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Martes 21 de marzo de 2005

“Los concursos periódicos son la base de una Universidad moderna y progresista”

Por Pablo Jacovkis.


Pablo Jacovkis.

  Sr. Rector de la Universidad de Buenos Aires, Sr. Vicedecano saliente, Sr. Decano y Sra. Vicedecana electos, Sr. Presidente del CONICET, Sres. Decanos y ex Decanos de la UBA, queridos amigos:

  Querría hacer un rápido balance de lo que se ha hecho, y lo que no se ha podido hacer, en estos años en que tuve el honor de desempeñar el cargo de Decano de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires, honor que se completará en unos minutos con la firma del acta mediante el cual queda registrado que mi amigo y colaborador Jorge Aliaga asume las mismas responsabilidades.

  En estos ocho años mucho se ha avanzado en la mejora y modernización de la Facultad, continuando un proceso que comenzó mucho antes de que yo asumiera el Decanato, y que fue posible debido fundamentalmente al enorme esfuerzo de un conjunto de profesores, graduados y estudiantes que sacrificaron parte de su tiempo – en muchos casos en forma ad honorem– para colaborar en la conducción de la Facultad, y al apoyo de la gran mayoría de los miembros de la comunidad universitaria de esta Facultad, incluyendo muy especialmente al personal no docente.

  Usaré la primera persona del plural no como plural mayestático como el del Papa sino para significar que los éxitos no fueron míos sino de todo el equipo de gobierno de la Facultad. Entre los logros de los cuales podemos sentirnos orgullosos quienes participamos en el gobierno de la Facultad podemos mencionar dos, que me interesan para hacer un comentario más general sobre la responsabilidad de las autoridades universitarias: por primera vez en la Facultad se está llevando a cabo una política de llamado a cargos de profesores vacantes por jubilaciones, fallecimientos y renuncias de modo de tener en cuenta las necesidades y prioridades docentes y de investigación de toda la Facultad, según la propuesta, aprobada por el Consejo Directivo, de una comisión ad hoc. Y el mismo Consejo Directivo resolvió que los docentes de esta Facultad tenían que dar obligatoriamente un mínimo de clases por año. Quería mencionar especialmente este logro porque tiene que ver con un problema que se plantea siempre con la autonomía universitaria: la autonomía universitaria es un principio inalienable que ha sido conquistado después de duras luchas, generalmente estudiantiles. La Universidad elige sus autoridades, nombra sus empleados, administra sus recursos –que, si bien son escasos e insuficientes, tampoco son insignificantes– sin participación de los ciudadanos electos para ocupar cargos públicos federales en el país. Es decir, la sociedad argentina le da privilegios a la Universidad pública que no le da a otras instituciones. A cambio de eso, la Universidad tiene que tener claro que por ese motivo tiene una responsabilidad mayor que si no fuera autónoma: cualquier contribuyente de Jujuy, por ejemplo, tiene derecho a decir “Quiero saber si la Universidad está gastando bien el dinero que obtiene de mis impuestos”. La Universidad – y cada Facultad– debe entonces pensar permanentemente que no puede refugiarse en actitudes corporativas, y que la sociedad tiene derecho a saber en qué gasta su dinero, y por consiguiente usarlo de la manera más criteriosa posible, sin confundir autonomía con endogamia, y sin decidir lo que nos conviene a los que trabajamos en la Universidad sin pensar en la sociedad en su conjunto. No es siempre fácil tener esto en claro, y nos sentimos orgullosos de haber tomado muchas veces, como en los ejemplos que di, decisiones de este tipo.

