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Miércoles 29 de mayo de 2002
Uso de embriones:
Un debate que trasciende a la Ciencia
Por Fabio Cohene (*)
La
investigación científica sobre embriones no es una novedad. Los primeros
estudios sobre tejidos fetales se remontan a la década del '30 del
siglo XX y en 1954 John Enders ganó un premio Nóbel por el uso de
células fetales de riñón para hacer crecer el virus de la polio. Sin
embargo, en los últimos 20 años, se han registrado avances espectaculares
en el área que, por ejemplo, ha abierto la posibilidad cierta de desarrollar
tratamientos para enfermedades como el Parkinson o el Alzheimer. El
principal de los progresos lo constituyó la posibilidad de crear embriones
a partir de células somáticas mediante la misma técnica que se empleó
para clonar a la oveja Dolly. Esto brinda a los científicos la
chance de realizar sus investigaciones sobre embriones sin tener que
recurrir a aquellos congelados, sobrantes de la aplicación de las
técnicas de fertilización in vitro. Al mismo tiempo, ha surgido
un debate mundial sobre cómo debe ser la regulación legal que enmarque
a la investigación sobre células madre y embrionarias. En ese
contexto, resulta interesante contrastar las normativas que sobre
el tema ha surgido en el Reino Unido y las posturas existentes en
el Congreso de los EE.UU. en las jornadas previas al tratamiento legislativo.
La regulación
de la investigación sobre células madre y embrionarias
El Reino Unido ha sido la nación que desde los '80 ha
estado a la vanguardia mundial de las investigaciones en fecundación
asistida y clonación. En consecuencia, desde el principio el gobierno
británico se ocupó de crear un marco legal que favoreciera el desarrollo
y el financiamiento de los estudios en el área. Así, ya en 1990
dictó una ley de Fertilización humana y Embriología que regula
todos los proyectos, sean públicos o privados, de investigación en
células embrionarias y madre. La norma permite la investigación
hasta el día 14 después de la concepción (momento en que se forma
el cordón primitivo que precede a la aparición del tubo neural) y
un selecto grupo del Departamento de Salud recomendó la generación
de embriones específicamente para la investigación en células embrionarias
y madre, bajo condiciones estrictamente reguladas, con el consentimiento
del donante y sólo si no existieran suficientes embriones viables
sobrantes de fertilizaciones in vitro (FIV). También recomendó
la generación de embriones a través de transferencia nuclear, la técnica
usada para la obtención de la oveja Dolly, siempre que no fueran destinados
a ser implantados.. Doce años más tarde, en febrero de 2002,
en coherencia con los postulados señalados la Cámara de los Lores
aprobó una ley que permite clonar, bajo estrictas normas, embriones
humanos para investigación médica.
La sanción de esta ley, propuesta por el gobierno laborista, se basó
en la consideración de que las técnicas científicas son moralmente
neutras y su aprobación depende del uso que de ella se haga. Las
normas británicas distinguen entre clonación reproductiva (destinada
a crear una copia exacta de un ser humano) y clonación terapéutica,
la cual produce solamente embriones muy tempranos (blastocistos
de alrededor de cinco días) de los que se pueden derivar células madre.
La primera está prohibida mientras que es aceptable la clonación
para la creación de tejidos con fines terapéuticos.
En EE.UU. la investigación sobre células madre
y embrionarias se ha politizado desde que la Suprema Corte legalizó
el aborto en 1973. Desde ese momento el gobierno federal prohibió
el uso de fondos federales para la investigación sobre embriones (e
incluyendo implícitamente a las células madre) vivos o muertos,
aún cuando está permitido, por falta de regulación, para el sector
privado. En el 2000, el Instituto Nacional de Salud (en inglés
NIH) empezó a financiar investigaciones sobre células madre que
ya fueron derivadas de blastocistos, pero no aquellas que prevean
la derivación en sí. Es decir que los investigadores pueden, con fondos
federales, trabajar con alrededor de 60 líneas celulares ya existentes
pero no pueden usar embriones para obtenerlas. El presidente George
Bush ha exhortado al Congreso a prohibir tanto la clonación
terapéutica como la reproductiva y una ley ya ha sido aprobada en
la cámara de diputados y será discutida en el Senado próximamente.
