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Viernes 11 de abril de 2003 Por
Cecilia Draghi (*) Cuando la aparatología no alcanza a brindar datos de qué está sucediendo a miles de metros de profundidad en la tierra, los científicos echan mano a la matemática, física, informática y a todo su ingenio para elaborar modelos que simulen el mapa subterráneo. Puede parecer un juego, pero en verdad el diseño que más se asemeje con la realidad gana. ¿Cuánto? Puede no tener precio, por ejemplo si se llegara a predecir cómo se deslizará, ante un terremoto, un área habitada. Pero también podría cotizarse en millones de dólares, si permite a una petrolera contar con reservorios de crudo, que son cada vez más inaccesibles en el mundo. En este terreno trabaja el geólogo Ernesto Cristallini junto con un equipo de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires. Ellos desarrollaron un modelo que, combinado con otros, permite "obtener una imagen integral de ciertos pliegues". Es decir, dieron un paso más en este intento de reproducir del modo más fidedigno qué está sucediendo allá abajo. Mundo subterráneo Debajo de nuestros pies hay un mundo por descubrir, que se deja espiar por ahora hasta cierto límite. Bien escondido tiene la naturaleza aquellos sedimentos con restos orgánicos que acumuló a lo largo de millones de años y que, reacción química mediante, se han convertido en hidrocarburos líquidos y gaseosos. Estos fluidos migran hacia la superficie siempre y cuando encuentren espacios porosos. Pero este ascenso a veces topa con condiciones geológicas particulares: las tan buscadas trampas petroleras. Precisamente, descubrir los distintos recovecos de estos pliegues puede resultar un acertijo de difícil resolución. "No hay manera de ver los pliegues, salvo con sísmica de reflexión, es decir una especie de ecografía. Se producen descargas de dinamita o se energiza el suelo con un camión vibrador, el eco de las ondas de choque emitidas permite obtener una imagen del subsuelo. Pero esto, en relevamientos convencionales, sólo alcanza hasta los 4000 o 5000 metros de profundidad, siempre y cuando las capas no inclinen más de 40 grados", describe el especialista, quien también es investigador del CONICET. Justamente, las más atractivas y probables candidatas a albergar oro negro están en esa posición y no se ven claramente por este sistema. He aquí cuando entran en escena los modelos geológicos estructurales. Es decir, con los pocos datos disponibles y los conocimientos acumulados lograr predecir con la mayor exactitud posible cómo es la situación en las entrañas terrestres: cuál es la zona más deformada, con más pliegues y mayor parte de detalles posibles. Por ejemplo, los modelos físicos análogos intentan reproducir en laboratorio como sería la configuración terrena. "Si bien permitirían observar el pliegue, los experimentos resultan difíciles de producir porque se deben simular tres kilómetros de terreno en una caja de algunos centímetros, sometiendo materiales en su interior a presiones o movimientos en una hora o todo un día para una estructura que tardó millones de años en formarse", relata. Para descifrar mejor Al igual que los físicos análogos, otros modelos como los mecánico numéricos y cinemático numéricos presentan sus bemoles con pros y contras. En estos dos últimos modelos trabaja Cristallini, los que -según señala- permiten predecir la configuración de las zonas más deformadas y la orientación de los planos de fractura. "Estos datos -indica- son fundamentales en la ingeniería del petróleo porque determinan dónde y cómo realizar la extracción, cómo circula el fluido y la forma de lograr la máxima recuperación de crudo". En medio de esta tarea, el especialista y su equipo desarrollaron un modelo para descifrar mejor los sectores subterráneos. "Para indicar qué ocurre en la parte frontal de un pliegue se utiliza el modelo llamado de Trishear. Nuestro equipo propuso en base de la misma idea explicar la deformación para la parte de atrás o dorsal. De este modo al modelar ambas áreas se puede obtener una imagen integral", destaca. Y con ello es posible tener una idea más cabal de qué está sucediendo allá abajo antes de lanzarse a la exploración subterránea.
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