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Jueves 10 de noviembre de
2005 Investigadores de la Universidad de Buenos Aires participaron, junto con funcionarios de la Secretaría de Ambiente y la de Turismo, en la redacción de pautas para los balnearios marítimos y fluviales, con el fin de disminuir el impacto ambiental. Por Susana Gallardo (*)
La importancia del turismo como actividad económica está aumentando en el mundo en forma sostenida desde hace unas décadas. Pero, si se desarrolla sin planificación, puede generar graves problemas tanto al ambiente como a la población en cada uno de los sitios. Por ello, los gobiernos así como diferentes organizaciones ambientalistas están preocupados por brindar un servicio de calidad y, al mismo tiempo, respetar el ambiente. En tal sentido, la Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable de la Nación está trabajando en forma conjunta con la Secretaría de Turismo, las direcciones de turismo municipales y el sector académico para que la oferta turística nacional sea más sustentable y amigable con el ambiente. El resultado de esta tarea conjunta fue el diseño de las Directrices para la Gestión de Calidad en Playas y Balnearios, que se aplicaron, como prueba piloto, en balnearios de las ciudades de Mar del Plata, Villa Gesell y Necochea. Los funcionarios nacionales junto con investigadores de la Universidad de Buenos Aires y la de Mar del Plata trabajaron desde julio de 2004 hasta agosto de 2005, consultando también a intendentes, asociaciones de guardavidas, entre otros. “Las pautas desarrolladas cubren varias áreas, como el cuidado del ambiente, la infraestructura de los servicios básicos, y la seguridad”, indica el doctor José Dadon, investigador de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA y del CONICET, que participó en la redacción de las directrices. El investigador señala que la aplicación de estas pautas no será obligatoria, sino que está indicada para aquellos proveedores de servicios turísticos que quieran mejorar la calidad de su oferta e instrumentar prácticas que promuevan el uso sustentable de los recursos naturales. “Lo que se busca es atenuar los impactos”, sostiene. No obstante, los municipios podrán incluir la nueva normativa en los pliegos de licitaciones y, de este modo, exigirla a los nuevos concesionarios. Las áreas costeras en el ojo de la tormenta En el año 2000 se registraron en el mundo 699 millones de llegadas de turistas internacionales, que significó alrededor de un 7% de aumento en relación con años previos, y generó alrededor de 470 mil millones de dólares. Este incremento ha llevado a algunas organizaciones internacionales a formular nueva normativa a fin de regular la actividad. En ella se enfatiza que el turismo debe basarse en modelos sostenibles de producción y consumo, y que en su desarrollo deben participar los ciudadanos. Asimismo, las decisiones de planificación deben tomarse localmente, satisfacer las expectativas económicas y respetar el ambiente y la estructura física y socioeconómica de cada lugar. Lo
que se busca es la conservación de zonas vulnerables, como islas
pequeñas, arrecifes de coral, aguas costeras, manglares, humedales
costeros, playas y dunas. La preocupación por estos cambios generados por el turismo en las zonas costeras llevó a la creación de lo que se conoce como “Campaña Bandera azul”, que nació en Francia en 1985, creada y desarrollada por la FEE (Fundación para la Educación Ambiental), una organización no gubernamental de carácter ambiental. La Bandera Azul es una etiqueta que se otorga actualmente a alrededor de 3 mil playas en 33 países de Europa, Africa del Sur, Canadá y el Caribe. La credencial se entrega según parámetros de calidad de agua, educación y manejo ambiental, seguridad y otros servicios. Estos criterios, sin embargo, pueden variar de acuerdo con las condiciones ambientales de cada región. Según Dadon, las normas nacionales recientemente creadas amplían las de Bandera Azul, y podrán aplicarse en distintos tipos de balnearios: marinos, fluviales, lacustres, y adaptarse a cada situación. Por un lado, se regulan las nuevas construcciones que se realicen, que tendrán que ser desmontables. El exceso de edificación en la playa contribuye la erosión de la costa, y hace que ésta sea más vulnerable a las tormentas e inundaciones. La nueva normativa permitirá aquellas construcciones que sea fundamentales para brindar servicios (como los sanitarios) y recreación. Y se busca también garantizar la accesibilidad para los discapacitados. Las pautas también regulan la presencia de animales en la playa. “Los funcionarios y los dueños de los balnearios prefieren prohibirlos, pero el público quiere