.
(*) Centro de Divulgación Científica - SEGBE - FCEyN.
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