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Lunes 23 de junio de 2003 Leandro de Sagastizabal, gerente general de Eudeba, y Fernando Esteves Fros, director editorial de Alfaguara participaron de las charlas de los viernes de la Facultad. ¿El tema? "Los autores no escriben libros (sólo escriben textos que los editores transforman en libros)". Por
Cecilia Draghi (*) Todo lo que siempre se quiso saber sobre el editor y nunca se animó a preguntar tuvo una oportunidad especial recientemente, cuando Leandro de Sagastizabal, gerente general de Eudeba, y Fernando Esteves Fros, director editorial de Alfaguara participaron de las charlas de los viernes bajo el título: "Los autores no escriben libros (sólo escriben textos que los editores transforman en libros)". Esta
vez dos expertos de vasta trayectoria y coautores del libro "El mundo
de la edición" relataron pormenores del mundo de papel y tinta. Ellos
ocupan el espacio existente entre el autor y el lector. Como dijo
Beatriz Sarlo, "la edición es el momento más social que intermedia
entre el escritor y el público". Y, es bastante nuevo este lugar en
el mundo de las letras nacionales. "En Argentina el editor no es
anterior a 1920", recuerda Sagastizabal y trae como anécdota la
Feria del Libro, allá por 1943, cuando Ricardo Rojas dijo: "Por
primer vez tenemos editores profesionales y no libreros e imprenteros
(quienes hacían hacia fines del siglo XIX esa tarea)". Desde entonces, han pasado a imprenta muchos libros, en realidad muchísimos. Es que escribir parece una pasión irrefrenable, tanto es así que con humor Esteves Fros señala: "Alguna vez propuse un guante de castidad para los autores que no se pueden contener". Los números le dan la razón. En el mundo se publica un libro por segundo, y en Argentina, el promedio es de 700 novedades por mes, (y eso que estamos en tiempos de crisis). Misión imposible si las hay, el intentar estar al tanto de todo lo que sale a los anaqueles. En este afán por escribir, más que por leer, en este ansia de dar a conocer la propia obra, se topa el libro con un problema: "la impresión del papel". "El gran peligro de la industria editorial es la sobreproducción de libros", subraya Sagastizábal. ¿Qué sucede? Es que a pesar que la realidad indique que un determinado texto tendría con furia 500 lectores, por cuestiones de costo se imprimen 2000 ó 3000 y no hay mercado para los restantes que atiborran depósitos. En esta categoría podrían ubicarse no pocas publicaciones específicas. "En estos casos sería mejor ponerlo en la web. Cada vez es más necesaria la publicación on line y en especial para la universidad", remarcó. Por su parte, Esteves Fros mencionó el caso de la Enciclopedia Británica con cientos de años imprimiendo sus clásicos volúmenes que hicieron historia. "Hoy lo hace en CD-ROM y por un valor muchísimo menor", comparó. Mitos y fantasías Si hay mitos acerca de esta profesión, uno de ellos es la visión del editor rico-escritor pobre. Nada más alejado de la realidad, según coinciden y brindan unas cifras para tener en cuenta: el 50 por ciento del costo queda para el librero y la distribución, sin dejar de mencionar que a diferencia de las publicaciones periodísticas, la publicidad aquí es nula. ¿Otra falsa creencia? La fantasía de los autores de que todos deberían leer sus libros y que los editores son dueños de los medios de comunicación para lograr convencer de que así sea. Y aquí se dio paso a otro planteo: ¿Hasta qué punto una campaña de prensa puede imponer un título en las librerías? "El marketing sin duda posiciona un libro. He visto operaciones de prensa exitosas", testimonia Sagastizábal. Aquí como en otros ámbitos no faltan modas, ni galardones que mejoran el posicionamiento en el ranking de ventas. Tal el caso de José Saramago quien luego de merecer el Nobel de Literatura incrementó la venta de ejemplares. Sin embargo, para Esteves Fros, "Un Premio Nobel y una buena campaña de marketing son condición necesaria pero no suficiente para un best seller. De hecho salvo, García Márquez y Saramago, los otros galardonados no venden más de 300 ejemplares". En este sentido, planteó: "El libro se recomienda de boca en boca y si se vende es porque hay un público interesado en ellos", enfatizó. No sólo vendrían a satisfacer una necesidad del público, sino que los autores de best-seller permiten conocer a producciones difícilmente comerciales. ¿Cómo? "Las obras de Jorge Bucay, Paulo Coehlo, Isabel Allende financian los libros que venden poco. Ellos permiten costear ediciones de prestigio que con suerte venden algunos cientos de ejemplares", planteó. Precisamente, en el mundo editorial la ecuación habitual es que de cada 10 títulos, dos con buenas ventas mantienen a los otros ocho, según destacaron. Este difícil equilibrio es el que a diario, ellos deben emprender en sus editoriales. Si
cantidad de ejemplares vendidos y calidad no son necesariamente antónimos,
tampoco es sinónimo que se transformará en un clásico, un libro aprobado
por la crítica literaria contemporánea. En este sentido, recordaron
comentarios como "(Walt)Whitman conoce tanto el arte como un cerdo
la matemática" y tantos otras obras juzgadas lapidariamente por
la crítica de su tiempo y que sin embargo trascendieron convirtiéndose
en clásicos universales. Como se ve la última palabra nunca está dicha.
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