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Lunes 26 de abril de 2004

Investigación
Tras la pista del picudo del algodonero

Una plaga que causa millonarias pérdidas en los cultivos de algodón es estudiada por científicos argentinos para determinar su origen y de este modo mejorar las estrategias de control.

Por Cecilia Draghi (*)


Anthonomus Grandis

  De tamaño diminuto, aparentemente inofensivo, y con una especie de pico en el rostro que le da su nombre, el picudo del algodonero hace trizas las fibras de este cultivo y causa pérdidas por cifras millonarias. Sin ir más lejos, Brasil detectó su presencia allá por la década del 80, y de ser un país exportador de algodón, requirió importar. En la Argentina, la mala noticia de su presencia se recibió en 1993, y diez años después, en 2003, distintas zonas de Chaco -cuya economía se basa principalmente en la producción de algodón- fueron declaradas en emergencia, infestadas por esta plaga.

  ¿De dónde viene este insecto, cómo es que llega a los campos nacionales? Es la pregunta del millón. "Conocer las vías de ingreso de este picudo permitirá diseñar estrategias más afinadas para detener su avance", destaca la doctora en biología Viviana Confalonieri, de esta Facultad, quien junto con la doctora en Ciencias Naturales del Museo de La Plata, Analía Lanteri, y un equipo de investigadores de ambas instituciones, en 1997 se lanzaron tras la pista del picudo del algodonero, con resultados sorprendentes.

  "La hipótesis que siempre se había manejado es que se trataba de una plaga invasora. Sin embargo, las investigaciones realizadas revelaron otras posibilidades", subraya. No todos los picudos habrían venido desde lejos, sino que en la zona tripartita de Argentina, Brasil y Paraguay, al parecer, habría picudos autóctonos. "Por ejemplo, en el área del Parque Nacional Iguazú, en Misiones, se recolectaron muestras de picudos asociados con vegetación nativa, que estarían allí desde tiempos anteriores al inicio del cultivo del algodón en zonas aledañas", agrega la investigadora desde su laboratorio en el Departamento de Ecología, Genética y Evolución.

De "nacional" e "importado"


Picudo del algodón

  La evidencia de que en la Argentina habría tanto "picudos nacionales como importados" fue obtenida tras pormenorizados estudios moleculares, el cálculo de ciertos índices de similitud genética, y la reconstrucción del árbol genealógico de las distintas muestras analizadas.

  Ajeno a estas avanzadas técnicas de estudio, el picudo nace literalmente entre algodones. Es que en su capullo y en el de otras plantas de la misma familia, llamadas malváceas, deposita sus huevos. Con el fin de proteger a su descendencia perfora las flores y frutos de las plantas huéspedes y las utiliza para su sustento, transformándolas en inútiles para el hombre.

  Prolífico, -las hembras pueden producir hasta 300 huevos en su vida-, resistente a los más variados ambientes y sobreviviente de condiciones climáticas extremas, son algunas de las características que llevan a este insecto denominado Anthonomus grandis a convertirse en la mayor plaga del algodonero en toda América.

  "Naturalmente habita en selvas tropicales y subtropicales, alimentándose de plantas nativas. Pero cuando los cultivos de algodón avanzan hasta el borde de las zonas selváticas de donde es originario, el picudo pasa al algodón, pues es como si se le estuviera ofreciendo un restaurante de cinco tenedores. Comida rica y abundante, servida gratuitamente la mayor parte del año, para alimentarse sin límites, proteger su descendencia, aumentar su capacidad reproductiva e incrementar su densidad poblacional de modo exponencial", describe Confalonieri, investigadora independiente del CONICET.

  Los primeros registros de su presencia datan de México por 1843, años después el cinturón algodonero de Estados Unidos se vio en figurillas, devastado por su invasión. En 1949 se detectó por primera vez en un país de América del Sur, Venezuela, luego en Colombia (1951), Brasil (1983), Paraguay (1991) y Argentina (1993). Estos tres últimos países se unieron en un convenio recíproco para darle batalla. Una red de 2660 trampas de feromonas -que para atraparlos simulan una hormona que los atrae- se estableció desde 1993 para monitorear sus movimientos a lo largo de las fronteras, en sitios de acopio de algodón y alrededor de las áreas de cultivo.

  "No obstante los ingentes esfuerzos realizados para ´erradicar´ el picudo, la realidad actual indica que Anthonomus grandis se halla establecida en el país, desde Misiones hasta el norte de Corrientes y desde Formosa hasta Chaco", señalan las investigadoras, preocupadas por detener su avance, al igual que las autoridades sanitarias, y los productores afectados.

Detectives genéticos

  En busca del origen del picudo, el equipo siguió diferentes rastros con muestras tomadas en distintos puntos de América y las sometió a un interrogatorio en el laboratorio a través de la técnica denominada RAPD. Y luego, para buscar nuevas evidencias, llevaron adelante un estudio molecula de información genética, llamado "filogeografía del ADN mitocondria" que "permite interpretar la historia evolutiva de las especies y sus principales vías de dispersión", explican. Es decir, identifica el origen y explica la distribución de la plaga.

  "En general cuando una especie es invasora o colonizadora reciente exhibe baja variabilidad genética porque de toda la población central emigró sólo un pequeño grupo de individuos", indica la especialista, al tiempo que completa su relato: "Mientras en la población de Formosa los individuos eran genéticamente idénticos y similares a los de Estados Unidos; los de Iguazú, en Misiones, eran muy distintos entre sí con gran diversidad genética, al igual que los de México. Esto indicaría que los picudos de Formosa serían invasores, pero no los de Iguazú".

  Las técnicas moleculares han permitido hurgar en los antepasados históricos del picudo del algodonero, y señalan que en la Argentina habría poblaciones de picudos con distintos orígenes. Por un lado, aquellos que arribaron al país a través del intercambio comercial o atravesando fronteras, desde zonas de cultivo aledañas; y por el otro, los que ya estaban establecidos en el área, asociados con vegetación nativa, pero que pasaron inadvertidos durante mucho tiempo, debido a que no causaban daños.

  Mientras no se detienen en su investigación para respaldar con más evidencias esta nueva hipótesis, Confalonieri insiste: "Cuanto más conocimiento se obtenga acerca del origen y vías de ingreso del picudo, mayores posibilidades habrá de implementar estrategias de control efectivas".


(*) Centro de Divulgación Científica - FCEyN.

 

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