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Viernes 17 de septiembre de 2004

Promisorio estudio en el microscópico escenario de las enfermedades neurológicas

Un análisis de sangre permitiría confirmar el diagnóstico de una función celular que está asociada a demencias tipo Alzheimer, arterioesclerosis y otros trastornos neurológicos, según científicos de la Universidad de Buenos Aires.

Por Cecilia Draghi (*)

  La demencia tipo Alzheimer o por arterioesclerosis y otros trastornos neurológicos como el Mal de Parkinson podrían ser detectados por un análisis de sangre que permitiría confirmar el diagnóstico al medir el estrés oxidativo, es decir el desbalance, en las células, entre las sustancias oxidantes y las protectoras. Más de 360 pacientes evaluados a lo largo de diez años de investigación por científicos de la UBA y del CONICET ayudaron a construir un perfil químico para discriminar las distintas dolencias, según un trabajo presentado en el último Congreso de la Sociedad Internacional de Radicales Libres, realizado recientemente en esta ciudad.

  "El objetivo inicial de esta línea de investigación fue buscar un marcador temprano de estas patologías en sangre (eritrocitos) y/o plasma. Esta hipótesis primaria de hallar en el sistema periférico alguna medición asociada a patologías neurológicas, fue de la doctora Eugenia Sacerdote de Lustig", señala el Dr. Jorge A. Serra, químico que se desempeña en la Facultad de Farmacia y Bioquímica, y que junto con especialistas de la Facultad de Medicina y de esta Facultad, llevan adelante estos protocolos de investigación.

  La posibilidad de contar con un test de laboratorio, aportaría una herramienta significativa en el proceso de detección de dolencias neurológicas. Por ejemplo, hasta ahora el diagnóstico de una enfermedad degenerativa progresiva como el Alzheimer -caracterizada por desorientación, olvidos y deterioro cognitivo severo-, reside fundamentalmente en una evaluación médica. "Hoy el método habitual de diagnóstico consiste en estudios clínicos, de laboratorio y radiológicos, y en tests neuropsicológicos que evalúan diversas funciones intelectuales y deterioros generales. Además se busca descartar otras dolencias como traumatismos cerebrales, tumores, estados depresivos mayores y otras causas que pueden confundir el diagnóstico", precisa el doctor Raúl Domínguez, profesor adjunto de la cátedra de Neurología de la Facultad de Medicina. Si bien estas técnicas se han afinado en los últimos tiempos, sólo la autopsia permite obtener la certeza definitiva de que el diagnóstico clínico presuntivo había sido el correcto.

  "En la anatomía patológica post-mortem se observan grandes depósitos anormales de proteínas en las neuronas. En los estadíos avanzados del Alzheimer prácticamente desaparece el cuerpo de las células nerviosas de las áreas cerebrales asociadas con las funciones encargadas de la memoria, el cálculo y la atención", agrega Domínguez, quien junto con el doctor Arturo Famulari, son los dos neurólogos de este equipo multidisciplinario.

En busca de una señal de alerta

  ¿Qué componente en sangre puede alertar sobre la posibilidad de alguna de las patologías neurológicas habituales en la tercera edad? La pregunta lanzada hace una década atrás llevó a los investigadores por caminos diversos y no faltaron callejones sin salida. Hasta que la medición de un componente enzimático denominado cobre-zinc superóxido dismutasa (SOD), mostró valores diferentes en sujetos sanos -tomados como grupo de control-, en relación con otros dos grupos integrados por enfermos neurológicos. Uno de ellos incluía a pacientes con diagnóstico de Alzheimer; y el otro, a afectados por demencia vascular. "Esta última es la genuina arterioesclerosis donde las paredes arteriales se hallan engrosadas por depósitos de lípidos y procesos inflamatorios, y pueden llegar a tapar las arterias provocando macro o microinfartos cerebrales", explica Domínguez.

  Tanto los afectados por Alzheimer como por la demencia vascular mostraban un aumento significativo de la SOD, una de las tres defensas enzimáticas antioxidantes de la célula. En este microscópico escenario a diario se juegan decisiones vitales. Mientras unas sustancias están ocupadas en oxidar moléculas, otras acuden a neutralizar esa función para no caer en excesos o desequilibrios que producen el deterioro e incluso la muerte celular, a través de lo que se denomina estrés oxidativo.

  "La SOD funciona como 'barredora' o 'limpiadora' para neutralizar o eliminar los radicales libres del oxígeno, que son especies con potencial capacidad dañina, y que intervienen en distintos procesos metabólicos normales y patológicos", define el Dr. Serra del Laboratorio de Canales Iónicos de la Cátedra de Química General e Inorgánica (Facultad de Farmacia y Bioquímica, UBA) a cargo del Dr. Alberto Boveris, especialista destacado en radicales libres.

