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Viernes 18 de noviembre de
2005
Ciencia y Sociedad
“Es importante que la sociedad
esté involucrada”
El
18 de octubre, el doctor Ahmed Zewail, Premio Nobel de Química 1999,
ofreció una conferencia en el Aula Magna de la Facultad de Ciencias
Exactas y Naturales, luego de recibir el diploma de Doctor honoris
causa de la UBA de manos del Rector, doctor Guillermo Jaim Etcheverry.
Por
Susana Gallardo (*)
Ahmed Zewail. |
Tras
recibir su diploma de Doctor honoris causa de la UBA (uno más en
la larga lista de títulos honoríficos que ha recibido en su vida),
este egipcio de 59 años, se mostró muy agradecido y dispuesto a
mantener una estrecha amistad con nuestra Universidad. En un tono
ameno y cordial, señaló que ésta era la primera visita que realizaba
a la Argentina, y que sus hijos más chicos, que juegan al fútbol,
estaban muy entusiasmados con “la posibilidad de que pudiera verlo
a Maradona”.
Antes
de iniciar su conferencia relató que había decidido hablar acerca
de la ciencia y la tecnología en el siglo 21 porque tratar acerca
de los problemas que enfrenta actualmente la sociedad “hubiera sido
muy deprimente”.
Así,
ante un Aula Magna colmada por investigadores, becarios y estudiantes,
el doctor Ahmed Zewail inició su charla acerca de los temas que
constituyen las revoluciones de la ciencia en el siglo 21, no sin
antes hacer un comentario humorístico sobre el comunicado de prensa
de la Academia Sueca en ocasión del Nobel, en el que se consignaba
que él “había nacido en 1496”.
Luego
de referir a las tres grandes revoluciones tecnológicas que ha experimentado
la humanidad (la agrícola, la industrial, la de la información),
Zewail enfatizó la importancia que tiene, en particular en los países
en desarrollo, el triángulo que conforman la ciencia, la tecnología
y la sociedad. Y no dejó de subrayar, a lo largo de su charla, la
necesidad de que la sociedad esté involucrada en el desarrollo científico-tecnológico.
A
continuación, el Nobel se centró en las tres grandes áreas de estudio
a las que se aboca la ciencia en la actualidad: por un lado, el
dominio de lo infinitamente pequeño; por el otro, el área de lo
muy grande, el cosmos; y, en un punto intermedio entre lo muy grande
y lo muy pequeño, el área de la ciencias de la vida.
“La
fabricación de materiales y objetos funcionales cada vez más pequeños
constituye una de las revoluciones del siglo 21, y su escala se
vuelve cada vez más pequeña: ya estamos en el tamaño de los átomos
y las moléculas, que es del orden de la mil millonésima parte del
metro, el nanometro”, afirmó. En otras palabras, la nanotecnología
va en camino de crear dispositivos funcionales del tamaño del nanometro
(10-9 partes del metro) a partir del ensamblado inteligente
de átomos y moléculas.
Respecto
de la secunda área, la de lo muy grande, la escala del universo,
“vamos a ver la llegada del hombre a Marte y el establecimiento
de colonias en un plazo no mayor de doscientos años”, profetizó.
En
su amena exposición, Zewail se movió con gran habilidad entre el
presente y el pasado. De este modo, al hablar de los átomos, se
remontó a Demócrito, el filósofo griego que, en el siglo V antes
de Cristo, postuló el concepto de átomo como unidad indivisible.
“Recientemente estuve en Grecia donde hace unos 2500 años fue desarrollado
el concepto del átomo. Ahora conocemos los componentes de los átomos,
y su lenguaje. Pero el gran problema hoy es tratar de ‘verlos’ en
movimiento”, comentó Zewail.
Pero
el Nobel no dejó de resaltar que desentrañar la verdad acerca del
átomo demandó más de veinte siglos. “Y esto es lo que los gobiernos
no ven, en particular en los países en desarrollo: que el conocimiento
requiere un tiempo muy largo, incluso siglos”, remarcó.
Y
luego hizo referencia a su propio trabajo y a la posibilidad de
“fotografiar” las moléculas en funcionamiento mientras cambian su
forma en términos de mil billonésimas de segundo (un femtosegundo).
La posibilidad de poder registrar cambios que se producen con velocidades
muy altas lo llevó a realizar un paralelo histórico con Etienne-Jules
Marey, el fisiólogo y cronofotógrafo francés que filmó las primeras
imágenes en movimiento de un gato en caída, que permitieron explicar
por qué este animal siempre llega al suelo de pie, independientemente
de cómo haya caído.
