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Viernes 13 de junio de 2003

Astrónomas: cuando ellas son las estrellas

El 35 por ciento de los investigadores en astronomía son mujeres en la Argentina. Esta es la cifra más alta del planeta, y triplica el promedio mundial del 12 por ciento, según datos de la Unión Astronómica Internacional. Aún en el mejor de los casos, la presencia femenina sigue siendo minoría. Testimonios de expertas locales.

Por Cecilia Draghi (*)

  "La Argentina ocupa el primer lugar en el mundo en las estadísticas que muestran el número de mujeres dedicadas a la astronomía. Las investigadoras profesionales en esta disciplina ascienden al 35 por ciento del total, cifra aún no alcanzada por ningún otro país con una base de más de cien expertos en esta categoría", puntualiza Gloria Dubner, desde el Instituto de Astronomía y Física del Espacio (IAFE) en la Ciudad Universitaria. Los datos registrados por la Unión Astronómica Internacional, con algo más de 8500 miembros, muestran también que las argentinas que asoman sus narices al Cosmos casi triplican al promedio mundial de apenas el 12% de presencia femenina.
Si bien las exploradoras del Universo siguen siendo minoría, de a poco es posible hallarlas en cargos jerárquicos y con algunas peculiaridades locales. Sin ir más lejos, la dirección del propio IAFE está en manos de una mujer: Marta Rovira. "En este Instituto el plantel masculino y femenino está dividido en partes iguales", grafica.

  Ellas, acostumbradas a trabajar con la velocidad de la luz, han sido en estas últimas décadas protagonistas de algunos cambios que llevaron siglos. "La primera vez que fui al Observatorio de Cerro Tololo (Chile) en 1982, no había baño para mujeres en el sector del telescopio de mayor dimensión", recuerda Dubner.

  Otra anécdota de la actual directora del Observatorio Europeo Austral, la franco-argentina Catherine Cesarsky, pinta cómo era la situación hace más de treinta años. En ese entonces, ella cursaba en un colegio de la comunidad gala en Buenos Aires cuando tuvo una entrevista con un inspector visitante quien cambió su destino inmediato. Ella le comentó su interés de continuar estudiando matemática y ciencia en el prestigioso Ecole Polytechnique. ¿La respuesta? "Él se rió y me dijo: No hay mujeres en Ecole Polytechnique. (Esto recién cambió en 1972)", relató en una conferencia sobre Mujer en Ciencia. Tras este esclarecedor encuentro, Cesarsky decidió ingresar a la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA y allí se graduó.

Historia de estrellas

  Desde la época de la astrónoma y matemática Hipatia de Alejandría hasta el presente, no fueron pocas las apasionadas por develar los misterios del Cosmos. Estas verdaderas estrellas terrenas vieron más de una vez opacada su luz y el brillo se lo llevaban sus maridos, hermanos o jefes, tal como relata Dubner: "Caroline Herschel (1750-1847) hizo el más tedioso trabajo de ordenar, clasificar y escribir el catálogo de las 2500 nebulosas que detectó su hermano William, descubridor del planeta Urano. En una ocasión, él le regaló un telescopio para que se "entretuviera" y ella descubrió ocho cometas en los siguientes once años. Por esto recibió una medalla de oro de la Sociedad Real de Astronomía de Inglaterra, que en 1835 la nombró miembro ‘honorario’, ya que su condición femenina le impedía ser miembro ‘pleno’".

  Estas diferencias de clasificación perduran hoy de manera más sutil como puso al descubierto un ingenioso test de la American Astronomical Society. ¿De qué se trató? Un mismo trabajo científico o ´paper´ fue enviado a distintas publicaciones firmado, en un caso, por un nombre de pila masculino, en otro femenino, y un tercero en que sólo aparecían las iniciales, es decir el jurado no podía deducir el sexo. "Cuando el autor aparecía como hombre obtenía un buen puntaje, si era mujer menos y, ante las iniciales, la calificación era intermedia", dice Dubner.