Claramente, pueden distinguirse tres razones culturales
que subyacen en las distintas legislaciones del Reino Unido y los
Estados Unidos. Primero, EE.UU. es predominantemente una nación
en la que pesan las opiniones de las iglesias. Casi 40% de la
población concurre a servicios religiosos, comparada con solamente
5% en el Reino Unido. Por lo tanto, los políticos que toman decisiones
sobre la investigación sobre embriones humanos deben responder a un
considerable segmento de votantes pertenecientes a grupos religiosos
organizados.
En segundo lugar, en EE.UU. existe un movimiento antiabortista
muy activo.
La investigación sobre células madre y embrionarias está irremediablemente
ligada al debate sobre el aborto. Los grupos pro-vida consideran al
uso de un embrión humano desechado después de una FIV como equivalente
a matar un niño.
Por último, desde el siglo XVII, la libre empresa ha estado
al tope de los valores estadounidenses (al igual que la libertad de
culto). Esto hace difícil prohibir que las compañías privadas tengan
sus propias estrategias, a menos que representen un evidente peligro
para el público.
Mientras tanto, están aprobadas investigaciones sobre
embriones que no atraen la atención del Congreso o el público. La
investigación básica sobre tejidos embrionarios humanos extraídos
de abortos espontáneos continúa a través de una moratoria que permite
usar fondos federales. De hecho sólo o la investigación sobre embriones
orientada terapéuticamente está privada de financiamiento federal.
Esto incluye toda investigación sobre infertilidad, FIV, terapia génica
sobre embriones y sobre la entrada
de HIV en embriones o fetos. ¿Por qué? El congreso teme que la posibilidad
de usar un feto abortado en investigación "terapéutica"
estimularía a las mujeres a abortar. Aunque no existen evidencias
de que ello sea cierto, el Congreso no desea aparecer sosteniendo
una posición positiva sobre el aborto. La decisión de Bush sobre las
células madre no levanta la moratoria sobre la investigación sobre
embriones.
Son varias las voces e intereses que intervienen en el
debate. La comunidad científica norteamericana casi unánimemente
es favorable a que se apruebe la clonación con fines terapéuticos.
En este sentido, 40 Premios Nóbel estadounidenses han emitido un
documento en tal sentido. En idéntica dirección, apuntan poderosos
intereses económicos como los de Geron Corporation y Advanced
Cell Technologies, que aspiran a dominar el mercado de producción
de células madre humanas para el reemplazo de tejidos, y por ende
buscan evitar la existencia de trabas legales que entorpezcan sus
desarrollos.
La cruzada anticlonación está encabezada por el gobierno
y los legisladores conservadores, atentos a las reacciones de
los votantes que en forma mayoritaria prestan mucha atención a la
opinión, en general negativa, de las iglesias y los activos grupos
antiabortistas
El debate
ético
La principal cuestión ética que plantea el tema es: ¿debe
un embrión humano poseer la misma protección que una persona, más
allá del estado de desarrollo en que se halle y aún fuera del vientre
materno?. Por supuesto existen otros aspectos relevantes como
los efectos de la investigación sobre los donantes, los receptores
y la sociedad pero el debate se ha centralizado más bien en el embrión.
Sobre el problema existen dos posiciones antagónicas.
Por un lado, la que sostiene que todo embrión tiene un valor en
sí mismo, dada su potencialidad para convertirse en persona. Esto,
desde el momento de la concepción, sin importar su estado de desarrollo,
el lugar donde esté y cualquiera sea su posible destino. Desde esta
óptica, carece de importancia que el embrión sea uno de los miles
que se generan, y no se usan, en las FIV, cuyo final casi inevitable
es el descarte.
Los que defienden esta postura consideran al embrión como
un individuo humano que merece respeto y hacen referencia a la media
docena de casos en que embriones congelados "sobrantes"
fueron adoptados y llevados a un nacimiento por pareas que no eran
sus padres genéticos. De acuerdo a esta línea argumental, ningún beneficio,
por grande que sea, justifica destruir a una persona no nacida valiosa
en sí misma, aún cuando ella no vaya a desarrollarse más allá de un
estadio de unas pocas células primarias: la dignidad humana no debe
ser negada.
