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Viernes 7 de octubre de 2005 Juan Carlos Calvo, Profesor del Departamento de Química Biológica de la FCEyN, traza un recorrido por los aspectos básicos de la clonación y sus implicancias éticas. Por Cecilia Draghi (*) Con el aula magna de esta Facultad totalmente colmada por los estudiantes secundarios que se sumaron a la Semana de la Química 2005, el doctor Juan Carlos Calvo expuso sobre «Clonación ¿la Ciencia reinventa la reencarnación?» «Clonar, ¿significa generar un ejército de monstruos o todo lo contrario? Ni una cosa ni otra», indicó, a poco de desandar la charla. Pero para avanzar en el tema era necesario saber cómo maneja la información la célula. «Como una biblioteca», comparó el especialista. «El edificio sería el núcleo celular. Si en la biblioteca la información está ubicada por temas, en el caso de la célula se hallan en los 46 cromosomas que reúnen datos de identificación sexual, color de ojos, cabello, etcétera», agregó. Hurgando aún en esta analogía prosiguió: «Así como, una vez elegido el tema, busco el libro; en el nivel celular hay estanterías dentro del cromosoma que guardan la información en el gen, donde están las instrucciones para sintetizar la proteína requerida». «Ahora bien, ya tengo el libro ante mis ojos o la información genética, pero resulta que, como es un ejemplar único, no está permitido retirarlo, sino que sólo se puede fotocopiar». En el nivel celular esto se denomina «transcripción» y genera, entre otros tipos de ARN, el ARN mensajero. ¿Cómo maneja la célula a la información? «Con un código de cinco letras (cuatro se hallan en la molécula del ADN y una de éstas se cambia en el ARN). A la célula le bastan cuatro letras para combinar todas las frases, y contar con la información requerida para secretar una proteína», ejemplifica. Este proceso celular de síntesis de proteína se llama «traducción», que requiere de un diccionario para comprenderlo. «El ARN de transferencia es el que ‘conoce’ el idioma para la decodificación», indica. Toda esta información se halla en los 46 cromosomas, y se transmite cuando la célula se divide y las dos partes reciben el mismo caudal de datos, a excepción del óvulo y espermatozoide que son distintos, reciben sólo la mitad de información. Precisamente, de la unión de este óvulo y un espermatozoide es de donde hemos nacido todos los hombres. «Esa célula, ovocito, tiene toda la maquinaria como para usar la información del ADN por completo y, por lo tanto, hasta el momento es imprescindible para clonar, es decir para generar un individuo genéticamente igual a aquel del que toma la información. En otras palabras, se logra que el descendiente sea idéntico al progenitor, genéticamente hablando», indica. Cómo clonar El óvulo, que a grandes rasgos está compuesto por un núcleo y un citoplasma a su alrededor, contiene todo lo necesario para procesar la información a clonar. ¿Qué se hace? «Se quita el núcleo del óvulo, y se lo remplaza por el núcleo de la célula que se va a clonar. A continuación se lo somete a un pulso eléctrico y se fusiona el núcleo de la célula que se clonará, con el citoplasma del óvulo. A partir de allí comienza la división celular para formar el nuevo organismo», describe. A partir de este proceso se obtienen resultados como Dolly, la primera oveja que fue clonada a partir de una célula madura de adulto de su propia especie. Pero también se pueden combinar elementos de especies y lograr una célula transgénica. Por ejemplo, manipular la información genética contenida en el ADN. «De una gota de sangre, se obtiene el ADN humano. A partir de esta muestra se quita el gen de una proteína determinada y se mezcla con ADN de oveja, de cabra o de bacteria, obteniendo así una célula transgénica que se puede clonar, es decir, copiar», indica. De estas combinaciones pueden surgir soluciones terapéuticas. «En Argentina tenemos vacas con material genético para producir hormona humana de crecimiento para personas con problemas de crecimiento. No hay que matar a los animales, sino simplemente ordeñarlos para obtener este elemento, que si hubiera que extraerlo del hombre, habría que hacerlo de cadáveres, lo que sería muy dificultoso y riesgoso para quien reciba el producto purificado, dado que se halla en la hipófisis y podría ir acompañado de algún virus, como el HIV», destaca. ¿Clonar humanos? Si en vez de la forma de reproducción sexual tradicional, se optara por la clonación, ¿qué pasaría? «Sería un retroceso, -evalúa-. No tiene sentido porque la evolución tardó millones de años para llegar a la reproducción actual que es la mejor posible. La clonación sería un retroceso -insiste-, es como hacer una fotocopia de otra fotocopia que, llegado a un punto, pierde calidad y resulta ilegible». En el embrión humano se hallan las células madres, pluripotenciales o stem, que tienen la capacidad de diferenciarse y resultan el material ideal para clonar y reproducir células que pueden emplearse en tratamientos médicos. «Esto presenta un problema ético si entendemos que este embrión es una persona. Es decir que, al romper el embrión, destruimos una persona», sostiene. A su entender esto no es necesario que se realice porque existen otras alternativas. «En nuestro interior también tenemos células madres, que se pueden regenerar», apunta. «¿Dónde
termina todo esto?, -plantea a modo de cierre-. Dependerá de cada
investigador que no se convierta al ser humano en un objeto de la
investigación, sino en un beneficiario de ella».
(*)
Centro de Divulgación Científica - SEGBE - FCEyN. |
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