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Lunes 10 de abril de 2006 A partir de simulaciones por computadora, los físicos estudian también el comportamiento de los individuos en multitudes tratando de encontrar mejores estrategias de evacuación en situaciones de pánico. Por Federico Kukso (*)
Por más de cien años, las multitudes y el comportamiento de los individuos en ellas fueron objetos de estudios exclusivos de la psicología social. Casi se podría decir que aquel osado que intentaba analizarlas desde otro campo corría el riesgo de caer sepultado bajo una lluvia de críticas y otros vituperios académicos. La razón tal vez anidaba en el complejo comportamiento humano y en la dudosa posibilidad de reducirlo desde la biología o la química. Sin embargo, lo que más temían los psicólogos sociales ocurrió: de a poco, el tema, tan interesante como extenso, comenzó a emigrar hacia otras ciencias; a la física, por ejemplo. Y los hechos no hicieron más que acelerar las cosas. La bisagra tal vez se pueda encontrar en el ataque a las Torres Gemelas, el 11 de septiembre de 2001. Desde entonces, cada vez más grupos científicos examinan los fenómenos de masa (manifestaciones políticas, conciertos de rock, partidos de fútbol, la muchedumbre que huye ante una catástrofe natural) y situaciones de pánico, con el fin de encontrar allí donde el psicólogo no puede ver, explicaciones y características que tiendan a evitar desastres. En esto, la Argentina tuvo su propio infierno: la tragedia de Cromañón, el 30 de diciembre de 2004. Y también cuenta con un equipo de investigadores que estudia –a partir de simulaciones– fenómenos de comportamientos colectivos. Es el caso del doctor en física Claudio Dorso, investigador principal del Conicet, director del Laboratorio de Física Estadística Computacional del Departamento de Física de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales (UBA). – Cuénteme qué hacen en el laboratorio. – Hacemos muchas cosas con simulaciones. Yo empecé en esto en el ’84 cuando me fui a Estados Unidos. Primero trabajé en física nuclear, pero siempre este tema de hacer simulaciones me interesó llevarlo a otras cosas. Y hace dos años empecé con el doctor Daniel Parisi a estudiar el problema del comportamiento de multitudes. Que si se toma desde un punto de vista abstracto es como hacer termodinámica con un gas muy extraño. – Porque cada persona actuaría como una partícula. – Claro. En un gas, las partículas ejercen fuerzas entre ellas. En este caso el tipo de fuerzas que animan el sistema además tiene un tipo de fuerza asociada con la voluntad. Las partículas (o sea, las personas) están caracterizadas por cierto ancho de hombros. Básicamente, esta partícula tiene el deseo de ir hacia algún lado. – En el menor tiempo posible. – No necesariamente. Con una cierta velocidad, digamos. Hay situaciones de “no pánico” en donde las personas van a una velocidad pequeña. Además hay otras fuerzas como la de fricción: a la gente no le gusta estar muy cerca. Así, la multitud toma cierta velocidad que se asocia al grado de pánico. Cuanto más pánico, la gente más rápido quiere salir. – ¿Cómo estudian esto? – Haciendo modelos. El nuestro, como todo modelo, tiene ciertos parámetros. Trabajamos, por ejemplo, en una habitación de 20x20 m, el radio de los peatones es entre medio metro y 60 cm, el ancho de la puerta es 1,2 m y la velocidad de las personas es entre 0,8 m por segundo y 8 m/s y una serie de parámetros que caracterizan a los temas de interacción. Lo que se estudia ahí es el tiempo medio de evacuación. – ¿Y qué se ve? – Que para velocidades bajas hay un óptimo. Pero cuanto más rápido quiere ir la gente es peor la situación. Este efecto se llama “el más rápido es más lento”. Cuando entra en pánico la gente quiere salir más rápido. Empieza a hacer presión sobre los demás y se forman estructuras que llamamos “clusters” o racimos: gente que se va pegoteando, que choca entre sí. – ¿Como un tapón alrededor de la salida? – Algo así. Cuando la velocidad de salida se hace más rápida la formación de estos clusters molesta a la salida de un lugar. Se forman agrupaciones que bloquean la salida y