La visión contrastante sostiene que no existe un valor
intrínseco en los embriones, sino que le es asignado por las partes
interesadas (tales como los padres), sobre la base de factores,
como su ubicación ( dentro o fuera del útero; si está afuera, la posibilidad
de implantarlo) y su potencial para desarrollarse en un niño. Se puede
llamar a éstos valores situacionales en contraposición a los intrínsecos.
Un embrión fuera del cuerpo de la madre no tiene otra potencialidad
que una muerte segura, a menos que se emprendan medidas drásticas,
como una implantación.
La opinión
de las iglesias
Las distintas religiones no concuerdan entre sí, y en
ocasiones divergen dentro de sí mismas, respecto al valor de un embrión.
La doctrina de la Iglesia Católica Apostólica Romana concede
un valor intrínseco a los embriones, aún cuando existe un número creciente
de teólogos católicos que no consideran a los embriones tempranos
como entidades humanas individualizadas, dado que las células que
originarán al embrión no están diferenciadas de la que darán lugar
a la placenta y hasta el día 14 el embrión puede dividirse en 2 o
más individuos. En consecuencia, estos teólogos "disidentes"
no se oponen a la investigación.
Similar variación de criterios existe en las Iglesias
Protestantes. Las vertientes americanas del protestantismo han
históricamente apoyado la ciencia, por la creencia que la naturaleza
es defectuosa y que Dios quiere que el hombre descubra sus mecanismos
internos y los repare. En el siglo XVII, los ministros puritanos de
Boston predicaron desde el púlpito las virtudes de inocularse contra
la viruela e inclusive se la administraban ellos mismos, en épocas
en que el establishment médico aún dudaba. Este espíritu de cruzada,
originalmente religioso, continúa influyendo en la práctica médica
e investigación científica estadounidense. Otras vertientes abogan
por la posición del valor intrínseco del embrión y se oponen a la
investigación sobre células madre embrionarias en la comprensión de
que las células madre adultas son suficientes. Teniendo en cuenta
el apoyo general a la ciencia y a la tecnología, es probable que algunos
de los que hoy se oponen a la investigación embriónica cambien de
opinión si ella resulta exitosa.
La religión judía no concede el mismo valor al
feto dentro del vientre de la madre que al que está fuera de él, de
hecho éste último es descripto como si fuera "agua" en los
primeros 40 días y carece de status legal en la ley judía. En la tradición
judía hay un mandato de curar y ser compañeros con Dios y la creación
al tiempo que existe que el cuidado de la salud es una responsabilidad
de la comunidad. La investigación en células madre para el tratamiento
de enfermedades tiene un alto potencial de hacer el bien y por lo
tanto debería ser apoyada, en tanto que los tratamientos estén disponibles
para todos aquellos que lo necesiten.
Por su parte el islamismo el feto adquiere un alma
en el día 120 y por ende carece de valor moral antes de ese momento.
Así, la investigación en células madre es vista como un acto de fe
en la voluntad final de Dios, como dador de vida, con tal que se realice
con el propósito de mejorar la saluda humana.
Ante este cuadro de situación, es importante que el debate
bioético se dé dentro de un clima razonable. Las futuras discusiones
deberá tener en cuenta varios factores: 1) los efectos sobre los donantes
(padres) que pueden mantener una conexión emocional, aún cuando sea
leve, con el embrión; 2) los efectos sobre los receptores, especialmente
para células madre cerebrales y nerviosas, como las implicadas en
el tratamiento del mal de Alzheimer (por ej.: ¿alterará su personalidad?);
3) los efectos sobre la sociedad en la cual la gente vivirá más tiempo;
4) cuestiones económicas.; 5) efectos no deseados de la tecnología
de células madre sobre otras tecnologías, como la clonación de humanos.
¿Cuál
es la respuesta?