Asimismo,
al hablar de la preocupación humana por medir el tiempo, Zewail
no pudo evitar la vuelta a sus raíces, Egipto, donde, “créase o
no”, enfatizó, “se pudo medir el tiempo por primera vez mediante
la observación de las estrellas”. En particular, la estrella Sirio,
que aparecía justo antes de la salida del sol y señalaba el comienzo
del verano. Luego de un recorrido que demandaba 365 días, la estrella
volvía a brillar en el mismo lugar. La aparición del astro permitía
anunciar la inminente crecida anual del Nilo, de la que dependía
la agricultura y en definitiva toda la vida de Egipto, pero también
hizo posible calcular la duración del año.
“Los
egipcios pudieron definir con mucha precisión el calendario astronómico
que está todavía en uso, con algunas pequeñas correcciones. Y fueron
capaces de definir el día, el año, hasta que se desarrollaron los
relojes mecánicos, alrededor del año 1500, con los que fue posible
medir los minutos y los segundos. Pero, por debajo del segundo,
necesitamos instrumentos específicos”, detalló Zewail.
Este
recorrido por el pasado le permitió volver a centrarse en su tema
de trabajo y en sus motivaciones. “Cuando comenzamos con esto no
teníamos idea de qué aporte haríamos a la tecnología. Simplemente
teníamos curiosidad y queríamos responder preguntas fundamentales”,
confesó.
“Hoy
puede tenerse una imagen de lo que sucede en las moléculas usando
pulsos de luz de femtosegundos. Esto es fundamental en la industria
electrónica”, señaló. Y no dejó de mencionar que los japoneses han
invertido 120 billones de dólares en estos desarrollos para los
próximos cinco años.
Luego
se refirió a la segunda área de interés, el mundo de lo muy grande.
Y recordó que las imágenes enviadas desde Marte por el robot (totalmente
controlado desde la Tierra) que amartizó en el planeta rojo, llegaron
a la estación de la NASA, en Pasadena, en apenas 17 minutos.
“Si
miramos las nuevas fronteras que se aproximan, yo, personalmente,
estoy muy entusiasmado con ello”, señaló. Enumeró algunos logros,
como el diseño de drogas en forma específica, por ejemplo, la posibilidad
del reemplazo de genes defectuosos y el desarrollo de las células
madre. Y subrayó que Singapur ha invertido 40 billones de dólares
en biotecnología.
“Quiero
terminar con un tema por el que estoy particularmente preocupado,
que es el del mundo en desarrollo. En estos países, en lo que respecta
a las revoluciones científicas que vienen, no se pueden soslayar
ciertos aspectos fundamentales como la éticas, los valores y la
religión. Y la sociedad debe ocuparse de tratar estos temas y de
responder estas preguntas, porque la ciencia no está aislada de
los ciudadanos. La sociedad debe tener un rol activo en esto”, enfatizó.
“Especialmente
en los países en desarrollo, es fundamental prestar atención a los
científicos y a la investigación básica. Es extremadamente importante,
y nunca llegaremos a los niveles de los que estuvimos hablando si
no valoramos a los científicos y no los apoyamos”, afirmó, pero
resaltó: “Apoyar a los científicos no significa dinero solamente,
sino que me refiero a la constitución de un sistema. Y para ello,
es importante que la sociedad esté involucrada”.
Y
cerró la conferencia hablando de su libro: “Voyage through Time.
Walks on life the Nobel Prize”, que se ha traducido ya a nueve idiomas
y del cual el autor no obtendrá un centavo de ganancia, pues todo
el dinero de los derechos irá a un fondo para apoyar a los estudiantes
en Egipto. “Este libro será particularmente interesante para aquellos
que quieran saber qué se necesita para ganar el premio Nobel, especialmente
si uno viene de un país de los denominados en desarrollo”, concluyó.
Ciencia
para los que no tienen
En
2001, Ahmed Zewail publicó un artículo con el título de Ciencia
para los que no tienen, en la sección Comentarios de la revista
Nature. Allí, el Nobel pone en evidencia su compromiso social,
en particular, con los países del tercer mundo. A continuación
transcribimos algunos fragmentos:
Los
países en desarrollo encuentran cuatro barreras que impiden
alcanzar el estatus de los países desarrollados. La alta tasa
de analfabetismo, que en muchos países reflejan la falla de
los sistemas educativos, y se vincula al aumento alarmante
del desempleo. En segundo término, el uso limitado de los
recursos humanos, debido en gran medida a la centralización
del poder, que suprime el pensamiento humano colectivo y sofoca
el potencial humano. En tercer término, la mezcla entre las
leyes del Estado y las creencias religiosas, lo cual causa
confusión y caos a través del mal uso que se hace del mensaje
religioso sobre los ingredientes éticos, morales y humanos
de la vida. Y en cuarto lugar, hay una visión incoherente
de la ciencia y la tecnología.