  Quiero mencionar también la recuperación para la Facultad, gracias a la colaboración de las autoridades universitarias, del espacio en que estaba la Dirección de Becas de la Universidad, un espacio de muchos metros cuadrados, con destino al Departamento de Ciencias de la Atmósfera y de los Océanos, parte del cual, de común acuerdo, está ocupado por el Centro de Investigaciones del Mar y de la Atmósfera (CIMA). Me siento muy orgulloso de esta ampliación de los espacios del único Departamento de Ciencias de la Atmósfera y de Oceanografía del país, dado que en algún sentido el Decano de la Facultad tiene una responsabilidad en el desarrollo de la meteorología y de la oceanografía en el nivel nacional; la asignación de espacios es entonces en esta área una política académica y científica de importancia nacional. Gracias a la generosidad del Ciclo Básico Común se pudieron adjudicar espacios a grupos del Departamento de Fisiología y Biología Molecular y Celular, a grupos del Departamento de Ecología, Genética y Evolución y a grupos del Departamento de Química Orgánica, y a grupos del Centro de Estudios Avanzados (CEA) de la Universidad que vinieron a hacer investigaciones interdisciplinarias a la Facultad, tras la disolución, que no compartí ni comparto, del CEA. Dicho sea de paso, aprovecho la presencia del Rector, que nos honra, para recordarle que, a pesar de todas las promesas, Rectorado nunca hizo (en tres años) algo tan simple como transferir los cargos a la Facultad, de acuerdo a lo prometido, con lo cual distinguidos investigadores posiblemente se jubilen como profesores interinos sin haber tenido la oportunidad de participar en concursos de profesores regulares. Y eso cuando uno de los motivos de la disolución del CEA era que todos los profesores eran interinos.

  Por primera vez en la historia de la Facultad se realizó la asignación de espacios a grupos de investigación por adjudicación temporal, llevada a cabo tras recomendación de una comisión ad-hoc, también creada por el Consejo Directivo. Hasta entonces, en la distribución de espacios privaba un criterio que podríamos llamar feudal “tal espacio me pertenece porque se lo dio el Decano X al profesor Y, antecesor mío”, sin importar la magnitud del grupo y la calidad de la investigación. Aprovechamos la finalización de un convenio firmado en los últimos meses de la dictadura por el Decano interventor de turno con el CONICET para recuperar, no sin problemas e irritaciones, un espacio de la Facultad, más otro espacio dado también por el espíritu de colaboración con la Facultad mantenido invariablemente por el CBC, a través de su director, el Lic. Laplagne, para adjudicar esos espacios, y la última inauguración de mi decanato, justo el viernes pasado, fue la de las oficinas y laboratorios adjudicados, equipados modernamente con subsidios propios de los investigadores y con apoyo de la Facultad.

  La incorporación a la Facultad en 1998 de la Guardería existente dependiente de DOSUBA tras un desgraciado episodio permitió su transformación en un Jardín Materno-Infantil modelo, que incluye ahora hasta preescolar (ganas no nos faltaron de incorporar una escuela primaria) en el cual no solamente el costo por padre o madre es bajo (el Jardín tiene un fuerte apoyo económico de la Facultad) sino que es proporcional a su sueldo; a dicho jardín van hijos de docentes, no docentes, becarios, doctorandos y estudiantes, e incluso de personal que trabaja en otras dependencias de la Ciudad Universitaria. Su crecimiento ha sido impresionante, y es curioso que algunas personas que hacían acusaciones de que el Jardín estaba contaminado y los chicos corrían peligros yendo a él también mandan sus hijos al mismo…

  La asignación de rubros de presupuesto no destinados a sueldos se hace de acuerdo a pautas consensuadas por todos los Departamentos, y es reconfortante comprobar que los Departamentos llegaron a un acuerdo unánime teniendo en cuenta los diferentes tipos de gastos docentes por Departamento.

  Es muy importante, creo, mencionar la terminación con éxito del programa FOMEC, de reequipamiento para la docencia, por un monto de alrededor de 15 millones de dólares (el más alto de Argentina) sin haber perdido la independencia académica de la Facultad, lo cual indica dos cosas: que cuando se tiene un proyecto claro, e ideas claras, se puede resistir cualquier presunto intento (que en nuestro caso no hubo o no se notó) de presiones a través de subsidios o préstamos, y que se puede entrenar al personal no docente para que realice eficientemente tareas administrativas de alta complejidad, mucho más sofisticadas de las que estaban acostumbrados (por ejemplo, relacionadas con órdenes de compra de equipamiento en el extranjero), sin necesidad de contratar consultoras especializadas: el personal no docente de la Facultad encargado del FOMEC se capacitó con entusiasmo e idoneidad, lo cual muestra que es un mito el lamentable prejuicio de que los empleados del Estado no pueden hacer más que tareas rutinarias.

