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Martes 9 de mayo de 2006 El Laboratorio de Biología del Desarrollo a cargo de Dante Paz investiga en el modelo animal del sapo las células nerviosas o neuronas que forman parte del sistema olfatorio. Detectar cómo se dividen, diferencian y lograr reproducirlo artificialmente sería de gran aplicabilidad para enfermedades que registran daños hasta hoy irreparables en el sistema nervioso. Por Cecilia Draghi (*)
Fundación Fátima en San Isidro. Allí, a diario, numerosos chicos ciegos, sordos y mudos como consecuencia de su dificultad para escuchar, intentan comunicarse y comprender el mundo que los rodea. Una de las vías que más desarrollan es el sentido del olfato. A través del sistema olfatorio pueden detectar que su madre se halla en una habitación, sin verla, ni oírla, ni tocarla. ¿Cómo lo saben? Precisamente porque la huelen. No es necesario que lleve perfume para identificarse. El hijo sabe que su madre está cerca porque reconoce su aroma único y característico que, como huella digital, identifica a cada ser humano en particular. En verdad, desde que nacemos, el olfato aporta información clave para sobrevivir. Mientras el sentido de la vista no está aún totalmente desarrollado en los recién nacidos, sí lo está el aparato que permite oler. Es que éste brinda las pistas para identificar la leche materna, fundamental para subsistir. Con el paso de los años, y en presencia de los otros sentidos, su uso puede parecer que ocupa un lugar secundario. Sin embargo, para el biólogo Dante Paz, todo lo que ocurre en el sistema olfativo es crucial para sus investigaciones. “Los animales que dependen del olfato muestran un bulbo olfatorio más desarrollado que el del ser humano, que ha perdido en parte esta capacidad”, subraya el investigador, desde el Laboratorio de Biología del Desarrollo del Instituto de Fisiología, Biología Molecular y Neurociencias (IFIBYNE – CONICET) y del Departamento de Biodiversidad y Biología Experimental de esta Facultad. Precisamente allí, este investigador estudia la diferenciación neuronal en la mucosa olfatoria. Es que en la nariz se encuentran neuronas olfatorias que transmiten la información al cerebro permitiendo distinguir, por ejemplo, una lavanda de un jazmín. Pero a Paz le interesa fundamentalmente la vida y muerte de esas células neuronales. “Las neuronas olfatorias mueren constantemente y son remplazadas por otras en los seres humanos. Hasta hace unos años se creía que eran las únicas células del sistema nervioso que tenían esta posibilidad de regeneración. Ahora se sabe que existen células madre o stem cells en otras partes del cerebro adulto”, explica. Pero, si bien no son las únicas, ofrecen una puerta de entrada especial para los investigadores a la hora de estudiar cómo se dividen y se diferencian. Conocer mejor este mecanismo es de gran aplicabilidad. “La muerte de neuronas afecta a muchos pacientes y hoy se desconoce cómo lograr regenerarlas”, subraya. Renacuajo bajo estudio
En este caso, Paz y su equipo toman como objeto de análisis embriones de sapo o renacuajos, que presentan similitud con el hombre en el sistema olfatorio. “Como el embrión de sapo y el renacuajo habitan en ambiente acuático, esta característica facilita el estudio. Es que colocamos distintas sustancias en la pecera para observar cómo les afecta”, señala la Dra. Andrea Pozzi del mismo Laboratorio. La posibilidad de contar con un modelo experimental de características parecidas a las humanas y en condiciones ambientales más fáciles de controlar que si respirara en la tierra, llevó a centrar sus investigaciones en el sapo. El foco de estudio se centró en la célula madre o “stem cell”, que se define como una célula progenitora, autorrenovable, capaz de regenerar uno o más tipos celulares diferenciados. “Nuestro objetivo –explica– es poder determinar qué hace que un stem cell entre en división y luego en proceso de diferenciación. Es decir qué lleva a una célula madre ser neurona y no de otro tipo. Es decir, por qué no es una célula glial, que sirve de sostén a las neuronas”.
Como parte de su tarea de investigación, Paz y su equipo experimenta con un factor de crecimiento, denominado vascular endothelial growth factor (VEGF). “Se lo conoce desde hace 20 años y se sabe que promueve la proliferación y producción de vasos sanguíneos. Este factor se empezó a usar como inductor de la actividad neuronal y lo estamos aplicando en el epitelio olfatorio con resultados interesantes”, precisa. ¿Algunos de los hallazgos? “Hemos descubierto que aumenta la proliferación de la células madre o basales y que inhibe la muerte de la célula, es decir que tiene actividad antiapoptótica”, indica. Pero el trabajo continúa en el Laboratorio de Biología del Desarrollo de esta Facultad. “Los estudios están demostrando que el epitelio olfatorio de los renacuajos representa un excelente modelo para el análisis de procesos de división y diferenciación de células madres neuronales”, destaca Paz, al tiempo que concluye: “Los resultados que puedan obtenerse en este modelo podrían abrir una importante puerta para el estudio de diferenciación neuronal en otras áreas del sistema nervioso y también en otras especies, incluida el hombre, para una posible cura a distintas patologías que involucran muerte neuronal”.
(*) Centro de Divulgación Científica-SEGB-FCEyN.
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