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Jueves 8 de septiembre de
2005 Eduardo Arzt, codirector del Laboratorio de Fisiología y Biología Molecular de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales (UBA), sumó a su destacada trayectoria un nuevo reconocimiento: la Sociedad Max Planck, una prestigiosa entidad alemana, lo incorporó recientemente como miembro académico externo, la mayor distinción científica otorgada en Alemania. Por Carlos Borches.
- ¿Qué es la Sociedad Max Planck? - Es una fundación alemana que sostiene a unos setenta institutos de investigación, los Institutos Max Planck, ubicados a lo largo de toda Alemania. La Sociedad tiene un sector que se ocupa de las cuestiones financieras y otro sector que atiende las cuestiones académicas. Éste último sector está organizado en cuerpos académicos divididos en tres áreas: fisicoquímica y matemática, biociencias y ciencias sociales. Estos cuerpos están integrados por miembros internos -en general directores de Institutos Max Planck- y miembros externos. Bueno, a mi me incorporaron como miembro científico externo de la Sociedad Max Planck en el área de biociencias. - ¿Qué implica ser miembro de la Sociedad? - Implica participar en comisiones asesoras de la Sociedad Max Planck (SMP). La institución impulsa una estrecha colaboración entre los Institutos Max Planck y los laboratorios liderados por sus miembros externos, esta colaboración se traduce en intercambios de doctorados e investigadores, organización conjunta de eventos científicos, y subsidios conjuntos de la Sociedad y otros organismos de la Comunidad Europea, entre otras cosas. - Ud. publicó este año un trabajo en el Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAC) que ha tenido una importante recepción en su campo. ¿Éste trabajo gravitó en su nombramiento? - Sinceramente, no sé con certeza cómo el Senado de la SMP, que es su máxima autoridad, determina a los nuevos miembros. Entiendo que más que un trabajo puntual, ellos juzgan la actividad académica global y las colaboraciones con la SMP, que en mi caso comienzan en 1990, cuando hice el postdoc en el Instituto Max Planck de Psiquiatría en Munich. - Vayamos entonces a su trayectoria. ¿Cuál son sus áreas de interés? - En el laboratorio estudiamos lo que globalmente podría llamarse neuroendocrino-logía molecular, es decir, nos interesan los mecanismos de traducción de señales y de acción de ciertas sustancias en distintos órganos, tejidos o células del organismo. Específicamente, hemos hecho dos aportes que fueron publicados en revistas de muy alto impacto. - ¿Nos podría describir en qué consistieron esos aportes? - Por un lado encontramos nuevas acciones de las citoquinas en la hipófisis (Ver De Citoquinas e Hipófisis). La hipófisis es una glándula maestra que actúa como interface entre el sistema nervioso central y la periferia. Nosotros trabajamos sobre tumores en la hipófisis, que es un problema que se presenta con mucha frecuencia. Estos tumores no son malignos pero disrumpen toda esta adaptación de la glándula y llevan a disfunciones y enfermedades de todo tipo en el organismo . Nosotros describimos nuevos mecanismos patogéni-cos de estos tumores comprendiendo de qué forma, molecularmente hablando, se desencadenan las patologías. El segundo aporte importante es haber descrito nuevos mecanismos de acción de una hormona, la CRH, que está presenta en el sistema nervioso central y actúa en la hipófisis. - ¿Es la hormona relacionada con el stress? - Justamente, la CRH desencadena en el sistema nervioso central la adaptación al stress que termina actuando sobre toda la periferia a través de la hipófisis. Nosotros pudimos describir el mecanismo de acción molecular de la CRH en el interior de la célula y luego comprender cómo actúa a nivel de la hipófisis y del sistema nervioso central. Este es el trabajo que salió publicado recientemente en el PNAC. - Como suele decirse, los papers son importantes por lo que dicen, pero también es importante todo lo que no dicen. Por ejemplo: ¿Cómo se llega a esos descubrimientos? - Yo veo básicamente dos formas de hacer ciencia: o se trabaja bajo una hipótesis dirigida, es decir uno tiene