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Lunes 19 de julio de 2004

Prueban un método para detectar vinchucas

Científicos argentinos intentan diseñar un método de detección de vinchucas, basado en sustancias liberadas por estos insectos cuando son perturbados. El proyecto en colaboración con especialistas de Brasil es financiado por la Organización Mundial de la Salud.

Por Cecilia Draghi (*)


La vinchuca, objeto de la mirada científica.

  Un proyecto financiado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) pondrá a prueba un sistema para localizar vinchucas, insectos vectores del Mal de Chagas, la enfermedad que afecta a más de 16 millones de personas en América Latina. «Se trata de un método para detectar este insecto, que resultaría menos tóxico y más específico a los actualmente en uso», precisa el biólogo Gabriel Manrique, desde el Laboratorio de Fisiología de Insectos de esta Facultad. El equipo de este investigador del CONICET junto con especialistas del Instituto René Rachou, dependiente de la Fundación Oswaldo Cruz de Belo Horizonte, Brasil, tienen un año para comprobar la eficacia de su diseño basado en sustancias liberadas en situación de peligro por esta «chinche gaucha», como también se la conoce popularmente.

  Tras ella desde hace años, los científicos intentan descifrar su lenguaje y conocer sus hábitos para mejorar los métodos de control y desarrollar sistemas preventivos que eviten el contacto con el ser humano. Es que no existe aún una vacuna contra el parásito Trypanosoma cruzi transmitido a través de las heces por este pequeño insecto de apenas 3 centímetros de largo. Una vez que ingresa al organismo humano puede lesionar seriamente el corazón, así como otras partes del cuerpo, tal el caso del aparato digestivo y sistema nervioso.

  «En la Argentina se calculan unos 3.000.000 de infectados por el Chagas», indica el cardiólogo Miguel Ángel De Rosa, jefe de Sección de Enfermedad de Chagas del Instituto de Cardiología Sacre Coeur y asesor del Consejo de Chagas de la Sociedad Argentina de Cardiología. «De todos los infectados, -aclara- alrededor de un 30 por ciento desarrolla cardiopatías. En tanto, un menor porcentaje padece problemas digestivos, en especial de esófago e intestino grueso ocasionados por esta enfermedad, que puede permanecer hasta 25 años sin mostrar síntomas».

Vinchuca molesta

  Con la mirada puesta en este pequeño animal que se alimenta de sangre, Manrique y sus colaboradores buscaron llevarlo a situaciones límites para evaluar su reacción. «Cuando se la perturba, la vinchuca libera una serie de compuestos que informaría sobre la presencia de un peligro potencial al resto de la población para que escapen. Se trataría de una feromona de alarma», describe.

  ¿Qué es una feromona? «Es una sustancia o complejo de sustancias secretadas al exterior, capaz de modificar comportamientos de organismos de la misma especie. Es una señal intraespecífica», explica Manri-que, doctor en biología y un apasionado por interpretar y traducir el código de estas diminutas «benchucas» o gran chinche negra de las pampas como las llamó Charles Darwin hacia mediados del 1800.

  Para los humanos, la feromona de alarma que emana una vinchuca al ser molestada tiene un olor repugnante. Pero a estos insectos puede significarle la diferencia entre la vida y la muerte. Y salvar así su pellejo. «No sólo le advierte de la conveniencia de huir, sino que el escape lo realiza en la dirección contraria de la fuente de agresión», observa. Además de indicarle hacia dónde está la salida, le facilita la fuga. «El producto liberado promueve un aumento en la actividad locomotora, es decir caminan más rápido», añade.

Imitando la señal

  Una vez identificado el accionar, y qué lo incentivaba, el paso siguiente consistió en reproducir artificialmente la señal. «Caracterizamos químicamente a estos compuestos volátiles y encontramos ácidos grasos de cadena corta con algunos alcoholes y ésteres, -puntualiza Manrique-. La idea es poner a prueba reactivos que intenten provocar el comportamiento de escape». A estos compuestos químicos le sigue el test de fuego que consiste en determinar si sirven como método desalojante en las viviendas. Es decir si una vez diseminadas estas sustancias en el interior de una casa en zona de riesgo, obliga a estos insectos a escapar de sus habituales escondites y así ser detectados.

  Normalmente la vinchuca busca abrigo en grietas y rajaduras, condiciones ideales que halla en construcciones rurales con paredes de adobe y techos de paja. De día permanece inmóvil en su escondrijo, ella le escapa a la luz y sólo de noche sale a nutrirse de sangre humana o de otro animal de sangre caliente. «La vinchuca utiliza, entre otras claves, el calor emanado de los cuerpos para aproximarse a su hospedador», especifica.

  Ya posada sobre su presa, despliega su proboscis o trompa, inserta los estiletes bucales en la piel así como saliva anticoagulante y comienza a chupar. Si no es perturbada puede ingerir varias veces su propio peso. Al hincharse su intestino la obliga a defecar, depositando el parásito sobre la picadura. Cuando la víctima se rasca por la picazón, permite que ingrese el parásito al torrente sanguíneo. En tanto, la vinchuca satisfecha luego de lograr su alimento, vuelve a su refugio.

  Allí es precisamente donde se las busca. «Actualmente los operadores sanitarios que tratan de determinar si un rancho está infestado, lo hacen con linternas y grandes pinzas que introducen en las grietas para obligarlas a salir, así como también mediante la utilización de sensores y la búsqueda de excrementos u otros restos que indiquen la presencia de estos insectos. También se emplean insecticidas como desalojantes», señala.

  Ahora, Manrique y su equipo pondrán a prueba esta otra alternativa. «Buscamos probar si los volátiles liberados que funcionarían como feromona de alarma, pueden servir como un desalojante para detectar presencia o ausencia de vinchucas en las viviendas. Sería un método ecológico, menos tóxico y más específico que los insecticidas actualmente utilizados», concluye.


(*) Centro de Divulgación Científica - FCEyN.

 

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