Es improbable que haya un acuerdo entre aquellos
que creen que obtener células madre es matar niños y los que sostienen
que los beneficios para las personas ya nacidas que la investigación
científica significarían, contrapesan la breve existencia de los embriones
tempranos. Un intento de compromiso entre ambas posturas fue permitir
el financiamiento federal para la investigación, pero no para obtener
células madre, lo que debería hacerse en el sector privado. Los conservadores
arguyen que eso es estimular el asesinato. Bush ha propuesto una solución
diferente basada en una fecha tope arbitraria. Se otorgarían fondos
federales a aquellas células madre que hubieran sido obtenidas solamente
hasta el 9 de agosto de 2001. Es decir que el gobierno no incitará
la futura destrucción de embriones pero se podrá usar el potencial
terapéutico de aquellos que ya han sido destruidos. Carente de toda
razonabilidad, esta decisión de tono político busca, sin éxito, aplacar
a los conservadores que se oponen a la investigación y los grupos
de pacientes que la apoyan. Lo que se observa es que, como ocurre
a menudo, el fracaso o éxito de las investigaciones serán decisivos
para generar cambios en las posiciones de ambos bandos y permitir
un relajamiento de las restricciones. Sin embargo, si los resultados
llegan lentamente y la industria privada no está predispuesta a llevar
adelante emprendimientos riesgosos, mucha de la investigación se
desplazará hacia el Reino Unido, Australia u otros países cuyos gobiernos
dan fondos para su desarrollo.
¿Y por
casa?
Nada del debate someramente descripto ha llegado a
nuestras playas. En Argentina, si bien existe personal científico
convenientemente capacitado, no existe investigación básica relevante
sobre embriones ni células madre embrionaria. Esto, a pesar del amplio
número de embriones congelados que se conservan en clínicas de fertilización
asistida en lo que, según palabras de algunos científicos, son "ataúdes
de lujo". Esta fuerte terminología alude al hecho de lo costoso
que resulta mantener los embriones congelados sólo para que en un
tiempo indeterminado, tengan que ser destruidos, sin haber servido
a fin alguno. Ni los dueños de las clínicas de fertilización ni los
legisladores, quizás atendiendo a la presión de determinados grupos
conservadores, se han mostrado dispuestos a dar pasos destinados a
incentivar esta promisorio tipo de investigación.
* Fabio Cohene
es biólogo y abogado.
¿Que son las células madre?
Cuando el espermatozoide fecunda el óvulo, la célula
resultante, el cigoto, pone en marcha su capacidad de
reproducirse, dividiéndose en dos células iguales, luego
en cuatro, en ocho, y así sucesivamente.
Una semana más tarde se ha formado la blástula,
una bola hueca de células que acabará dando lugar a la placenta.
Pegada a la pared interior de la blástula se forma una masa
de células que contiene las células «madre» o «stem» (también
llamadas «raíz» o «troncales»).
Cada una de estas células madre embrionarias puede
dar lugar a un embrión entero y puede también iniciar cualquier
linaje de células de nuestro cuerpo una vez que han recibido
las señales bioquímicas correctas. Las células madre embrionarias
son un prodigio de versatilidad, tienen el potencial de convertirse
en cualquier tipo de célula, de tejido o de órgano.
De acuerdo con las explicaciones de los expertos
en el tema hay dos tipos de células stem o troncales procedentes
de embriones, dependiendo de en qué fase del desarrollo
embrionario se extraigan: las «totipotentes» y las «pluripotentes».
Las totipotentes proceden de la primera división
del óvulo fertilizado y pueden dar lugar a un ser humano completo.
Pocos días después, las células totipotentes forman un conjunto
de células, un blastocito, en cuyo interior se encuentran las
células «pluripontentes» (o madres) que no pueden dar lugar
a un individuo, pero son capaces de diferenciarse en cualquier
tipo de tejido. Estas son, precisamente las denominadas células
embrionarias stem.
Es entonces cuando se abre la posibilidad del
uso de estas células para reponer la médula ósea en los pacientes
que sufren de cáncer, producir células pancreáticas que alivien
la diabetes o células neuronales para tratar las enfermedades
de Parkinson y Alzheimer, entre otros males.
Se afirma que además de estar en los embriones,
las células raíz también se encuentran de manera natural
en los tejidos adultos de donde pueden obtenerse sin necesidad
de utilizar embriones. Sin embargo, hasta ahora poco se sabe
sobre la posibilidad de mantenerlas fuera del cuerpo, sobre
su capacidad de diferenciación y si se pueden obtener en las
cantidades que se requieren a fin de estudiar su utilidad en
casos clínicos.
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