una hipótesis y sale a buscar evidencia que la avale; o se sale a buscar “a ciegas” -por ejemplo, en el caso de la biología- genes o proteínas que puedan estar involucrados en algún proceso. En la biología molecular actual, esta última forma está muy difundida gracias a las metodologías que permiten hacer screening de genes o screening de proteínas. El investigador acumula información y en algún momento puede decir ”ahí tengo un gen o una proteína que parece ser un buen candidato para explicar la situación que estudio”. Entonces comienza la exploración para saber si efectivamente está relacionado con el proceso que se está estudiando. - ¿Qué estrategias prevalecieron en sus trabajos? - Tuvimos mucho de hipótesis dirigida porque todo nuestro trabajo nos llevaba a pensar que la CRH podía llegar a actuar como pensábamos y la buscamos, no fue a ciegas. Pero cuando encontramos nuevos mecanismos patogénicos de los tumores sí hicimos screening genómico. Sin saber que genes íbamos a encontrar, buscamos genes que pudieran estar afectados en esos tumores y encontramos cinco o seis candidatos. Nos dicidimos por uno y resultó ser muy interesante, los otros están todavía en carpeta. (Ver De Citoquinas e Hipófisis) - En general, ¿un paper debe ensayar una respuesta de lo que describe? - Hoy, en la biología molecular, es muy frecuente encontrar papers que simplemente reportan información obtenida mediante screening. Sin duda que debería irse mas allá del reporte e interpretar esos resultados. - Queda claro su trayectoria desde su postdoc hasta el presente, pero ¿Cómo aparece la ciencia en su vida? - Yo empecé estudiando en la Facultad de Farmacia y Bioquímica. Recuerdo que promediaba la carrera y sabía que iba a trabajar en bioquímica pero no tenía idea si iba a estar más volcado a la clínica o a la investigación. Pero lo que despertó mi interés por hacer investigación fueron las lecturas de artículos de biología publicados en Scientific American. Hubo un artículo que me resultó muy estimulante. Era un trabajo donde se demostraba, a partir de estudios genéticos, que Jorge III había padecido porfiria hepática. Jorge III, un rey inglés del siglo XVIII, tenía entre sus contemporáneos fama de “loco”. Él persiguió a los colonos americanos con impuestos hasta precipitar el desarrollo de la independencia norteamericana, y el estudio presentaba evidencias de que Jorge III padecía trastornos mentales. Me impactó la posibilidad de que la biología molecular proporcionara herramientas para estudiar con tal detalle el pasado. Allí empecé a pensar en dedicarme a la investigación. - Y una vez que termina la carrera de Bioquímica ... - No fue nada fácil. Yo milité en el centro de estudiantes y terminé mi carrera en 1977, un año después del golpe de estado. El clima que se vivía no era nada alentador, de modo que me fui a México donde finalmente trabajé en un laboratorio que dirige un argentino, Marcelino Cereijido, y allí hice una maestría en Biología Experimental, luego volví en los ochenta e hice mi doctorado en el Instituto Lanari. - El campo de trabajo de Bernardo Houssay fue la fisiología de la hipófisis. Usted, desde la biología molecular, continúa enfocado en la misma glándula. ¿Es casual esta coincidencia? - No, no es casual. Yo me doctoré bajo la dirección de Samuel Finkielman y Víctor Nahmod, y ellos se formaron discutiendo ideas con Eduardo Braun Menéndez y Bernardo Houssay que fue nada menos que uno de los padres de la neuroendocrinología y, como decía al principio, lo que nosotros hacemos podría llamarse neuroendocrino-logía molecular. De manera que en algún sentido uno es heredero de esa escuela y nuestro laboratorio representa la síntesis de la escuela de Leloir, de donde proviene Alberto (Kornblihtt), y de la escuela más médica de Houssay. Pero no solo seguimos en el sendero de Houssay y Leloir por los temas en los que trabajamos, sino que también compartimos la creencia de que podemos seguir haciendo ciencia de primer nivel y formando jóvenes codiciados en los principales institutos del mundo sin tener que radicarnos en el exterior, trabajando aquí, en la universidad pública.
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