llevar sus mascotas a la playa. Ahora, con la nueva normativa, no se permitirán los animales, pero se los podrá llevar al balneario y serán colocados en caniles especialmente diseñados para tal fin”, explica Dadon. Valorar la vegetación autóctona Respecto de las especies vegetales, se desalienta introducir especies foráneas, como por ejemplo, las palmeras. “Lo que se busca es valorizar el paisaje natural”, enfatiza el investigador. Al plantar palmeras exóticas en los balnearios a la vera de los ríos no sólo se desvaloriza la vegetación autóctona, detalla el investigador, sino que se reemplazan especies que crecen sin ayuda, como los ceibos, por especies que requieren muchos cuidados. Uno de los objetivos de estas normas es que el turista valore y colabore en el cuidado de las playas. ¿Cómo? “Mediante reglamentaciones establecidas por los propios balnearios, en cumplimiento de estas directrices. Por otra parte, los programas de educación ambiental suelen ser bien recibidos por los usuarios si están acompañados con un fuerte compromiso por parte de los balnearios”, responde Dadon, y ejemplifica: “Si pedimos que no dejen las colillas en la arena, y al mismo tiempo les damos ceniceros, las personas colaboran. Si en vez de llenar las playas con carteles que tapan la visual, colocamos a la entrada paneles que expliquen qué animales pueden observarse (aves, moluscos), estaremos valorizando nuestro paisaje”. Se pide a los balnearios que se comprometan con la educación, tanto de su personal como de los turistas. “La educación puede hacerse mediante carteles, guías, charlas, juegos, caminatas, entre otros recursos; aquí la imaginación y la creatividad son importantes”, ejemplifica Dadon. Además, se garantiza información sobre la calidad del agua, la cual deberá ser analizada cada 15 días por cada balneario que se ajuste a la normativa, y se avisará al público si está contaminada. Es un servicio muy barato de implementar y permite que el bañista sepa si puede bañarse o no. De este modo habrá una doble verificación, por parte del municipio y por parte de cada uno de los balnearios. ¿Cómo se cumplirán las directrices? Dadon aclara que son voluntarias, de modo que su aplicación depende de motivaciones y premios, y no de castigos o mecanismos compulsivos. “El turista es cada vez más exigente en sus requerimientos. Demanda calidad en los servicios turísticos y calidad ambiental en las playas. Los balnearios que provean esa calidad serán elegidos por los turistas más exigentes, de mejor nivel cultural y de mayor poder adquisitivo. De esa manera, los balnearios buscan estar bien ubicados en el mercado, ofrecer mejores servicios y garantizar que sean de calidad”, subraya. Además de las directrices, la comisión elaboró una pre-norma que a fin de año dará lugar a la norma IRAM 42100, que también será de aplicación voluntaria; debe adquirirse (no es gratuita) y puede certificarse mediante un proceso de auditoría y certificación. Las directrices no se certifican, aunque el municipio puede verificar su cumplimiento en caso que decida exigirlas. Son gratuitas, de dominio público, y cualquiera puede consultarlas y aplicarlas. Pueden ser aplicadas en cualquier balneario, incluso como política inicial hacia el mejoramiento de la calidad del balneario. Sirven como orientación y están acompañadas con una guía de autoevaluación, para que cada balneario pueda saber cuánto cumple y cuánto le falta. Si cumple con todos los requisitos, puede entonces decidir certificar la norma. Por otra parte, los municipios pueden exigir de manera obligatoria el cumplimiento de estas directrices, en cuyo caso, realizarían ellos las auditorías correspondientes. Lo ideal es que ambos mecanismos funcionen, según los casos, es decir, que los balnearios quieran diferenciarse del resto aplicándolas, cuando nadie lo hace: o no quieran quedar al margen, cuando muchos lo hacen. Lo mismo ocurriría con los municipios. Hay balnearios que ya certificaron normas ISO o IRAM; esos podrían certificar directamente la nueva norma. Muchos otros recién empiezan a trabajar en sistemas de calidad: para ellos, las directrices serían el primer paso. “Las directrices establecen una manera de intervenir en las playas, una forma de dar servicios y una política para preservar los recursos y el ambiente”, destaca Dadon, y completa: “Responden a los reclamos que los turistas ya están haciendo, y están redactadas en lenguaje sencillo para que cualquier persona medianamente informada pueda comprenderlas. Verificamos ambas cosas en la prueba piloto”.
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Centro de Divulgación Científica - SEGBE - FCEyN. |
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