  No puedo dejar de mencionar el fortalecimiento del Servicio de Higiene y Seguridad en el Trabajo de la Facultad, que cuenta actualmente con más personal que el propio Rectorado, y que ha implementado un plan de seguridad ambiental único en el país y en América Latina: tiene políticas de emergencia y evacuaciones, de capacitación, de seguridad química, biológica, radiológica, láseres y residuos peligrosos, y todo esto desde antes de la tragedia de Cromañón (el Servicio de Higiene y Seguridad, el primero de la UBA, fue creado en 1990, y avanzó paso a paso hasta su estado actual). Relacionado con este tema, se ha construido el droguero único del Pabellón II, y se ha puesto a punto todo el sistema de campanas del Pabellón II, llevado a cabo no por contratación con una empresa –la licitación que se había hecho oportunamente dejó mucho que desear– sino con el trabajo impresionante, y no cobrado, de un grupo de investigadores y de personal de la Subsecretaría Técnica de la Facultad. Todo esto lo hicimos solos, en medio de una difícil situación presupuestaria, y sin contar con ningún apoyo de las autoridades de la UBA, que en muchos momentos nos hubiera sido muy útil.

  Se ha creado el Centro de Microscopías Avanzadas en la Facultad; se ha reorganizado el Campo Experimental, se ha convertido el bioterio (en un proceso ya comenzado durante el decanato del Dr. Recondo), gracias al trabajo de su directora, la Dra. Adela Rosenkrantz, en un bioterio modelo en Buenos Aires.

  Se ha creado un programa de becas por razones estrictamente económicas. En ese sentido, hemos tomado la decisión de otorgar becas por montos que cubren estimativamente las necesidades de un estudiante como para que pueda estudiar con dedicación exclusiva. Esto tiene dos ventajas importantes, respecto de becas, muy valiosas también, por supuesto, pero por montos menores, que ofrece la UBA: por un lado, si el estudiante puede cursar todas las materias del programa del año correspondiente, su tutor está en condiciones de controlar mejor su rendimiento; salvo causas debidamente justificadas, el mal desempeño académico ocasiona la terminación de la beca. Por otro lado, en pequeña medida (si un sistema así se generalizara a la UBA su impacto sería mayor) esto contribuye a la recuperación de la cultura del estudiante con dedicación exclusiva.

  Hemos puesto en marcha las pasantías educativas (para estudiantes) y los contratos de tipo salarial (para estudiantes y graduados). Esto no solamente beneficia a estudiantes y graduados, sino que contribuye a la inserción de la Facultad en el medio social, lo mismo que el aumento de convenios con empresas públicas y privadas, y la creación de INCUBACÉN, la incubadora de empresas de la Facultad.

  Hemos hecho un gran esfuerzo para informatizar toda la información, y la página web de la Facultad es cada vez más rica y con información cada vez más detallada; a este respecto, como broche final de la gestión, a propuesta del flamante Decano que asume en unos minutos, en su última sesión el Consejo Directivo aprobó la transmisión en vivo y en directo y el almacenamiento en medio magnético de las sesiones del Consejo Directivo.

