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Miércoles 16 de noviembre
de 2005 Por Gabriel Stekolschik (*) La administración de leptina a ratas severamente desnutridas permitió recuperar la producción de ovocitos y de factores ováricos preovulatorios. El hallazgo podría tener relevancia para afrontar los problemas de fertilidad provocados por la malnutrición y la anorexia nerviosa.
Hace poco más de diez años, el mundo se entusiasmaba con el descubrimiento de una sustancia que había conseguido devolver el peso normal a ratones que, por un defecto genético, eran obesos. La leptina, entonces denominada “hormona de la saciedad”, se presentaba como la panacea que resolvería la incipiente epidemia de sobrepeso. Sin embargo, los ensayos posteriores en humanos resultaron favorables para una pequeña población de individuos obesos: aquellos con un defecto genético similar al de los ratones de aquel experimento. Ahora, un trabajo realizado por investigadores del Departamento de Química Biológica de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA, publicado en la última edición de la revista científica Molecular and Cellular Endocrinology, devuelve a la leptina el rol de protagonista: “Sorprendentemente, encontramos que la leptina no recupera a las ratas de su estado de desnutrición, pero sí restaura completamente la producción de factores ováricos que se necesitan para ovular y, también, restablece significativamente la tasa de ovulación ”, explica la doctora Alicia Faletti, investigadora del Conicet y una de las autoras del estudio. Hormona multifunción
Desde su descubrimiento, se sabe que la leptina es producida en las células del tejido adiposo y que, desde allí, viaja hasta el sistema nervioso central para informarle al hipotálamo que debe detener la ingesta de comida. Pero esta concepción inicial –restringida- de la leptina como hormona antiobesidad, fue reemplazada paulatinamente por una más compleja, que la caracteriza como reguladora de una gran diversidad de procesos. Por ejemplo, hoy se sabe que, además de modular el consumo de comida y el gasto energético, esta sustancia interviene en los procesos de fertilidad: “El ovario es uno de los órganos periféricos con más receptores para la leptina”, señala Faletti. Así, se ha observado que en estados de desnutrición –y por lo tanto de poca cantidad de tejido graso- la menor producción de esta hormona aparentemente detiene la ovulación: “Es un mecanismo de defensa del organismo. Si el estado nutricional no es adecuado, se imposibilita la reproducción”, ilustra la investigadora. Modelo económico Puede suponerse que la investigación científica es un proceso que transita caminos uniformes e inequívocos hasta probar una hipótesis previamente planteada. Pero esta mirada ideal deja de lado el hecho de que una gran parte de los resultados científicos son producto del azar. Por otra parte -y sobre todo en países como el nuestro- también los recursos económicos influyen en el trabajo de investigación, condicionando el recorrido científico: “En general, quienes experimentan con la leptina en este campo trabajan con altas dosis, y lo que ven es que con ese tratamiento se inhibe la ovulación o el ciclo reproductivo, a excepción de algunos trabajos que encontraron que adelanta la pubertad”, comenta la doctora Faletti. “Nosotros estábamos convencidos de que el efecto debía ser más complejo dependiendo del tratamiento, y como la leptina es muy costosa para nuestro presupuesto, decidimos comenzar trabajando con muy bajas dosis administradas de manera crónica, y entonces observamos que producía estimulación ovárica”, añade. En las mujeres, la cantidad de leptina aumenta con el inicio de la pubertad y, en términos relativos a la masa corporal, su nivel circulante es mayor que en los hombres. Esto es debido en parte a que tienen más proporción de tejido adiposo que los varones. “Primero administramos leptina en bajas dosis a ratas bien alimentadas, y observamos que aumentaba significativamente la tasa de ovulación con respecto a aquellas que no habían recibido la droga”, relata Faletti, “luego hicimos lo mismo, pero con animales que no ovulaban debido a su alto grado de desnutrición, y ahí comprobamos la reversión”, finaliza. En los seres humanos, cuando no existe una cantidad suficiente de células grasas para producir un nivel crítico de leptina, la pubertad no ocurre, fenómeno frecuente en atletas y en jóvenes desnutridas, o con trastornos alimentarios. Si bien se sabe que en la desnutrición y en la anorexia nerviosa las mujeres tienen disminuida la concentración de leptina y, también, suelen tener impedida la ovulación, “por el momento no se puede hacer ninguna extrapolación de nuestros resultados a lo que sucede en humanos”, aclara la doctora Faletti. Es que así como la ciencia recorre diferentes vericuetos para alcanzar sus resultados, también tiene sus tiempos hasta hacerse parte de lo cotidiano.
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Centro de Divulgación Científica - SEGBE - FCEyN. |
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