La
falta de un desarrollo sólido de la ciencia y la tecnología
no siempre es el resultado de la carencia de fondos o de recursos
humanos, sino que surge de una falta de apreciación del rol
crucial que desempeña la ciencia en el desarrollo, y de una
ausencia de políticas coherentes destinadas a las necesidades
nacionales.
Algunos
países consideran que el progreso científico es un lujo en
comparación con los otros problemas urgentes. Y otros creen
que la base puede construirse mediante la compra de tecnología
a los países desarrollados. Estas creencias se traducen en
muy modestos avances que se basan en esfuerzos individuales.
Estos
temas señalan tres ingredientes esenciales del progreso. Primero,
la construcción de recursos humanos mediante la eliminación
del analfabetismo, asegurar la participación activa de las
mujeres en la sociedad, y la reforma de la educación. Segundo,
repensar las constituciones nacionales, permitiendo la libertad
de pensamiento, minimizar la burocracia, desarrollar un sistema
de mérito y crear un código legal digno de crédito, –no impuesto
por la fuerza– . Tercero, la creación de un sistema científico.
Los
fundamentos de una base científica son la inversión en educación
especial para los más talentosos, el establecimiento de centros
de excelencia, y la oportunidad de aplicar el conocimiento
en los mercados industriales y económicos del país y, eventualmente,
del mundo.
Muchos
creen que la cultura científica es solo para los países desarrollados.
Y algunos, incluso, tienen teorías conspirativas, que no comparto.
Los ejemplos de China e India, entre otros, de éxito en el
mercado mundial resultan de sus sistemas educativos y de sus
habilidades tecnológicas en ciertos sectores.
Lo
que se necesita para desarrollar una cultura científica de
manera exitosa es la aceptación de la responsabilidad en la
colaboración entre los países desarrollados y los no desarrollados.
Algunos
países desarrollados están reconocimiento la importancia de
asociarse, en especial con sus vecinos. Los ejemplos incluyen
a los Estados Unidos y México, así como Europa occidental
y oriental. Esto es lo mejor en función de los intereses mutuos
de los países desarrollados y en desarrollo.
Extractado
de: “Science for the have-nots”,
Nature. Vol. 410. Pp.741.12, abril 2001.
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Biografía
Ahmed
Zewail nació en 1946 en Egipto, cerca de las célebres ciudades
de Rosetta (donde fue encontrada la piedra que le permitió
al egiptólogo francés Jean-François Champollion descifrar
los jeroglíficos) y de Alejandría, que albergó la fabulosa
biblioteca considerada una de las maravillas del mundo antiguo.
Estudió en la Universidad de Alejandría y partió a los Estados
Unidos para obtener un doctorado en química. Se graduó como
PhD en la Universidad de Pennsylvania en 1974, y después de
dos años de postdoctorado en la Universidad de California
en Berkeley fue convocado al Instituto de Tecnología de California
(Caltech), donde ocupa la Cátedra Honorífica Linus Pauling
de Químico-Física desde 1990. Desde 1996 es director del Laboratorio
de Ciencias Moleculares del Caltech.
A
pesar de que vive en los Estados Unidos desde hace más de
treinta años, Zewail –que tiene doble nacionalidad egipcia
y estadounidense–, sigue en estrecho contacto con su país,
al que trata de ayudar, y a donde que viaja dos o tres veces
por año.
Recibió
el Premio Nobel de Química en 1999 por su investigación de
las reacciones químicas fundamentales, mediante el uso de
flashes ultra-cortos de láser, en escalas de tiempo reales
en las cuales ocurren las reacciones. Para la Academia Sueca,
las contribuciones de Zewail “han generado una revolución
tanto en la química como en las ciencias relacionadas”.
La
técnica de Zewail utiliza lo que fue descripto como “la cámara
fotográfica más rápida del mundo”. Se trata de flashes de
láser de muy corta duración, en el orden de los femtosegundos,
que es equivalente a 15 posiciones a la derecha de la coma,
o a la mil billonésima parte del segundo. Esta área de la
físico-química se denomina femtoquímica, y es la que permite
entender por qué ocurren ciertas reacciones químicas y no
otras, o por qué la velocidad y el rendimiento de las reacciones
dependen de la temperatura. En efecto, en la mayoría de las
reacciones químicas, la velocidad aumenta con la temperatura.