hacen que el proceso de escape sea mucho menos eficiente. También hay que tener en cuenta que puede haber personas que mueran simplemente por la presión que les están haciendo los otros. Y si hubiese humo está el problema de muerte con lo cual las personas pasan a ser obstáculo. – La gente también deja de saber adónde ir, se desorientan. – Así es. Estamos haciendo experimentos en los que se analiza qué pasaría si hay humo, en cuyo caso no ven la puerta. Las personas por ende tienen que basarse en el conocimiento previo o seguir a la manada, y a aquellos que se están moviendo alrededor tuyo. Ahora estamos explorando estrategias de salida. – ¿En alguna parte se hicieron experimentos con humanos? – En Japón. En un supermercado hicieron salir humo de golpe e identificaron las estrategias que había tenido la gente para salir. El 40 por ciento se dirigió al lugar por donde había entrado. Otros se fueron a donde vieron una ventana iluminada; otros a donde les dijeron que fueran. Un grupo fue en sentido contrario hacia donde iba la gente. – Por lo que dice, este proceso de estampida sería muy difícil de detener una vez iniciado, ¿no? – Claro. La cuestión pasaría por reducir esas velocidades. Pasa que en situaciones normales no es bueno para el shopping, por ejemplo, porque se quiere que la gente salga rápido en vez de más despacio. En el caso de que haya pánico lo ideal es que la gente vaya despacio y no rápido. – ¿Comenzó a estudiar esto después de la tragedia de Cromañón? – No, antes. El primer paper que terminamos sobre estos temas lo terminamos exactamente el día que ocurrió la tragedia de Cromañón, seis horas antes. Fue todo un shock para mí. Algo que había empezado a estudiar simplemente porque me interesaba el problema, me tomó un año de trabajo, etc.; llegué a mi casa y había pasado. Lamentablemente estas tragedias son más usuales de lo que se cree. En 2003 en Rhode Island, Estados Unidos, hubo un recital y se incendió el escenario. Al lugar habían asistido 350 personas y murieron 100. Una barbaridad. – ¿Qué recomienda para evitar estas situaciones? – Un buen sistema buena indicación de la salida; iluminar bien los accesos; que todas las puertas estén abiertas, que las puertas sean más grandes. Porque la probabilidad de que se formen estos “blocking clusters” tiene que ver con el ancho de la puerta. Cuanto más grande sea la puerta menor es la probabilidad de que se formen estos agrupamientos que evitan una rápida evacuación. Y tener en cuenta que la gente tiene la tendencia de salir por donde entró. – ¿Pero en los modelos con los que trabaja tiene en cuenta todos los factores psicológicos? – No. Hay una simplificación. Si yo volcase todas esas variables, el problema se vuelve intratable. Nos interesan los casos en los que la gente no tiene estrategias de salida claras. – En vista de Cromañón estas investigaciones deberían ser importantes. – Por supuesto. Ahora vamos a empezar a hacer experimentos con cucarachas. – ¿Qué tienen de especial las simulaciones de multitudes? – Lo distinto es que es un sistema en el que está presente la voluntad de hacer algo. Las “partículas” deciden lo que van a hacer. – ¿Esta es la única línea de investigación de su laboratorio? – No. Tenemos tres: esta que le comentaba que se llama “dinámica de partículas autoimpulsadas”, simulaciones de física nuclear y problemas de difusión en redes, redes sociales y redes físicas. Por ejemplo, con todos mis amigos formo una red, tengo un vínculo que nos une. Lo curioso de esto se ve en los casos de enfermedades donde un virus se puede difundir, esto es lo que ocurre con el VIH. – Me imagino que se relaciona con el famoso “juego social” llamado “Seis grados de separación” que dice que todas las personas en el mundo estamos conectados al menos por seis personas. – Sí. Esta formación se conoce como “el mundo pequeño”. –O... el mundo es un pañuelo. –Sí, yo descubrí que soy grado dos con respecto a Clinton porque alguien con quien yo trabajo en Estados Unidos se reunió con el ex presidente y le dio la mano. Ahora vos serías grado tres, porque me conociste a mí. (*) Página/12
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