  Habrán observado que no los he aburrido con cifras, pese a que son bastante elocuentes. Me interesaba más indicar políticas generales, poco habituales en nuestra Universidad, e indicar que si existe un proyecto y decisión política las ideas más modernas y progresistas se pueden plasmar. Y eso pese a que durante este Decanato se desató la crisis socioeconómica más grave de la Argentina moderna, y que permanentemente teníamos la sangría de investigadores calificados que debían emigrar debido a los bajísimos sueldos. De todos modos, no quiero dejar pasar que el 25% de todas la tesis de doctorado de cualquier disciplina que se producen en el país salen de nuestra Facultad, y que nuestros graduados son extraordinariamente exitosos, no solamente cuando van a trabajar como científicos a instituciones nacionales o extranjeras, sino cuando se incorporan a la actividad privada, porque, si bien la Facultad es una Facultad científica, forma profesionales de muy buen nivel, o sea es falso que su única salida laboral (y mucho más ahora con la reactivación económica) sea académica. La calidad de nuestra producción científica pura y aplicada, se nota en muchos ámbitos; hoy mismo tengo el gusto de haber leído un artículo al respecto en un importante diario – como muchas otras veces – por lo cual aprovecho para felicitar a los protagonistas de dicho artículo. Y no quiero dejar de mencionar características de la Facultad que se mantienen desde hace tiempo: no tenemos docentes ad honorem, todos los cargos se concursan, incluso los de los ayudantes de segunda. Nuestra política es tratar siempre de incorporar profesores jóvenes, y que los ascensos no sean por antigüedad sino por mérito. Los concursos periódicos son la base del funcionamiento dinámico de una Universidad moderna y progresista, de alto nivel docente y científico y comprometida con los problemas sociales de nuestro país.

  Por supuesto que hubo muchas cosas que no se pudieron hacer, o están por la mitad (una de ellas es el esfuerzo institucional, conjuntamente con el Centro Argentino de Meteorólogos, de sacar el Servicio Meteorológico Nacional de manos de la Fuerza Aérea Argentina y pasarlo a manos civiles y neutrales –el Servicio no puede estar en manos de uno solo de sus usuarios–). Pero eso es inevitable, nunca se puede hacer todo. Sin embargo, hay dos cosas que lamento profundamente no haber podido llevar a cabo, una concreta y la otra simbólica. Y ahora usaré primera persona del singular, porque de los fracasos me debo hacer responsable yo. La concreta es la reforma curricular. Mi vieja idea, compartida por mucha gente, de una organización curricular tipo árbol, en el cual hay un tronco común y del cual salen las ramas que son las distintas carreras (no todas al mismo tiempo, por supuesto: es obvio que matemática y física, o matemática y computación, tendrán un tronco común mucho más tiempo que matemática y biología) hasta ahora no tuvo éxito. Es difícil, pues requiere un gran esfuerzo conjunto de los Departamentos: por el principio de conservación de las materias, si uno pone materias comunes, hay otras materias que deben dejar de estar en el programa de estudios, y eso no gusta a todo el mundo. Pero sigo pensando que es importante para asegurar desde el comienzo de la carrera el interés y comprensión por la interdisciplinarie-dad, base del desarrollo científico y tecnológico en la actualidad. La simbólica tiene que ver con homenajes. A propuesta mía, el Consejo Departamental (CODEP) del Departamento de Computación, por unanimidad, decidió proponer al Consejo Directivo de la Facultad la designación del Departamento como Departamento de Computación Dr. Manuel Sadosky, así como el Departamento de Física se llama Departamento de Física Dr. Juan José Giambiagi, propuesta que será tratada por el Consejo Directivo este año, dentro de poco tiempo. Y la semana pasada se entregó en la Facultad el diploma de Doctor Honoris Causa de la UBA al Profesor Gregorio Klimovsky. Ambas son decisiones de las cuales nos podemos sentir orgullosos, pues honran a quienes tuvieron participación importante en la Universidad anterior a 1966, y después también. Pero nos quedó en el tintero, y lo lamento, un homenaje al principal protagonista de la época de oro de la Facultad, el decenio 1956-66, su decano entre 1957 y la noche de los bastones largos en 1966. Debemos un homenaje al Dr. Rolando Víctor García, y le dejo la posta al flamante decano para que lo materialice.

  Por último, quiero agradecer a todos mis colaboradores en estos años difíciles. Prefiero no dar nombres, porque me puedo olvidar de alguno, que se enojaría muchísimo, con justa razón. Muchas gracias.

 

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