Lo
que hizo Zewail fue lograr imágenes de las moléculas durante
el curso real de las reacciones químicas y capturar cuadros
de esas reacciones mientras se encuentran en el estado de
transición.
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La
charla con estudiantes y becarios
Antes
de recibir el honoris causa, Ahmed Zewail mantuvo una charla
con un nutrido grupo de investigadores, becarios y estudiantes
del Departamento de Química Inorgánica Analítica y Química
Física de la FCEyN. “La reunión fue muy íntima, y se generó
un lindo clima”, comenta Florencia Di Salvo, que junto con
Soledad Antonel y Maria Eugenia Monge, todas ellas doctorandas
del Departamento, fueron las encargadas de organizar el evento.
Las
preguntas que se hicieron estuvieron más vinculadas a cuestiones
sociales que a aspectos técnicos, señalaron. Los temas rondaron
en torno a los contrastes entre la política universitaria
en países en desarrollo (como Egipto y Argentina), y en países
del primer mundo, como Estados Unidos, donde actualmente reside
el Nobel de Química 1999.
Ante
la pregunta acerca de si hubiese ganado el Nobel en caso de
haberse quedado en Egipto, Zewail contestó con un rotundo
no, aunque destacó la excelente educación que recibió en Egipto,
en la Universidad de Alejandría.
Asimismo
subrayó que, en lo que a ciencia se refiere, en Egipto, o
en un país del tercer mundo, es imposible llegar a donde se
puede llegar en Estados Unidos. “En este país no sólo se tiene
el capital sino un sistema científico sólido, en el que se
reconoce, de cada promoción, a las personas con capacidades
y aptitudes, y se les facilita el camino, por ejemplo, se
les da la posibilidad de llegar a un cargo de profesor. Esto
en países en desarrollo no sucede”, afirmó el Nobel.
La
nota de color la dio cuando relató que se fue a hacer el doctorado
a Estados Unidos porque quería llegar a tener “uno de esos
autos americanos grandes”.
Un
tema que se discutió fue el de las universidades privadas.
Zewail nombró las cinco mejores universidades de los Estados
Unidos: el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), el
Instituto Tecnológico de California (Caltech), donde él trabaja,
y las universidades de Harvard, Chicago y Stanford. Todas
ellas son privadas, pero destacó que “no son las privadas
de los países en desarrollo, pues no poseen fines de lucro”.
El problema de las privadas en el tercer mundo es que son
empresas, negocios. “Pero para cambiar eso hay que cambiar
la mentalidad de la universidad privada”, destacó.
Se
le preguntó su opinión sobre la financiación de proyectos
o becas por parte de capitales privados. Y aquí fue categórico:
“Si eso es el futuro, es el principio del fin”. Y destacó
el papel primordial que, en el desarrollo científico, juega
la libertad de pensamiento y de ideas.
Ante
la pregunta acerca de los científicos de la Argentina, Zewail
señaló que, en su opinión, había muy buenos científicos, pero
que cada uno trabajaba en forma individual. Y no dejó de recalcar,
una vez más, que “lo que falla es el sistema”.
Otra
pregunta fue si le queda alguna meta por cumplir, luego de
haber ganado el Nobel. Al respecto, respondió que nunca deja
de sorprenderse y de maravillarse, y lo que más lo emociona
es ver que ha comprendido algo. Remarcó que no se duerme en
los laureles y sigue trabajando, como si no hubiera ganado
el Nobel.
Según
señala Soledad Antonel: “La impresión que dio Zewail fue que
le interesa comunicar su experiencia, tiene buena oratoria,
sabe expresar lo que quiere decir, transmite entusiasmo. Yo
tenía la idea de que un premio Nobel iba a ser más distante.
Tal vez, el hecho de haber nacido en un país del tercer mundo
hace que se sienta tan cercano a nosotros”.
Por
su parte, María Eugenia Monge rescata: “Se ve que siempre
ha sido una persona con ambiciones bien definidas y metas
claras. Y muy luchador”.
“De
esa reunión todos salimos con una sensación muy grata. Incluso,
vino un grupo de estudiantes secundarios a escuchar la conferencia
en el Aula Magna, y estaban muy impresionados. Al final le
fueron a pedir un autógrafo”, concluye Florencia Di Salvo.
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Más
información sobre el tema: |
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(*)
Centro de Divulgación Científica - SEGBE - FCEyN.
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