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Miércoles 29 de junio de 2005

Estrés y depresión: Indagan los mecanismos moleculares

Investigadores del Laboratorio de Fisiología y Biología Molecular y Celular de la FCEyN junto con científicos del Instituto Max Planck de Munich acaban de publicar un artículo en los Proceedings of the National Academy of Sciences donde avanzan en el conocimiento del modo de acción en el cerebro de una hormona vinculada al estrés y a la depresión.

Por Susana Gallardo (*)

  El 10 por ciento de la población mundial padece depresión, un mal que afecta en forma considerable la calidad de vida y que surge de la interacción entre factores genéticos y ambientales. Si bien existen drogas que pueden controlar los síntomas, éstas, además de sus efectos secundarios, no actúan en todas las personas con la misma eficacia. Por otra parte, últimamente esas drogas son objeto de debate porque se sospecha que son responsables de suicidio en adolescentes.

  Por tal razón, los investigadores buscan nuevos blancos farmacológicos. Y apuntan al estrés, que parece estar relacionado con la depresión. Por su parte, las empresas farmacológicas tienen un gran interés en estas investigaciones. De hecho, en todo el mundo, el mercado para los antidepresivos se estima en 17 mil millones de dólares.

  Una situación de estrés desata, en todos los seres vivos, un complejo sistema de adaptación por el cual un conjunto de mecanismos hormonales regula la respuesta del organismo frente a diversos contextos. Entre las hormonas involucradas se encuentra la adrenalina y también el cortisol. Estas tienen efectos en todo el organismo, pero, si su concentración se mantiene elevada en forma persistente, pueden producir daño. A largo plazo, pueden inhibir el sistema inmune, producir irregularidades endocrinas, conducir a la muerte celular programada y acelerar el proceso de envejecimiento.

  Pero, la clave de todo el proceso se encuentra en la comunicación intercelular, que hace posible la respuesta del organismo a las señales externas. Ahora bien, si se pudieran controlar los mecanismos de comunicación intercelular, ¿sería posible evitar los efectos no deseados que produce una situación de estrés en el organismo?

  "Hasta ahora se sabe que existe una hormona clave en la respuesta que da el organismo al estrés y que podría tener un papel protagónico en el origen de la depresión. Esta hormona, llamada CRH o factor liberador de corticotrofina, activa el eje endocrino que regula la respuesta del organismo al estrés", explica el doctor Eduardo Arzt, investigador del Laboratorio de Fisiología y Biología Molecular y Celular de la FCEyN.

  Este modo de funcionamiento de la hormona CRH fue descubierto por Florian Holsboer, director del Instituto Max Planck de Psiquiatría/Neurociencias de Munich, Alemania. "Las señales generadas por esta hormona están alteradas en ciertas enfermedades, como por ejemplo la depresión", subraya Arzt, que junto a su equipo de la FCEyN y en asociación con Florian Holsboer, acaban de publicar un artículo en los Proceedings of the National Academy of Sciences. En ese artículo, cuyo primer autor es Damián Refojo, investigador en esta Facultad, se muestra que la CRH, para actuar, utiliza ciertas moléculas (las kinasas Erk 1 y 2) exclusivamente en áreas del cerebro involucradas en procesos de la conducta relacionados con el estrés y la depresión.

  Los investigadores hallaron que la hormona CRH utiliza esas moléculas como caminos para alterar las células. Estudiando el efecto en ratones mutados genéticamente para no expresar el receptor de CRH en el cerebro, el equipo de Arzt sentó las bases para el desarrollo de fármacos mucho más específicos que, al actuar sobre estas moléculas, inhiban las acciones producidas por esta hormona sin producir efectos secundarios.

Los riesgos de los antidepresivos

  Los primeros antidepresivos fueron descubiertos en la década de 1950, cuando los enfermos de tuberculosis decían que se sentían más felices y enérgicos gracias al tratamiento. Los científicos hallaron que las drogas aumentaban los niveles de un grupo de compuestos químicos denominados monoaminas, que transmiten mensajes entre las células nerviosas. Los antidepresivos previenen la disminución o inhiben la recaptación de esas sustancias -serotonina, norepinefrina y dopamina-.

  Los fármacos denominados tricíclicos elevan los niveles de serotonina y norepinefrina. En cambio, las drogas más recientes son selectivas para la serotonina. Pero algunas de ellas aumentan el apetito y otras tienen un componente sedativo. El hecho es que los efectos son diferentes según el paciente. Además, si bien en las neuronas la acción de las drogas puede observarse en el término de unas pocas horas, los efectos clínicos pueden tardar más de ocho semanas en hacerse evidentes.

  En 1988, la FDA aprobó la fluoxetina, un inhibidor de la recaptación de serotonina. Lanzado al mercado por Ely Lilly con la marca Prozac, este fármaco pronto ganó fama por ser tan efectivo como los tricíclicos y, aparentemente, mucho más seguro. En menos de un año las ventas de Prozac llegaron a los 350 millones de dólares.

  No obstante, ahora se está viendo que esta droga no es tan segura como parecía. En particular, entraña riesgos para los niños y los adolescentes. De hecho, el Reino Unido prohibió el uso de la mayoría de los recaptadores de serotonina en menores de 18 años y aconsejó agregar una etiqueta que advierta a los pacientes y a los médicos sobre el vínculo entre esta droga y el suicidio.

  Pero ¿por qué las drogas antidepresivas pueden aumentar el deseo de querer terminar con la propia vida? La depresión severa, a menudo, se caracteriza por impulsos suicidas, pero muchos de los pacientes tienen tan poca energía y se encuentran tan paralizados por la enfermedad que no pueden ejecutar esos impulsos. Sin embargo, cuando reciben tratamiento con antidepresivos, los síntomas comienzan a desaparecer con distinta eficacia. El problema psicomotor, que es lo que paraliza a los pacientes, es lo primero que mejora, y la tristeza, lo último que desaparece.

Los pensamientos destructivos

  Los especialistas reconocen que, al devolverle la energía a los pacientes, éstos pueden poner en acción sus pensamientos destructivos. En tal sentido, la droga los vuelve vulnerables al suicidio, al menos en ese período en que recuperan la energía pero todavía no han podido aliviar su tristeza.

  Lo cierto es que, según los especialistas, en los ensayos futuros con nuevas drogas se tendrá que analizar cuidadosamente el vínculo entre la droga y el suicidio. Hay consenso entre los médicos acerca de que los antidepresivos se prescriben y se venden en exceso. Pero todos coinciden también en que son necesarios.

  Actualmente, los gobiernos están presionando a las empresas para que den mayor información sobre los resultados negativos de los ensayos de manera de que el público pueda estar al tanto de los riesgos.

(*) Centro de Divulgación Científica - FCEyN.

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