  El segundo paso en la investigación dado en 1995, tuvo en cuenta no sólo a pacientes de Alzheimer sino a sus familiares. Más precisamente a hermanos e hijos quienes no mostraban síntomas clínicos de la enfermedad en el momento del estudio, así como a los correspondientes grupos de control.

  "Un tercio de los hijos mostraron un nivel alto de la SOD. Si bien esta proporción es similar a los datos epidemiológicos mundiales que señalan una preponderancia a desarrollar la enfermedad por parte de un tercio de los hijos de pacientes de Alzheimer, no se puede hablar aquí de la misma asociación. Los números no permiten deducir esta relación", subraya el Dr. Enrique Marschoff del Laboratorio de Biometría de esta Facultad, quien lleva adelante el análisis estadístico de los estudios. En otras palabras, "no podemos afirmar si esas personas enfermarán o no en el futuro", agrega Serra.

Estudios más abarcativos

  Cuando más avanzaban en las investigaciones mayores matices observaron, al igual que ha ocurrido históricamente en todas las áreas de la ciencia. "Hasta la década del '70 -compara el neurólogo Domínguez- se adjudicaba a la arterioesclerosis gran parte de las pérdidas de la intelectualidad. En los '90 ese lugar fue ocupado por la demencia tipo Alzheimer. Ahora se están revisando estos conceptos al ampliarse el espectro de conocimientos sobre el deterioro cognitivo, lo que permite circunscribir mejor los campos de estudio".

  Posteriormente, la mirada de esta investigación también fue amplificada. No sólo se tuvo en cuenta la medición de la SOD, sino también otros antioxidantes (catalasa, sistema glutatión) y variables que miden el poder oxidante, para determinar -en definitiva- la presencia o no del estrés oxidativo. Estos resultados analizados en un modelo estadístico permitieron elaborar un denominado perfil antioxidante, característico de sujetos normales y de cada patología. "Si individualmente se mide la catalasa -ejemplifica Serra-, no difieren demasiado sus valores entre un paciente de Alzheimer, y uno de Parkinson o de demencia vascular. Pero si las variables se analizan en conjunto con un modelo matemático-estadístico, es posible discriminar cada una de las dolencias y coincidir en más del 85 por ciento con el diagnóstico clínico".

  Estos resultados leídos desde la óptica de este perfil antioxidante permiten identificar a un paciente que padece la enfermedad descripta por el neuropatólogo Alois Alzheimer en 1906, del de otro enfermo afectado por la dolencia delineada por James Parkinson, que se caracteriza clínicamente por temblores y rigidez muscular. "Con este perfil antioxidante hallamos que las patologías podían ser discriminadas claramente, y a su vez diferenciadas de los controles", destaca Serra, al tiempo que agrega: "En todos los casos siempre aparece con una variación significativa de la SOD, de ahí que la hayamos considerado como el marcador líder del estrés oxidativo en estas patologías".

  Las posibilidades de instrumentar esta técnica de medición requiere de varios pasos antes de su puesta a punto. "Uno de ellos es un estudio epidemiológico", puntualiza el biólogo y especialista en estadística Marschoff. Y a nivel químico, Serra añade: "El estudio no es de complejidad. Puede realizarse en un laboratorio medianamente equipado, por simples mediciones espectrofotométricas".

 

Diabetes también en la mira

  El último trabajo de este equipo, integrado también por los doctores Eduardo Guareschi y Miguel Pagano, publicado recientemente en Journal of the Neurological Sciences, se refiere al estudio de pacientes de Alzheimer y demencia vascular que adicionalmente sufrían de Diabetes tipo II (no insulino-dependiente). "En esta dolencia caracterizada por el aumento de glucosa en sangre, se enmascaran las diferencias del perfil antioxidante", señala el Dr. Jorge Serra. ¿Un ejemplo? Si una persona padece Alzheimer y Diabetes tipo II, mostrará valores más cercanos a los grupos de control, aunque igualmente estará ubicado dentro de parámetros considerados patológicos. "El efecto de enmascaramiento del perfil antioxidante en pacientes dementes con diabetes concomitante puede deberse a un efecto de la diabetes per se, y/o a las drogas que se emplean para su tratamiento. Por ahora no lo podemos afirmar ni refutar", sugiere Serra.

  "En cambio, lo que resulta probado en las investigaciones es que todas estas enfermedades están asociadas al estrés oxidativo y que cada una de ellas presenta un perfil antioxidante característico y diferente, y distinto también al de los controles sanos. Por esto es posible hipotetizar que existen diferentes mecanismos y vías metabólicas en las reacciones de los radicales libres que son propios de cada enfermedad. Los fármacos antioxidantes ampliamente utilizados en la clínica cotidiana, podrían ahora ser contrastados para cuantificar sus beneficios en este tipo de pacientes neurológicos", coinciden los investigadores.


(*) Centro de Divulgación Científica - FCEyN.

 

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