  Si de este estudio se desprende que las Marías corren con desventaja ante los Marios, de otro trabajo particular se observa cómo influye la maternidad en la producción científica femenina. Dubner comparó en total veinte currícula de hombres y mujeres-madres investigadoras. A ellas les pidió que le marcaran los años de sus partos. Llevadas las historias personales a un gráfico de ejes cartesianos, los varones mostraban un nivel de producción constante que se reflejaba en una diagonal ascendente, en cambio las mujeres tenían picos y caídas. "La producción de trabajos en congresos y publicaciones aumenta significativamente durante el embarazo, y luego cae a cero en el primer año de vida del bebé. Más tarde se recupera hasta otro embarazo o hecho familiar que le quita tiempo. Pero con el paso de los años alcanzan o superan el nivel de los hombres quienes muestran una carrera más estable", señala Dubner, con tres hijos.

  La experiencia es la misma para Rovira, casada, con dos hijos y un nieto. "La carrera femenina es más lenta. Llegamos al mismo lugar que alcanzaron los hombres, pero con más edad que ellos", puntualiza quien junto con Dubner son hoy las únicas dos mujeres investigadoras principales en actividad del CONICET en astronomía.

  Por otra parte, esta profesión obliga a frecuentes viajes a observatorios ubicados en lugares recónditos del mundo. "Particularmente, hasta que mis hijos no tuvieron 10 o 13 años, no tuve oportunidad o no busqué viajar. Fue una elección, privilegié a mi familia", testimonia Rovira. "Cuando mis tres chicos eran pequeños, volvía de cada campaña cargada de regalos y decía: "Voy a pagar mis impuestos". Hoy, el menor de ellos tiene 17 y ninguno me reprochó mis idas", señala Dubner, quien no olvida que un cálculo astronómico puede a veces resultar menos complejo que conciliar un día de rutina familiar.

  Difícil ecuación es familia y profesión, tal como se descubrieron hablando astrónomas de México, Chile, Brasil, Venezuela y Argentina en el Congreso Regional Latinoamericano en 1980. Aquello que empezó como una charla de café terminó conformando la Asociación Latinoamericana de Mujeres Astrónomas (ALMA), que hoy brega entre otras cuestiones por el reconocimiento de la licencia por maternidad a las becarias; o por ampliar la edad a la hora de presentarse en una beca en el caso de investigadoras con hijos, teniendo en cuenta el atraso que provoca la maternidad.

  Si bien han recorrido un largo camino, aún resta desandar un buen tramo. "La idea es evitar plantearse ‘carrera versus familia’; sino conseguir, mantener y desarrollar ‘carrera y familia’", concluye Dubner.

Virpi Niemela, integra la Academia Nacional de Ciencias, dice...
"El sistema es patriarcal"

  Virpi Niemela, se doctoró en astronomía en 1974 y es una de las dos únicas mujeres que integra la Academia Nacional de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales. Llegó al país a los 17 años desde Finlandia "un país matriarcal", define. Quizás por eso a su familia no le extrañó cuando decidió estudiar astronomía en La Plata.

  En esa época eran muy pocos tantos hombres como mujeres, "recién con la serie de TV Cosmos de Carl Sagan la inscripción pasó de 20 a 120 alumnos", señala quien hoy es docente de esa casa de estudios. ¿Sufrió discriminación por ser mujer en su carrera? "La discriminación no es de los científicos. El tema pasa porque el sistema es patriarcal, está acostumbrado a que los jefes sean varones y recién en los peldaños inferiores hay más igualdad por sexo. A las primeras les cuesta más todo porque deben romper paredes", indica.

  A lo largo de su trayectoria no olvida que escuchó planteos como: "Si tenés marido para qué querés un cargo rentado?", ni la colaboración estratégica de una persona clave: la niñera para unir su profesión con su familia de dos hijos (hoy 4 nietos). "Las carreras de las mujeres suelen construirse sobre los hombros de otras mujeres. En América Latina es más fácil acceder económicamente a la ayuda doméstica que en otros países. Es por esto que en promedio cuenta con más científicas en astronomía que Alemania (5%) o Japón (3%), a pesar de ser naciones más desarrolladas tecnológicamente", compara, sin dejar de mencionar: "Para hacer carrera muchas veces el precio femenino es limitar el número de hijos o no casarse", subraya.

 


(*) Centro de Divulgación Científica - SEGBE - FCEyN.

 

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